Monday, November 23, 2020

Dios Santo, Pueblo Santo (parte 3)

 Lucas Batalla

 Un Sacerdocio Santo



Texto: Éxodo 28:36

Dios indicó la importancia de la santidad entre Sus sacerdotes con estas palabras acerca de Aarón: “Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella como grabadura de sello, SANTIDAD A JEHOVÁ”. Pero hoy en día la iglesia está en muchos lugares en una fase de descuido de los principios del Antiguo Testamento que tienen mucha instrucción importante para nosotros. Dios da instrucciones para un sacerdocio santo y su descendencia (v. 43). No somos descendientes físicamente, pero espiritualmente lo somos, porque Cristo es Sumo sacerdote y nosotros sacerdotes. Entonces debemos sacar lecciones espirituales de estos pasajes. Estas ordenanzas son importantes. Nosotros también debemos ver que a Dios le importa nuestra forma de vestir y de actuar. El argumento de que las cosas así son del Antiguo Testamento no tiene validez porque no reconoce el valor y la autoridad de la Palabra de Dios para enseñarnos. “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil” (2 Ti. 3:16).
    Dios separa a los Suyos de los que no lo son, y también de entre los Suyos aparta a hombres para el ministerio, pero hombres, es decir, varones, no mujeres ni entonces ni ahora. Los que ponen de ejemplo a María hermana de Moisés se equivocan, porque ella no lideró ninguna reunión ni estuvo en el tabernáculo ni el templo. Además, luego fue castigada con lepra por criticar por envidia a su hermano. Hermanos, el pueblo que quiere agradar a Dios tiene que ser fiel a lo que Él ha dicho. Luego algunos usan Gálatas 3:28 como su texto (mejor dicho pretexto) para defender su concepto del “ministerio de la mujer”, ya que dice que no hay varón ni hembra. Su concepto es que la mujer puede liderar, hablar en las reuniones, enseñar, orar en voz alta, pedir himnos, dirigir los himnos, etc. En breve, que haga todo lo que la Palabra dice que no debe hacer. La instrucción apostólica y los mandamientos del Señor son: “No permito a la enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Ti. 2:12). “Vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como la ley también lo dice” (1 Co. 14:35). Pero algunos piensan que Gálatas 3:28 da apoyo al movimiento feminista en las iglesias – el protagonismo de la mujer “liberada” como dicen. Pero no se sitúan bien y sacan una conclusión equivocada. Allí habla de la salvación y nuestra posición ante Dios, no del ministerio ni el servicio cristiano. El hecho de que otras iglesias tengan sus pastoras y matrimonios pastorales (pastor y pastora), o que algunas asambleas permitan reuniones de hermanas y que las mujeres prediquen o den estudios, todo eso carece totalmente de peso, porque no tiene apoyo bíblico. Nuestro patrón no es lo que hacen en otras iglesias sino lo que dice la Palabra de Dios. Por eso es importante leer y estudiar toda la Biblia y estar bien fundamento en ella.
    El sumo sacerdocio pasó de Aarón a uno de sus hijos, y así por el estilo durante siglos. Todo sacerdote era levita porque venía de la tribu de Leví, pero no todo levita era sacerdote porque ellos sólo venía de la familia de Aarón. En Éxodo 13:2 Dios demandó la consagración de todo primogénito en Israel. Luego, en Números 3:12-14, el Señor toma a los levitas en lugar de todos los primogénitos, y declara: “serán, pues, míos los levitas” (v. 12). Todo primogénito israelita era consagrado, pero Dios tomó a los levitas para servirle en lugar de todo primogénito (véase Nm. 4:40-58 con 3:40-51). Cada uno tenía su servicio como Dios había escogido e indicado. En Números 1:49-54 Dios les pasó este servicio, y les hizo quedar cerca de Él. Él les tenía consagrados, apartados para uso especial. En 2 Crónicas 17:7-9 leemos que tuvieron que conocer la Palabra de Dios y enseñarla a los demás. En 2 Samuel 6:1-7 el rey David intentó mover el arca a Jerusalén pero lo hizo incorrectamente, llevándola sobre un carro tirado por bueyes y no sobre los hombros de los levitas. Uza murió y David se entristeció. Pero hay que aprender que Dios no pasa por alto Su Palabra ni tolera que hagamos