Friday, August 19, 2022

Abraham Ofrece a Isaac

Texto: Génesis 22.1-18

“E iban juntos”  v. 8
La historia de Abraham tiene muchas buenas lecciones para nosotros. Dios lo llamó a ser peregrino y patriarca, y le matriculó en la escuela de la fe. Como todos nosotros, Abraham tenía que aprender, y a veces cometió errores, pero Dios le corregía y llevaba adelante. Lo que destacaba Abraham era que creía a Dios. En cambió, su sobrino Lot valoraba lo material. Cuando se le dejó escoger, fue a Sodoma. Nunca hizo un altar, y no es mencionado como hombre de fe. Trató de ser peregrino sin ser llamado. Dios no le dio promesas ni de la tierra ni de herederos. No es patriarca ni ejemplo que seguir, pues termina triste, despojado y olvidado. Pero Abraham era un hombre espiritual. Hizo altares a Dios; le adoraba e invocaba, y era conocido como príncipe de Dios (Gn. 23.6) y amigo de Dios (2 Cr. 20.7; Is. 41.8; Stg. 2.23).
    Nosotros, como Abraham, tenemos un altar (He. 13.10) para acercarnos a Dios – la Persona y obra redentora de Jesucristo. No es para sacrificar, sino para recordar y adorar al que se dio por nosotros. Recordamos esto de manera especial al celebrar la cena del Señor, cuando hacemos memoria y anunciamos Su muerte hasta que Él venga. Él es nuestra piedra de toque en todo.
    Estas historias en el Antiguo Testamento tienen valor práctico para nosotros. El Señor usaba esas Escrituras para enseñar, y los apóstoles hacían lo mismo (Ro. 15.4; 1 Co. 10.6, 11), incluso en iglesias compuestas de gentiles convertidos. De modo que, el que ignora el Antiguo Testamento se priva de verdades muy importantes y necesarias. Espero que todos leamos y estudiemos todas las Escrituras.
    Llegamos a Génesis 22, y recordamos que antes de eso había la prueba de la promesa del nacimiento de Isaac, y la larga espera. En Génesis 15 y 16 Abraham y Sara, por la impaciencia y la lógica humana, trataron de ayudar a Dios, e hicieron mal. Abraham aceptó la sugerencia de Sara. No esperó ni confío en Dios, sino procedió como si necesitara ayuda. Nosotros también fallamos cuando intentamos hacer la obra de Dios por lógica o a la fuerza. En el caso del patriarca, el resultado fue Ismael, un hijo en la carne, cuyos descendientes todavía causan problemas en el medio oriente. Agar e Ismael fueron echados de casa, y esa vez Dios le dijo que oyera la voz de Sara, porque en eso tenía razón. Ismael era hijo de Abraham, pero no de Sara, y no de la promesa. “No te parezca grave... oye su voz” (Gn. 21.12), porque la descendencia de Abraham sería llamada en Isaac, no en Ismael. “Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo” (Gn. 21.10). Gálatas 4.30 cita esto para enseñar que no hay lugar para la ley en la justificación por la fe.
    Así que Abraham obedeció y despidió a Agar e Ismael, que fue para él un sacrificio, pero necesario. Y entonces, cuando solo quedaba Isaac, Dios le probó otra vez (Gn. 22.1), no para tirarle de las orejas, sino para enseñarle y hacerle bien. En la escuela de fe Dios sujeta a pruebas a los creyentes, y es una manera de ayudarnos a crecer (Stg. 1.2-4). Mucho depende de nuestra reacción. Le dio un mandamiento sorprendente: “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. Probablemente ésta fue la prueba más difícil de su vida. Varias de las lecciones que Dios enseñó a Abraham tenían que ver con la familia y el principio de poner a Dios en primer lugar. Tuvo que salir de su tierra y parentela (Gn. 12.1). Tuvo que rectificar y separarse de Lot (Gn. 13.9). Tuvo que despedir a Agar e Ismael (Gn. 21.12). Y ahora debía ofrecer a Isaac, el único que quedaba.
    Al leer las palabras de Génesis 22.2, recordamos que Dios también tiene un Hijo unigénito, a quien ama, y que siglos después de ese tiempo, el Hijo de Dios sería sacrificado sobre el monte Moriah. Abraham debía ir al lugar que Dios indicaría  – Moriah, y ofrecer lo que Él mando: no un cordero sino su hijo Isaac. Le llamó a sacrificar al objeto de su amor y esperanza, pues no había otro heredero. Esa gran lección en la escuela de la fe nos enseña el principio: Dios primero, y Dios antes que la familia. No que la familia no sea importante, pero Dios siempre tiene que venir antes. Abraham ya había aprendido que obedecer a Dios puede alejarnos de nuestros parientes. Pero ahora la lección venía con más fuerza, porque Isaac no era un hermano o primo o sobrino, sino su hijo nacido en su vejez. Los viejos, los abuelos, a menudo malcrían a los niños con mimos y permisividad, pero Dios demandó de Abraham el máximo sacrificio.
