Wednesday, June 14, 2017

LA IMPORTANCIA DE REUNIRSE PARA ORAR



Texto: Mateo 14:34-36
 
Vemos aquí lo importante que es acudir por medio de Señor Jesucristo, y orar directamente a Dios.  Él es quien puede solucionar nuestros problemas. En la oración vamos al Padre y al Señor Jesús para obtener lo que necesitamos. Oramos principalmente al Padre, por el Espíritu, en nombre del Señor. Pero no está prohibido hablar con nuestro Señor y Salvador, ni mucho menos.
     Debemos orar cada día de nuestra vida, porque todos los días necesitamos al Señor. Él es la vid verdadera y nosotros somos los pámpanos. Sin Él no podemos vivir ni tenemos fuerza para nada. Personalmente, cada mañana me levanto temprano y tengo mi tiempo devocional para empezar el día con el Señor. No lo digo para alabarme ni mucho menos, sino para testificar. Leo la Biblia y paso tiempo en oración, intercediendo por mi familia y por los hermanos de esta congregación y por los de muchos otros lugares. Es mi costumbre. Pero no por esto puedo ni debo faltar en las reuniones de la iglesia. Necesito la reunión de oración y todos la necesitamos. 
     Digo esto porque en algunas iglesias se está quitando la reunión de oración. Y en muchísimas asambleas, la reunión de oración es la que peor asistencia tiene. Todos aparecen el domingo por la mañana para comulgarse, pero ¿qué importancia dan a la oración? Todos esos también deben venir para orar. Pero muchos no tienen interés en orar juntos, y esto demuestra cuál es la baja condición espiritual de muchos profesados creyentes en muchas iglesias. En lugar de hincar los hombros en resignación, los ancianos deberían estar muy preocupados delante del Señor para remediar ese defecto fatal.
     Es curioso que en el culto de oración oramos más por algunas personas que ellas oran por sí mismas. Quiero decir, que cada semana intercedemos por ellas y sus problemas y motivos de oración, pero ellas ni siquiera se molestan en venir a orar. Estas personas quieren que oremos por ellas, pero no vienen para orar por los demás. No me refiero a los que no pueden venir, sino a aquellos que podrían pero no lo hacen. Cuando trabajaba en el taller de pintura, después de convertirme les dije que los jueves me marchaba a las 7:00 de la tarde, para ir a la reunión de oración. Trabajara las horas que ellos quisieron el resto de los días. Algunos no pueden hacer esto, pero yo sí, y era el deseo de mi corazón estar con los hermanos y orar. Quería y quiero estar en los cultos porque el Señor Jesús está en ellas, y cuando vamos a reunirnos estamos yendo al lugar donde el Señor está. Dios está en todas partes, es verdad, pero esto no quita que el Señor ha prometido especialmente Su presencia en las reuniones de los creyentes. Es importante ir a Jesús, cada día en nuestra vida personal, y también todas las veces que los santos se reúnen en Su Nombre.
     Así venimos al primer punto de nuestro texto, en los versículos 34 y 35, que apunta que terminada la travesía, vinieron a la tierra de Genesaret, “Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos”. Fijémonos en estas palabras: “trajeron a él”. ¿A quién? Al SeñorJesucristo. Todos los enfermos de aquella zona fueron llevados a Él. Tenía que ser una multitud grande y de extraña apariencia, compuesta de todos los enfermos con una variedad de enfermedades y problemas. Era una multitud necesitada, y todos necesitaban al Señor. En nuestro texto, el Señor había llegado a la zona de Genesaret. Estaba cerca, pero todas las personas que querían ayuda tenían que salir de sus casas e ir al Señor. Tenían quereunirse con Él. Él tenía poder para curarles, para sanar como en Marcos 1, el caso del paralítico que fue llevado por cuatro amigos a la presencia del Señor. Los buenos amigos hacen esto, nos llevan o nos animan a ir al Señor. Los malos amigos y los enemigos nos alejan del Señor, o nos dicen que no vayamos a los cultos, y si les echamos cuenta, perdemos la bendición. Muchos pierden bendiciones y ayuda que podían haber recibido porque no están en los cultos con el Señor Jesús. Los que no van al Señor, no reciben el beneficio; se quedan en casa con sus problemas.
     Segundo, dice el versículo 36, “y le rogaban”. Entonces, aquí vemos su ruego. En este caso querían tocar el borde de Su manto, pero lo importante no es el borde del manto, sino el hecho de ir al Señor y rogarle, pedirle lo que necesitaban. El Señor no va a hacer nada en nuestra vida si no oramos. El cristiano que no ora es un cristiano sin poder y sin bendición.
