Friday, August 28, 2020

EL REY ASA Y LA RESTAURACIÓN


Texto: 2 Crónicas 14-15

El rey Asa era nieto de Salomón, y su historia nos enseña algo muy importante acerca de la restauración de la vida espiritual a nivel nacional, familiar o personal. Vemos en los versículos 1 y 2 que el país tuvo sosiego por diez años durante su reino, y que él hizo lo  bueno y recto “ante los ojos de Jehová”. Dios es siempre quien mide si algo es bueno y recto o no. Lo que importa es cómo lo ve Dios, no como lo ven los hombres. Muchos no creen esto, porque si lo creyesen vivirían de otra manera.
     Los versículos 3-5 nos dan ejemplos de sus hechos buenos y rectos. Quitó la idolatría, tanto las imágenes como los “altares del culto extraño” (v. 3), no sólo de Jerusalén y sus alrededores sino de “todas las ciudades de Judá” (v. 5). Hoy en día en más de un lugar hace falta quitar lugares del culto extraño, culto que Dios no manda y que no está conforme a Su Palabra, ni le agrada. Asa lo hizo en su día. Entonces, “estuvo el reino en paz bajo su reinado”, porque Dios le bendijo. En el versículo 4 vemos que él mandó a la gente que buscara a Dios. Usó su autoridad para la gloria de Dios, para mandar algo bueno.
    En los versículos 6 y 7 vemos que edificó y fortificó sus ciudades, y que pudo hacerlo porque había paz. Dios le dio la paz porque él buscaba agradar a Dios. Dos veces menciona que ellos habían buscado a Dios. Dios sale al encuentro de los que le buscan. El versículo 8 habla del ejército que mantuvo durante su reinado.
    Luego, aunque hacía bien y todo iba bien, salió un conflicto, que es nombrado en el versículo 9 – la invasión. Esto fue una sorpresa y un gran zarandeo para Asa y todos los suyos. Zera el etíope vino contra ellos, con un millón de hombres y trescientos carros. Era un ejército formidable y aparentemente no había sido provocado. Esto nos recuerda que la lucha en la vida cristiana es continua – siempre hay enemigos. Todos tenemos conflictos, y lo importante es cómo reaccionamos frente a ellos. ¿Qué hizo Asa?
    Los versículos 10 y 11 nos dicen que él salió contra Zera, ordenó su ejército, y oró, clamando a Jehová y pidiendo Su intervención y ayuda. Esto es un buen ejemplo de cómo colaboran la responsabilidad humana y la soberanía divina. Asa salió al campo de batalla con su ejército, porque era su responsabilidad. Pero no salieron como meros soldados, sino que salieron confiados en el Señor, rogando y pidiendo Su ayuda, porque la ayuda divina es necesaria si vamos a vencer. Tenemos que esforzarnos en la vida cristiana, pero la victoria viene del Señor. El versículo 11 da su clamor a Dios, y que era un hombre de fe. Hizo lo bueno en el conflicto, que era orar y pedir ayuda. “En ti nos apoyamos” confesó. “En tu nombre venimos” declaró. “Tú eres nuestro Dios” afirmó. Su confianza no estaba en su ejército, sino en Dios.
    En los versículos 12-15 vemos la respuesta a su oración. Dios deshizo al enemigo, y Asa y su pueblo lo persiguió y peleó. El versículo 13 nota que “tomaron muy grande botín”. La verdadera prosperidad material viene después de la prosperidad espiritual. En el versículo 14 explica cómo atacaron las ciudades de Gerar y las saquearon tomando gran botín. El versículo 15 dice que atacaron las cabañas y se llevaron mucho ganado, ovejas y camellos, y volvieron a Jerusalén. Dios les dio una gran victoria.
    En el capítulo 15 vemos algo muy importante, que es lo que sucedió después de aquella gran victoria. En los versículos 1 y 2 el profeta amonestó y advirtió a Asa porque con tanta victoria y tanto botín y riqueza, ellos estaban en gran peligro de dejar de confiar en Dios. Es casi imposible tener riquezas y no confiar en ellas. Son un peligro mayor que la pobreza, sin embargo, muchas personas sueñan con riquezas, sin pensar que podrían arruinar así su vida. En los versículos 3-7 el profeta le cuenta ejemplos del pasado, para decirle que si sigue buscando a Dios, Él será hallado. Estuvo Israel muchos días sin Dios (v. 3), pero cuando en sus tribulaciones se convirtieron (v. 4), y buscaron a Dios, Él fue hallado por ellos. Las riquezas y los bienes materiales no pueden nunca tomar el lugar de Dios, ni debemos confiar en ellos ni por un segundo. Observemos lo que dice en el versículo 7. “Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos, pues hay recompensa para vuestra obra”.  Dios quiere que nos esforcemos, que usemos nuestras manos para hacer bien, y que obremos. Es nuestra responsabilidad. No debemos parar ni darnos por satisfechos. Y si nos esforzamos, hay recompensa. Vale la pena esforzarse para Dios, no vale esforzarse para el mundo. Se esfuerzan para un partido de fútbol, y no importa nada. Tanta bufanda, bandera, trompeta, gritos, etc., y contentos si ganan, pero ¿por qué? No tiene sentido. O se esfuerzan día y noche en un trabajo simplemente para ganar más dinero, lo cual es necesario hasta cierto punto, pero el punto es que luego no se esfuerzan para Dios.