    En el verso 3 vemos su reacción. No cuestionó, ni rehusó, no lo postergó, ni siquiera consultó a su esposa para ver si estaba de acuerdo. No necesitaba su permiso o acuerdo. Posiblemente le diría algo parecido a lo que dijo a los siervos en el verso 5, pero no lo sabemos. Lo cierto es que simplemente obedeció a Dios – la obediencia de la fe. Se levantó muy de mañana, preparó el asno, tomó dos siervos e Isaac, cortó la leña, y se fue. No se fue a un lugar cercano, ni al lugar que le pareciera, sino al lugar que Dios le dijo. Luego Dios ensenaría a Israel la importancia de congregarse en el lugar que Dios escogiere (Dt. 12.5, 11, 18, 26). Esta verdad debe aplicarse también a la iglesia, pues muchos se congregan a un hombre o un nombre, pero no bíblicamente, no al Señor en el lugar que Él escogiere.
    En los versos 4-5, cuando vio el lugar, hizo esperar a los siervos, y diciendo así: “iremos...adoraremos y volveremos”. Esto es fe, porque como Hebreos 11.19 informa, realmente iba a degollar a Isaac y ofrecerlo, porque pensaba que Dios es poderoso para levantarlo. Su lenguaje a los siervos indica que Abraham anticipaba volver con Isaac vivo después de sacrificarlo.  El verso 6 dice: “y fueron ambos juntos”. Hermosa y conmovedora escena – padre e hijo subiendo juntos el monte Moría para el sacrificio. Entonces Isaac preguntó (v. 7), porque muchas veces había visto sacrificios, y esa vez se dio cuenta de que faltaba el animal. “¿Dónde está el cordero?”, que es una de las grandes preguntas en la Biblia. Abraham respondió sagazmente, por fe: “Dios se proveerá de cordero”, y no dio más detalles. Esto fue suficiente para Isaac. “E iban juntos” (v. 8). No había discusión ni más preguntas ni protesta. Abraham confiaba en Dios, e Isaac confiaba en su padre Abraham. Ojalá que viéramos más confianza así hoy, de los padres en Dios, sin vacilar, y de los hijos en sus padres, sin protestas.
    Entonces, llegaron a la cumbre (vv. 9-10), y Abraham procedió sin demora a hacer lo que Dios le había dicho. Puso a Dios antes que a su hijo, e notamos que Isaac se sometió a eso, pues seguramente tenía más fuerza física que Abraham, pero no hubo lucha. Cuando llegó el momento y alzó el cuchillo sobre Isaac, Dios intervino y paró al patriarca (vv. 11-12). “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Dios vio cómo reaccionó Abraham en la prueba, y le bendijo. También con nosotros, hermanos, el Señor quiere más que escuchar palabras bonitas, como himnos y oraciones, pues desea ver nuestra fe en nuestras obras. Cuando estamos en pruebas, sabemos que Dios puede intervenir para dar alivio, pero todo tiene su tiempo. Son hermosas las palabras: “No me rehusaste tu hijo, tu único”, porque en Romanos 8.32 leemos que Dios “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros”. ¡Y nadie intervino, pues Cristo realmente dio Su vida por nosotros, y Dios vio morir a Su Hijo en el monte Moriah.
    Pero aquel día no iba a morir Isaac. Dios proveyó un carnero – no un cordero, para sustituir a Isaac (v. 13). Luego el Cordero de Dios nos sustituyó a toda la humanidad. Lástima que el mundo todavía quiere un carnero, no el Cordero. Abraham dio un nombre profético a ese lugar: “Jehová proveerá”. En ese monte fue puesto el templo (2 Cr. 3.1), y en otra parte del mismo monte, fuera de Jerusalén, estaba Gólgota, el lugar de la Calavera (Mt. 27.33), donde murió el Cordero que Dios proveyó.
    Los versos 15-18 terminan esta sección, enfatizando la bendición que viene por la obediencia. Dios conoce nuestra fe por nuestro corazón y también por nuestras obras, pues la fe sin obras está muerta. El Señor bendice a los que confían en Él, creen a Su Palabra y le obedecen. Declaró a Abraham: “por mi mismo he jurado” (v. 16), que es lo más seguro. Le prometió una descendencia innumerable (v. 17). Nos agrada saber que la bendición es para todas las naciones (v. 18) porque eso nos incluye. Cuán lejos llegan las bendiciones de la obediencia, y pensad en el bien que podemos hacer si obedecemos por fe.
    Qué grande es el Señor y maravillosas Sus obras y bendiciones. Él desea bendecir, pero nosotros muchas veces le impedimos por nuestras dudas y desobediencias. La obediencia de fe es la clave para la bendición. Obedecer es creer el evangelio, arrepentirse y confiar en el Señor Jesucristo para ser salvo. Y después de salvo, obedecer es creer a Dios y hacer lo que Él nos manda. Esto es vivir por fe, como Abraham, el amigo de Dios.

