Friday, August 28, 2020

LA NEGACIÓN DE PEDRO

 


Texto: Lucas 22:31-34; 54-62

    Dice el refrán: “Hombre prevenido vale por dos”, pero no parece haberle ayudado a Pedro en nada la advertencia que el Señor le dio. En Su Palabra el Señor también nos advierte a nosotros de muchos peligros, pero, ¿le hacemos caso? ¿Sacamos provecho de Sus advertencias? El diablo buscaba a Pedro, así como a todos los discípulos, para zarandearles (v. 31), ¡pero el Señor ya había orado por él (v. 32). ¡Hermoso pensamiento! Nada toma de sorpresa al Señor. Pero Pedro sí, fue sorprendido, se equivocó y pecó, lo cual trajo tristeza a su vida y necesidad de ser restaurado. Preguntamos, entonces, ¿cuáles son los factores que contribuyeron a la negación de Pedro?
    
1. Pedro tenía auto confianza (v. 33 y Mt. 26:31-35).
    Pensaba y sentía en su corazón que no le negaría ni le abandonaría. “Él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte”. Afirmaba con firmeza que aunque otros dejasen al Señor, él nunca lo haría. No quiso ni siquiera considerar la posibilidad de que él pudiera ser débil o fracasar. Pero los sentimientos fuertes no son garantía de nada, pues vienen y se van, y a veces desvanecen justo cuando los necesitamos. 1 Corintios 10:12 nos aconseja: “el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Proverbios 28:26 dice: “El que confía en su propio corazón es necio”. Es fácil equivocarse uno acerca de sí mismo. En lugar de jactarse o de asegurar que haremos esto o lo otro, lo mejor es humillarnos, reconocer nuestra debilidad, y pedir al Señor gracia, fortaleza y sabiduría. Pedro no pidió nada. Pensaba que ya tenía todo lo necesario, pero se equivocó. La auto confianza nos mete en las pruebas sin los recursos necesarios, porque no los tenemos nosotros, sino el Señor.

2. Pedro quería seguir al Señor de lejos (v. 54).
    Nos pone a meditar cuál sería nuestra respuesta en una situación así. Muchos hoy quieren seguir al Señor de lejos. Pero el Señor presenta Sus demandas a todos, para que sepan de antemano qué nivel de compromiso es aceptable. En Lucas 14:26 y 33 el Señor demanda mayor compromiso y devoción de cualquiera que desea ser Su discípulo. En Mateo 10:37-38 leemos: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí”. El Señor quiere y demanda que le amemos – esto es seguir de cerca. El primer amor en absoluto tiene que ser el Señor, y todo lo demás viene después. El Señor nos enseña que la prioridad tiene que ser Cristo antes aun de la familia, el trabajo, los amigos y todo. La familia es un don divino y una responsabilidad que debemos disfrutar y cuidar, pero NO a expensas de nuestra relación con Cristo ni nuestro servicio para Él. ¡Y costará servirle! El que quiere vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerá persecución, dice 2 Timoteo 3:12. ¿Por qué negó Pedro así? ¿Acaso no amaba al Señor? Sí, pero no como él pensaba. 1 Juan 4:18 dice que “en el amor no hay temor”, pero parece que Pedro olvidó o todavía no había aprendido esto: “el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.
    Entonces, en el vocabulario descriptivo del cristiano no debe haber estas palabras: “miedo” y “cobardía”, porque Dios nos ama y Cristo se entregó por nosotros, nos compró, nos redimió y Él se encarga de nuestra vida. Aun el profeta Jonás tuvo que vencer el miedo en la tormenta y testificar, aun en perjuicio suyo. Puede haber lagunas que superar en nuestra vida y testimonio, porque nadie es perfecto, pero el Señor nos ayudará con Su perfecto poder y sabiduría. Algunos se callan y no testifican, pero luego el Señor los sacude y tienen que testificar, “o por mí o en contra mío”. Y el que es creyente tendrá que testificar. Pablo dice en Romanos 1:16 que no se avergüenza del evangelio. Hermanos míos, no es bueno seguir a Jesucristo de lejos, como Pedro, y no tiene ninguna ventaja. 2 Timoteo 1:8 y 12 nos habla de cómo debemos ser: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor...sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios... por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído”. Pablo aconsejó así a Timoteo, y él tomaba su propio consejo. Está muy mal visto delante de Dios que uno que se llama creyente tenga vergüenza de hablar de Cristo a sus “amigos” o se avergüence de comportarse como creyente en público. Amados hermanos, el Señor Jesucristo dio la cara por nosotros en la cruz. Demos la cara por Él ante aquellos con quienes tenemos roce. ¡Qué menos!