las cosas como se nos ocurre o nos parece. Habían pasado siglos desde que dio la instrucción acerca de cómo llevar el arca, pero estas instrucciones divinas todavía eran vigentes. No había que ponerse al día como oímos en nuestros tiempos. Dios quiere que respetemos lo que Él ha establecido sin alterarlo (Nm. 3:30-32). En Números 4:15 les recuerda que los hijos de Coat no debían cosa santa para que no mueran. Dios ya les anunció de antemano que estas leyes son cosa seria y hay que respetarlas y cumplirlas. A veces pasamos por alto cosas importantes así, y luego tenemos que decir como David cuando hizo censo del pueblo: “yo he hecho muy neciamente” (2 S. 24:10). Volviendo a lo del traslado del arca, en 1 Crónicas 15:1-15 consultó la Palabra de Dios y rectificó, porque vio lo que Dios dijo, y mandó hacer así el traslado. La muerte de Uza y el disgusto la tristeza del pueblo podía haberse evitado simplemente consultando a Dios antes de hacer las cosas.
    Levítico 21:7 da instrucciones acerca del matrimonio de los sacerdotes. No se podían casar con rameras, ni infames ni repudiadas. Los versículos 13-15 dan más instrucciones sobre el asunto: “Tomará por esposa a una mujer virgen. No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino tomará de su pueblo una virgen por mujer, para que no profane su descendencia en sus pueblos; porque yo Jehová soy el que los santifico”.
    El Dios santo tiene derecho a decirnos cómo casarnos, y observamos que no todos los matrimonios son consagrados. Levítico 21:17-24 instruye que el que se acerca para presentar la ofrenda delante de Dios no puede tener defecto alguno. Dios demanda la santidad, la pureza y la integridad en Sus sacerdotes. Luego recordando que nosotros somos sacerdotes, ¡cuánto cuidado debemos tener de no entrar en relaciones que Dios no aprueba, y de no permitir en nuestro carácter y conducta cosas que no agradan a Dios.
    En Levítico 8 vemos que los sacerdotes habían sido separados con la sangre aplicada, con el aceite de la unción, y con sacrificios especiales de consagración (Éx. 28-29). Su oreja, mano y pie fueron marcados con sangre y aceite, símbolos del redención, la sangre de Cristo, y la unción del Espíritu Santo. Nosotros también hemos sido apartados por el sacrificio sacrosanto del Señor Jesucristo, por Su sangre, y sellados por el Espíritu Santo. En animal del sacrificio tenía que ser sin defecto. Los sacerdotes que llevan estos sacrificios tenían que ser santos y sin defecto físico. Nosotros los creyentes tenemos normas acerca de nuestra vida, la convivencia, el matrimonio, el trabajo, las amistades y muchas otras cosas. Hemos sido rociados con la sangre de Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, cosas que marcan una diferencia entre nosotros y los demás. Tiene que haber distinción entre nosotros y los del mundo, incluso los del mundo evangélico. Pero hoy en muchas iglesias hay vestido inmodesto y inapropiado para una reunión de santos. La apariencia es como en el mundo – anillos, pendientes, zarcillos, piercings, tatuajes, peinados raros y ostentosos, etc. Son como el mundo, no como santos de Dios. Hermanos, Dios quiere y demanda un sacerdocio santo, separado, consagrado.
    Los sacerdotes tenían que hacerlo todo como mandaba Dios, “para que no mueran” (Éx. 28:43; 30:20-21; Lv. 22:9; Nm. 4:15, 19) – cosa seria era, y es. Hoy dicen que Dios no mira la apariencia externa sino el corazón. Esto es un error, hay que hablar claro. Dios mira las dos cosas. Pongamos las cosas claras. A Dios le importa cómo nos vestimos y presentamos, y le importa también la condición de nuestro corazón. Lo externo acompaña lo interno. Las dos cosas van juntas.
    Estos sólo podían entrar en el tiempo indicado: “que no entre en todo tiempo... para que no muera” (Lv. 16:2), pero nosotros podemos entrar en todo momento (He. 4:16; 10:22). Tenemos acceso al Señor, al lugar santísimo, por la gracia de Dios. Seamos sabios y vivamos de una manera siempre consagrada para que podamos aprovechar este gran privilegio que Dios nos otorga. Con la ayuda del Señor, seamos sacerdotes santos del Dios santo.