Lucas Batalla, de un estudio dado el 15 de agosto, 2022

Thursday, August 18, 2022

Abraham y Lot Después de Separarse

 


Texto: Génesis 14, 18-19

    Proverbios 4.18-19 puede describir los caminos de Abraham y Lot. “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto. El camino de los impíos es como la oscuridad; no saben en qué tropiezan”.
    En nuestros estudios sobre la vida de Abraham, hemos visto que el Dios de gloria le apareció cuando vivía en Mesopotamia, en Ur de los caldeos (Gn. 12.1; Hch. 7.2). En ese primer encuentro, cuando Dios se dio a conocer,  le mandó algo que le puso en compromiso: dejar su tierra y sus parientes. Ahí vemos la primera muestra de la fe del patriarca, que “por la fe... obedeció para salir... sin saber a dónde iba” (He. 11.8). Si se dice esto hoy a cualquier persona, no sería buena su reacción. Dios quiso hacer de él una nación especial y bendecida, el pueblo de Dios, y le dio las promesas de Génesis 12.2-3. Vimos también  los primeros errores de Abraham, causados por la prioridad que dio a su familia. Primero, salió de su tierra, pero con sus parientes en lugar de dejarlos ahí (Gn. 11.31-32), Por eso el capítulo 12 comienza así: “Pero Jehová había dicho...”. El verso 4 apunta otra obediencia parcial, cuando fue con él su sobrino Lot. Tardó años en rectificar esto, pero vimos en el capítulo 13 que se separó de Lot.
    Cuando se separaron (Gn. 13.10-18), se fueron cada vez más lejos el uno del otro. Abraham se quedó arriba, cerca del altar que edificó, pero Lot descendió e iba acercándose a Sodoma, y al final entró en esa perversa ciudad. Las decisiones tienen consecuencias, y Lot no decidió por fe, sino por lo que agradó a sus ojos, y tal vez a los de su esposa, y escogieron lo que Dios condenaba (v. 13). Después de separarse de Lot, Abraham recibió otra palabra de Dios en la que le prometió la tierra. Edificó otro altar en Hebrón (v. 18), pero que sepamos, Lot nunca hizo un altar. Abraham seguía a Dios, pero Lot seguía al mundo. Por su manera de vivir, Lot perdió la santidad, la comunión, el testimonio, los bienes, la casa, la esposa, y acabó viviendo en una cueva.
    En Génesis 14 leemos del tiempo después de la separación de Abraham y Lot. En Sodoma las cosas iban de mal en peor, y surgieron conflictos políticos y militares. Los versos 1-12 relatan como Sodoma se rebeló y se metió en una guerra que perdió. Lot fue llevado cautivo también, porque estaba en medio de Sodoma e identificado con ellos. “Lot... y sus bienes” (v. 12) fueron tomados, por estar donde no debía. Es un efecto secundario de integrarse en el mundo.
    En los versos 13-15 Abraham, al recibir las noticias, armó a sus siervos y fue a liberar a su pariente. Tuvo que viajar al norte de Damasco (v. 15), y cuando los halló, atacó de noche, usando la táctica de la sorpresa. Recobró todos los bienes, y su sobrino, y con todo eso regresó a Sodoma.
    Los versos 17-24 relatan que salieron a su encuentro dos reyes, uno bueno y otro malo. El rey de Sodoma buscaba a sus súbditos (v. 17). El rey de Salem, Melquisedec, también era sacerdote del Dios Altísimo, un verdadero creyente y adorador, de los pocos que quedaban. Trajo pan y vino, para recibir y dar refrigerio al libertador (vv. 18-20). Melquisedec bendijo a Abraham, y éste le dio los diezmos de todo. Hebreos 7 da el significado espiritual de ese encuentro. En cambio, el rey de Sodoma no bendijo a Dios, sino solo quería a las personas (v. 21), y ofreció a Abraham todos los bienes a cambio de ellas. Pero Abraham sabiamente rehusó los bienes de Sodoma, pues todo lo de Sodoma estaba contaminado. Había jurado a Dios que no tomaría nada de ese rey de sodomitas y perversos. (vv. 22-24). No quería que ese rey luego pudiera decir que había enriquecido a Abraham. La limpieza e integridad son más importantes que los bienes materiales, y debemos tener cuidado de con quiénes nos asociamos.
    Parece extraño que después de todo lo acontecido, Lot se quedara todavía en Sodoma. No había aprendido nada. Del capítulo 19 sabemos que su esposa e hijas tampoco querían salir de ahí. Pero Abraham volvió a su lugar en Mamre. Posiblemente después de esto Abraham esperaba un contraataque de los que había vencido, o temía la enemistad del rey de Sodoma a quién había rechazado. Pero en Génesis 15.1 Dios le apareció nuevamente a Abraham para confirmar la promesa: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”. Dios es “galardonador de los que le buscan” (He. 11.6). Pero pesad, ¿Cuándo buscó Lot a Dios? No dicen las Escrituras que lo hiciera. Debemos poner nuestro corazón y mente en Él, y vivir para agradarle. Él se encarga del cuidado de los que le son fieles.
