Friday, August 28, 2020

NO VIVAMOS EN EL PASADO

 Texto: Isaías 43:14-28

En este capítulo, repasándolo rápidamente, encontramos el aliento que Dios dio a Su pueblo Israel por medio del profeta. También anuncia que Dios en Su misericordia restaurará a la nación y será bendición a todo el mundo. Da promesa de que aunque vayan a la cautividad, serán un testimonio. Y anuncia que la salvación de Israel (y la nuestra) es un don inmerecido de pura gracia divina. Aquí también dice que Dios disciplina amorosamente a Su pueblo para que al final le glorifique. El pecado de Israel ha sido sobre todo el pecado de la iglesia hoy en día – la ingratitud (vv. 23-24). Se ve la ingratitud cuando el pueblo no hace lo que Dios dice, no se acerca, no sacrifica, ni da gracias, sino que considera el rendir culto a Dios como mucho una obligación pesada. No sólo en aquel entonces, sino después, en tiempos de Malaquías, al final del Antiguo Testamento, Dios tiene que protestar que Su pueblo no le honra, y hoy en día se repite la historia en muchas iglesias evangélicas, cuya preocupación mayor parece ser reducir el número de cultos para que la gente pueda quedarse en casa mirando la tele en su pantalla granda, o haciendo cualquier otra cosa. Y cambian la exposición fiel de la Palabra de Dios, la reunión de oración y el culto de adoración al Señor por actividades como drama, conciertos, excursiones y ligas evangélicas de futbol. Todo esto demuestra cuán baja es la condición espiritual.
    Pero en medio de los versículos que señalan la ingratitud e infidelidad de Israel, me llaman la atención las palabras de los versículos 18 y 25. “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a la memoria las cosas antiguas” y “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. Estas palabras son tan necesarias para nosotros como para Israel, porque nosotros también  muchas veces vivimos con recuerdos malos del pasado. Tenemos esta tendencia, y es así en mi caso porque yo que estaba metido en el comunismo que es un ateísmo total. Pero todos tenemos cosas así porque todos somos pecadores. El que no tenga malos recuerdos ha sido muy poco convencido de su propia maldad, y esta es mala señal. Si uno tan santo con el apóstol Pablo se llamó el primero de los pecadores (1 Ti. 1:15), ¿cómo quedamos los demás? El que dice que no tiene pecado o que no hay pecado, se engaña o miente (1 Jn. 1:8, 10). Dios establece estas verdades en Su Palabra, pero Dios no viene constantemente recordándonos nuestros pecados, porque Él mismo los tiene olvidados.
    Ahora bien, es verdad que hay mucho bueno que aprender del pasado, esto es, de la historia sagrada tal como la Palabra de Dios la presenta. Nunca debemos olvidar la venida del Señor, Su muerte por nosotros en el Calvario y Su resurrección. Nunca debemos perder de vista la historia de la iglesia primitiva y la doctrina apostólica, la fe una vez dada a los santos. Pero recordar el pasado no incluye resucitar la memoria de nuestros pecados y dejarnos desaminar por ellos. Están bajo la sangre de Cristo, y allí deben quedarse. Quien nos recuerda nuestros pecados acusándonos todavía es el diablo. Él nos lo recuerda y los lo susurra. Él quiere tirarnos al suelo y quitarnos el ánimo, el gozo, la confianza y la motivación para testificar y servir a Dios? Nos habla con pensamientos y sentimientos más o menos así: “¿Después de lo que tú has sido y lo que has hecho, pretendes andar como creyente? ¡Anda ya!” Y a veces manda a familiares o amigos para decirnos cosas así y desanimarlos para que callemos. Él nos recuerda constantemente el pecado, y usa este arma porque con nosotros poco más tiene. Como Dios dijo a Israel, dice a nosotros: “No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a la memoria las cosas antiguas” (v. 18). Porque Dios es el que borra nuestras rebeliones por amor a sí mismo, y dice: “y no me acordaré más de tus pecados” (v. 25). Repito, no es Dios quien se acuerda de nuestros pecados, sino el diablo. Dios no los recuerda. En el Salmo 25:7 David pide: “De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová”. Esto debe expresar el sentir de todo creyente cuando surgen las memorias de sus pecados. ¡Qué bueno que en los Salmos podemos aprender cómo orar sobre estos asuntos!
    Es verdad que podemos pecar todavía y caer, pero hemos de mantener las cuentas en arreglo con Dios – con la confesión y el apartarnos del pecado (Pr. 28:13; 1 Jn. 1:9), y además, como hecho preventivo, debemos decir “no” al pecado, al mundo, al diablo y a la carne. Cuando nos ocupamos de las cosas del Señor y Su Palabra, haciendo lo que Él nos enseña y manda hacer, andamos bien y no tenemos tiempo para entretenernos con el pecado. Una vida de santidad, devoción y servicio tiene un efecto preventivo contra el pecado.
    Como hemos visto, el versículo 18 nos instruye acerca de los pensamientos. Sabemos que somos pecadores, y que hemos pecado, pero no debemos entretenernos repasando siempre los pecados como revisando la ropa sucia. No traigáis a memoria las cosas antiguas. Para Dios nuestros pecados son cosas antiguas, cosas del pasado que fueron tratados cuando el Señor murió en la cruz por nosotros y gritó: “¡Consumado es!” Entonces, lo que Dios perdonó, dejémoslo en el pasado. Pensemos en Él, el Santo nuestro y nuestro Rey (v. 15). Él mira hacia el futuro; hará una cosa nueva (v. 19). Publicaremos Sus alabanzas (v. 21). Esto es lo que el Señor quiere de nosotros. No somos lo que éramos antes, por la gracia de Dios. Él nos abre un camino nuevo de alabanza, de santidad, de bendición espiritual.
    En Filipenses 3:13-14 el apóstol Pablo nos habla de la misma manera, al poner el ejemplo de como él andaba. “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo la meta...” El camino del creyente está por delante, no en el retrovisor. Atrás queda la gran obra del Calvario, que siempre hemos de recordar, sobra decirlo. Pero delante nuestro está el camino de Su Palabra, de la comunión, de la oración, de la alabanza con gratitud, del testimonio. Hermanos, debemos seguir creciendo en la gracia y en el conocimiento de nuestro gran Dios y Salvador. Debemos vivir con la esperanza de que en cualquier momento puede sonar la trompeta y el Señor vendrá por nosotros para llevarnos a la morada eterna en Su gloriosa presencia. Así que, tenemos mucho que hacer y esperar en lugar de estar recordando desanimados nuestro triste pasado. Hay  paz y bendición ahora y un glorioso futuro para el pueblo de Dios. Que el Señor nos anime con estas palabras. Amén.

de un estudio dado el 11 de septiembre, 2008


 

La tierna voz del Salvador,
Nos habla conmovida;
Oíd al Médico de amor,
Que da a los muertos vida.

Borradas ya tus culpas son,
Jesús hoy te pregona;
Recibe, pues, Su bendición
Y goza la corona.

La amarga copa del dolor,
Jesús, has apurado,
Para que goce el pecador
Tu Nombre bien amado.

Cordero Santo, ¡Gloria a Ti!
Por Salvador te aclamo.
Tu dulce Nombre es para mí
La joya que más amo.

Coro:
¡Nombre digno de alto honor,
Nombre de divino amor,
Nombre de mi Redentor,
Cristo, Jesucristo!

GRACIA, MISERICORDIA Y PAZ


 

 Texto: 1 Timoteo 1:1-2
 

En este pasaje vemos al Señor Jesucristo llamado de dos maneras: primero en el versículo 1 es "Jesucristo nuestra esperanza”, y luego en el versículo 2 es “Cristo Jesús nuestro Señor”. Son hermosas descripciones, ¿verdad? El que es nuestra esperanza también es nuestro Señor, lo cual quiere decir que el que nos salva también nos gobierna.
    Luego vemos estos tres términos: “gracia, misericordia y paz” en el versículo 2. Son tres cosas importantísimas, de las cuales mucha gente hoy en día carece. A todos les gustaría tenerlas, pero no todos saben cómo.