    Dios por el profeta le decía que mantuviera la firmeza, que las reformas que había empezado se habían quedado a medias, que había más que hacer. Dios quiso advertirle para que no cayera en los pecados de sus vecinos, y fortalecerle para seguir en el buen camino. El Señor quiere y merece que le sirvamos con todas nuestras fuerzas y lo mejor. En la vida cristiana siempre hay recompensa porque la da el Señor. Vale la pena servir al Señor.
    En el versículo 8 vemos la buena reacción de Asa: “cobró ánimo”. Se ve que tal vez estaba un poco desanimado o en peligro de reposar y no seguir luchando, y había que animarlo. Mirad lo que hizo. Primero: “Quitó los ídolos abominables”, no sólo de las ciudades de Judá sino también de la parte de Efraín que él controlaba. Los ídolos son cosas que entran y no deben estar allí, y roban nuestra atención y devoción. Segundo: “reparó el altar de Jehová”. El altar es el lugar de sacrificio, devoción y oración. En cierto sentido para nosotros representa a Cristo y la devoción a Él, y muchos le descuidan en su vida diaria. No oran, no leen, no aprenden de Él, no crecen en la gracia y el conocimiento de Dios, no expresan devoción, no adoran, y por supuesto, están débiles. Hay que reparar el altar de devoción personal al Señor. Tercero, reunió a todo el pueblo (vv. 9-15), para sacrificar a Dios, lo que tenían que haber hecho antes. En el versículo 11 vemos que sacrificaron 700 bueyes y 7.000 ovejas en un día, gran parte de los cuales probablemente vinieron de botín. Es importante que dieron a Dios primero, que no se les pegara a las manos. Así también deberían ser nuestras ofrendas, de lo primero y lo mejor. Cuarto, vemos que “juraron solemnemente”. Prometieron pública y solemnemente buscar a Dios de todo su corazón y de toda su alma. Y no estuvieron tristes, sino que lo hicieron “con gran voz y júbilo”. El versículo 15 habla de su alegría y paz, porque Dios dio paz en todas partes. Hoy en día no se ven sacrificios, reuniones y compromisos así en el “pueblo moderno” de Dios. ¡No nos vendría mal seguir el ejemplo de ellos.  Quinto, en el versículo 16 Asa depuso a Maaca de su dignidad. Ella, la reina madre o reina abuela, era idólatra. Vemos en ella cómo el conflicto y la contrariedad pueden venir de la misma familia. El diablo usa esta estratagema muchas veces. Pero Asa escogió bien, y puso a Dios antes que a la familia. La decisión le costó, porque tuvo que disciplinar a su propia familia, que es algo que en muchas iglesias ya no se hace. Pecan los familiares de los líderes y no se hace nada. O los líderes mismos yerran, y nadie dice nada. Se estila la tolerancia y la vista gorda, pero esto es lo que Dios llama "acepción de personas". Pero hay iglesias en las que cierta familia gobierna y aparentemente ocupa un lugar intocable e impunible, aunque sabemos que ante Dios esto no debe ser así. Pero hay un estándar doble, y Dios no puede bendecir esto. Asa destruyó el ídolo de ella y lo quemó. A él le costaría mucho hacerle esto, pero no pudo poner a la familia antes que a Dios, ni tampoco debemos nosotros hacerlo.
    Mis hermanos, siempre hay recompensa si nos esforzamos en la vida espiritual. Dios nos ayudará si en verdad nos disponemos a obedecerle y servirle. Dios estaba con Asa (v. 9), y los demás lo vieron. Ojalá los demás vean que Dios está con nosotros, pero si en verdad queremos esto, tenemos que comportarnos como Asa se comportó en estos dos capítulos.
    En el versículo 17 leemos que los lugares altos todavía quedaron en Israel. Quizás fue porque él no podía alcanzarlos, porque es cierto que su corazón fue perfecto para con Dios, pues el texto lo declara.
    El versículo 18 dice que Asa trajo a la casa de Dios lo que su padre había dedicado, y lo que él había consagrado. Hizo una ofrenda. Nosotros también debemos ofrendar a Dios. Si prosperamos, Dios también reclama Su parte.
    El versículo 19 termina el capítulo diciendo: “Y no hubo más guerra hasta los treinta y cinco años del reinado de Asa”.  Hubo muchos años de paz y bendición, hasta lo del capítulo 16, cuando desgraciadamente él se equivocó por temor al enemigo. Todos tenemos fallos y Asa los tenía también, pero cuando fue reprendido, en lugar de humillarse, se enojó. Esta fue la mancha sobre un reinado bueno, y nos recuerda con qué cuidado y vigilancia debemos nosotros siempre andar, para no cometer errores en nuestra vejez, para no aflojar con el paso del tiempo. Que el Señor nos ayude a entender y seguir el buen ejemplo de Asa y su reino en los capítulos 14 y 15, y evitar su error del capítulo 16. Que Dios durante muchos años nos dé esta paz y bendición, las de los obedientes y fieles.

de un estudio dado el 17 de febrero, 2008



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