3. Pedro sentía y actuaba por miedo (vv. 54-60).
    Como decíamos antes, le preocupaba lo que otros podrían decir y hacer. El temor del hombre pondrá lazo, dice Proverbios 29:25. Podemos ser atrapados y tropezados por el miedo. Si nos afanamos por el “qué dirán”, o nos preocupamos por la impresión que los demás tendrán de nosotros, etc., entonces siguiendo de lejos, lo seguro es que caeremos. Salmo 34:4 indica que si buscamos al Señor, podemos ser librados de nuestros temores. Es el testimonio del salmista. En Hebreos 11 tenemos una serie de testigos que nos enseñan a seguir al Señor abiertamente y confiar en Él. Abel siguió al Señor cuando su hermano Caín no quiso hacerlo. Enoc caminó con Dios cuando el resto del mundo iba de mal en peor, y Noé caminó con Dios aunque era el único en todo el mundo. Claramente estos hombres no se dejaban controlar por miedo de los demás. Moisés fijó su mirada en Dios, “como viendo al Invisible” (He. 11:27), y se sostuvo así, no temiendo a Faraón, el rey del país más potente en el mundo de aquel entonces. Si Pedro hubiera seguido el ejemplo de ellos, no hubiera tenido miedo de las palabras de una criada o de la mirada de los demás aquella noche. Hoy en día hay quienes profesan no tener miedo, pero son afirmaciones huecas. Sus hechos niegan sus palabras. No se identifican abiertamente con Cristo, ni mucho menos testifican con denuedo. Mejor les iría confesar que sí, tienen miedo, y que es malo, es una debilidad, y buscar del Señor perdón y poder.

4. Pedro se juntó con compañeros incorrectos
(v. 55).
    Se equivocó de compañeros, y antes de criticarle, preguntamos si algunos de nosotros no cometemos el mismo error. No debemos sentarnos en silla de escarnecedores (Sal. 1:1). Los escarnecedores zahieren y hostigan; se burlan del Señor, de Su Palabra y de Su pueblo. Hay veces que nos encontramos con personas así, porque están en el instituto o en el trabajo con nosotros, pero no debemos sentarnos con ellas. Salmo 119:63 debe ser nuestra guía: “Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos”.  Pero Pedro se juntó con gente no buena, y comenzó a maldecir (Mr. 14:71). Tenía que hablar como ellos para no destacar como seguidor de Cristo, para hacerles creer que no era de Él. Cuando andamos con personas que no son santas, luchamos con el deseo de ser como o parecido a ellas. Vemos en los versículos 57, 58 y 60 que él acaba negando al Señor, mintiendo tres veces, cosa que seguramente no premeditaba, pero la hizo, y produjo una escena verdaderamente lastimosa. En el versículo 61 el Señor respondió sólo con una mirada, de amor y tristeza, y en el versículo 62 vemos que Pedro acabó llorando amargamente. El final de negar al Señor, de serle infiel, siempre es amargo.
     Hay llanto, y luego hay otra clase de llanto, y cuando es amargo es porque sale de lo profundo. No llora porque fue descubierto, como algunos, sino porque sentía el daño que había hecho. 2 Corintios 7:10 dice que la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento. Hay mucha tristeza que es carnal, pero hay otra que es espiritual. La de Pedro aquí era espiritual. Lo sabemos porque luego, en Hechos le vemos cambiado, y hablando con mucho denuedo. Primero, en Juan 21,  después de la resurrección y antes de volver al cielo, el Señor restauró a Pedro como siervo Suyo. Luego, cuando vino el Espíritu Santo en el capítulo 2 de Hechos, Pedro fue completamente cambiado, esto es, lleno de poder y denuedo. Pero hermanos míos, nosotros ya tenemos al Espíritu Santo. Según Juan 16:12-14, cuando el Señor se fue al cielo, vino el Consolador, y Él hace la diferencia, si le dejamos controlar nuestras vidas. Una de las cosas que el Espíritu Santo ha hecho es poner por inspiración en la Biblia lo que pasó a Pedro, para que aprendamos de sus errores, y no repitamos su historia. No está escrito sólo para saber cosas acerca de Pedro, sino porque el Señor de Pedro sabe que nosotros también tenemos estas debilidades y corremos el peligro de cometer estos mismos errores. Que el Señor nos ayude a poner nuestra confianza siempre en Él y nunca en nosotros, a seguirle de cerca y nunca de lejos, a no ceder al miedo y el temor del hombre, sino ser guiados por el amor, la sabiduría y el poder de Dios, y a tener cuidado de escoger bien con quienes nos juntamos. Andemos con el Señor y con los que le invocan de corazón limpio (2 Ti. 2:22).

de un estudio dado el 13 de abril, 2008


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