    Primero está la gracia. Gracia significa favor o ayuda que no se merece. Romanos 4:1-4 y Efesios 2:8-9 establecen claramente que la gracia no se compra, ni se merece, y no puede mezclarse con obras. Si algo es por obras, no es por gracia, porque la gracia no se merece. La gracia de Dios no es una recompensa, sino algo totalmente inmerecido. Dios nos favorece, nos perdona y salva sin que lo merezcamos, porque lo hace por Su gracia. Y Su gracia viene a nosotros, no por la iglesia, no por los sacramentos, no por nuestras obras, sino por el Señor Jesucristo. 2 Corintios 8:9 enseña que la gracia de nuestro Señor Jesucristo se manifestó cuando Él, siendo rico, se hizo pobre (se encarnó) para enriquecernos a nosotros. La gracia actuó a favor nuestro, por medio de una Persona divina, nuestro Señor. Dios quiere que Su gracia se manifieste en nosotros en nuestra generosidad y abnegación a la hora de ofrendar para ayudar a otros. 1 Pedro 5:10 nos recuerda que Dios es Dios de toda gracia. El modelo y ejemplo a seguir es Dios mismo.  Hermanos, por la maravillosa gracia de Dios tenemos la salvación eterna. Nosotros que no merecemos ser llamados hijos de Dios hemos sido adoptados como hijos Suyos. Como dice el himno: “¡Sublime gracia!” Pero además de esto, es Dios quien exhorta a los creyentes a crecer en la gracia (2 P. 3:18). Por ejemplo, en 2 Corintios 9:8 el apóstol Pablo dice que la gracia puede hacer que abundemos en toda buena obra. A todos nos gusta recibir la gracia, pero, ¿nos gusta tratar a los demás con gracia?
 

    En segundo lugar, habla de la misericordia. La misericordia es NO recibir lo que merecemos. Si uno merece una multa o un castigo y no lo recibe, esto es misericordia. La salvación es recibir misericordia de Dios, porque significa NO recibir el juicio que merecemos. La paga del pecado es muerte, pero al que cree el evangelio, Dios le perdona por Su misericordia y le da vida eterna. En el Salmo 25:6, 7, 10 y 16 David expresa su esperanza continua en la misericordia de Dios. El Salmo 136 es el gran salmo de la misericordia de Dios, que es “para siempre”. ¡Gracias a Dios que recibimos en Jesucristo la perpetua, eterna misericordia de Dios! Habiendo recibido misericordia de Dios, debemos también ser misericordiosos. En Mateo 5:7 el Señor dice: “Bienaventurados los misericordiosos”. En Lucas 6:36 el Señor manda: “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”.  Efesios 4:32 nos exhorta: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. 1 Pedro 3:8 lo enfatiza otra vez: “...sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables”. La misericordia viene relacionada con la benignidad, el perdón, la compasión, el amor y la amistad. Lo triste es: aunque nos gusta RECIBIR misericordia y ser tratados así, nos cuesta SER misericordiosos con los demás, y esto mismo es lo que Dios manda. La misericordia de Dios no debe entrar en nosotros y parar allí, sino entrar, transformarnos y salir hacia los demás. Por ejemplo, David usó de misericordia con Mefiboset al recibirle y cuidarle como a hijo suyo (2 S. 9). Demos gracias a Dios por Su misericordia, y seamos misericordiosos como nuestro Padre celestial.
  

  En tercer lugar, la paz es otra gran bendición que hemos recibido en Cristo. La paz es más que ausencia de conflicto. Significa también una serenidad interior, incluso pese a circunstancias adversas. En primer lugar tenemos paz con Dios mediante la sangre de Cristo (Ro. 5:1). , y es algo que ninguna circunstancia puede cambiar, gracias a Dios. Efesios 2:14, 15 y 17 nos recuerda que Jesucristo ES nuestra paz, vino e HIZO paz, y ANUNCIÓ esta paz. El evangelio es un mensaje de paz. Además, el Salmo 119:165 dice: “mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo”. Mucha gente anda tropezando, dejándose ofender y molestar, siempre mosqueada o quejosa por una y otra cosa, guardando rencor, viviendo en conflicto eterno. Aunque digan: "no pasa nada", la procesión va por dentro. Pero los que aman la ley del Señor, se humillan, porque aprenden de la ley que ellos no son nada, que no merecen nada bueno, y humillados, confían en el Señor para recibir perdón. Luego pueden andar en paz con Dios y con los demás. El creyente goza de la paz de Dios que le puede guardar en medio de circunstancias adversas. Filipenses 4:6-7 nos instruye que en lugar de estar afanosos, presentemos nuestras peticiones al Señor en oración, y Su paz guardará nuestro corazón. Sabemos que Él nos ama, Él nos oye y Él nos cuida, y esto nos deja en paz, tranquilos en Sus poderosos brazos. La Palabra también nos exhorta al menos tres veces a tener paz y vivir en paz los unos con los otros (Mr. 9:50; 2 Co. 13:11; 1 Ts. 5:13). Esta paz, que procede de Dios, es también fruto del Espíritu Santo quien mora en nosotros (Gá. 5:22-23). La paz de Dios, no los conflictos carnales, debe ser el ambiente en que vive una asamblea. Todos debemos ser pacificadores (Mt. 5:9). Con la ayuda del Señor, seamos de aquellos que hacen la paz (Stg. 3:18), no de los que siembran discordia (Pr. 6:19).
    Así que, mis hermanos, hemos recibido y seguimos recibiendo estas tres cosas maravillosas del Señor, entre muchas otras: la gracia, la misericordia y la paz. Dios quiere que ellas marquen nuestra vida, nuestro carácter y proceder, porque así darán testimonio de Él. Por esto tenemos que pedirle al Señor que nos dé cada día Su misericordia, gracia y paz, y que Él nos ayude a manifestar estas tres cosas diariamente en nuestras vidas. Es así que los demás pueden conocer más acerca de Dios, cuando vean Su obra en nosotros. Mostremos el carácter de Dios a los de nuestro alrededor, para la gloria de Dios.

de un estudio dado el 8 de mayo, 2008


Fuente de la vida eterna y de toda bendición;
Ensalzar Tu gracia tierna, debe cada corazón.
Tu piedad inagotable, abundante en perdonar,
Único Ser adorable, gloria a Ti debemos dar.

De los cánticos celestes Te quisiéramos cantar;
Entonados por las huestes, que lograste rescatar.
Almas que a buscar viniste, porque les tuviste amor,
De ellas Te compadeciste, con tiernísimo favor.

Toma nuestros corazones, llénalos de Tu verdad;
De Tu Espíritu los dones, y de toda santidad,
Guíanos en obediencia, humildad, amor y fe;
Nos ampare Tu clemencia; Salvador, propicio sé.


LA REACCIÓN DE JOB A SUS PRUEBAS

 


 Texto: Job 1:20-22

Nuestra meta en la vida cristiana es seguir al Señor y crecer en su conocimiento. Los que dicen "sí" al Señor, pero luego vuelven atrás, son como los que le siguieron porque comieron y bebieron – no por amor a Él, ni por fe, sino por los beneficios propios. Son de corta duración, y tarde o temprano serán descubiertos. Las tentaciones, las pruebas y la Palabra de Dios pondrán de manifiesto lo que realmente hay en ellos.

