Tuesday, March 12, 2019

Salmo 61


Texto:  Salmo 61

Delante nuestro o tenemos un salmo de David que nos enseña una lección importante acerca de qué hacer cuando pasamos por dificultades. En breve, debemos clamar al Señor y esperar confiadamente en Él. Por el versículo 1 intuimos que David tuvo un mal momento, pasó por una de sus muchas tribulaciones. Así es la vida del creyente, como hemos dicho muchas veces que los conflictos realmente comienzan cuando creemos en el Señor e intentamos vivir para agradarle. Si no hay conflictos, quizás nuestra forma de vivir tiene contento al diablo, pero él odia la fe en Dios y la fidelidad a Dios. Entonces, ¿qué hizo? Clamó, no rezó, sino expresó de forma personal su situación y necesidad. Oró a Dios, no a ángeles ni santos.
    El versículo 2 nos da a entender que por alguna razón David había sido alejado geográficamente, porque dice “desde el cabo de la tierra”. Más de una vez y durante largos periodos David vivía como en exilio, por ejemplo, en una cueva, en el desierto, y entre los filisteos. También hay alejamiento espiritual, cuando nos desviamos y perdemos comunión con el Señor, y esto también causa tristeza y desánimo. David desmayaba en su corazón, que quiere decir que estaba desanimado y triste, como nos pasa a nosotros a veces, y lo que siempre hay que hacer es orar y clamar a Dios: “llévame a la roca” como David dijo. El Antiguo Testamento habla de Dios como “Roca” (Dt. 32:4; 2 S. 22:32; Sal. 18:31; 73:26; 144:1). En el Nuevo Testamento el apóstol Pablo habla de la peña de Horeb de donde salió agua para el pueblo, y declara que la roca era Cristo (1 Co. 10:4).
    En el versículo 3 David reconoce que el Señor era su refugio (véase Sal. 90:1), y torre fuerte. Son metáforas – no habla de un lugar físico sino de Dios. David amaba su tierra, su país, su nación, Belén y Jerusalén y el tabernáculo como lugar de reunirse con Dios. Estaba fuera, sin embargo su protección era siempre Dios. “Delante del enemigo”, dice, y es una verdad que hay que recordar, que los piadosos no van a quedar bien con todos, tendrán enemigos. Para David, algunos de sus enemigos eran Saúl, los filisteos y aun su propio hijo Absalón. Pero su confianza estaba en Dios. Observemos las veces que dice “tú” y “ti” en estos ocho versículos. David no confiaba en sí mismo. No era “yo, yo, yo” ni “mí, mí, mí” sino “tú, tú, tú”. No podemos librarnos sino clamar a Aquel que puede. ¿Qué refugio mejor que el Señor? ¿Pueden socorrerte tus vecinos o tus hermanos en la carne? El Señor Jesucristo dijo que los enemigos del hombre creyente serán los de su propia casa. Hay que confiar en Dios. Desde cualquier lugar, en cualquier circunstancia, hagamos como David y acerquémonos al Señor.
    Entonces, en el versículo 4, orar y recordar le infundió confianza y esperanza. “Habitaré en tu tabernáculo para siempre” – es la seguridad del creyente, su certeza, y no las puede quitar nadie. El tabernáculo indica la presencia del Señor. Estaba lejos física y temporalmente, pero no definitivamente porque nada puede separarnos de Dios ni quitarnos de Sus manos.  En este versículo también menciona “la cubierta de tus alas” y esto nos recuerda el Salmo 91:4, las alas del Señor como refugio seguro de los Suyos, como los polluelos que están bajo las alas de la gallina.
    En los versículos 5-7 David reconoce que Dios oye y responde, y está seguro de que no le va a desamparar. En lugar de pensar más en lo que no tiene, piensa en lo que tiene y tendrá. Tiene la heredad de los que temen a Dios (v. 5). Pedro menciona la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada para nosotros (1 P. 1:4). Los que sólo tienen esperanza en esta vida, que viven para el momento, son los más pobres que hay, pese a sus riquezas, su poder y la vida cómoda y abastecida que tienen. Y son nefastos, porque el momento que salgan de esta vida, se van desprovistos a la eternidad, y su vida entonces habrá resultado ser nada más que vanidad. ¡Cuán diferente es para el creyente! ¡Qué futuro dichoso tiene! Dios también le dará “días sobre días...generación y generación” (v. 6), que es una expresión que significa la eternidad. Nunca terminará nuestra comunión con Dios y Sus bendiciones sobre nosotros. “Estará para siempre delante de Dios” (v. 7). Nuestro cuerpo es una casa temporal, y saldremos un día de él, y iremos a estar con el Señor para siempre. Los que no son creyentes irán solos y dolidos a una eternidad perdida. Dicha eterna o dolor eterno espera a cada ser humano.
    En el versículo 8 David anticipa cantar siempre y pagar sus votos (hechos en el v. 5), cada día de su vida en este mundo. Números 30:1-2 indica lo importante que es cumplir cualquier voto que hacemos a Dios. A veces le decimos: “Ayúdame Señor y prometo que haré eso o lo otro”. El Señor nos oye, recuerda, y espera que cumplamos lo que prometieron nuestros labios. Pero a veces cuando recibimos lo que pedimos, o cuando salimos de apuros, se nos olvida cumplir lo que habíamos dicho al Señor, y eso es pecado.
    David, en sus pruebas y tristeza, miraba más al futuro que al presente, y más a Dios que a sus circunstancias y sentimientos. No se quedó en un remolino de introspección y emociones – sino que alzó los pensamientos y la voz en oración a Dios. Esperó en la misericordia de Dios. Los inconversos no pueden hacer esto, y no tienen cómo salir de sus problemas si no se convierten. Pero nosotros, los que hemos confiado en el Señor para salvarnos, podemos confiar en Él para socorrernos durante toda la vida, y bendecirnos por toda la eternidad.   

¡Oh, Cristo! 
Escucha mi oración, y atiende a mi clamor,
Sólo en Ti refugio tendré,
Al desmayar mi corazón, a ti vendré Señor,
Sólo en Ti refugio tendré.

¡Oh! Llévame a la roca más alta que yo,
Llévame Señor, yo te seguiré;
¡Oh! Llévame a la roca más alta que yo,
Sólo en Ti refugio tendré.