    Los capítulos 15 y 16 relatan la promesa divina acerca de su descendencia. El capítulo 17 nos informa del origen de la circuncisión – la señal del pacto que Dios estableció con Abraham y toda su descendencia.
    Pasamos al capítulo 18, y nuevamente Dios le apareció, esta vez en una visita personal (v. 1). Los versos 2-8 destacan la hospitalidad de Abraham, y Hebreos 13.2 nos manda ser hospitalarios, porque “algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.  Después de comer, Dios confirmó la promesa de que Sara daría a luz un hijo (vv. 9-15), y salido al camino, avisó a Abraham de la destrucción de Sodoma y sus alrededores (vv. 16-33). Sodoma estaba entonces como hoy está mucho del mundo: “...el pecado de ellos se ha agravado en extremo” (v. 20). Hoy no han inventado nada nuevo, y Dios todavía abomina todos esos pecados. Dos veces el Nuevo Testamento declara que Dios puso a Sodoma y Gomorra como ejemplo a los impíos, es decir, si vives así, eso es lo que te espera.
    En los versos 23-33 apreciamos la intercesión de Abraham, aparentemente preocupado por su sobrino. Sabe que Dios es “Juez de toda la tierra”, y hoy a muchos se les ha olvidado esto. Dios tiene derecho y obligación de juzgar la maldad en todo el mundo. El libro de Apocalipsis relata cómo hará esto. La oración no es pedir solo por nosotros, sino interceder por otros, y las Escrituras afirman que la oración eficaz del justo puede mucho. Dios prometió no destruir la ciudad si hallara a diez justos, pero no los hubo.
    Pasamos al capítulo 19, y en los versos 1-3 los dos ángeles llegaron a Sodoma. Parecían como hombres, es decir, en cuerpos humanos, y podían comer y beber (v. 3). Lot los recibió y hospedó, y por única vez en su vida tenía a dos ángeles en su casa. Cuando Abraham recibió a esos huéspedes, todo fue pacífico y sin problemas, pero no así con Lot. En los versos 4-11 leemos del conflicto con los perversos de la ciudad que quisieron violar a esos huéspedes celestiales, “todo el pueblo junto”, desde el más viejo hasta el más joven – así que no había inocentes en Sodoma. Los ángeles intervinieron para proteger a Lot y su familia, pero les costó trabajo porque no querían salir. Los tuvieron que apurar y repetir la advertencia para que saliesen de la ciudad (vv. 12-23), “porque vamos a destruir este lugar” (v. 13). Lot avisó a sus yernos (v. 14) pero se lo tomaron a broma, porque evidentemente Lot había perdido su testimonio y credibilidad, porque vivía como uno más en Sodoma. Los ángeles tuvieron que apurar a Lot y su familia para que saliesen. “Escapa por tu vida, no mires tras ti” (v.  17); “Date prisa, escápate” (v. 22). Nunca tuvieron que hablar así a Abraham, porque él vivía en piedad, cerca del altar, no en lugares como Sodoma.
    En los versos 24-29 leemos de la destrucción de esas ciudades, que no fue por causas naturales sino por la mano de Dios. Fue un acto soberano de juicio y limpieza por fuego. También murió la mujer de Lot por mirar atrás a la ciudad (v. 26), pues parece que sus afectos estaban ahí, y desobedeció el mandato del ángel (v. 17). Ella es figura de los que aman al mundo (1 Jn. 2.15-17). Cristo advirtió: “Acordaos de la mujer de Lot” (Lc. 17.32). Hay mujeres que son esposas de hombres piadosos, pero ellas son mundanas, y el juicio de Dios les alcanzará. Hermanos, no miremos las cosas de abajo, sino las de arriba (Col. 3.1-4). Miremos adelante y arriba (He. 12.3), pues en este mundo somos peregrinos, no ciudadanos.
    Los versos 30-38 relatan cómo Lot vino a ser un “hombre de la cueva”, debido al temor. No buscó a Abraham, sino se quedó en su cueva con sus hijas. Ellas, quizás contaminadas moralmente por lo que habían visto y aprendido en Sodoma, se convencieron de que el incesto era necesario para dar descendencia a su padre. Esto es la inmoralidad por lógica humana. Dieron a beber a su padre y cuando estaba ebrio se aprovecharon de él y quedaron encintas (vv. 32-35). De eso no vino nada bueno – los moabitas y los amonitas (vv. 37-38). Abraham recibió de Dios el hijo de la promesa, Isaac, concebido milagrosamente. Pero Lot recibió de sus hijas dos hijos malditos, concebidos del incesto cuando estaba ebrio. ¡Consideremos, hermanos, el camino de Abraham – por la fe – y el camino de Lot – por la carne, y decidamos de una vez ser fieles y devotos al Señor!