Para llegar a la madurez a veces el Señor usa cosas que no queremos, pero son necesarias para nuestro crecimiento. El Señor nos tiene que tener siempre de rodillas – es nuestra posición mejor. Cuando uno es cristiano, para conseguir el crecimiento y la madurez el Señor nos pasa por la escuela de la experiencia. El Señor dará a cada hijo Suyo lo que necesita – no abandona a ninguna de los Suyos. Las noches de insomnio pensando cómo arreglar las cosas – aun en estas aprendemos.
    Mirando a Job en nuestro texto, uno puede pensar: “Un santo como Job, y le vino lo que le vino, ¡hay que ver!” Muchos pensarían que uno como él no mereció lo que le sucedió, pero si escuchamos a Job en este versículo vemos su fe y humildad. Job se postra ante el Señor, no ante las circunstancias, no ante la prueba. Job no se disgustó con el Señor, no dijo como muchos: “Señor, ¿es que no me quieres? ¿Tú me tienes olvidado?” Su reacción inmediata no fue quejarse ni entrar en la introspección como muchos: “¿Qué he hecho para merecer esto?” No hermanos, no fue así, sino que Job bendijo a Dios y adoró. Él es fiel, y no nos va a olvidar en los momentos difíciles que Él permite venir a nuestra vida.
    En Job 2:7-10 él había salido del primer golpe, y ahora le vino otra situación – mala salud, y la falta de apoyo de su esposa. La sarna no le dejaba descansar ni de día ni de noche, sino que le dolía y le picaba. En el versículo 9 su mujer parece decirle que su fe en Dios no le ha servido de nada, y le aconseja mal: “maldice a Dios, y muérete” (v. 9). Fue el único descanso que ella podía imaginar como muchos que dicen cuando alguien muere: “ahora descansa”, aunque no es verdad. El que muere sin Cristo no descansa sino que va al lugar de tormento en llamas de fuego. La muerte como descanso es una vana esperanza para los que no creen. Y cuántas veces el diablo procura atacarnos por medio de alguien que está cerca, como fue en el caso de Job: porque además de la pérdida de sus bienes, lo más doloroso fue la muerte repentina de sus hijos, y luego sufrió con su esposa que no le apoyaba, y después sufrió a manos de sus tres “amigos”.
    Job reprendió a su mujer por su mala reacción. Le dijo que hablaba como suelen hablar las mujeres fatuas (2:10). Job pudo reaccionar así porque miró a tres lugares:

    1. Miró arriba, hacia Dios. En medio de sus pruebas miró arriba, no abajo ni alrededor. No se miró a sí mismo, sino que se humilló y miró a Dios, y le bendijo (1:20-22). No le perdió de vista, y esto es algo que debemos recordar pero muy bien, pues es un error enorme alejarse de Dios y enfriarse espiritualmente al pasar por pruebas y dificultades. Algunos lo hacen por desánimo, y otros parecen intentar “castigar” pasivamente a Dios porque no les gusta lo que pasa en sus vidas. Cuando hacen así, esto nos enseña que no estaban tan cerca de Él como pensaban, ni le conocen como deben. El santo, en las pruebas, no abandona al Señor. Job no se quejó de Dios ni le atribuyó despropósito alguno. En el fondo sabemos que Dios no se equivoca, pero hay que recordarlo y afirmarlo cuando vienen pruebas a nuestra vida. Job, aunque muy dolido y sin entender lo que le había pasado, le miró con fe y con adoración, que es justo lo contrario de lo que el diablo esperaba y quería.

    2. Miró hacia delante. Job sabía que al final Dios, como soberano, sabio y benigno, puede arreglar todo. Dios quitó (1:21), es cierto, pero Dios puede volver a dar. Aunque no tengamos recursos para reponer o restablecer, todo está en las manos de Dios. Alguien dijo: “No sé qué tiene el futuro, pero sé en manos de quién está el futuro”. Job sabía que en el futuro iba a estar con Dios y verlo. “Al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro” (19:27). Aunque acabó de sufrir gran pérdida, él confió en el corazón bondadoso del Señor. Dios puede hacer lo que quiere porque siempre es el bien. Aprendamos esto: el bien no está en el mundo, ni en personas como Job, sino en Dios. Dios es bueno, totalmente bueno y la fuente de toda bondad. Entonces, debemos recibir lo que Él nos da (2:10). Nuestro Hacedor y Dueño tiene derecho soberano a hacer con nosotros como quiere. “Él, pues, acabará lo que ha determinado de mí” (23:13-14).

    3. Miró en su interior, pero no con egoísmo ni introspección. Sabía que Dios le estaba enseñando algo muy importante a través de estas experiencias. Aunque no podía entenderlo todo, no desconfiaba en el Señor. Sabía que creía y estaba firme: “Me probará, y saldré como oro” (23:10). 1 Pedro 1 nos recuerda que Dios también prueba nuestra fe, para quitar las impurezas, para que sea para alabanza y gloria. Las pruebas que Dios permite son para bien, no para mal. A Job no le gustaban las pruebas, como a ninguno de nosotros nos gusta, pero él sabía que iba a ser para bien. No comenzaba a dudar de Dios ni de su fe en Él. Todos tenemos tiempos de adversidad, pruebas y dificultades, pero ninguna circunstancia desfavorable en la vida debe apartarnos del Señor.
    El creyente Job decidió confiar en Dios, y al final Dios le sacó a abundancia(cap. 42). Al final Job, bendito y consolado por Dios, tuvo queinterceder por sus amigos, quienes extrañamente no intercedieron por él, sino sólo le criticaron. Ellos tuvieron mucho que decir, pero no a Dios a  favor de Job, sino a Job en su contra, y eran otra parte de sus pruebas.  
    Parece que todavía hay muchos “amigos” como estos en nuestros tiempos, que expresan sus opiniones equivocadas y aprovechan que uno esté de bajo ánimo para ofrecer sus “críticas sinceras” en lugar de animarle y consolarle. En Job 16:20 él dijo: “disputadores son mis amigos, mas ante Dios derramaré mis lágrimas”. Los imploraba: “¡Oh vosotros, mis amigos, tened compasión de mí!” (19:21), pero no le fueron de ánimo ni de ayuda, ni siquiera hablaron lo recto acerca de Dios (42:7).
    Pero en medio de todo, Job, aunque tambaleaba y como vemos en el libro, se equivocaba en sus intentos a comprender lo que le pasaba, sin embargo, él no dejó de confiar en Dios, y al final Dios le socorrió y le bendijo. Y el mismo Dios, aunque someta nuestras vidas a prueba, lo hace para nuestro bien y para Su eterna gloria. Dios nunca se equivoca, y siempre obra para hacernos bien. Entonces, aunque suframos pérdida, pasemos dolores y dificultades, aunque tenga que ser con lágrimas, confiemos en Él en todo momento. Amén.


de un estudio dado el 14 de febrero, 2008


CINCO PIEDRAS LISAS

 Texto: 1 Samuel 17:1-19    


Hermanos amados, delante nuestro tenemos la historia tan conocida de la batalla entre David y Goliat, que contiene muchas lecciones para nosotros. David vio que Israel tenía un gran enemigo que les odiaba y les asustaba, y fue a luchar contra él. Hoy en día también el pueblo de Dios tiene un gran enemigo, el diablo. Goliat de alguna manera puede servir como figura del diablo: más grande, más fuerte, mejor armado y lleno de odio y desprecio hacia el pueblo de Dios. El diablo es como un gigante que quiere pelear con tra nosotros, vencernos y dominarnos (vv. 8-9). No podemos contra él porque es más fuerte. ¿Cómo, entonces, podemos obtener la victoria en la batalla espiritual? David nos enseña que el creyente tiene en Dios un gran “aliado”.
    Como Goliat en el versículo 9, el diablo quiere ponernos en servidumbre, y desafía a los creyentes, a la iglesia y a Dios mismo. Como en los versículos 5-7, viene impresionantemente armado y con gran fuerza, como para atemorizar a cualquiera. En el versículo 8, “dio voces”, y así hace el enemigo – grita y vocifera para meternos miedo. Es su campaña de “propaganda” (v. 11).  En el versículo 16 vemos que Goliat venía y los desafiaba mañana y tarda. El diablo no se cansa, siempre acecha, ataca y busca nuestra ruina. Por la mañana lo hace, para quitarnos el tiempo devocional y hacernos comenzar el día de mala manera, sin pasar tiempo con Dios leyendo Su Palabra y orando. Y por la tarde lo hace también. Día y noche ataca y desafía. Hermanos míos, no podemos tomarnos la vida cristiana de cualquier manera, porque el enemigo es grande y siempre está acechando. Hay que tomar en serio la vida cristiana en todo momento. No sirve la práctica de “ser un cristiano” sólo los domingos durante los cultos. Esto seguramente le hace al diablo reír con desprecio. No podemos pelear contra él por nuestra cuenta, ni con nuestras fuerzas, sino con las armas que Dios nos da (Ef. 6:10-18). No sirven contra el diablo las cosas como la religión, la ciencia, la filosofía, la psicología, etc. – porque la sabiduría humana nada puede contra él, y la historia de la humanidad bien lo demuestra.
    En el versículo 10 Goliat gritó: “Dadme un hombre que pelee conmigo”. Nadie en Israel quiso ir a su encuentro, sino el joven David, llenó de fe. Resulta que David está en el linaje del Mesías, quien es “hijo de David”. Entonces, más allá de la escena en 1 Samuel, cuando llegó el tiempo, Dios envió a “un hombre” a pelear contra el “gigante” Satanás que tenía atemorizada a toda la raza humana. El Señor Jesucristo le venció en la cruz, como Colosenses 2:15 y Hebreos 2:14-15 declaran. ¡Gloria a Dios por la victoria que tenemos en el Señor Jesucristo, y la libertad del pecado y la muerte!
    Pero volviendo a la escena en 1 Samuel, estos gigantes estaban allí porque Israel no los conquistó durante y después de los tiempos de Josué y los jueces. Entonces, ellos y otros trajeron muchos problemas y aflicciones al pueblo de Dios que había intentado coexistir como vecinos con ellos. Goliat por su mera presencia era una recuerdo de sus fracasos. Pero entonces David, en el nombre de Jehová, salió a pelear contra él y poner fin a sus jactancias y su dominio. Bajó al arroyo y escogió cinco piedras lisas. Le sobraron cuatro, porque con una bien lanzada y guiada por Dios, derrumbó al gigante. Pero estas cinco piedras pueden sugerirnos cosas que nosotros necesitamos en la lucha espiritual contra el diablo y sus huestes que desean arruinarnos, atemorizarnos y dominarnos.