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Dios Santo - Pueblo Santo (parte 2)

Lucas Batalla

Texto: Deuteronomio 23:9-14

Continuamos nuestros estudios sobre la santidad, y de nuestra lectura de la Palabra de Dios quisiera destacar primero estas palabras del versículo 14, “tu campamento ha de ser santo”. Israel era un pueblo escogido y apartado, y de esto podemos aprender lecciones porque la iglesia también es un pueblo escogido y apartado. Israel tenía los sacrificios para limpiarse, pero nosotros tenemos al Hijo de Dios, el Cordero de Dios. Él fue ofrecido para redimirnos y para que fuésemos un pueblo santo, Suyo propio (Tit. 2:14), puro y limpio. Debemos tener en nosotros una reciprocidad ante el Señor que tanto dio por nosotros. Dios demandaba la santidad y limpieza en medio del campamento de Su pueblo que iba peregrinando hacia la tierra prometida, y hoy en día la iglesia es este pueblo redimido y peregrino. Debemos vivir en santidad porque el Señor está en medio de nosotros.
    Hermanos, la santidad era y es saludable. Significa consagrado y esto también desea Dios. 1 Tesalonicenses 4:3 enseña que la voluntad de Dios es nuestra santificación – habla de nosotros los creyentes en este tiempo, la edad de la gracia. Dios desea nuestro apartamiento de lo inmundo y separación de lo malo. Esto no lo guardó el hijo pródigo cuando se apartó de su padre y se fue a vivir con amigos mundanos. Le ayudaron a despilfarrar su herencia y luego le abandonaron, porque así son los amigos del mundo. El diablo los manda para arruinar la vida, la comunión y la herencia tanto física como espiritualmente. Muchos jóvenes han caído simplemente por amistades que no agradan a Dios, bajo la influencia de los que no aman a Dios. No debemos tener amigos así – debemos estar separados.
    El versículo 7 de 1 Tesalonicenses 4 dice: “No nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”. Dios no nos ha llamado a practicar cosas nocivas. Nada nocivo debe estar en la vida del creyente ni en el ambiente de la iglesia, pero lo que uno tiene en su vida, lo trae a la iglesia de la cual forma parte y esto es inevitable. Así que tu santidad personal o la falta de ella afecta a toda la congregación. Acán y su pecado escondido afectó a toda la nación de Israel. Recordemos esto.
    El siguiente versículo (v. 8) advierte que desechar esta enseñanza es cosa seria. “El que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios”. Así que no diga nadie que aquí estamos hablando de opiniones ni puntos de vista ni que toleremos diferencias, porque es Dios quien nos llama a vivir en santidad. Si la santidad no te es importante, en esto no agradas a Dios. Algunos dicen que no hay que ser tan extremista, pero es Dios quien insiste. Hay iglesias y “cristianos” que no practican la separación del mundo, sino que intentan consagrar la mundanalidad y esto es un error grande y muestra de falta de madurez espiritual, una falta de discernimiento espiritual, una falta de amor a Cristo. No quieren salir a Él llevando Su reproche, sino integrarse en el mundo y disfrutarlo. Quieren nadar y guardar la ropa.
    Israel en el tiempo pasado tenía que ser un reflejo de lo que quería Dios – un pueblo apartado y consagrado que le servía con el corazón, y con Dios en medio del pueblo.