 Lucas Batalla   del estudio dado el 17 de julio 2022

Abraham y Lot: La Necesidad de la Separación


“Te ruego que te apartes de mí”

 

Texto: Génesis 13.1-18

En Génesis 12 vimos que Dios llamó a Abraham a salir de su tierra, parentela y la casa de su padre (v. 1), pero por alguna razón, Lot le acompañó. Esto a la larga causó problemas, porque, aunque era creyente, Dios no llamó a Lot ni le dio la tierra como a Abraham. 2 Pedro 2.7 dice: “el justo Lot”, pero no sabemos cuándo se convirtió, si antes de salir de Ur, o en Harán, o luego en Canaán.
    Génesis 13 comienza con la subida de Abraham de Egipto a Canaán, “y con él Lot” (v. 1). Había adquirido muchas riquezas (v. 2), y dice el verso 5 que Lot también tenía muchas posesiones. El verso 3 informa que Abraham “...volvió... hacia Bet-el”, “al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová” (v. 4). En Egipto había vivido alejado de Dios, en un país pagano. Vivir en amistad con los del mundo no es bueno. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo (Jn. 17.14). No parece que le importaba a Lot vivir en Egipto, pues luego fue a vivir en Sodoma. Andaba como una nave sin timón. Pero Abraham debía estar en la tierra que Dios le indicó, y tener su tienda cerca del altar.
    Abraham y Lot representan dos clases de cristianos. Uno es santo y separado del mundo porque busca la comunión con Dios. El otro cree en el Dios verdadero, pero tiene los ojos puestos en el mundo. Los gustos de Lot y su esposa los llevaron a Sodoma, y terminaron perdiendo todo. Mejor les hubiera sido quedarse en Ur o en Harán. Abraham era un hombre de oración – invocó el nombre de Jehová en el lugar del altar. Pero Lot nunca hizo un altar, ni leemos ninguna oración suya. Abraham vivía por fe, como extranjero (He. 11.8-9), pero la Biblia no dice eso acerca de Lot. 