    1. Primero está la piedra de las bendiciones y victorias anteriores (vv. 34-37). Dios había ayudado a David en el pasado cuando como pastor tenía que cuidar y defender el rebaño de su padre. Al venir el león o el oso a arrebatar la presa, David se interpuso y los mató, poniendo a salvo el rebaño. Era consciente de la ayuda de Dios – no se creía super-fuerte, sino que confesó que Dios le ayudó. “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo” (v. 37). Se acordaba de la ayuda de Dios en el pasado, y cobró ánimo. El rey Saúl respondió: “ve y Jehová esté contigo”. Saúl no iba a estar con él, ni la armadura de Saúl podía ayudarle. David no buscaba a un grupo de hombres para apoyarle, sino que se fue solo, confiado en Dios. Se acordaba de cómo Dios le había bendecido y ayudado antes, y nosotros también debemos pensar así. Esto nos da ánimo y confianza.
 

    2. Segundo, está la piedra de las oraciones. David oraba siempre, cosa que no se podía decir de sus hermanos ni de Saúl. La oración es muy importante en la vida del creyente, y sin ella nos volvemos débiles y desorientados. El apóstol Pablo nos enseña a orar siempre (1 Ts. 5:12). Es impresionante ver cuántas veces oraban los creyentes en el libro de Hechos, y por contrapartida, el poco interés que hay en la oración en las iglesias modernas. Volviendo a David, más tarde en su vida, en 1 Samuel 30:6-8 estaba muy mal cuando llegó a Ziclag después del ataque de los amalecitas. Había perdido todo, y los que estaban con él hablaron de apedrearle. Fue uno de los peores días de su vida, pero la Palabra dice que él oraba y se fortalecía en su Dios. Consultó a Jehová y luego fue guiado a recuperar todo. Hermanos míos, la oración es una piedra lisa que el cristiano debe lanzar contra el enemigo. En el Salmo 59 vemos como David clamó a Dios cuando era perseguido por Saúl. Comienza diciendo: “líbrame de mis enemigos; ponme a salvo”, y todo el salmo es un clamor a Dios pidiendo socorro. Cuando sentimos la presencia de enemigos y conflictos, debemos orar.
 

    3. Tercero, está la piedra de la soberanía de Dios. Él es dueño absoluto de todo y hace según Su voluntad. Esta verdad es de gran consuelo y ánimo al creyente. Tiene nuestra vida en Sus manos. Esta piedra está muy pegada al saco pastoril y no la sacamos, pero debemos sacarla y demostrar al mundo que confiamos en la soberanía de Dios. David le dice a Goliat en el versículo 46, “Jehová te entregará hoy”. En el versículo 47 dice: “de Jehová es la batalla”. No eran meras palabras, sino la expresión de la creencia del corazón de David. Dios era más grande y poderoso que su enemigo, y también es verdad en nuestro caso.
    A veces adolecemos del impacto de esta soberanía en nuestra vida. La vida cristiana es imposible sin el Señor. Cada día debemos someternos a Él con confianza en Su gran poder y autoridad. Quienes deben temblar son los enemigos de Él. Las cosas que nos hacen daño afectan también a Dios, y debemos presentarle nuestras peticiones confiados en Su interés y ayuda.
 

   4. Cuarto, está la piedra de la fe. No hay victoria sin fe. Entramos en la vida cristiana por fe, y hay que vivir por fe cada día. “El justo vivirá por fe” (Ro. 1:17). Tenemos que creer lo que Dios dice y confiar en el Señor. En el versículo 47 leemos: “él os entregará en nuestras manos”. Cuando David hablaba manifestaba su confianza en el Señor. En el versículo 25 leemos que los israelitas sabían la promesa de Saúl y lo que ofrecía al que venciera a Goliat. Pero ni con esto salían a pelear. Pero David confiaba en el Señor. Hablaba como viendo lo que Dios iba a hacer. Sabía que Dios era más grande y poderoso que Goliat. Hermanos, apliquemos esto en nuestra vida, porque nuestros problemas no son más grandes que Dios.


    5. En quinto lugar, está la piedra de la perseverancia y la diligencia (vv. 28-30). Los hermanos de David le criticaron y le desanimaron. Así es la familia muchas veces. Muchas veces los enemigos son los de la propia casa, que desaniman y critican. No tienen fe y no aprecian al que la tiene. Pero David no permitió que ellos le apartaran de la pelea. Perseveró a pesar de sus críticas y acusaciones falsas.
    David había ido hasta allí en obediencia a su padre, lo que muchos hijos hoy en día no hacen. Hoy en día está de moda la independencia y el individualismo. Pocos hacen caso de los consejos y las instrucciones de sus padres. Pero David no era esta clase de hijo. No discutió con su padre ni se quejó, ni demoró, aunque fue enviado a una zona de guerra donde había peligro. A pesar de esto, él se levantó de mañana (v. 20). Fue diligente en cumplir las instrucciones de su padre. El Señor quiere que nosotros seamos también diligentes en cumplir Sus instrucciones dadas en Su Palabra, y que perseveremos a pesar de los comentarios negativos o las críticas de otros. En la perseverancia y la diligencia de obedecer la voluntad de Dios está la victoria.
    Estas son cosas que nos darán la victoria en la batalla. Vemos en los versículos 49-51 que David venció y aquel día fue día señalado de gran victoria para Israel. Entonces, en lugar del grito de Goliat, oímos en el versículo 52 el grito de Israel.
    Es importante ver a Dios en todo momento y ante el enemigo y sus desafíos. Que el Señor nos ayude a hacerlo, y por Su gracia hagamos uso de estas cinco piedras, para Su gloria. Amén.

de un estudio dado el 3 de agosto, 2008

LA NEGACIÓN DE PEDRO

 


Texto: Lucas 22:31-34; 54-62

    Dice el refrán: “Hombre prevenido vale por dos”, pero no parece haberle ayudado a Pedro en nada la advertencia que el Señor le dio. En Su Palabra el Señor también nos advierte a nosotros de muchos peligros, pero, ¿le hacemos caso? ¿Sacamos provecho de Sus advertencias? El diablo buscaba a Pedro, así como a todos los discípulos, para zarandearles (v. 31), ¡pero el Señor ya había orado por él (v. 32). ¡Hermoso pensamiento! Nada toma de sorpresa al Señor. Pero Pedro sí, fue sorprendido, se equivocó y pecó, lo cual trajo tristeza a su vida y necesidad de ser restaurado. Preguntamos, entonces, ¿cuáles son los factores que contribuyeron a la negación de Pedro?
    