     Ahora bien, rogar no es demandar, sino implorar. Es un acto de humildad y necesidad. Alguien dijo que la mejor oración sale de un corazón que tiene profunda necesidad. La iglesia de Laodicea no oraba mucho porque, como decía: “yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Ap. 3:17). La satisfacción y la comodidad en este mundo son impedimentos a la comunión con el Señor y al crecimiento espiritual. El materialismo y las diversiones matan el espíritu de oración. La gente  cómoda prefiere quedarse en casa, o salir a un centro comercial con sus amigos. Los ricos no suelen orar sino por sus tesoros, para que no los pierdan. 
    Qué triste es cuando algunos asisten a la reunión de oración como cosa aburrida, porque no andan en comunión con Dios, y desprecian la oración.  Como no ven cuál es en realidad su gran pobreza y necesidad espiritual, no tienen muchas ganas de orar. Así es que en los países “afluentes” se quita la reunión de oración o son muy pocos los que asisten, y las iglesias languidecen.
     Pero los de nuestro texto sabían bien que necesitaban ayuda. Asíque, fueron y presentaron sus peticiones a Él, no a los jefes de la sinagoga, no a un consejero profesional, un psicólogo, no a Su madre, no a los apóstoles ni a los ángeles ni a otros, sino directamente al Señor Jesucristo. ¿No sabéis, hermanos, que cuando estamos reunidos como asamblea, podemos en oración tocar el manto del Señor, porque Él está en medio? No pasemos por alto una oportunidad colectiva y nuestra responsabilidad espiritual. Para ser sanados, les era necesario acudir al médico bueno, poderoso y dispuesto a ayudar. Hoy en día lo mismo es verdad, que si queremos la ayuda del Señor, tenemos que tomar la molestia de ir areunirnos donde Él está.
     En tercer lugar, el versículo 36 termina diciendo que “todos los que lo tocaron, quedaron sanos”. Esto nos demuestra el resultado obtenido. En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de cómo el pueblo clamó al Señor y Él, en respuesta, actuó poderosamente. Muchas veces los Salmos hablan de los hechos maravillosos de Dios. El poder de Dios no se agota. En Lucas 13:10-16 vemos el caso de aquella mujer que andaba encorvada, pero que estuvo aquel día en la reunión en la sinagoga, y el Señor le sanó. El Señor estaba presente y tenía poder para sanar. Pero si ella se hubiera quedado en casa ese día, no habría sido sanada. Recibió el beneficio porque fue a la reunión. Era la costumbre del Señor reunirse con el pueblo de Dios en la sinagoga, y debe ser nuestra costumbre reunirnos también con el pueblo del Señor y con el Señor mismo. 
     Volviendo al texto, al versículo 36, observemos que usa la palabra “todos”. No fue como entre los pentecostales y los carismáticos que mucho hablan de sanidades pero no tienen poder como el Señor, ni el poder del Señor. Cuando fue Cristo a la tierra de Genesaret, todos los enfermos fueron llevados a Él. Se vaciaron las casas, las aldeas y los pueblos, sin quedar enfermo en ellos. Todos los enfermos de aquella zona fueron llevados al Señor, y todos los que lo tocaron quedaron sanos. No la mitad. No los que “tenían fe” como oímos decir, sino “todos”. Esta sí fue una reunión de sanidades, y con este poder el Señor manifestó Sus credenciales como el Mesías de Israel.
     Pero daos cuenta de esto, que los que no fueron y no lo tocaron, no fueron ayudados. El Señor Jesús no fue a sus casas; ellos tenían que acudira Él. El acto de acudir es en sí misma una expresión de necesidad y de la importancia que damos al culto y a la presencia del Señor. Hoy en día hay muchos que dicen cosas como: “¡Vaya! El Señor no te va a castigar por no ir al culto. Dios es bueno. ¿Para qué tantas reuniones?” “Quédate en casa conmigo”, “descansa un poco” o “vente a pasar el día en el campo con nosotros”. Y desgraciadamente algunos hacen caso a estos malos consejeros. Hermanos, no escuchemos las voces que quieren apartarnos de las reuniones con el Señor y Su pueblo, porque el diablo es quien les manipula para que hablen así. David dijo: “Yo me alegré con los que me decían, a la casa de Jehová iremos” (Sal. 122:1). ¡Hablemos como estos que anunciaron su intención de ir a la reunión, y también respondamos como David!
     Acudamos a las reuniones para estar en la presencia del Señor, y enla reunión de oración busquemos de Él la ayuda espiritual que tanto necesitamos. Que el Señor nos avive y seamos sanados de la indolencia, la pereza y la apatía espiritual, de poca fe y todavía menos buenas obras. Si acudimos y clamamos a Él, Él es poderoso para actuar. ¿Quién sabe si en este próximo culto de oración el Señor nos contestará? Pero, ¿dónde estarás tú cuando los santos se reúnen para orar?
Lucas Batalla