    Los versos 5-7 relatan el conflicto que surgió entre los pastores de Abraham y los de Lot, porque tenían muchos bienes y la tierra no era suficiente (v. 6). Menciona al cananeo y al ferezeo (v. 7), es decir, que los del mundo observaban el altercado. Hay que cuidar siempre el testimonio ante los del mundo, pero Lot intentó arreglar la situación. La tierra no era suya, pues Dios no le prometió nada, y debía deferir a Abraham, pero no actuó.
    Abraham tomó la iniciativa para resolverlo (vv. 8-9). No quiso altercado. Pero hermanos, observad que tampoco propuso una tolerancia mutua en la que cada uno cedía un poco y respetaba las opiniones del otro. El patriarca siguió la paz, y fue cortés como siempre, pero observad, hermanos, que esa paz vino por la separación. “Te ruego que te apartes de mí” (v. 9). Aunque eran los dos creyentes, y parientes, no debían andar juntos. A muchos les parece duro esto. Preguntan: “¿Por qué no podemos estar juntos, pues somos hermanos?” Observa que Abraham dijo: “somos hermanos” - esto es - parientes (v. 8), pero insistió en la separación (v. 9).
    Parece que a Abraham le costó obedecer a Dios en eso su sobrino, pero al final vio que era necesario. Si le hubiera dicho eso antes de salir de Ur, o Harán, se habría librado de esos problemas. Hay quienes son creyentes y parientes o amigos, pero que no deben andar juntos, porque no están de acuerdo (Am. 3.3). Quizás nos cuesta separarnos de ellas, por lazos familiares o de amistad, pero hay que obedecer a Dios. Puestos a escoger, debemos imitar lo espiritual, lo que nos acerca más a Dios, no al mundo. Siglos después, el apóstol Pablo escribió: “sed imitadores de mí”, no de otros (1 Co. 11.1; Fil. 3.17). El apóstol Juan enseñó: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno” (3 Jn. 11).
     Cuando Abraham inició la separación, Lot miró y vio algo muy atractivo (vv. 10-11). Es interesante que el verso 10 dice que el verdor de la llanura del Jordán le pareció “como la tierra de Egipto”. Entonces, “escogió para sí” (v. 11). No tuvo deferencia para con su tío, sino escogió lo que le parecía lo mejor, pero sin saber que todo eso sería destruido. El creyente que escoge el mundo se equivoca como Lot, porque “el mundo pasa, y sus deseos” (1 Jn. 2.17). “Y se apartaron”. Era necesario para que Abraham recibiera la bendición de Dios. Después de separarse, cada día se alejaron más el uno del otro. Sin la influencia de Abraham, Lot fue de mal en peor.
    Abraham estuvo en el campo, pero Lot fue a las ciudades de la llanura, e iba acercándose a Sodoma (v. 12). ¿En qué tipo de ciudad querían estar Lot y su esposa? El verso 13 la describe así: “Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera”. Lo que entonces había en Sodoma y las ciudades vecinas, está hoy en todo el mundo. Este mundo se ha convertido en Sodoma, un lugar de perversidad que nos da vergüenza y asco. El gobierno de nuestro país legaliza la homosexualidad y el lesbianismo. Quieren borrar la distinción entre los sexos. Las mujeres se visten como hombres, y algunos hombres como mujeres. Pero aunque los gobiernos legalicen el pecado y la perversión, Dios nunca los legaliza. Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres. Dios tiene unas normas y hay que respetarlas. Por ejemplo, las mujeres no deben llevar pantalones y cortar el pelo como los hombres. Dicen que es la moda, pero eso no importa, sino la voluntad de Dios. En la iglesia debemos vestirnos como santos, no como mundanos. Hace años que me sorprendí en un campamento “cristiano” cuando las mujeres vinieron al estudio en bikini. Les protesté, pero no les pareció bien, y poco después yo y mi esposa abandonamos ese lugar. No debemos imitar a Lot, el hombre que no se separó sino se integró, y perdió la santidad y su testimonio.