1. Pedro tenía auto confianza (v. 33 y Mt. 26:31-35).
    Pensaba y sentía en su corazón que no le negaría ni le abandonaría. “Él le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte”. Afirmaba con firmeza que aunque otros dejasen al Señor, él nunca lo haría. No quiso ni siquiera considerar la posibilidad de que él pudiera ser débil o fracasar. Pero los sentimientos fuertes no son garantía de nada, pues vienen y se van, y a veces desvanecen justo cuando los necesitamos. 1 Corintios 10:12 nos aconseja: “el que piensa estar firme, mire que no caiga”. Proverbios 28:26 dice: “El que confía en su propio corazón es necio”. Es fácil equivocarse uno acerca de sí mismo. En lugar de jactarse o de asegurar que haremos esto o lo otro, lo mejor es humillarnos, reconocer nuestra debilidad, y pedir al Señor gracia, fortaleza y sabiduría. Pedro no pidió nada. Pensaba que ya tenía todo lo necesario, pero se equivocó. La auto confianza nos mete en las pruebas sin los recursos necesarios, porque no los tenemos nosotros, sino el Señor.

2. Pedro quería seguir al Señor de lejos (v. 54).
    Nos pone a meditar cuál sería nuestra respuesta en una situación así. Muchos hoy quieren seguir al Señor de lejos. Pero el Señor presenta Sus demandas a todos, para que sepan de antemano qué nivel de compromiso es aceptable. En Lucas 14:26 y 33 el Señor demanda mayor compromiso y devoción de cualquiera que desea ser Su discípulo. En Mateo 10:37-38 leemos: “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí”. El Señor quiere y demanda que le amemos – esto es seguir de cerca. El primer amor en absoluto tiene que ser el Señor, y todo lo demás viene después. El Señor nos enseña que la prioridad tiene que ser Cristo antes aun de la familia, el trabajo, los amigos y todo. La familia es un don divino y una responsabilidad que debemos disfrutar y cuidar, pero NO a expensas de nuestra relación con Cristo ni nuestro servicio para Él. ¡Y costará servirle! El que quiere vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerá persecución, dice 2 Timoteo 3:12. ¿Por qué negó Pedro así? ¿Acaso no amaba al Señor? Sí, pero no como él pensaba. 1 Juan 4:18 dice que “en el amor no hay temor”, pero parece que Pedro olvidó o todavía no había aprendido esto: “el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”.
    Entonces, en el vocabulario descriptivo del cristiano no debe haber estas palabras: “miedo” y “cobardía”, porque Dios nos ama y Cristo se entregó por nosotros, nos compró, nos redimió y Él se encarga de nuestra vida. Aun el profeta Jonás tuvo que vencer el miedo en la tormenta y testificar, aun en perjuicio suyo. Puede haber lagunas que superar en nuestra vida y testimonio, porque nadie es perfecto, pero el Señor nos ayudará con Su perfecto poder y sabiduría. Algunos se callan y no testifican, pero luego el Señor los sacude y tienen que testificar, “o por mí o en contra mío”. Y el que es creyente tendrá que testificar. Pablo dice en Romanos 1:16 que no se avergüenza del evangelio. Hermanos míos, no es bueno seguir a Jesucristo de lejos, como Pedro, y no tiene ninguna ventaja. 2 Timoteo 1:8 y 12 nos habla de cómo debemos ser: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor...sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios... por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído”. Pablo aconsejó así a Timoteo, y él tomaba su propio consejo. Está muy mal visto delante de Dios que uno que se llama creyente tenga vergüenza de hablar de Cristo a sus “amigos” o se avergüence de comportarse como creyente en público. Amados hermanos, el Señor Jesucristo dio la cara por nosotros en la cruz. Demos la cara por Él ante aquellos con quienes tenemos roce. ¡Qué menos!

3. Pedro sentía y actuaba por miedo (vv. 54-60).
    Como decíamos antes, le preocupaba lo que otros podrían decir y hacer. El temor del hombre pondrá lazo, dice Proverbios 29:25. Podemos ser atrapados y tropezados por el miedo. Si nos afanamos por el “qué dirán”, o nos preocupamos por la impresión que los demás tendrán de nosotros, etc., entonces siguiendo de lejos, lo seguro es que caeremos. Salmo 34:4 indica que si buscamos al Señor, podemos ser librados de nuestros temores. Es el testimonio del salmista. En Hebreos 11 tenemos una serie de testigos que nos enseñan a seguir al Señor abiertamente y confiar en Él. Abel siguió al Señor cuando su hermano Caín no quiso hacerlo. Enoc caminó con Dios cuando el resto del mundo iba de mal en peor, y Noé caminó con Dios aunque era el único en todo el mundo. Claramente estos hombres no se dejaban controlar por miedo de los demás. Moisés fijó su mirada en Dios, “como viendo al Invisible” (He. 11:27), y se sostuvo así, no temiendo a Faraón, el rey del país más potente en el mundo de aquel entonces. Si Pedro hubiera seguido el ejemplo de ellos, no hubiera tenido miedo de las palabras de una criada o de la mirada de los demás aquella noche. Hoy en día hay quienes profesan no tener miedo, pero son afirmaciones huecas. Sus hechos niegan sus palabras. No se identifican abiertamente con Cristo, ni mucho menos testifican con denuedo. Mejor les iría confesar que sí, tienen miedo, y que es malo, es una debilidad, y buscar del Señor perdón y poder.

4. Pedro se juntó con compañeros incorrectos
(v. 55).
    Se equivocó de compañeros, y antes de criticarle, preguntamos si algunos de nosotros no cometemos el mismo error. No debemos sentarnos en silla de escarnecedores (Sal. 1:1). Los escarnecedores zahieren y hostigan; se burlan del Señor, de Su Palabra y de Su pueblo. Hay veces que nos encontramos con personas así, porque están en el instituto o en el trabajo con nosotros, pero no debemos sentarnos con ellas. Salmo 119:63 debe ser nuestra guía: “Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos”.  Pero Pedro se juntó con gente no buena, y comenzó a maldecir (Mr. 14:71). Tenía que hablar como ellos para no destacar como seguidor de Cristo, para hacerles creer que no era de Él. Cuando andamos con personas que no son santas, luchamos con el deseo de ser como o parecido a ellas. Vemos en los versículos 57, 58 y 60 que él acaba negando al Señor, mintiendo tres veces, cosa que seguramente no premeditaba, pero la hizo, y produjo una escena verdaderamente lastimosa. En el versículo 61 el Señor respondió sólo con una mirada, de amor y tristeza, y en el versículo 62 vemos que Pedro acabó llorando amargamente. El final de negar al Señor, de serle infiel, siempre es amargo.
     Hay llanto, y luego hay otra clase de llanto, y cuando es amargo es porque sale de lo profundo. No llora porque fue descubierto, como algunos, sino porque sentía el daño que había hecho. 2 Corintios 7:10 dice que la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento. Hay mucha tristeza que es carnal, pero hay otra que es espiritual. La de Pedro aquí era espiritual. Lo sabemos porque luego, en Hechos le vemos cambiado, y hablando con mucho denuedo. Primero, en Juan 21,  después de la resurrección y antes de volver al cielo, el Señor restauró a Pedro como siervo Suyo. Luego, cuando vino el Espíritu Santo en el capítulo 2 de Hechos, Pedro fue completamente cambiado, esto es, lleno de poder y denuedo. Pero hermanos míos, nosotros ya tenemos al Espíritu Santo. Según Juan 16:12-14, cuando el Señor se fue al cielo, vino el Consolador, y Él hace la diferencia, si le dejamos controlar nuestras vidas. Una de las cosas que el Espíritu Santo ha hecho es poner por inspiración en la Biblia lo que pasó a Pedro, para que aprendamos de sus errores, y no repitamos su historia. No está escrito sólo para saber cosas acerca de Pedro, sino porque el Señor de Pedro sabe que nosotros también tenemos estas debilidades y corremos el peligro de cometer estos mismos errores. Que el Señor nos ayude a poner nuestra confianza siempre en Él y nunca en nosotros, a seguirle de cerca y nunca de lejos, a no ceder al miedo y el temor del hombre, sino ser guiados por el amor, la sabiduría y el poder de Dios, y a tener cuidado de escoger bien con quienes nos juntamos. Andemos con el Señor y con los que le invocan de corazón limpio (2 Ti. 2:22).