    En Génesis 20 encontramos que la tierra de Canaán era malísima, perversa, y por el miedo que tenía Abraham el patriarca le pasó lo mismos que en Génesis 13 con la mentira acerca de Sara. Los del mundo al descubrir esto lo echaron en su cara y le despreciaron por su comportamiento. La situación era sin temor de Dios, y es la misma situación hoy. ¿Quién tiene este temor? Sólo el creyente. Pero esto no le disculpó a Abraham ni nos disculpa a nosotros. Tenemos que vivir claramente como Dios manda y sin trapicheos ni camuflajes. Luego en el capítulo 23 Abraham envió a su criado a buscar esposa para Isaac, pero no de la gente perversa e idólatra de Canaán. Había aprendido a no integrarse, y hermanos míos, esto lo tenemos nosotros que aprender. El Dios santo no quiere que Su pueblo se integre al mundo.
    En Génesis 22:46 Rebeca recalca esta misma verdad que había aprendido Abraham, cuando habla con Isaac para que Jacob no se case con las hijas del mundo, y aunque ella estaba manipulando las cosas por otro motivo, hasta allí tenía razón, porque Esaú había hecho mal. Había tomado para sí, sin consultar ni tener la aprobación de sus padres, a dos mujeres de cananeas. Ella no quería que se repitiera esta historia porque traía conflicto y contaminación a la familia. Todavía hay hijos que se casan con quienes les da la gana sin consultar ni considerar el efecto que esto puede tener no sólo en su vida sino también en su familia y en la iglesia. Es importante la separación y la distinción, y tarde o temprano hay que aprender esto.
    Luego en la historia, el rey Josafat, con todo y ser un rey bueno, descuido este asunto de la separación y emparentó con la casa de Acab, casando a su hijo con Atalía hija de Acab y Jezabel. Esto trajo problemas, maldad, desvío espiritual, tragedia y pérdida. No podemos ir en contra de lo que Dios manda sin sufrir y causar sufrimiento en los demás.
    La idolatría en Canaán incluía la prostitución idolátrica de hombres y mujeres, toda clase de perversión sexual y la matanza de niños en sacrificios a sus dioses. Profanaron la familia y el matrimonio, y si no estamos separados de personas así, ellas influyen en nosotros. La Biblia declara esto en 1 Corintios 15:33, “No erréis, las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”. La palabra “conversaciones” aquí no se refiere realmente a hablar o conversar. "Malas conversaciones" es del griego: homiliai kakai, literalmente "malas amistades" , e indica amistades y relaciones sociales. ¿No te parece buena idea la separación? Entonces, ¿quieres decir que sabes mejor que Dios? No, hermanos míos, no sabemos más que Dios.
    Deuteronomio 7:6-7 afirma: “eres pueblo santo para Jehová tu Dios”, y “escogido para serle un pueblo santo”. El Dios santo no quería pueblo perverso como los pueblos de los ídolos, sino un pueblo santo, separado del mal, distinto, consagrado, y esto es lo que quiere en la iglesia. Dios desea una iglesia santa, no mundana. Dios separó de Egipto al pueblo Suyo, pero muchos lo llevaban en el corazón, como muchos llamados cristianos hoy en día: de boca profesan creer, pero su vida y los deseos de su corazón es pura mundanalidad.
    Dios se reveló ante Faraón por medio de Sus milagros, y a Israel ante el monte de Sinaí y luego por Sus leyes y estatutos. El tabernáculo también ilustraba Su santidad, con la valla blanca alrededor del atrio, y el acceso por una sola puerta, el altar y la fuente. Dios no ha cambiado. Sigue siendo tan santo hoy como en aquel entonces. En Deuteronomio 4:23-24 Dios les recuerda la importancia de Su pacto: “Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová tu Dios te ha prohibido. Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso”. "Escultura o imagen de ninguna cosa" prohíbe también el uso de los belenes que algunos disculpan diciendo que es en honor a Cristo y Su nacimiento. ¡¿Cómo pretenden honrar a Dios haciendo lo que Él prohibe?! Luego en Hebreos 12:29 vemos lo mismo en la época de la iglesia: “Dios es fuego consumidor”.