SAMUEL E HIJOS

Texto: 1 Samuel 8:1-7

Nuestro texto relata la historia impresionante de Samuel, un hombre de Dios que sin duda sirvió bien, pero que tomó una mala decisión acerca de sus hijos. No habían seguido su ejemplo, no necesariamente por culpa suya, pues la historia está llena de casos de hijos malos de padres buenos, e hijos buenos de padres malos. No hay porqué automáticamente culpar a los padres, aunque hoy día está de moda. Samuel había seguido y servido a Dios de manera que pocos otros en la historia. Pero sus hijos no imitaron su fe.
    La decisión mala que tomó Samuel era que pese a la condición espiritual de sus hijos, él les puso de jueces. No podía decir que no sabía. Seguramente quería que sus hijos sirviesen al Señor, pero la realidad fue otra. Es malo delegar cosas espirituales a personas no consagradas. Pueden venir de cierta familia de renombre, o tener estudios y títulos, pero no son ésas las cosas que hacen a las personas aptas para servir a Dios. Sus hijos no tenían carrera espiritual. Cuando personas así ocupen puestos de liderazgo y responsabilidad en el pueblo de Dios, es para mal, no para bien. Samuel había sido recto y piadoso, “pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” (v. 3). La espiritualidad no es una herencia, sino una decisión personal.
    Todavía es verdad hoy, que cuando los que son así lleguen al liderazgo de la congregación, es día malo y triste. Tal vez se portan más o menos durante la vida de los verdaderos siervos de Dios, pero cuando ellos no estén, los nuevos “líderes” encaminan malamente al pueblo, porque no son guiados por el Espíritu de Dios, sino por su propio corazón. Entonces, el pueblo empieza a escuchar voces que no son de Dios. Por ejemplo, como solemos ver en estas fechas, vienen diciendo que está bien celebrar la navidad, reyes u otras fiestas católicas. Enseñan mal porque no tienen base bíblica sino sólo parentezco o amistad con uno que era hombre de Dios. Celebran “el cumple de Jesús”, dícen, en un día que no es su fecha, y además, Dios ni siquiera nos manda hacerlo. Y ponen el árbol que no es más que un símbolo pagano y como un talisman, por muchas luces que pongan. Como los hijos de Samuel, no son como los varones de Dios antes de ellos.
    Y el pueblo habló con Samuel poniendo queja: “tus hijos no andan en tus caminos” (v. 5). ¡Qué triste es cuando nuestros hijos no anden en nuestros caminos. Era la situación de Samuel. Juan dice que no hay mayor gozo que ver a sus hijos caminando en la fe (3 Jn. 4). Ahí habla de hijos espirituales, es decir, personas que han creído cuando él predicaba el evangelio, o personas que él había enseñado y discipulado, como Pablo habla de Timoteo (1 Ti. 1:2) y de Tito (Tit. 1:4). Proverbios contiene consejos de un padre creyente a sus hijos. Los hijos de creyentes deberían seguir la fe de sus padres, no por tradición sino por convicción.  Y los creyentes que reciben de hombres de Dios instrucción, deben mantenerse fieles: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido” (2 Ti. 3:14). Pero cuando no es así en la familia o en la iglesia, hay que poner una linea divisoria.
    Los hijos de Samuel pervirtieron el derecho (v. 3), y perdieron el respeto y la confianza del pueblo de Dios. Pero la solución que quiso el pueblo no era buena: “un rey que nos juzgue” (v. 5). ¿A caso Dios no les juzgaba bien? Querían ser como los del mundo. ¡Qué barbaridad – ser como las naciones! El pueblo huía de un mal y se metía en otro. En lugar de mantenerse separados y confiar en Dios, querían ser como las naciones paganas alrededor suyo. Su lógica probablemente era que a ellas les va bien y están mas seguras y mejor organizadas o estructuradas. Pero eso era la sabiduría humana, no la guía de Dios. Hoy hay asambleas que quieren tener a un pastor asalariado, o un “obrero a tiempo completo”, para guiarles. Les parece mejor ser como las demás iglesias, las denominaciones. 