de un estudio dado el 13 de abril, 2008


EL REY ASA Y LA RESTAURACIÓN


Texto: 2 Crónicas 14-15

El rey Asa era nieto de Salomón, y su historia nos enseña algo muy importante acerca de la restauración de la vida espiritual a nivel nacional, familiar o personal. Vemos en los versículos 1 y 2 que el país tuvo sosiego por diez años durante su reino, y que él hizo lo  bueno y recto “ante los ojos de Jehová”. Dios es siempre quien mide si algo es bueno y recto o no. Lo que importa es cómo lo ve Dios, no como lo ven los hombres. Muchos no creen esto, porque si lo creyesen vivirían de otra manera.
     Los versículos 3-5 nos dan ejemplos de sus hechos buenos y rectos. Quitó la idolatría, tanto las imágenes como los “altares del culto extraño” (v. 3), no sólo de Jerusalén y sus alrededores sino de “todas las ciudades de Judá” (v. 5). Hoy en día en más de un lugar hace falta quitar lugares del culto extraño, culto que Dios no manda y que no está conforme a Su Palabra, ni le agrada. Asa lo hizo en su día. Entonces, “estuvo el reino en paz bajo su reinado”, porque Dios le bendijo. En el versículo 4 vemos que él mandó a la gente que buscara a Dios. Usó su autoridad para la gloria de Dios, para mandar algo bueno.
    En los versículos 6 y 7 vemos que edificó y fortificó sus ciudades, y que pudo hacerlo porque había paz. Dios le dio la paz porque él buscaba agradar a Dios. Dos veces menciona que ellos habían buscado a Dios. Dios sale al encuentro de los que le buscan. El versículo 8 habla del ejército que mantuvo durante su reinado.
    Luego, aunque hacía bien y todo iba bien, salió un conflicto, que es nombrado en el versículo 9 – la invasión. Esto fue una sorpresa y un gran zarandeo para Asa y todos los suyos. Zera el etíope vino contra ellos, con un millón de hombres y trescientos carros. Era un ejército formidable y aparentemente no había sido provocado. Esto nos recuerda que la lucha en la vida cristiana es continua – siempre hay enemigos. Todos tenemos conflictos, y lo importante es cómo reaccionamos frente a ellos. ¿Qué hizo Asa?
    Los versículos 10 y 11 nos dicen que él salió contra Zera, ordenó su ejército, y oró, clamando a Jehová y pidiendo Su intervención y ayuda. Esto es un buen ejemplo de cómo colaboran la responsabilidad humana y la soberanía divina. Asa salió al campo de batalla con su ejército, porque era su responsabilidad. Pero no salieron como meros soldados, sino que salieron confiados en el Señor, rogando y pidiendo Su ayuda, porque la ayuda divina es necesaria si vamos a vencer. Tenemos que esforzarnos en la vida cristiana, pero la victoria viene del Señor. El versículo 11 da su clamor a Dios, y que era un hombre de fe. Hizo lo bueno en el conflicto, que era orar y pedir ayuda. “En ti nos apoyamos” confesó. “En tu nombre venimos” declaró. “Tú eres nuestro Dios” afirmó. Su confianza no estaba en su ejército, sino en Dios.
    En los versículos 12-15 vemos la respuesta a su oración. Dios deshizo al enemigo, y Asa y su pueblo lo persiguió y peleó. El versículo 13 nota que “tomaron muy grande botín”. La verdadera prosperidad material viene después de la prosperidad espiritual. En el versículo 14 explica cómo atacaron las ciudades de Gerar y las saquearon tomando gran botín. El versículo 15 dice que atacaron las cabañas y se llevaron mucho ganado, ovejas y camellos, y volvieron a Jerusalén. Dios les dio una gran victoria.
    En el capítulo 15 vemos algo muy importante, que es lo que sucedió después de aquella gran victoria. En los versículos 1 y 2 el profeta amonestó y advirtió a Asa porque con tanta victoria y tanto botín y riqueza, ellos estaban en gran peligro de dejar de confiar en Dios. Es casi imposible tener riquezas y no confiar en ellas. Son un peligro mayor que la pobreza, sin embargo, muchas personas sueñan con riquezas, sin pensar que podrían arruinar así su vida. En los versículos 3-7 el profeta le cuenta ejemplos del pasado, para decirle que si sigue buscando a Dios, Él será hallado. Estuvo Israel muchos días sin Dios (v. 3), pero cuando en sus tribulaciones se convirtieron (v. 4), y buscaron a Dios, Él fue hallado por ellos. Las riquezas y los bienes materiales no pueden nunca tomar el lugar de Dios, ni debemos confiar en ellos ni por un segundo. Observemos lo que dice en el versículo 7. “Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos, pues hay recompensa para vuestra obra”.  Dios quiere que nos esforcemos, que usemos nuestras manos para hacer bien, y que obremos. Es nuestra responsabilidad. No debemos parar ni darnos por satisfechos. Y si nos esforzamos, hay recompensa. Vale la pena esforzarse para Dios, no vale esforzarse para el mundo. Se esfuerzan para un partido de fútbol, y no importa nada. Tanta bufanda, bandera, trompeta, gritos, etc., y contentos si ganan, pero ¿por qué? No tiene sentido. O se esfuerzan día y noche en un trabajo simplemente para ganar más dinero, lo cual es necesario hasta cierto punto, pero el punto es que luego no se esfuerzan para Dios.
    Dios por el profeta le decía que mantuviera la firmeza, que las reformas que había empezado se habían quedado a medias, que había más que hacer. Dios quiso advertirle para que no cayera en los pecados de sus vecinos, y fortalecerle para seguir en el buen camino. El Señor quiere y merece que le sirvamos con todas nuestras fuerzas y lo mejor. En la vida cristiana siempre hay recompensa porque la da el Señor. Vale la pena servir al Señor.
    En el versículo 8 vemos la buena reacción de Asa: “cobró ánimo”. Se ve que tal vez estaba un poco desanimado o en peligro de reposar y no seguir luchando, y había que animarlo. Mirad lo que hizo. Primero: “Quitó los ídolos abominables”, no sólo de las ciudades de Judá sino también de la parte de Efraín que él controlaba. Los ídolos son cosas que entran y no deben estar allí, y roban nuestra atención y devoción. Segundo: “reparó el altar de Jehová”. El altar es el lugar de sacrificio, devoción y oración. En cierto sentido para nosotros representa a Cristo y la devoción a Él, y muchos le descuidan en su vida diaria. No oran, no leen, no aprenden de Él, no crecen en la gracia y el conocimiento de Dios, no expresan devoción, no adoran, y por supuesto, están débiles. Hay que reparar el altar de devoción personal al Señor. Tercero, reunió a todo el pueblo (vv. 9-15), para sacrificar a Dios, lo que tenían que haber hecho antes. En el versículo 11 vemos que sacrificaron 700 bueyes y 7.000 ovejas en un día, gran parte de los cuales probablemente vinieron de botín. Es importante que dieron a Dios primero, que no se les pegara a las manos. Así también deberían ser nuestras ofrendas, de lo primero y lo mejor. Cuarto, vemos que “juraron solemnemente”. Prometieron pública y solemnemente buscar a Dios de todo su corazón y de toda su alma. Y no estuvieron tristes, sino que lo hicieron “con gran voz y júbilo”. El versículo 15 habla de su alegría y paz, porque Dios dio paz en todas partes. Hoy en día no se ven sacrificios, reuniones y compromisos así en el “pueblo moderno” de Dios. ¡No nos vendría mal seguir el ejemplo de ellos.  Quinto, en el versículo 16 Asa depuso a Maaca de su dignidad. Ella, la reina madre o reina abuela, era idólatra. Vemos en ella cómo el conflicto y la contrariedad pueden venir de la misma familia. El diablo usa esta estratagema muchas veces. Pero Asa escogió bien, y puso a Dios antes que a la familia. La decisión le costó, porque tuvo que disciplinar a su propia familia, que es algo que en muchas iglesias ya no se hace. Pecan los familiares de los líderes y no se hace nada. O los líderes mismos yerran, y nadie dice nada. Se estila la tolerancia y la vista gorda, pero esto es lo que Dios llama "acepción de personas". Pero hay iglesias en las que cierta familia gobierna y aparentemente ocupa un lugar intocable e impunible, aunque sabemos que ante Dios esto no debe ser así. Pero hay un estándar doble, y Dios no puede bendecir esto. Asa destruyó el ídolo de ella y lo quemó. A él le costaría mucho hacerle esto, pero no pudo poner a la familia antes que a Dios, ni tampoco debemos nosotros hacerlo.
    Mis hermanos, siempre hay recompensa si nos esforzamos en la vida espiritual. Dios nos ayudará si en verdad nos disponemos a obedecerle y servirle. Dios estaba con Asa (v. 9), y los demás lo vieron. Ojalá los demás vean que Dios está con nosotros, pero si en verdad queremos esto, tenemos que comportarnos como Asa se comportó en estos dos capítulos.
    En el versículo 17 leemos que los lugares altos todavía quedaron en Israel. Quizás fue porque él no podía alcanzarlos, porque es cierto que su corazón fue perfecto para con Dios, pues el texto lo declara.
    El versículo 18 dice que Asa trajo a la casa de Dios lo que su padre había dedicado, y lo que él había consagrado. Hizo una ofrenda. Nosotros también debemos ofrendar a Dios. Si prosperamos, Dios también reclama Su parte.
    El versículo 19 termina el capítulo diciendo: “Y no hubo más guerra hasta los treinta y cinco años del reinado de Asa”.  Hubo muchos años de paz y bendición, hasta lo del capítulo 16, cuando desgraciadamente él se equivocó por temor al enemigo. Todos tenemos fallos y Asa los tenía también, pero cuando fue reprendido, en lugar de humillarse, se enojó. Esta fue la mancha sobre un reinado bueno, y nos recuerda con qué cuidado y vigilancia debemos nosotros siempre andar, para no cometer errores en nuestra vejez, para no aflojar con el paso del tiempo. Que el Señor nos ayude a entender y seguir el buen ejemplo de Asa y su reino en los capítulos 14 y 15, y evitar su error del capítulo 16. Que Dios durante muchos años nos dé esta paz y bendición, las de los obedientes y fieles.

