Monday, October 6, 2014

EL ENEMIGO DE NUESTROS ENEMIGOS

Texto: Éxodo 23:22
 
Doré: la destrucción del ejército de Senaquerib

En este hermoso versículo de exhortación y promesa a Israel, tenemos una verdad muy importante: las bendiciones de oír la voz de Dios y hacer lo que Él dice. “Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren”. Este versículo es compañero de Génesis 12:3 donde Dios prometió bendecir al que bendijere a Abraham y maldecir al que le maldijere. Pero aquí Dios llama al pueblo a ser oidor y hacedor de Su Palabra.
     Nosotros también estamos rodeados de enemigos en este mundo, tanto espiritual como físicamente. Entonces, nos conviene meditar este texto y su aplicación para nosotros. Tenemos que ser fuertes y creer la Palabra de Dios. Donde hay batalla tiene que haber victoria, y esto es lo nuestro, la victoria en el Señor, porque 1 Juan 4:4 dice: “Mayor es él que está en vosotros que él que está en el mundo”. ¿Quién está en nosotros? El Espíritu Santo mora en nosotros y Él es Dios. Efesios 1:19-20 habla así del poder de Dios: “la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales”. Mis hermanos, hay gran poder a favor nuestro. Es el mejor armamento. Efesios 3:20 habla del poder que actúa en nosotros. ¿Qué poder es éste? No es la carne. Es el Espíritu Santo que mora en nosotros.
     Por esto, nuestra situación es como la de Israel cuando Dios le dijo que si oyere Su voz y guardare Su Palabra, sería enemigo de sus enemigos –es la mejor protección posible– el Dios omnipotente. Oremos para que el poder del Espíritu Santo obre en nuestras vidas. En Colosenses 1:29 Pablo habló del Señor Jesucristo así: “...trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. En Hebreos 13:5-6 leemos esta promesa: “No te desampararé, ni te dejaré, de manera que podemos decir confiadamente, El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.
     Son grandes las promesas hechas al pueblo de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Debemos recordarlas y meditar en ellas, porque son aliento para nuestra vida espiritual. Sin embargo, muchas veces hacemos como Israel en Números 13:31, cuando escuchó el informe de los espías y empezó a acobardarse y perder el ánimo. “No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros”, dijeron los diez espías, y el pueblo hizo caso de ellos y no de Josué y Caleb. Tenían cierta razón, porque las naciones de Canaán eran más fuertes que Israel, pero no más fuertes que Dios. Quisieron volver a Egipto, y se les olvidó la promesade Éxodo 23:22. Lo mismo nos pasa a nosotros muchas veces, para nuestra vergüenza.
     Josué y Caleb trataron de animar al pueblo. En Números 14:9 dijeron: “su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová”. ¡Qué par de verdades más grandes! El amparo de los del mundo los abandona ante Dios, y Dios está con nosotros. Pero la multitud hizo caso de la mayoría de los espías, diez contra dos, [así es la democracia y el dejarse regir por el consenso general] y se tornó en contra de los pocos fieles (v. 10). El hombre no confía en la Palabra de Dios, y le quiere destronar. Pero Dios busca a un pueblo que le crea y le obedezca. ¿Somos nosotros este pueblo? Dios promete ser el enemigo de nuestros enemigos y afligir a los que nos afligen. Si somos pueblo de Dios no vamos a ser populares. Tendremos enemigos. No vamos a vivir sin problemas. Seremos afligidos. Pero Dios intervendrá a favor nuestro – ésta es nuestra esperanza.
     En Lucas 12:11-12 el Señor dio una promesa hermosa a Sus discípulos acerca de los tiempos de conflicto cuando sean llevados a juicios en sinagogas o ante magistrados y tribunales: “No os preocupéis por cómo o qué habréis de responder, o qué habréis de decir; porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debáis decir”. Estas cosas pueden pasar, pero el Señor estará con nosotros y nos ayudará en el momento.
     En 1 Jn. 5:14-15 tenemos otra promesa: “Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. Dios escucha la voz de los Suyos, y cuando pedimos de acuerdo a Su voluntad, Él nos concede nuestras peticiones. “El nos oye”.
     Nuestra mente y corazón deben estar siempre en la Palabra y laspromesas de Dios. Aunque nos parezca que Dios está lejos – no es así – Él está cerca, nos ve, nos ama y quiere ser glorificado en nuestras vidas. No olvidemos lo que Dios ha dicho, ¡y lo grande que Él es! Isaías 59:19 dice que cuando el enemigo entre como un río, el Espíritu de Jehová levantará estandarte contra él. A Dios le gusta demostrar lo que Él puede hacer por nosotros. Así hizo por Israel cuando no tenía fuerza ni recursos. Humilló a Egipto, la superpotencia de aquel entonces. Abrió el mar delante de Su pueblo para que pasara en seco. Sacó agua de una roca para satisfacer su sed. Les mandó codornices. Les dio maná durante cuarenta años. ¡Dios ayuda a los Suyos, no los abandona! Que así sea en nuestras vidas – oigamos Su voz, hagamos Su voluntad yconfiemos en Él cuando se levantan los enemigos. Ellos sólo nos ven a nosotros, pero nosotros con ojos de fe, con la mira en las cosas de arriba, vemos al Señor nuestro Ayudador. ¡Qué dicha es la nuestra, confiemos en Él! 

de un estudio dado por el hermano Lucas, el 17 de julio, 2009

Castillo fuerte es nuestro Dios, defensa y buen escudo. 
Con Su poder nos librará en este trance agudo. 
Con furia y con afán acósanos Satán: 
Por armas deja ver astucia y gran poder; 
Cual él no hay en la tierra.
 
Nuestro valor es nada aquí, con él todo es perdido. 
Mas por nosotros pugnará de Dios el Escogido. 
¿Sabéis quién es? Jesús, el que venció en la cruz, 
Señor de Sabaoth; y, pues, Él sólo es Dios,
Él triunfa en la batalla.
 
Aun si están demonios mil prontos a devorarnos, 
No temeremos, porque Dios sabrá aún prosperarnos. 
Que muestre su vigor Satán y su furor
Dañarnos no podrá; Pues condenado es ya 
Por la Palabra santa.

Sin destruirla dejarán, aun mal de su agrado, 
Esta palabra del Señor; Él lucha a nuestro lado. 
Que lleven con furor los bienes, vida, honor, 
Los hijos, la mujer ... todo ha de perecer; 
De Dios el reino queda. 

- himno escrito por Martín Lutero