    A veces damos pasos sin hablar con Dios. Quizás Samuel había hecho esto cuando nombró a sus hijos como jueces. Pero parece que recapacitó, y frente a la petición del pueblo Samuel oró (v. 6).
    En los versículos 7-9 Dios responde e identifica el problema, el cual es que el pueblo había rechazado a Dios. Creían en Él, pero no querían hacer lo que Él decía (véase Lc. 6:46). Es largo el historial de la nación de Israel (v. 8), “dejándome a mí”. Querían a un gúia ciego y pensaban que así les iría bien.
    La historia se repite, porque 2 Timoteo 4:3-4 predice el tiempo cuando en las iglesias, los profesados creyentes no soportarán la sana doctrina. Querrán oír algo, pero no lo que Dios dice, así que amontonarán para sí maestros que prediquen a gusto de ellos. De la verdad se irán a las fábulas, y del gobierno de Dios al gobierno de la carne.
    En los versículos 10-18 Samuel dirigido por Dios protesta ante el pueblo y declara cómo será si ponen a un hombre por rey en lugar de Dios. Advierte: “Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día” (v. 18).
    Pero los versículos 19-20 informan que “el pueblo no quiso oír la voz de Samuel”. El problema no estaba en la comprensión. Entendían bien lo que él había dicho. El problema estaba en la voluntad de ellos: “no quiso oír”. Ya habían decidido entre ellos lo que querían, y no iban a aceptar otra respuesta. No querían oír, porque no querían cambiar. Así fue luego durante los días de Jeremías, cuando Dios llamó al pueblo a parar, escuchar Su voz y buscar el buen camino, pero la respuesta fue: “no” (Jer. 6:16-17). Considera la lógica equivocada del pueblo ante Samuel. “Nosotros seremos también como todas las naciones”. ¡Qué deseo más pobre e indigno del pueblo de Dios – ser como las naciones que Dios no escogió, y que Dios había echado de ahí para darles la tierra. ¿Para qué quisiera uno ser como los del mundo perdido? ¡Es un afán loco! Y en la asamblea, ¿qué sentido tiene cuando quieren ser como los demás? “En la iglesia tal hacen esto y les va bien”, dicen, para que lo copiemos. Pero debemos hacer lo que Dios manda, no lo que se les ha ocurrido a otros. ¿Les va bien? Tal vez ahora sí, pero no en el Tribunal de Cristo. Hay que recordar esto. También dijeron a Samuel: “Saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras”. Pero ¿quién estaba en la linea de combate? ¡El pueblo, no el rey!
    En los versículos 21-22 Dios dejó al pueblo llevar a cabo su deseo, pero tengamos una cosa muy clara, hermanos, eso era un juicio, no una bendición. Cuando Dios nos deje salirnos con la nuestra, es un juicio. Somos enseñados a orar: “hágase tu voluntad”, porque la de Dios es “buena... agradable y perfecta” (Ro. 12:2). El problema viene cuando nos persuade nuestra lógica, no la Palabra de Dios, o nuestros deseos, no la voluntad de Dios.
    Así que el pueblo no quiso a los hijos impíos de Samuel, pero se fue de un error a otro, y quiso poner a un hombre imperfecto antes que al Dios santo. Mejor siempre es esperar en Dios y dejarle a Él guiar y proveer, que manipular las cosas y poner soluciones como nos parece. Dios no se equivoca, pero nosotros sí. Por eso, rechacemos nuestra lógica y confiemos siempre en el Señor y Su Palabra. ¡El sabe mejor!