de un estudio dado el 17 de febrero, 2008



YO ESTARÉ CON TU BOCA


Texto: Éxodo 4:10-16

     Moisés había estado largo tiempo en el desierto cuando recibió de Dios la gran misión de ir a sacar a Su pueblo de Egipto. Después de cuarenta años de vida pastoral, no se lo esperaba, pero Dios lo tenía en Su plan. Después de aquellos largos años en el silencio del desierto, Moisés había sido curado de creerse capaz de servir a Dios y a Su pueblo. Sentía su incapacidad humana y pedía que el Señor enviara a otro, pero insistió tanto en su humildad y desconfianza en sí mismo que al final Dios se enojó porque no aceptaba las respuestas que Dios le daba.
      Muchos hermanos creyentes sienten su insuficiencia ante el ministerio de la Palabra de Dios. Se sienten cortados o torpes (v. 10). ¿Cómo pueden responder a esto que sienten? Orar y confiar en el Señor (v. 11) que hizo nuestra boca (v. 12) y que dice: “yo estaré con tu boca”. Ésta es una gran promesa que merece nuestra atención.
      Hoy hay campamentos y retiros de evangélicos que dan “talleres” a la gente, y parece que se olvidan de Dios e intentan capacitar y mover a la gente sólo por trucos, métodos, procesos, fórmulas y parafernalia humana. Los títeres, los conciertos, el mimo y las películas y dibujos animados son de pura sabiduría humana e imitación del mundo. Ningún profeta ni apóstol tuvo que recurrir a medios tan bajos y profanos.

       Hermanos, es Dios quien tiene que estar con nuestra boca. Lo primordial es clamar a Dios y confesar nuestra dependencia absoluta en Él. Parece mentira que con el Dios tan poderoso que tenemos, que tengamos que inventarnos cosas así y metemos a la gente en seminarios, institutos, escuelas de misiones, etc.; cosas que nunca tuvieron los hombres de Dios en las Escrituras. Los apóstoles no eran oradores ni hombres de carrera, sino pescadores y cosas así “del vulgo y sin letras” (Hch. 4:13), pero el Señor les enseñó y esto era más que suficiente, ¡y tantoque sí!      

   ¿Cómo es que en estos últimos tiempos con tanto instituto y taller no salen misioneros ni predicadores del evangelio como antes? No hay. Pero hay payasos y cantantes, teatro y títeres, y charlas sobre el sexo o el tabaco, etc. No predican como Pablo ni como los otros apóstoles, ni como los profetas del Antiguo Testamento. Me figuro que es porque no andan con Dios ni confían en Él, sino en sí mismos y en sus métodos. Y como resultado la iglesia moderna está por los suelos. No tiene ni sombra del poder de la iglesia primitiva.
     La realidad es que tenemos que confesar nuestro desvío e impotencia, y humildemente pedir la presencia y el poder de Dios, y confiar únicamente en Él porque es Suya la promesa: “yo estaré con tu boca”. ¿Acaso no es suficiente? En el caso de Moisés, cuando después hablaba, tembló la casa de Faraón y todo Egipto. Podían haber acabado con él después de la primera plaga, pero Dios estuvo con él y no lo permitió. Si Dios comisiona y envía a un hombre, Dios estará con él. ¡Pero ay de los hombres comisionados y enviados  por los meros hombres! No son siervos de Dios sino siervos de hombres y de organizaciones.
     Cuando Dios llamó a Jeremías le dijo que iba a sufrir (Jer. 1:1-19). Si lo dices a la gente hoy día, desaparece. Cuando llamó a Ezequiel le dijo que le enviaba a un pueblo duro que no escucharía (Ez. 2:1-10). ¿Quién quiere servir así? Sólo el que Dios realmente llama y envía, y Dios no nos manda con títeres y payasos, sino con Su santa Palabra y la misión de clamar en Su Nombre.
     Si hacemos lo que Dios dice y lo que los verdaderos hombres de Dios han hecho, sobrarán los institutos, seminarios, “talleres”, campamentos, y otras cosas similares, porque entonces la obra de Dios se haría con el poder de Dios, conforme a la Palabra de Dios, y Dios se encargaría de los resultados como siempre ha hecho con Sus verdaderos siervos. Hermanos, abandonemos la confianza en los métodos y las organizaciones humanas, y volvámonos humildemente al Dios que llama, guía y sostiene a Sus obreros. ¡Su presencia nos basta!


