Monday, November 23, 2020

Dios Santo, Pueblo Santo (parte 3)

 Lucas Batalla

 Un Sacerdocio Santo



Texto: Éxodo 28:36

Dios indicó la importancia de la santidad entre Sus sacerdotes con estas palabras acerca de Aarón: “Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella como grabadura de sello, SANTIDAD A JEHOVÁ”. Pero hoy en día la iglesia está en muchos lugares en una fase de descuido de los principios del Antiguo Testamento que tienen mucha instrucción importante para nosotros. Dios da instrucciones para un sacerdocio santo y su descendencia (v. 43). No somos descendientes físicamente, pero espiritualmente lo somos, porque Cristo es Sumo sacerdote y nosotros sacerdotes. Entonces debemos sacar lecciones espirituales de estos pasajes. Estas ordenanzas son importantes. Nosotros también debemos ver que a Dios le importa nuestra forma de vestir y de actuar. El argumento de que las cosas así son del Antiguo Testamento no tiene validez porque no reconoce el valor y la autoridad de la Palabra de Dios para enseñarnos. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil” (2 Ti. 3:16).
    Dios separa a los Suyos de los que no lo son, y también de entre los Suyos aparta a hombres para el ministerio, pero hombres, es decir, varones, no mujeres ni entonces ni ahora. Los que ponen de ejemplo a María hermana de Moisés se equivocan, porque ella no lideró ninguna reunión ni estuvo en el tabernáculo ni el templo. Además, luego fue castigada con lepra por criticar por envidia a su hermano. Hermanos, el pueblo que quiere agradar a Dios tiene que ser fiel a lo que Él ha dicho. Luego algunos usan Gálatas 3:28 como su texto (mejor dicho pretexto) para defender su concepto del “ministerio de la mujer”, ya que dice que no hay varón ni hembra. Su concepto es que la mujer puede liderar, hablar en las reuniones, enseñar, orar en voz alta, pedir himnos, dirigir los himnos, etc. En breve, que haga todo lo que la Palabra dice que no debe hacer. La instrucción apostólica y los mandamientos del Señor son: “No permito a la enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Ti. 2:12). “Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como la ley también lo dice” (1 Co. 14:35). Pero algunos piensan que Gálatas 3:28 da apoyo al movimiento feminista en las iglesias – el protagonismo de la mujer “liberada” como dicen. Pero no se sitúan bien y sacan una conclusión equivocada. Allí habla de la salvación y nuestra posición ante Dios, no del ministerio ni el servicio cristiano. El hecho de que otras iglesias tengan sus pastoras y matrimonios pastorales (pastor y pastora), o que algunas asambleas permitan reuniones de hermanas y que las mujeres prediquen o den estudios, todo eso carece totalmente de peso, porque no tiene apoyo bíblico. Nuestro patrón no es lo que hacen en otras iglesias sino lo que dice la Palabra de Dios. Por eso es importante leer y estudiar toda la Biblia y estar bien fundamento en ella.
    El sumo sacerdocio pasó de Aarón a uno de sus hijos, y así por el estilo durante siglos. Todo sacerdote era levita porque venía de la tribu de Leví, pero no todo levita era sacerdote porque ellos sólo venía de la familia de Aarón. En Éxodo 13:2 Dios demandó la consagración de todo primogénito en Israel. Luego, en Números 3:12-14, el Señor toma a los levitas en lugar de todos los primogénitos, y declara: “serán, pues, míos los levitas” (v. 12). Todo primogénito israelita era consagrado, pero Dios tomó a los levitas para servirle en lugar de todo primogénito (véase Nm. 4:40-58 con 3:40-51). Cada uno tenía su servicio como Dios había escogido e indicado. En Números 1:49-54 Dios les pasó este servicio, y les hizo quedar cerca de Él. Él les tenía consagrados, apartados para uso especial. En 2 Crónicas 17:7-9 leemos que tuvieron que conocer la Palabra de Dios y enseñarla a los demás. En 2 Samuel 6:1-7 el rey David intentó mover el arca a Jerusalén pero lo hizo incorrectamente, llevándola sobre un carro tirado por bueyes y no sobre los hombros de los levitas. Uza murió y David se entristeció. Pero hay que aprender que Dios no pasa por alto Su Palabra ni tolera que hagamos las cosas como se nos ocurre o nos parece. Habían pasado siglos desde que dio la instrucción acerca de cómo llevar el arca, pero