    Hay quienes desean imponer los valores del mundo en las iglesias, y muchas, incluso asambleas de hermanos, han copiado esas modas y valores. Pero eso digo, hermanos, que hay que resistir, porque no debemos meternos en ese molde (Ro. 12.1). Seamos santos y piadosos, y esto incluya nuestra forma de vestir y hablar. 2 Corintios 6.14-7.1 enseña y enfatiza la necesidad de practicar la separación. No hay comunión entre lo santo y lo mundano. Aunque le dolió a Abraham separarse de Lot, era para su salud y bienestar espiritual. Leemos que “después que Lot se apartó de él”, Dios habló con Abraham (v. 14). Le dijo que alzara los ojos, no como Lot, sino para mirar a los cuatro puntos cardinales y ver toda la tierra. Confirmó Su promesa: “toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (v. 15). Es unilateral, por lo que no puede ser invalidada por Israel. Es soberana, pues no depende de las naciones unidas ni otros. Y tampoco tiene fecha de caducidad, pues es “para siempre”. Lo que Lot escogió fue quemado y desapareció para siempre. Lo que Dios dio a Abraham será suyo eternamente, con gran bendición.  De eso aprendemos que Dios da lo mejor a los que no escogen para sí, como Lot, sino permitan que Dios escoja. Esto afecta todo área de nuestra vida. Dejemos a Dios dirigir nuestras vidas.
    Aunque la separación era necesaria, Abraham seguía amando a Lot. Cuando oyó que Lot había sido llevado cautivo (Gn. 14.12-16), armó a los de su casa y salió para atacar al enemigo y librar a su pariente. Arriesgó la vida por él, pero no volvieron a vivir juntos.
    El verso 18 relata que Abraham fue en sentido opuesto a Lot. Es otro resultado de la separación. Con el tiempo hay más distanciamiento. Se acercó a Hebrón, pero no moró en la ciudad sino en el campo, en el encinar de Mamre, y ahí edificó otro altar a Jehová.
    Hermanos, no estamos practicando debidamente hoy la línea divisora. Es bueno ser cortés y amable, pero no podemos andar con todos. No hay que esperar que se cansen y se vayan los que tienen otra línea de doctrina y práctica. Esas tensiones y conflictos pueden arruinar a una familia o iglesia, como las corrientes del mar que destruyeron la nave que llevaba a Pablo. “Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar” (Hch. 27.41).
    Recordemos la pregunta de Amós 3.3, “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” Aunque nos duela, y aunque nos quedemos solos, tomemos la iniciativa y digamos: “te ruego que te apartes de mí”. La vida cristiana es una senda difícil, y ¿por qué no decirlo, de pocos amigos?  Recordemos que es mejor estar solo que mal acompañado.
    Como aprendió Abraham, gran amigo es Dios de los que esperan en Él. Cuando se quedaron solos, Dios habló con Abraham para confirmar Sus promesas. Es como si dijera: “Hiciste bien. No te preocupes, yo soy tu amigo fiel”. Y Abraham tiene el apodo “Reuel” en hebreo (amigo de Dios), o “al Kalil” en árabe (el amigo). Es recordado con honor como amigo de Dios (véanse 2 Cr. 20.7; Is. 41.8; Stg. 2.23). Escogió bien, y ahora queda preguntar si escogeremos como él.

de un estudio de Lucas Batalla   10 julio 2022