Saturday, June 3, 2017

CRISTO NOS DEJÓ EJEMPLO

Texto: 1 Pedro 2:21
           
Quiero llamar vuestra atención al propósito que el apóstol Pedro elucida: “dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas”. La gente alrededor nuestro no vive como nosotros ni piensa como nosotros. Tiene ideas confusas y una mente torcida por el pecado y entenebrecida por el príncipe de este mundo. Algunos son religiosos y a la vez supersticiosos. No quieren romper una foto, etc. Otros blasfeman y piensan mal. En fin, no son como nosotros. Nuestra vida es un testimonio a ellos si seguimos la voluntad de Dios. Las palabras: “para esto fuisteis llamados” indican la vida de seguirle a Cristo. Por supuesto que se trata de los verdaderos creyentes, porque sólo para ellos es Cristo ejemplo. Él no vino para ponerle ejemplo de amor al mundo, ni cosas así que la gente comunmente dice. Vino para morir en la cruz por nuestros pecados y proveer redención. Pero los que hemos creído en Él, y somos Suyos, debemos seguirle, pues es para nosotros Su ejemplo. Tenemos que serle fieles en toda área de nuestra vida. Por ejemplo, en el trabajo: honestos (vv. 17-20). Seguir las pisadas del Cristo es no pecar, no engañar con la boca, no responder con maldicion, no amenazar.
    A Ghandi siempre le gustaba leer acerca de Cristo. Pero vio muchas contradicciones en las iglesias cristianas que observaba. Le preguntaron si era cristiano y respondio que todavía no. Dijo que se haría cristiano cuando encontrara a alguien siguiendo a Cristo y no sólo hablando de Él. A veces atrae más el testimonio de la vida al principio, porque es lo que los demás ven. Entonces cabe preguntar: ¿Qué tipo de personas nos ha hecho el cristianismo? ¿Qué comunicamos acerca de Cristo con nuestras actitudes, conversaciones y hechos? ¿Qué observan los demás en nuestro comportamiento; es buena “publicidad” para Jesucristo?
    En Jerusalén, Antioquía, Berea, Tesalónica, Éfeso y otros lugares los demás vieron el buen testimonio de los creyentes. En nuestro texto, Pedro toca una cosa que los cristianos tienen que hacer – es no ser vengativos cuando suframos. La venganza pertenece a Dios. Dejémosla en manos de Dios, en oración, y pidamos fuerza para seguir adelante sin estar amargados, resentidos ni enojados. Pedro dice que Jesucristo nos dejó ejemplo para seguir en esto. En el principio del libro de Hechos, la gente se dio cuenta de la predicación y de las vidas de los apóstoles, y se dio cuenta que habían estado con Jesús (Hch. 4:13). Llevaban Su imagen, en la conducta ante los malos tratos, se les notaba la influencia de Cristo.
    El Señor dijo: “me seréis testigos...” y esto incluye las palabras y los hechos, porque debemos testificar de ambas maneras y que nuestros hechos no anulen ni contradigan nuestras palabras. Le representamos como embajadores. Entonces siempre es importante nuestra conducta.
    Pero hoy en día carecen de este ejemplo de conducta santa muchos de los que se llaman creyentes. Se portan, hablan y actúan como los del mundo y a veces peores. No son sensibles a Dios y a Su Palabra. Se juntan con los desobedientes y burladores, y tienen buena amistad – no persecución – de los que viven de espaldas a Dios. No oran. No testifican. No practican la devoción a Cristo. No son honestos e íntegros en su trabajo. Sus amores son de las cosas del mundo, y tendríamos que decirles lo que el Señor dijo a Sus medio hermanos: “No puede el mundo  aborreceros a vosotros” (Jn. 7:7). Ese es un cristianismo fracasado y falso.
    El Señor quiere que le sigamos, y si lo hacemos el mundo que le aborrece a Él nos aborrecerá a nosotros. Pero no hay que desmayarse por eso, ni amagarse ni enojarse. Hay que serle fieles no sólo en lo que creemos sino también en los hechos, porque es el significado de las palabras “para que sigáis sus pisadas”. Hay que soportar la reacción injusta del mundo, encomendar nuestra causa al que juzga justamente (v. 23), y seguir adelante. “Para esto fuisteis llamados”.
    ¡Qué bonito conocer a alguien que padeció por nosotros! No lo hizo de mal humor, enojado ni quejándose, sino que humildemente fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz, para redimir nuestras almas. El Justo sufrió por los injustos, para llevarnos a Dios. El Calvario era un lugar de condena y crucifixión, donde Él fue, inocente y dócil, a sufrir por nosotros. Sigamos Su ejemplo de devoción fiel a la voluntad de Dios y no nos dejemos trastornar por las consecuencias en el mundo. Un día Él que juzga justamente lo enderezará todo, así que confiemos y esperemos en Él.

