Friday, August 28, 2020

NO VIVAMOS EN EL PASADO

 Texto: Isaías 43:14-28

En este capítulo, repasándolo rápidamente, encontramos el aliento que Dios dio a Su pueblo Israel por medio del profeta. También anuncia que Dios en Su misericordia restaurará a la nación y será bendición a todo el mundo. Da promesa de que aunque vayan a la cautividad, serán un testimonio. Y anuncia que la salvación de Israel (y la nuestra) es un don inmerecido de pura gracia divina. Aquí también dice que Dios disciplina amorosamente a Su pueblo para que al final le glorifique. El pecado de Israel ha sido sobre todo el pecado de la iglesia hoy en día – la ingratitud (vv. 23-24). Se ve la ingratitud cuando el pueblo no hace lo que Dios dice, no se acerca, no sacrifica, ni da gracias, sino que considera el rendir culto a Dios como mucho una obligación pesada. No sólo en aquel entonces, sino después, en tiempos de Malaquías, al final del Antiguo Testamento, Dios tiene que protestar que Su pueblo no le honra, y hoy en día se repite la historia en muchas iglesias evangélicas, cuya preocupación mayor parece ser reducir el número de cultos para que la gente pueda quedarse en casa mirando la tele en su pantalla granda, o haciendo cualquier otra cosa. Y cambian la exposición fiel de la Palabra de Dios, la reunión de oración y el culto de adoración al Señor por actividades como drama, conciertos, excursiones y ligas evangélicas de futbol. Todo esto demuestra cuán baja es la condición espiritual.
    Pero en medio de los versículos que señalan la ingratitud e infidelidad de Israel, me llaman la atención las palabras de los versículos 18 y 25. “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a la memoria las cosas antiguas” y “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. Estas palabras son tan necesarias para nosotros como para Israel, porque nosotros también  muchas veces vivimos con recuerdos malos del pasado. Tenemos esta tendencia, y es así en mi caso porque yo que estaba metido en el comunismo que es un ateísmo total. Pero todos tenemos cosas así porque todos somos pecadores. El que no tenga malos recuerdos ha sido muy poco convencido de su propia maldad, y esta es mala señal. Si uno tan santo con el apóstol Pablo se llamó el primero de los pecadores (1 Ti. 1:15), ¿cómo quedamos los demás? El que dice que no tiene pecado o que no hay pecado, se engaña o miente (1 Jn. 1:8, 10). Dios establece estas verdades en Su Palabra, pero Dios no viene constantemente recordándonos nuestros pecados, porque Él mismo los tiene olvidados.
    Ahora bien, es verdad que hay mucho bueno que aprender del pasado, esto es, de la historia sagrada tal como la Palabra de Dios la presenta. Nunca debemos olvidar la venida del Señor, Su muerte por nosotros en el Calvario y Su resurrección. Nunca debemos perder de vista la historia de la iglesia primitiva y la doctrina apostólica, la fe una vez dada a los santos. Pero recordar el pasado no incluye resucitar la memoria de nuestros pecados y dejarnos desaminar por ellos. Están bajo la sangre de Cristo, y allí deben quedarse. Quien nos recuerda nuestros pecados acusándonos todavía es el diablo. Él nos lo recuerda y los lo susurra. Él quiere tirarnos al suelo y quitarnos el ánimo, el gozo, la confianza y la motivación para testificar y servir a Dios? Nos habla con pensamientos y sentimientos más o menos así: “¿Después de lo que tú has sido y lo que has hecho, pretendes andar como creyente? ¡Anda ya!” Y a veces manda a familiares o amigos para decirnos cosas así y desanimarlos para que callemos. Él nos recuerda constantemente el pecado, y usa este arma porque con nosotros poco más tiene. Como Dios dijo a Israel, dice a nosotros: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a la memoria las cosas antiguas” (v. 18). Porque Dios es el que borra nuestras rebeliones por amor a sí mismo, y dice: “y no me acordaré más de tus pecados” (v. 25). Repito, no es Dios quien se acuerda de nuestros pecados, sino el diablo. Dios no los recuerda. En el Salmo 25:7 David pide: “De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová”. Esto debe expresar el sentir de todo creyente cuando surgen las memorias de sus pecados. ¡Qué bueno que en los Salmos podemos aprender cómo orar sobre estos asuntos!
    Es verdad que podemos pecar todavía y caer, pero hemos de mantener las cuentas en arreglo con Dios – con la confesión y el apartarnos del pecado (Pr. 28:13; 1 Jn. 1:9), y además, como hecho preventivo, debemos decir “no” al pecado, al mundo, al diablo y a la carne. Cuando nos ocupamos de las cosas del Señor y Su Palabra, haciendo lo que Él nos enseña y manda hacer, andamos bien y no tenemos tiempo para entretenernos con el pecado. Una vida de santidad, devoción y servicio tiene un efecto preventivo contra el pecado.
    Como hemos visto, el versículo 18 nos instruye acerca de los pensamientos. Sabemos que somos pecadores, y que hemos pecado, pero no debemos entretenernos repasando siempre los pecados como revisando la ropa sucia. No traigáis a memoria las cosas antiguas. Para Dios nuestros pecados son cosas antiguas, cosas del pasado que fueron tratados cuando el Señor murió en la cruz por nosotros y gritó: “¡Consumado es!” Entonces, lo que Dios perdonó, dejémoslo en el pasado. Pensemos en Él, el Santo nuestro y nuestro Rey (v. 15). Él mira hacia el futuro; hará una cosa nueva (v. 19). Publicaremos Sus alabanzas (v. 21). Esto es lo que el Señor quiere de nosotros. No somos lo que éramos antes, por la gracia de Dios. Él nos abre un camino nuevo de alabanza, de santidad, de bendición espiritual.
    En Filipenses 3:13-14 el apóstol Pablo nos habla de la misma manera, al poner el ejemplo de como él andaba. “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo la meta...” El camino del creyente está por delante, no en el retrovisor. Atrás queda la gran obra del Calvario, que siempre hemos de recordar, sobra decirlo. Pero delante nuestro está el camino de Su Palabra, de la comunión, de la oración, de la alabanza con gratitud, del testimonio. Hermanos, debemos seguir creciendo en la gracia y en el conocimiento de nuestro gran Dios y Salvador. Debemos vivir con la esperanza de que en cualquier momento puede sonar la trompeta y el Señor vendrá por nosotros para llevarnos a la morada eterna en Su gloriosa presencia. Así que, tenemos mucho que hacer y esperar en lugar de estar recordando desanimados nuestro triste pasado. Hay  paz y bendición ahora y un glorioso futuro para el pueblo de Dios. Que el Señor nos anime con estas palabras. Amén.

de un estudio dado el 11 de septiembre, 2008


 

La tierna voz del Salvador,
Nos habla conmovida;
Oíd al Médico de amor,
Que da a los muertos vida.

Borradas ya tus culpas son,
Jesús hoy te pregona;
Recibe, pues, Su bendición
Y goza la corona.

La amarga copa del dolor,
Jesús, has apurado,
Para que goce el pecador
Tu Nombre bien amado.

Cordero Santo, ¡Gloria a Ti!
Por Salvador te aclamo.
Tu dulce Nombre es para mí
La joya que más amo.

Coro:
¡Nombre digno de alto honor,
Nombre de divino amor,
Nombre de mi Redentor,
Cristo, Jesucristo!

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