    En Hechos 5 Dios manifestó Su juicio contra el pecado de Ananías y Safira – la mentira y el engaño – y así mantuvo la santidad de la iglesia naciente. Él quiere un pueblo santo hoy en la era de la iglesia. Nos dice que no mintamos unos a otros, pero hay quienes no vienen a las reuniones y dicen que están enfermos, pero luego por la tarde se les ve en la calle o en el parque paseando al perro, o resulta que se fueron a la playa. Mintieron y esto deshonra y desagrada a Dios. Cada día debemos orar y pedir ayuda para vivir limpiamente y dejemos a Dios seguir perfeccionando nuestra vida, para que no sea como el mundo. Seamos extraños al mundo, pero no a Dios.
    El sistema de inmolación también muestra que Dios es santo y justo, y no convive con el pecado. Además, vemos en Levítico 10:6-7 que Dios no permitió a Aarón ponerse de parte de sus hijos pecaminosos. Ofrecieron fuego extraño y Dios los mató, pero Aarón no pudo salir del tabernáculo ni lamentar. Tuvo que sacrificarse en esto y estar de parte de Dios y no de sus hijos. El que toma la parte de hijos rebeldes y pecaminosos está pecando. En los versículos 9 y 10 mandó a los sacerdotes no beber vino ni sidra cuando entraban a servir en el tabernáculo, “para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”. En Levítico 18:3-5 los mandó no imitar a los del mundo: “No haréis como hacen en la tierra de Egipto...ni haréis como hacen en la tierra de Canaán...”.
    Y como pueblo y sacerdotes de Dios en la edad de la Iglesia, nosotros los creyentes no debemos imitar a los del mundo en sus costumbres que no agradan a Dios. Por ejemplo, enseñan la desnudez, descubren el cuerpo y lo ponen a vista de los demás, con la excusa de la moda, el calor o cualquier otra cosa. De ninguna manera debemos imitar estas cosas. Recordemos lo que el predicador C.H. Spurgeon dijo acerca de la moda: que Londres traía la moda de París, y París la traía del infierno. Así que ni por la moda ni por la comodidad ni por nada. Seamos distintos. La iglesia del Señor tiene sus requisitos también. Dios no va a permitir estas cosas ahora que antes prohibía – no ha cambiado con los tiempos. Ni por estar en un campamento ni en la playa, que es donde frecuentemente se les ve a creyentes abandonando todo pudor y modestia. Cubrirse es lo que Dios quiere, y no con hojas de higuera como en Edén. Recordemos que Dios cambió las hojas escogidas por ellos por unas túnicas. No debemos estar en la playa u otro lugar vestidos como los que no temen a Dios ni tienen vergüenza de exponer el cuerpo. Es bíblico, es la voluntad soberana de Dios. En Juan 21:7 vemos a Pedro pescando con los demás, que para trabajar se había quitado la túnica exterior o superior, es decir, de la cintura para arriba (como indica A.T. Robertson en su comentario sobre el texto). Pero cuando oyó que el Señor estaba allí, ¿qué hizo? Fijaos bien. Pedro se ciñó, cubrió su cuerpo, en presencia del Señor, y nosotros estamos reunidos en presencia del Señor. Seamos reverentes y santos en nuestro vestir y nuestro comportamiento. Hermana, no vienes al culto para que te miren y te contemplen. No es un desfile de modas. No entres llevando joyas, ropa ajustada y taconeando. Nos congregamos en presencia de Dios, para adorarle. Dios todavía es santo y todavía quiere un pueblo santo.