estas instrucciones divinas todavía eran vigentes. No había que ponerse al día como oímos en nuestros tiempos. Dios quiere que respetemos lo que Él ha establecido sin alterarlo (Nm. 3:30-32). En Números 4:15 les recuerda que los hijos de Coat no debían cosa santa para que no mueran. Dios ya les anunció de antemano que estas leyes son cosa seria y hay que respetarlas y cumplirlas. A veces pasamos por alto cosas importantes así, y luego tenemos que decir como David cuando hizo censo del pueblo: “yo he hecho muy neciamente” (2 S. 24:10). Volviendo a lo del traslado del arca, en 1 Crónicas 15:1-15 consultó la Palabra de Dios y rectificó, porque vio lo que Dios dijo, y mandó hacer así el traslado. La muerte de Uza y el disgusto la tristeza del pueblo podía haberse evitado simplemente consultando a Dios antes de hacer las cosas.
    Levítico 21:7 da instrucciones acerca del matrimonio de los sacerdotes. No se podían casar con rameras, ni infames ni repudiadas. Los versículos 13-15 dan más instrucciones sobre el asunto: “Tomará por esposa a una mujer virgen. No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino tomará de su pueblo una virgen por mujer, para que no profane su descendencia en sus pueblos; porque yo Jehová soy el que los santifico”.
    El Dios santo tiene derecho a decirnos cómo casarnos, y observamos que no todos los matrimonios son consagrados. Levítico 21:17-24 instruye que el que se acerca para presentar la ofrenda delante de Dios no puede tener defecto alguno. Dios demanda la santidad, la pureza y la integridad en Sus sacerdotes. Luego recordando que nosotros somos sacerdotes, ¡cuánto cuidado debemos tener de no entrar en relaciones que Dios no aprueba, y de no permitir en nuestro carácter y conducta cosas que no agradan a Dios.
    En Levítico 8 vemos que los sacerdotes habían sido separados con la sangre aplicada, con el aceite de la unción, y con sacrificios especiales de consagración (Éx. 28-29). Su oreja, mano y pie fueron marcados con sangre y aceite, símbolos del redención, la sangre de Cristo, y la unción del Espíritu Santo. Nosotros también hemos sido apartados por el sacrificio sacrosanto del Señor Jesucristo, por Su sangre, y sellados por el Espíritu Santo. En animal del sacrificio tenía que ser sin defecto. Los sacerdotes que llevan estos sacrificios tenían que ser santos y sin defecto físico. Nosotros los creyentes tenemos normas acerca de nuestra vida, la convivencia, el matrimonio, el trabajo, las amistades y muchas otras cosas. Hemos sido rociados con la sangre de Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, cosas que marcan una diferencia entre nosotros y los demás. Tiene que haber distinción entre nosotros y los del mundo, incluso los del mundo evangélico. Pero hoy en muchas iglesias hay vestido inmodesto y inapropiado para una reunión de santos. La apariencia es como en el mundo – anillos, pendientes, zarcillos, piercings, tatuajes, peinados raros y ostentosos, etc. Son como el mundo, no como santos de Dios. Hermanos, Dios quiere y demanda un sacerdocio santo, separado, consagrado.
    Los sacerdotes tenían que hacerlo todo como mandaba Dios, “para que no mueran” (Éx. 28:43; 30:20-21; Lv. 22:9; Nm. 4:15, 19) – cosa seria era, y es. Hoy dicen que Dios no mira la apariencia externa sino el corazón. Esto es un error, hay que hablar claro. Dios mira las dos cosas. Pongamos las cosas claras. A Dios le importa cómo nos vestimos y presentamos, y le importa también la condición de nuestro corazón. Lo externo acompaña lo interno. Las dos cosas van juntas.
    Estos sólo podían entrar en el tiempo indicado: “que no entre en todo tiempo... para que no muera” (Lv. 16:2), pero nosotros podemos entrar en todo momento (He. 4:16; 10:22). Tenemos acceso al Señor, al lugar santísimo, por la gracia de Dios. Seamos sabios y vivamos de una manera siempre consagrada para que podamos aprovechar este gran privilegio que Dios nos otorga. Con la ayuda del Señor, seamos sacerdotes santos del Dios santo.

 todos estos artículos están en el libro DIOS SANTO - PUEBLO SANTO, Libros Berea, Apartado 75, Los Palacios y Villafranca, SE, España, o contáctenos por email: berealibos en nuestra cuenta de gmail

 

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