Salmo 125 PAZ

La Dicha de Confiar en el Señor


Texto: Salmo 125
Este hermoso salmo es un canto de confianza en la bondad y la misericordia de Dios. El salmista compara la vida del creyente con el monte de Sión, escogido y protegido por el Señor; un lugar de su Su presencia especial y Su favor. Se puede ver también una comparación de la seguridad del creyente con la ciudad de Jerusalén.
    Nos habla del crecimiento en la fe. El versículo 1 dice: “los que confían”. Normalmente el ser humano confía en lo que ve, pero los creyentes confíamos en alguien que no vemos. Hebreos 11:1 describe la fe como “la convicción de lo que no se ve”. Confiamos, y amamos al Señor, como dice Pedro, “sin haberle visto” (1 P. 1:8). El creyente no necesita arte religiosa, imágenes e iconos, porque “el justo vivirá por fe” (He. 10:38, véase Hab. 2:4). Y el Señor nos guarda, guía y bendice porque confiamos en Él. Por eso estamos firmes. Muchos saben algo acerca de Dios pero no confían realmente en Él, no dejarían su vida en Sus manos. Lo tienen como los bomberos, sólo para llamar pidiendo socorro en casos extremos. Entonces están llevados en el vaivén del mundo. Pero cuanto más confiamos en Dios, más seguros estamos y más pronto viene a ayudarnos. Es curioso, pero la gente confía en muñecos de santos, esto es, en ídolos, estatuas y figuras, y les pide cosas y les rinde homenaje. Pero recuerda a los tres jóvenes hebreos en Babilonia que dijeron al rey que no se iban a doblar ante su imagen – porque ellos confiaron en el Señor, y por eso no cambiaron. No pudieron ser presionados en cambiar, porque tenían fe, convicción, confianza en Dios.
    El versículo 2 habla de cómo Jerusalén tienen montes alrededor de ella. Así Dios rodea y protégé a los Suyos, “para siempre”. Job 1:10 habla de cómo Dios le protegía a Job. Salmo 94:12-14 dice que Jehová no abandonará a Su pueblo. El salmo que es nuestro texto fue cantado por el pueblo yendo a Jerusalén. Fue compuesto y cantado para estimular su confianza y gratitud, y tiene ese mismo efecto en nosotros, si permitimos que la Palabra de Dios mora en nostotros en abundancia (Col. 3:16). Ella nos oriente y nos anima. El problema que tienen los judíos hoy es que no confían en Jehová, y de ahí su castigo y dolor.
    El versículo 3 declara que Dios no dejará reposar la vara de iniquidad sobre los Suyos. Los castiga, sí, pero cuanto más fuertes los golpes más pronto trae el bálsamo para curar, y detiene la maldad para que no se pase. Él quiere educar a Su pueblo, no aniquilarlo, ni lo permitirá.
    El versículo 4 expresa una petición: “Haz bien, oh Jehová, a los buenos, y a los que son rectos en su corazón”. No hay que pedir la bendición de los malos. La bendición es para los que caminan con Dios, esperan en Él, confían en Él, buscan Su rostro y le piden ayuda, porque como el versículo 1 dice, ellos “confían en Jehová”. Jehová es quien puede hacernos bien, no los psicólogos ni otros. Me acuerdo de la ilustración del payaso. Un hombre fue a un psicólogo para contarle su depresión y desesperación, que se sentía tan afligido con sus problemas que había perdido toda esperanza. El psicólogo le dijo que necesitaba dejar de pensar en todo eso, y respirar otros aires. Le recetó visitar un circo que estaba en la ciudad, porque había un payaso en ese circo que hacía reir a la gente y eso le iría bien. Entonces aquel hombre dijo: “yo soy aquel payaso”. Todas sus risas y payasadas eran sólo de fachada. Así vive mucha gente que no confía en el Señor.
    El versículo 5 dice: “mas”, y marca un contraste. Dios no va a hacer bien a los malos, a los que se apartan tras sus perversidades. Viven para satisfacer la naturaleza humana, piensan y hacen cosas malas, blasfeman, viven en toda clase de pecado, y se enojan si alguien les habla de Dios, de justicia, de salvación. Estos renegados correrán la misma suerte que los impíos del versículo 3. Aquí el salmista predice el fin del malo.
    Termina con “paz”, no para los malos, sino para Su pueblo, para Israel, aunque las naciones no quieran la paz de Israel, Dios sí, y así será. Hay paz también para el creyente hoy: paz con Dios, paz en Cristo por Su sangre, paz ahora y en el futuro, paz ante la muerte que da miedo a los que no conocen al Señor, pero no a nosotros. Tenemos paz. Vivimos en paz. Nos iremos en paz, y la tendremos para siempre. Así es la dicha de los que confían en el Señor. Amén.