 

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Sunday, November 22, 2020

DIOS SANTO - PUEBLO SANTO

Lucas Batalla
 

Textos: Éxodo 28:36-38; Levítico 11:44-45

Vamos a considerar el tema de la santidad. Hoy la felicidad y no la santidad es la meta principal de mucha gente, no sólo entre los del mundo, sino también entre muchos cristianos. Quieren que Cristo les resuelve los problemas, pero no quieren que Él gobierne y cambie Sus vidas. Esto no debe ser así. Yo me siento indigno de hablar de este tema porque soy imperfecto y pecador salvo sólo por la gracia de Dios. Pero este tema está en la Palabra de Dios y Dios quiere que sea predicado y enseñando, así que lo hago con temor.
    El Salmo 93:5 dice: “la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre”. Esto quiere decir que todavía es así. Muchísimas veces en la Palabra de Dios habla de la santidad y nos recuerda que Dios es así, y nosotros debemos ser así. No es suficiente ser creyente, sino santo. Pero muchos salen diciendo que no es vigente esto de la santidad porque no estamos bajo la ley sino la gracia, pero se equivocan y quieren escamotearse. El apóstol Pablo, campeón de la gracia, declara que está bajo la ley de Cristo (1 Co. 9:21), y mucho de la ley se repite en preceptos en el Nuevo Testamento. El Señor representó y cumplió la ley. A los que dicen que no están bajo la ley, pregunto: ¿Bajo qué ley estás? Estamos bajo la autoridad de Cristo, si somos Suyos.
    En 2 Corintios 7:1 Dios llama a los creyentes a limpiarse de toda contaminación, perfeccionando la santidad. Así que todavía es importante la santidad en tiempos de la iglesia. Como los levitas no debían contaminarse, tampoco nosotros los creyentes.
    1 Pedro 1:15-16 dice: “sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. Esto está escrito a creyentes en los tiempos de la iglesia. ¿Quién llamó al pueblo de Dios? El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, debemos ser como Él. Todavía la santidad es un mandamiento. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil (2 Ti. 3:16). Es provechosa para crecer. No puede haber crecimiento sin la santidad. Y además, sin la santidad ninguno verá a Dios (He. 12:14). Esto habla de verle, estar en Su presencia al final, pero también se le oscurece la vista espiritual y no tienen comunión con Dios él que no anda en santidad. Somos llamados a rechazar y no quedarnos en la mundanalidad. Dios quería en el Antiguo Testamento un pueblo santo, y todavía lo quiere hoy en tiempos de la gracia.
    La santidad significa justicia, limpieza, pureza, consagración y separación. En Éxodo 28:1 Dios hizo a los sacerdotes acercarse a Él. En el versículo 36 instruyó a Aarón a llevar una lámina (o sello) en su cabeza que dice: “Santidad a Jehová”. Así debe ser el creyente, porque todos somos sacerdotes de Dios. Así es el Señor Jesucristo nuestro Sumo Sacerdote, y nosotros somos sacerdotes (1 P. 2:5, 8).
    En énfasis en la Biblia está en la santidad, no en el amar a Dios. Si la santidad no se vislumbra en nuestra vida, no se nos reconoce como pueblo de Dios. El amor de Dios es un amor santo, no lo olvidemos. No es mundano ni permisivo. El amor cristiano permanece porque es santo. Y Cristo al entregarse en el Calvario tuvo que ser santo, porque si no, el amor mostrado hubiese sido en vano. El amor sin la santidad no agrada a Dios, ni la santidad sin amor, pero esto último no quiere decir la permisividad. Muchos se equivocan describiendo el amor como permisividad.
    En Isaías 57:15-16 leemos que Su nombre es “el Santo”, y que Él habita en la altura y la santidad. Este Dios santo ama y se acerca al quebrantado y humilde, y Su amor es verdadero, y duradero. Él no es como los que hoy se casan y mañana se divorcian, cuyo amor es caprichoso, egoísta y pasajero. El Dios Santo no es así. Dios quiere un pueblo santo y allí morará, en medio de este pueblo
    Ahora bien, nadie puede decir que no tiene pecado. 1 Juan 1:8 advierte que si decimos que no tenemos pecado, ponemos a Dios por mentiroso. Pero aunque el pecado es una triste realidad entre los seres humanos, Dios quiere que lo confesemos y que seamos limpios. Por esto Él ha provisto la sangre de Jesucristo que nos limpia de todo mal. En Juan 3:16 vemos el amor santo de Dios, que le llevo a Cristo a sufrir por nuestros pecados – así que no andemos en el pecado. Hermanos, la santidad es fruto de conversión y el amor es fruto de la santidad.