de un estudio dado el 7 de agosto, 2008


LA POLÍTICA Y LA SOBERANÍA DE DIOS

Texto: 2 Crónicas 20:6

En esta oración del rey Josafat, él reconoce la soberanía de Dios sobre las naciones y los gobernadores del mundo. Ni en las Naciones Unidas ni la Unión Europea, la OAS, ni en las cumbres internacionales, por mucho que ellos quisieran, no pueden dibujar con finalidad el mapa de las naciones ni determinar cómo van a ser. La última voluntad la tiene el Señor.
    El Dios del pasado es el mismo que hoy – y Él está gobernando, sin necesidad de consultar a nadie. Él está sentado en Su trono, y hace todo lo que quiere. Él es soberano sobre todo, incluso las naciones y los gobiernos del mundo.
    El Salmo 24:1-2 comienza diciendo: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó...”  No pueden los hombres ser soberanos sobre lo que no es suyo. Este mundo y todos sus habitantes son del Señor, su Creador.
    En el Salmo 47:7-10 leemos: “Dios es el Rey de toda la tierra; cantad con inteligencia. Reinó Dios sobre las naciones; se sentó Dios sobre su santo trono.  Los príncipes de los pueblos se reunieron como pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los escudos de la tierra; él es muy exaltado”. Dios es el Gobernador supremo. Está sobre las naciones. Los escudos de la tierra – esto es – los escudos o las banderas de las naciones, todos son Suyos.
    En el Salmo 89:11-13, dice: “Tuyos son los cielos, tuya también la tierra; el mundo y su plenitud, tú lo fundaste.  El norte y el sur, tú los creaste; el Tabor y el Hermón cantarán en tu nombre. Tuyo es el brazo potente; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra”.  Otra vez reconoce que todo pertenece a Dios: los cielos, la tierra, el mundo y su plenitud, el norte y el sur – los puntos principales por los cuales los hombres navegan, las montañas, ¡todo es Suyo! Dios tiene mano fuerte y diestra exaltada.
    Proverbios 21:1 dice que “como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina”. No depende del pueblo ni de los políticos sino de Dios. Él tiene poder sobre el corazón del rey. Los hombres buscan controlar el destino de los pueblos mediante la política, porque con ella quieren influir en las decisiones. Pero en la oración tenemos acceso directo al Todopoderoso quien puede controlar el corazón de los gobernadores.
    En Daniel 2:21 el profeta Daniel anuncia que es Dios quien quita y pone reyes, y esto es también lo que el Salmo 75:6-7 afirma. En Daniel 4 vemos cómo el gran rey Nabucodonosor tuvo que aprender lecciones acerca de la soberanía de Dios.  Estaba lleno de orgullo y auto importancia, gloriándose en sí mismo. Pero en el v. 17 le anuncia que el Altísimo gobierna el reino de los hombres. El verdadero gobierno es divino.  Otra vez en el versículo 25 vemos que Dios le obligó aprender que “el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres”. El versículo 26 declara: “el cielo gobierna”. Pero como no quiso humillarse ni aprender, en los versículos 31-32 vemos que Dios le quitó el reino, le humilló y le hizo caminar y comer como una bestia. “El reino ha sido quitado de ti” anuncia Dios, porque Dios es soberano sobre los reyes y emperadores. No fue quitado por los hombres, ni por ninguna revolución, sino por Dios mismo. Y en el versículo 34 leemos la confesión del “gran rey” una vez que había sido educado en la escuela de Dios: “Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” Dios vive para siempre, y Su domino es sempiterno. Él hace según Su voluntad en el cielo y en la tierra. Nadie puede detener Su mano. Todo esto es una confesión elocuente de la soberanía de Dios. Ni las naciones ni sus gobiernos están en control de todo. Dios reina y no tiene que pedir permiso a nadie, ni tiene que hacer un sondeo de la opinión pública antes de actuar. Él no es regido por hombres ni por leyes de hombres. En Daniel 5:21-28 Dios reprende y castiga al rey Belsasar y le quita el reino. Dios le recuerda cómo su padre Nabucodonosor era un gran rey pero tuvo que ser humillado hasta que aprendió que “el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place”, No a quien el pueblo elija. Dios reina sobre los reyes y los gobiernos, y aquella noche lo vio Belsasar, porque Dios le quitó el reino. Es Dios quien tiene derecho y poder para cambiar los gobiernos.
    En 1 Crónicas 29:11-12 leemos la magnífica oración del rey David en la que reconoce el poder y la soberanía de Dios: “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos”. Todo está en las manos de Dios. Él domina sobre todo, y tiene fuerza y poder en Su mano. Él puede hacer grande y dar poder. ¿Para qué acudir a otro si Dios es quien tiene todo este poder? Los políticos y sus partidos no lo tienen. No son sino hombres frágiles y mortales. El voto y la voluntad del pueblo no son soberanos. Dios es soberano. Todo lo que hay en el cielo y la tierra es Suyo, y Él domina.
    En Jeremías 25:9 vemos que Dios trajo a Nabucodonosor, un hombre idólatra, altivo y cruel, le llamó “mi siervo” y le usó para castigar a las naciones. En Jeremías 27:4-8 aprendemos que Dios hizo todo (v. 5), y dio la tierra a quien Él quiso. Quien decide es Dios, no las naciones.
    En 2 Crónicas 36:22-23 leemos que el rey persa, Ciro, fue despertado por Jehová. Él reconoció que Dios le había dado todos los reinos. Sin ser judío, él pregonó la reedificación del templo (Esd. 1:1-2). Isaías 45:1-6 también nombre a Ciro. En los versículos 5 y 6 Dios declara nuevamente Su soberanía y singularidad. “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste,  para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo”.
    Volviendo a Génesis 15:13-16 vemos la promesa soberana de Dios a Abraham. Allí nombra el control de Dios sobre las naciones, diciendo que Él juzgará a la nación donde sirve el pueblo de Israel y sacará a Su pueblo. Como sabemos del libro de Éxodo, Faraón no quiso reconocer a Jehová como Dios ni obedecer Su voluntad, pero fue castigado y obligado a hacerlo, porque Dios está por encima de los reyes. No sólo esto, sino que también en Éxodo 3:21-22 leemos cómo Dios influyó en los mismos egipcios para que los hijos de Israel hallaran gracia y salieran con bendición (Ex. 11:1-2). Cuanto mayor fue la aflicción, mayor la bendición que vino después. Despojaron a los egipcios. ¿Y qué se hizo con toda esta riqueza? Se hizo el tabernáculo y su mobiliario, para la gloria de Dios.
    Maravilloso es leer en el Nuevo Testamento las palabras del Señor Jesucristo a Poncio Pilato, gobernador romano: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Jn. 19:11). Se trata de la soberanía de Dios. Pilato y el gran y poderoso imperio romano no podían hacer nada sin permiso de lo alto. Dios tiene la última palabra.
    Romanos 13:1-2 nos recuerda que es Dios quien establece los gobiernos, y que si uno se resiste a la autoridad, a Dios resiste. No es nuestro lugar entrar en revoluciones, protestas, peleas, manifestaciones, ni intentar volcar gobiernos. No tenemos que salir a la calle con pancartas, gritando, etc., sino ponernos de rodillas en privado y orar, y orar en la congregación. Muchos prefieren las otras actividades, porque no creen en la oración, porque no conocen el poder y la  soberanía de Dios.

1 Pedro 2:13-17 nos recuerda que como ciudadanos es nuestro deber someternos a toda institución humana. Nuestros deberes son someternos, pagar los tributos e impuestos debidos (Ro. 13:7) y orar por los que están en autoridad (1 Ti. 2:1-4). La política no es nuestro deber ni es nuestro lugar. La política no es soberana, ni sabia, ni tiene la solución. Dios es soberano, y por esto oramos a Él. Si te obligan a votar, por ley, entonces tienes que obedecer y hacerlo. Ora y pide sabiduría al Señor, considera las opciones e intenta hacer lo mejor. Pero no sabemos el futuro. No sabemos qué es mejor, ni quién cumplirá su palabra y hará bien al país. Dios sabe lo mejor, y Él es soberano. Así que, si no estás legalmente obligado a votar, ¿para qué tomar parte en un proceso que no tiene la respuesta? Mejor es orar que votar. Mejor las rodillas que las urnas. Mejor es confiar en Dios que confiar en los hombres.
    Así que, hermanos, podemos influir en la política orando, intercediendo, porque así hablamos directamente con el que controla las naciones. ¡Qué poder hay en la oración, porque por medio de ella conversamos con el Altísimo, el Todopoderoso, el Dueño y Gobernador de todo! Allí podemos entrar y presentar nuestra peticiones, y si deseas apreciar nuevamente lo que esto significa, intenta tener audiencia con el ayuntamiento o con un político para presentar tus peticiones. Tienen tiempo para salir y hacer campañas públicas, apretar manos, besar a niños y dar discursos dónde y cómo ellos quieren, pero no tienen tiempo para escuchar al pueblo, a personas normales y corrientes. Ni pueden cumplir todas las promesas que hacen ni hacer todo el bien que quisieran, porque no tienen poder ni sabiduría para hacerlo. Dios es mucho más poderoso y sabio que ellos, ¡infinitamente así! Y Él nos escucha cuando oramos al Padre en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo. Si hay que cambiar algo, pídelo a Dios en oración. Cuando oramos así, manifestamos nuestra creencia y confianza en la soberanía de Dios. Él todo lo puede. Así que, demos a César lo que es suyo, y a Dios lo que es Suyo.

de un estudio dado el 24 de febrero, 2008