Friday, August 28, 2020

LA REACCIÓN DE JOB A SUS PRUEBAS

 


 Texto: Job 1:20-22

Nuestra meta en la vida cristiana es seguir al Señor y crecer en su conocimiento. Los que dicen "sí" al Señor, pero luego vuelven atrás, son como los que le siguieron porque comieron y bebieron – no por amor a Él, ni por fe, sino por los beneficios propios. Son de corta duración, y tarde o temprano serán descubiertos. Las tentaciones, las pruebas y la Palabra de Dios pondrán de manifiesto lo que realmente hay en ellos.

Para llegar a la madurez a veces el Señor usa cosas que no queremos, pero son necesarias para nuestro crecimiento. El Señor nos tiene que tener siempre de rodillas – es nuestra posición mejor. Cuando uno es cristiano, para conseguir el crecimiento y la madurez el Señor nos pasa por la escuela de la experiencia. El Señor dará a cada hijo Suyo lo que necesita – no abandona a ninguna de los Suyos. Las noches de insomnio pensando cómo arreglar las cosas – aun en estas aprendemos.
    Mirando a Job en nuestro texto, uno puede pensar: “Un santo como Job, y le vino lo que le vino, ¡hay que ver!” Muchos pensarían que uno como él no mereció lo que le sucedió, pero si escuchamos a Job en este versículo vemos su fe y humildad. Job se postra ante el Señor, no ante las circunstancias, no ante la prueba. Job no se disgustó con el Señor, no dijo como muchos: “Señor, ¿es que no me quieres? ¿Tú me tienes olvidado?” Su reacción inmediata no fue quejarse ni entrar en la introspección como muchos: “¿Qué he hecho para merecer esto?” No hermanos, no fue así, sino que Job bendijo a Dios y adoró. Él es fiel, y no nos va a olvidar en los momentos difíciles que Él permite venir a nuestra vida.
    En Job 2:7-10 él había salido del primer golpe, y ahora le vino otra situación – mala salud, y la falta de apoyo de su esposa. La sarna no le dejaba descansar ni de día ni de noche, sino que le dolía y le picaba. En el versículo 9 su mujer parece decirle que su fe en Dios no le ha servido de nada, y le aconseja mal: “maldice a Dios, y muérete” (v. 9). Fue el único descanso que ella podía imaginar como muchos que dicen cuando alguien muere: “ahora descansa”, aunque no es verdad. El que muere sin Cristo no descansa sino que va al lugar de tormento en llamas de fuego. La muerte como descanso es una vana esperanza para los que no creen. Y cuántas veces el diablo procura atacarnos por medio de alguien que está cerca, como fue en el caso de Job: porque además de la pérdida de sus bienes, lo más doloroso fue la muerte repentina de sus hijos, y luego sufrió con su esposa que no le apoyaba, y después sufrió a manos de sus tres “amigos”.
    Job reprendió a su mujer por su mala reacción. Le dijo que hablaba como suelen hablar las mujeres fatuas (2:10). Job pudo reaccionar así porque miró a tres lugares:

    1. Miró arriba, hacia Dios. En medio de sus pruebas miró arriba, no abajo ni alrededor. No se miró a sí mismo, sino que se humilló y miró a Dios, y le bendijo (1:20-22). No le perdió de vista, y esto es algo que debemos recordar pero muy bien, pues es un error enorme alejarse de Dios y enfriarse espiritualmente al pasar por pruebas y dificultades. Algunos lo hacen por desánimo, y otros parecen intentar “castigar” pasivamente a Dios porque no les gusta lo que pasa en sus vidas. Cuando hacen así, esto nos enseña que no estaban tan cerca de Él como pensaban, ni le conocen como deben. El santo, en las pruebas, no abandona al Señor. Job no se quejó de Dios ni le atribuyó despropósito alguno. En el fondo sabemos que Dios no se equivoca, pero hay que recordarlo y afirmarlo cuando vienen pruebas a nuestra vida. Job, aunque muy dolido y sin entender lo que le había pasado, le miró con fe y con adoración, que es justo lo contrario de lo que el diablo esperaba y quería.

    2. Miró hacia delante. Job sabía que al final Dios, como soberano, sabio y benigno, puede arreglar todo. Dios quitó (1:21), es cierto, pero Dios puede volver a dar. Aunque no tengamos recursos para reponer o restablecer, todo está en las manos de Dios. Alguien dijo: “No sé qué tiene el futuro, pero sé en manos de quién está el futuro”. Job sabía que en el futuro iba a estar con Dios y verlo. “Al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro” (19:27). Aunque acabó de sufrir gran pérdida, él confió en el corazón bondadoso del Señor. Dios puede hacer lo que quiere porque siempre es el bien. Aprendamos esto: el bien no está en el mundo, ni en personas como Job, sino en Dios. Dios es bueno, totalmente bueno y la fuente de toda bondad. Entonces, debemos recibir lo que Él nos da (2:10). Nuestro Hacedor y Dueño tiene derecho soberano a hacer con nosotros como quiere. “Él, pues, acabará lo que ha determinado de mí” (23:13-14).

    3. Miró en su interior, pero no con egoísmo ni introspección. Sabía que Dios le estaba enseñando algo muy importante a través de estas experiencias. Aunque no podía entenderlo todo, no desconfiaba en el Señor. Sabía que creía y estaba firme: “Me probará, y saldré como oro” (23:10). 1 Pedro 1 nos recuerda que Dios también prueba nuestra fe, para quitar las impurezas, para que sea para alabanza y gloria. Las pruebas que Dios permite son para bien, no para mal. A Job no le gustaban las pruebas, como a ninguno de nosotros nos gusta, pero él sabía que iba a ser para bien. No comenzaba a dudar de Dios ni de su fe en Él. Todos tenemos tiempos de adversidad, pruebas y dificultades, pero ninguna circunstancia desfavorable en la vida debe apartarnos del Señor.
    El creyente Job decidió confiar en Dios, y al final Dios le sacó a abundancia(cap. 42). Al final Job, bendito y consolado por Dios, tuvo queinterceder por sus amigos, quienes extrañamente no intercedieron por él, sino sólo le criticaron. Ellos tuvieron mucho que decir, pero no a Dios a  favor de Job, sino a Job en su contra, y eran otra parte de sus pruebas.  
    Parece que todavía hay muchos “amigos” como estos en nuestros tiempos, que expresan sus opiniones equivocadas y aprovechan que uno esté de bajo ánimo para ofrecer sus “críticas sinceras” en lugar de animarle y consolarle. En Job 16:20 él dijo: “disputadores son mis amigos, mas ante Dios derramaré mis lágrimas”. Los imploraba: “¡Oh vosotros, mis amigos, tened compasión de mí!” (19:21), pero no le fueron de ánimo ni de ayuda, ni siquiera hablaron lo recto acerca de Dios (42:7).
    Pero en medio de todo, Job, aunque tambaleaba y como vemos en el libro, se equivocaba en sus intentos a comprender lo que le pasaba, sin embargo, él no dejó de confiar en Dios, y al final Dios le socorrió y le bendijo. Y el mismo Dios, aunque someta nuestras vidas a prueba, lo hace para nuestro bien y para Su eterna gloria. Dios nunca se equivoca, y siempre obra para hacernos bien. Entonces, aunque suframos pérdida, pasemos dolores y dificultades, aunque tenga que ser con lágrimas, confiemos en Él en todo momento. Amén.


de un estudio dado el 14 de febrero, 2008


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