    2 Timoteo 2:19 exhorta: “apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”.  El hecho de que Dios sea amor no le hace compatible con el pecado. El que quiere pertenecer a Dios y andar en comunión con Él tiene que dejar el pecado. “Apártese” es una responsabilidad humana. Hay que limpiarse continuamente, aun en el interior, los pensamientos y las actitudes, y no sucumbir a la presión del mundo. Los creyentes tenemos que limpiarnos porque somos sacerdotes de Dios y debemos estar mucho en Su presencia intercediendo.
    Efesios 1:13 nos enseña que fuimos sellados con el Espíritu Santo, y enfatizamos la palabra “Santo”. Él nos marca como posesión de Dios. Dios nos marca porque quiere que los demás sepan que somos Suyos. No nos camufla, ni quiere que pasemos desapercibidos en el mundo, sino que nos marca como diferentes.
    Levítico 21:6-8 muestra que los sacerdotes eran santos, y nosotros hoy en día como sacerdotes (1 P. 2:5), debemos ser santos. Había para los levitas normas que seguir, y una vida distinta. También debemos seguir las instrucciones del Señor para ser distintos, santos. Los sacerdotes, al estar vestidos en santidad, no podían salir a pasearse en el mundo. Éxodo 28:2 dice que se vistan para honra y hermosura. La honra no expone el cuerpo ni provoca deseos ni pensamientos impuros en los demás. No satisface la carne. Hay recato. Ni pantalón corto en los hombres ni minifaldas en las mujeres. La forma en que se visten los llamados cristianos hoy en día es una deshonra a Dios y una burla del evangelio. Éxodo 28:4 dice: “la túnica bordada” para Aarón y sus hijos, porque es la ropa que cubre todo, y Dios nos dio ropa para cubrir la desnudez, no para dejarla ver. El versículo 3 habla de los sabios y la sabiduría que Dios les dio para hacer vestiduras sacerdotales, con sus calzoncillos para cubrir la desnudez. Otra vez vemos que la idea es cubrir, no exponer. No se reúnen los creyentes en bañador o bikini, ni en pantalón corto ni ropa deportiva. Sin embargo lo he visto hacer en algunas llamadas “reuniones de oración unida” que algunos organizaron en Sevilla, intentando una unión ecuménica y superficial, y me escandalicé y desistí en ir porque no era nada santo sino carnal. No es la voluntad de Dios que las mujeres lleven ropa de hombres, ni tampoco que vistan minifaldas, ni que vayan enjoyadas. Pablo dice por inspiración en Timoteo que las mujeres que profesan piedad no deben vestir ni oro ni perlas ni vestidos costosos (1 Ti. 2:9). Todo esto y mucho más tiene Dios derecho a mandar, porque Él nos compró y somos Su pueblo que deben andar en comunión con Él, el Dios santo.
    Consideremos  Levítico 5:8-12. El libro de Levítico es un libro precioso, y debe ser leído muchas veces, pero muchos evangélicos ni siquiera lo leen una vez. Aquí en el capítulo 5 hay un ritual de un animal que moría, pero, ¿cuál fue la ofrenda por nuestro pecado? No un animal, sino la Persona inmaculada de Cristo. Cristo fue la ofrenda para nuestra expiación, para que fuéramos perdonados, limpiados y consagrados. Es el más alto de los precios.
    Hasta la ofrenda que presentamos tiene que ser santa. Levítico 27:30-33 habla de las ofrendas como cosas sagradas. En Deuteronomio 23:18 Dios manda que no se puede traer dinero impuro – ni deben ofrendar los inconversos, porque no son santos.
    Si Dios está en medio de nosotros en la reunión, entonces debemos andar como conviene, como le gusta a Dios, en santidad, para que se quede en medio de nosotros. La santidad conviene a Su pueblo. Pero como muchos no quieren ser santos – no tienen a Dios en medio de ellos.
    Gad, Rubén y la media tribu de Manasés quisieron quedarse en el otro lado del Jordán cuando Dios había dicho de pasar el Jordán. Dios había dicho de sortear la tierra pero ellos quisieron escoger lo suyo porque les gustó para su ganado. Codiciaron lo que Dios no les estaba dando y no esperaron en el Señor. Fueron causa del desánimo, pero luego reflexionaron y fueron a luchar en conjunto con sus hermanos, pero pensando en su tierra y gente, y volvieron a vivir allá. Asimilaron las costumbres paganas y perdieron su distinción. Éstos fueron los primeros en contaminarse y luego en desaparecer. ¿Por qué? Porque no se ciñeron a la voluntad de Dios, ni guardaron la separación y la santidad.
    1 Crónicas 5:25-26 relata como les alcanzó lo que Moisés había dicho. 2 Crónicas 36 relata cómo el juicio llegó al resto de la nación. Dios les había advertido muchas veces, y al final su falta de consagración y santidad los destruyó.
    Hermanos, como pueblo de Dios y sacerdocio santo, entreguémonos al Señor reconociendo que Él es santo, pidiendo que limpie y consagre nuestras vidas. Tomemos nosotros la responsabilidad de limpiarnos de todo lo que no le agrada, porque Él quiere un pueblo santo.

continuará, d.v.