Los Creyentes Perseguidos
Texto: Hechos 4:23-37
Como nos dice el texto, había una persecución contra los apóstoles y la iglesia, y los hermanos se reunieron para orar. Yo confío mucho en el poder de la oración y en la importancia de las oraciones diarias y de la reunión de los santos para orar. Aquí oramos por algunos hermanos que nunca hemos visto, que viven lugares muy lejanos, y hermanos en otros lugares oran por nosotros, gracias a Dios. Una de las cosas enfatizadas en el libro de Hechos es la oración. Así que, cuando estamos bajo ataque o nos sentimos amenazados o perseguidos, tenemos que hacer como estos hermanos: orar, clamar al Señor y confiar en Él.
La persecución surgió porque los apóstoles y hermanos creyeron y siguieron al Señor Jesucristo, predicando y sanando en Su Nombre, y esto disgustó a los judíos que pensaron que al matar y sepultar a Jesucristo se les acabaría el problema. Los de la jerarquía religiosa-política de los judíos, los saduceos y fariseos, querían que las cosas se quedaran iguales como antes, pero esto no iba a ser, y entonces perseguían a los creyentes. El comentario del versículo 27 es que se unieron contra Jesús para matarlo, y en el versículo 29 amenazaban a Sus seguidores. Todo para mantener su establecimiento y el control. Pero hoy en día, curiosamente, resulta de que algunos combaten contra creyentes como nosotros porque queremos seguir a los apóstoles y mantener la doctrina predicada y establecida por ellos. Se apoderan del evangelicalismo y aun de las asambleas, las revistas y los fondos y nos acusan de inmovilistas simplemente porque queremos seguir y defender la doctrina apostólica. Los primeros cristianos fueron perseguidos por los judíos pero hoy en día parte de la oposición viene de dentro de “la iglesia”. Está claro que si queremos seguir la verdad y ser fieles a ella, hay un precio que pagar y no vamos a ser populares.
Volviendo al texto, en el versículo 2 vemos que los que tenían el poder estaban resentidos porque enseñaban al pueblo y anunciaban la resurrección de Jesucristo. El Señor usó a Pedro y Juan en el capítulo 3 para sanar a un hombre cojo. Antes él estaba fuera mendigando, pero sanado, estaba dentro del templo alabando a Dios. Y esto supuso un gran problema para las autoridades religiosas, como todavía vemos hoy en día en países musulmanes y en países como Polonia, Rusia y Grecia donde la iglesia estatal controla casi todo. Surgió una persecución contra los que predicaban y enseñaban la Palabra “sin permiso”. Hoy en día las autoridades religiosas quieren proteger su establecimiento y control, así como los judíos con su templo y jerarquía – pero no iba a ser así porque Dios había programado la destrucción del templo. Las autoridades en Hechos 4:21 los amenazaron que no hablasen ni enseñasen más en el Nombre de Jesús, ¡que es justo lo que el Señor les envió a hacer! ¿Qué debían hacer? ¿Y qué tenemos que hacer nosotros cuando estamos bajo ataque con censuras, críticas, amenazas y represalias? Aquí hay al menos seis cosas que observar, y ninguna de ellas es acción legal ni protestas ni manifestaciones públicas.
Primero, hubo una reunión de oración (vv. 23-24). Observemos que oraron juntos antes que hacer cualquier otra cosa. Muchos actúan de otra manera, formando protestas, llamado abogados, convocando reuniones para defender sus derechos y así, y LUEGO, después de todo esto, oran y piden que Dios bendiga sus planes y hechos. Está mal enfocado y mal ordenado, porque es poner el carro delante del caballo. Primero, orar. “Vinieron a los suyos” para contárselo y orar. ¡Qué importante es la reunión de oración! Un creyente que no ora es como una persona que no respira, y lo mismo respecto a las iglesias que no oran. Es triste ver congregaciones en las que domingo por la mañana hay mucha gente, buena asistencia, pero luego, el día del culto de oración hay a lo mejor la décima parte, un muy pequeño grupo, y no porque todos ellos no pueden, sino porque muchos de ellos no quieren, no lo dan importancia – sea dicha la verdad, aunque sea para nuestra vergüenza. Hay que esforzarse y dar importancia a lo que realmente tiene valor espiritual, y la oración es una de estas cosas. El versículo 24 dice: “Alzaron unánimes la voz a Dios”. Como hemos oído decir muchas veces, la iglesia nació en medio de la oración y cuán importante es reunirse así. El Señor nos ha dado grandes promesas para motivarnos a orar. Por ejemplo, en Marcos 11:24 leemos: “Os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Tales palabras deben motivarnos a orar juntos, unánimes.
Segundo, involucraron a Dios en el asunto. En el versículo 24, al orar, dijeron: “Soberano Señor...” Reconocieron la soberanía de Dios, cosa que muchas veces falta hoy en día. Nosotros no estamos por encima de las cosas, pero Dios sí. No somos sabios ni poderosos, pero Dios sí. Dios tiene poder perfecto y autoridad ilimitado. ¡El puede! ¿Por qué pensar primero en abogados y representantes legales u otras cosas cuando podemos apelar al Poder Supremo del universo, nuestro Padre celestial? Dios debe ser la primera persona que metemos en los asuntos, porque el mundo es Suyo y todo lo que en él hay. Debemos hablar con Él. Debemos consultarle a Él. Así le glorificamos y le exaltamos. Como los creyentes en 1 Crónicas 29 y 2 Samuel 22, reconozcamos Su poder. En los versículos 26-27 leemos la expresión: “contra el Señor”, porque el problema no era meramente personal. La iglesia es Suya, y los creyentes somos Suyos, no somos nuestros. La palabra “Señor” aparece mucho en Hechos, en la predicación del evangelio y en el vocabulario de los creyentes. Pero hoy este reconocimiento falta en la vida de creyentes y en muchas iglesias.
