Tuesday, May 1, 2018

Salmo 138

Dios Atiende Al Humilde,
Mas Al Altivo Mira De Lejos

Texto: Salmo 138

Nos levantamos por la mañana sin saber lo que nos acontecerá ese día. Pero Dios sí sabe y provee para nosotros. Aquí David da gracias por la ayuda recibida. No hay cosa mejor que escuchar a una persona que ha pasado por una experiencia como la tuya, y puede aconsejarte o animarte.
    David alaba al Señor por Su misericordia y fidelidad. Pero es importante recordar qué tipo de hombre era David. El Señor ayuda a los que le aman y quieren caminar con Él. David no era perfecto, eso lo sabemos todos, pero no cabe duda de que amaba a Dios y deseaba glorificarle. Y nosotros tampoco somos perfectos, pero si amamos al Señor y deseamos hacer Su voluntad y glorificarle, Él nos ayudará. La vida cristiana no está sin pruebas y dificultades, pero es una vida de fe en Dios y Sus promesas.
    Algo le había molestado o preocupado a David, y se postró (v. 2) primero y clamó. Luego, cuando Dios le respondió, se postró para alabar, porque Dios le había oído y respondido (vv. 1-3). Dios tiene misericordia para perdonar y socorrer, y fidelidad para amparar y sostener.
    En el versículo 4 vemos que llegará el día cuando todos le alabarán, incluso los reyes. El versículo 5 dice que cantarán de los caminos de Dios, pero no será la música del mundo, porque ésa habrá desvanecido. Cantarán a Dios en el milenio, y después por la eternidad en la tierra nueva. ¿Por qué?  El versículo dice, porque Su gloria es grande, y el versículo 6 dice que Él es excelso.
    Otra cosa importante en este versículo es que Dios atiende al humilde. David lo conoce por experiencia y es uno de los motivos de este salmo. La humildad es atractiva a Dios, y como criaturas Suyas nos conviene, siempre. Pero la altivez le es aborrecible. “Al altivo mira de lejos” (v. 6). No le escucha, y él tampoco le hará caso.   
    David afirma en el versículo 8, “Jehová cumplirá su propósito en mí”. Todo creyente debe tener esa confianza. En Filipenses 1:6 leemos: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Los seres humanos hacemos promesas y no las cumplimos, a Dios y a los hombres. Pero Dios no es así. Su misericordia es eterna. Él cumple Sus propósitos eternos en los que confían en Él. Nos salva eternamente, nos conformará a la imagen de Su Hijo, y un día seremos glorificados. Esos son Sus propósitos eternos. No fallarán. Ahora bien, Dios también tiene propósitos para nosotros en esta vida, y para que éstas se cumplan es necesario andar en comunión con Él y guardar Su Palabra.
    Volvemos al versículo 3, que dice: “el día que clamé”, hablando del día cuando una prueba o problema había  surgido y se veía en apuros, necesitado de ayuda divina. “Clamé” dice, y es lo que hay que hacer, clamar no a los hombres sino a Dios. “Me respondiste”, testifica. Es la experiencia feliz de todo creyente que clama al Señor y espera en Él. Cuando pedimos o clamamos a los hombres en lugar de a Dios, mostramos falta de fe en Él. Pedimos a los hombres porque creemos más en ellos, su poder, su dinero, su influencia, que en Dios. ¡Qué triste! Porque Dios es quien escucha nuestro clamor y responde. No creas que Dios no escucha porque sí lo hace.
    David da testimonio de cómo Dios responde. “Me fortaleciste con vigor en mi alma” (v. 3). No en el cuerpo, sino el alma que es más importante. Cuando el alma está fuerte no importa tanto la condición del cuerpo. El cuerpo no es lo principal, sino el alma, y ella es justo lo que muchos descuidan.  “Me vivificarás” (v. 7), y “cumplirá su propósito” (v. 8) son expresiones de esperanza en la respuesta divina al clamor del creyente.
    Él es el Salvador y Pastor de nuestra alma. El mundo no le conoce, y por eso está así, pero nosotros sí le conocemos y tenemos el privilegio y el deber de andar en comunión con Él y hacer Su voluntad. Si le somos fieles, nos surgirán problemas en este mundo arruinado por el pecado y dominado por Satanás, pero Dios nos ayudará. Los hombres a veces no quieren ayudarnos aunque tengan recursos. Otras veces no tienen para ayudarnos. Pero Dios tiene todo el poder, los recursos y la buena voluntad.
    Otro rey que le clamó estándo en angustia era Ezequías (2 R. 20). Al recibir la noticia de su próxima muerte, lloró y clamó a Dios, y Él le respondió (vv. 1-6). Oró como David en el Salmo 138. Pero sinceramente para orar así, hermanos, hay que vivir así como él. No son palabras mágicas, sino expresan la esperanza de uno que vivía para Dios. Observa lo que Ezequías dijo en el versículo 3 y como esas cuatro cosas describen su vida antes de esa prueba:

    (1) “he andado delante de ti”
    (2) “en verdad”
    (3) “con íntegro corazón”
    (4) “he hecho las cosas que te agradan”

    “Y lloró Ezequías con gran lloro”. La noticia de su muerte le conmovió, obviamente por razones personales, pero también posiblemente porque veía tanto más que necesitaba hacer. Dios le respondió en misericordia y le concedió quince años más de vida. Pero en esos años nació Manasés que fue un terrible rey que llevó al país más allá del punto de no retorno. Pero Ezequías no podía preveer esto.
    Volviendo al lenguage del versículo 3, y esos cuatro afirmaciones de Ezequías, la cuestión para nosotros es si podemos decir lo mismo que él. ¿Esas cuatro cosas describen realmente nuestra vida? Es importante meditar en esto. Porque vivir así es cómo prepararse para el momento de prueba. Ezequías no clamó como muchos que viven sin tener en cuenta a Dios, y luego que surja un problema claman y hacen promesas a Dios, para que les ayude. Se vuelven religiosos de repente, en sus apuros. No así la vida de David o de Ezequías.
    Y hermano, hermana, debes saber esto. Aunque vivas para Dios, un día entrará la tragedia en tu vida o tu casa. Ojalá podrás orar como Ezequías, la oración de uno con vida justa y fiel, porque si vives de espaldas a Dios, en altivez e independencia, entonces Dios no te responderá. Porque Dios atiende al humilde, pero al altivo mira de lejos.