Wednesday, June 29, 2022

Vasti, y Otras Mujeres Insumisas

Texto: Ester 1.1-22

Es una lectura que hoy seguramente a muchos les molestaría, con las leyes nuevas y la mentalidad de la sociedad respecto a temas como el matrimonio y el feminismo.
    La hermosa historia de Ester comienza con un grandioso banquete real en el que el rey Asuero mandó a la reina Vasti presentarse para ser admirada. Pero ella rehusó, y de esa manera afrontó públicamente a su marido el rey.
    Los versos 16-18 declaran las consecuencias extensas de la rebeldía de la reina, y llama “pecado” lo que hizo. Pues aun los medo-persas sabían como los demás en el mundo de aquel entonces que la mujer debe obedecer a su marido, y aunque Vasti era reina, no tenía disculpa. Ella desestimó y deshonró al rey. El mal ejemplo de una sola persona puede afectar a muchos, especialmente si es una figura pública como era ella. Y aunque no son reinas, hoy las mujeres de los ancianos, los obreros y los misioneros deben tener mucho cuidado con sus actitudes y conducta, porque están en el punto de mira de otras mujeres. En el Nuevo Testamento, textos en 1 Timoteo 3, Tito 2 y 1 Pedro 3 instan a las mujeres a poner ejemplo de piedad y estar sujetas.
    Esto se sabía en tiempos de Ester, pero ahí está el problema, porque hoy muchos no aceptan la posición bíblica de la mujer, porque no creen a Dios. Dicen que el mundo y los tiempos han cambiado, y es cierto, pero la Palabra de Dios permanece para siempre. La iglesia es designada “columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3.15), y no debe aflojar ni cambiar con los tiempos.
    Comenzando en Génesis 1-3 leemos que Dios, el Creador, hizo primero al hombre. No es enseñanza anticuada, pues 1 Timoteo 2.11-13 indica que el orden de la creación es significativo. “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva”. Luego 1 Corintios 11.8-9 señala la importancia del pasaje en Génesis, porque aun hoy afecta la conducta y el orden en el matrimonio y la iglesia. “Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón”. Según Génesis, Adán vivió solo durante un tiempo, y era el único habitante del planeta hasta que Dios hizo Eva. Cuando Dios formó a Eva, la presentó a Adán como “ayuda idónea para él” (Gn. 2.18). No debía mandarle, ni competir con él, sino ayudarle. La orientación de la mujer era su marido. Ella no era independiente, ni tenía liderazgo, sino fue creada para acompañar y ayudar.
    La orden que Dios estableció sigue vigente en tiempos de la iglesia, pues 1 Timoteo 2.12 prohíbe que la mujer usurpe autoridad o ejerce dominio sobre el varón. La mujer, no el hombre, debe estar sujeta (v. 11). Aun los del mundo sabían esto en días de Ester, por eso llamaron “pecado” lo que hizo la reina. Así que, hablando claro, cuando una mujer no esté sujeta, o usurpe autoridad, es pecado. Volvamos a Génesis 3.16 y vemos a Dios declarar que el marido se enseñoreará de la esposa, no vice versa, y el plan de Dios no ha cambiado. Este precepto llega a lo más íntimo de la relación matrimonial, porque 1 Corintios 7.4 enseña que la mujer no tiene potestad sobre su cuerpo, sino el marido. No debe rehusar o evitar relaciones íntimas para castigar o presionar a su marido, ni él a ella.
    Así que, la conducta de Vasti para con Asuero fue reconocida como mala, porque desde la creación del mundo se sabía el orden que Dios estableció. Pero hoy, se ha perdido toda noción de la verdad de Dios, en el mundo y en muchas iglesias – las que no se rigen por la Palabra de Dios. Por eso algunas mujeres no quieren casarse, porque no quieren someterse a un hombre. Por esto también algunas de las casadas se separan y se divorcian, porque dicen: “No voy a obedecer a un hombre”. 1 Corintios 7.10 y 13 mandan que no se separe de su marido. Romanos 7.2 dice que “la mujer casada está sujeta por la ley a su marido mientras éste vive”. No puede divorciarle y casarse con otro, porque esto es el pecado del adulterio, y los adúlteros no heredarán el reino de Dios (1 Co. 6.9).
    Quiero dejar claro que no estamos a favor del machismo ni de los abusos. Dios manda claramente a los maridos cómo deben amar y cuidar de sus esposas (p. ej. Ef. 5.25; 1 P. 3.7). El marido debe honrar a su esposa, como vaso más débil, pero no dice que debe obedecerla. Y las mujeres tampoco deben actuar abusivamente con sus maridos, y eso es algo que pasa pero que por vergüenza pocos hombres lo reportan. Pero eso es otro tema.
    Volviendo al tema: Los derechos de la mujer no incluyen lo que Dios prohíbe. Los hombres pueden aprobar las leyes que quieran, pero Dios también tiene ley y debemos obedecer antes a Dios. El orden divino establecido en Génesis por el Creador es todavía aplicable. El Nuevo Testamento no lo cambia. Hagamos caso de las Escrituras.
    1 Corintios 11.3 declara que el hombre es cabeza de la mujer. No hay dos cabezas, sino una.
    Efesios 5.23 dice que el marido es cabeza de la mujer, no viceversa. Él, no ella, manda. Efesios 5.33 manda que la mujer respete (reverencie) a su marido. Efesios 5.24 manda que la esposa esté sujeta en todo a su marido. Colosenses 3.18 repite la instrucción.
    Tito 2.4-5 manda a las mujeres ancianas a enseñar a las más jóvenes a amar a sus maridos (v. 4) y estar sujetas a ellos (v. 5).
    1 Pedro 3.2 manda que su conducta sea casta y respetuosa. En 1 Pedro 3.6 vemos el ejemplo de Sara, que “obedecía a Abraham, llamándole señor”. Las mujeres cristianas deben imitarla, pues eso es hacer bien. Pero hoy, tal como están las cosas, muchas preferirían morir antes que someterse así a su marido y tratarle como su señor. Es curioso que cuando hay hombres, pobrecitos, que cuando hablan de su esposa dicen: “mi señora”, pero las mujeres no llaman a sus maridos “mí señor”. Las cosas están al revés, porque el pecado ha torcido todo.
    Y el problema se extiende fuera de casa, porque cuando no se sujetan debidamente en el matrimonio, esa actitud brota en la iglesia y la contamina. Mujeres feministas quieren ejercer “sus derechos” y ostentar “su libertad” en la iglesia. Quieren tener estudios para mujeres, donde ellas enseñan y predican. Quieren ser pastoras y ocupar otros puestos de autoridad. Quieren hablar en la congregación, en lugar de guardar silencio. Y por supuesto que no quieren llevar el velo, que la Biblia llama “señal de autoridad” (1 Co. 11.10). Todas estas conductas son pecado. Vasti afrontó a Asuero, pero hoy las mujeres y la sociedad afrontan a Dios, y desprecian Su Palabra. Su actitud y su conducta son peligrosamente similares a las de los apóstatas que Pedro describe: “desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores” (2 P. 2.10).
    En conclusión, todos debemos recordar la exhortación de Pablo a Timoteo respecto a la doctrina apostólica, que no ha cambiado desde entonces. “Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello ...” (1 Ti. 4.15-16).

    
Lucas Batalla, 29-5-22