Tercero, oraron para tener más denuedo y fuerza (v. 29). Ellos quisieron testificar; quisieron hablar sin miedo, con denuedo. Para ellos la predicación del Evangelio era de suma importancia, y francamente esto no es así hoy en muchos lugares. Para testificar bien del Señor, hermanos míos, recordemos que el miedo y la fe se oponen. La fe tiene que crecer y el temor debe menguar. Dios puede concedernos el hablar con todo denuedo, pero claro, no en contra de nuestra voluntad. Si estamos contentos sin testificar, probablemente no lo haremos. Pero algo está mal en la vida de un creyente que no da importancia a la propagación del evangelio. Es como síntoma de una enfermedad espiritual. El Señor dijo a los Suyos: “Me seréis testigos”. Pablo hablo a los nuevos creyentes en Filipos de combatir unánimes por la fe del evangelio (Fil. 1:27). Dios puede concedernos el hablar con todo denuedo. Nuestra fe debe crecer, pero ¿cómo crecerá si no la alimentamos? La fe no se alimenta mirando la tele, leyendo novelas, escuchando música del mundo, etc. Para alimentar y fortalecer la fe hay que andar en comunión con el Señor y ser llenos del Espíritu Santo, el cual no hace nada que no sea santo.
Cuarto, Buscaron la compañía adecuada. El versículo 23 dice: “puestos en libertad, vinieron a los suyos”. Escogieron la compañía del pueblo de Dios, no los vecinos inconversos, sino “los suyos”. No eran como algunos hoy que al surgir conflictos y problemas gastan horas y horas en reuniones y alianzas de acción social con inconversos. Nuestra vida debe estar con el pueblo de Dios, con los que tienen el mismo sentir, ¿o es que hoy algunos creyentes tienen el mismo sentir que el mundo? Los hermanos contaron todo “a los suyos”, no lo olvidemos. ¿A quiénes vinieron? A los espirituales, no a los del mundo. A los que estaban llenos del Espíritu Santo, con quienes podían orar y clamar a Dios. Pero no como escucho a algunos decir: “¿Por qué me pasa esto, si no falto en las reuniones?”, etc. ¿Qué es esta forma de hablar sino un reproche? Ni siquiera en oración debemos hablar así porque esto no es orar sino reprochar al Señor. Estuvieron con los que tenían (v. 32) un corazón y un alma, los del mismo sentir, porque estos son los que van a ayudarnos y los que hemos de buscar. Lástima que hoy en día muchos jóvenes en las iglesias se dejan influir mucho por los del mundo, por sus amigos inconversos de escuela o trabajo o los vecinos, con sus actitudes, prioridades, afanes, diversiones, lenguaje y modas como piercings, pendientes y peinados raros, hasta ¡algunos con cresta como si fuera un gallo!. “No aprendáis de ellos” dijo Dios a Israel, y lo mismo es para nosotros. Dios quiere un pueblo distinto. Los que están alrededor nuestro marcan nuestro carácter y conducta, para bien o mal – así vemos lo importante que es escoger bien la compañía. Dejemos que el trabajo y la escuela se queden en su sitio, y no mezclemos las cosas. En nuestro tiempo libre, puestos en libertad, vayamos en busca solamente de la compañía de creyentes.
Quinto, vencieron el miedo y hablaron con denuedo. Como clamaron fervientemente al Señor, Él respondió y fueron llenos del Espíritu Santo. Testificaron con Su poder y así vencieron el miedo que les querían meter. “Fueron llenos del Espíritu Santo” (v. 31), y ésta es la clave para la vida cristiana, porque no debemos vivirla en nuestro poder sino en el poder de Dios. La vida cristiana normal en el libro de los Hechos era así, pero la vida cristiana típica hoy en día es otra cosa más pobre e impotente. El Espíritu de Dios puede darnos denuedo. No es cuestión de carácter o temperamento, sino de comunión con Dios. Como resultado de ser llenos del Espíritu, no temían la reacción de los demás ni estaban preocupados por qué pensarían o dirían. No tenían que ir a buscar títeres o montar conciertos para tratar de agradar más a los oyentes. Predicaron el mensaje del Evangelio, Cristo crucificado y resucitado, y llamaron a la gente a arrepentirse y creer. Predicaron llanamente, sin historietas ni comedias, y sin miedo a la reacción del público, porque fueron guiados por Dios.
Sexto, se sacrificaron para cuidarse mutuamente (vv. 32-37). Vendieron sus posesiones y lo entregaron a los pies de los apóstoles, para cuidar de los hermanos necesitados. Esto no era una “obra social”, sino una “obra fraternal”, para el cuidado de la iglesia. Hubo un desprendimiento; valoraron la comunidad de los creyentes antes que las posesiones, lo eterno sobre lo temporal, las personas sobre las cosas. Querían a los suyos, esto es, a los hermanos en la fe. Vinieron a los suyos. Oraron con los suyos. Cuidaron a los suyos, y esto la iglesia moderna no lo hace. Hoy en día se espera que el gobierno cuide de las personas, o caritas o algún grupo así, pero no fue así en la iglesia apostólica. En el Salmo 68:6 leemos que Dios hace habitar en familia a los desamparados, y la iglesia es como una familia, o al menos debería ser así. Se hicieron una piña, los unos con los otros, y en la comunión de los hermanos hay fortaleza. Otra vez vemos la importancia de escoger bien nuestra compañía. Que el Señor nos ayude a vivir con devoción, testificar con fervor, y cuando surgen conflictos, respondamos como los primeros cristianos. Esto también es vivir por fe.
de un estudio dado por L.B., el 7 de septiembre, 2008