Monday, March 7, 2016

LA FE DE CALEB


Texto: Josué 14:1-15

En este pasaje vamos algo importante acerca del personaje de Caleb, que a los 80 años era todavía fuerte y fiel. Esta perseverancia nos llama la atención, en buen sentido, porque nos anima a seguir.
    Los versículos 1-5 hablan del reparto de la tierra bajo Josué y cómo se hizo. Dice el versículo 5, “de la manera que Jehová lo había mandado, así lo hicieron”. Esto es algo que da gozo al corazón de Dios, cuando hagamos las cosas cómo Él mandó, no según nuestro parecer.
    Pero en la siguiente sección, vemos en el versículo 8 un recuerdo del fracaso de la mayoría en aquel tiempo cuarenta años atrás cuando llegaron a Cades. Los otros espías hicieron desfallecer el corazón y ellos y el resto del pueblo fueron infieles. Josué y Caleb testifican que la fortaleza viene del Señor. Los demás cayeron ante los enemigos – retrocedieron por miedo y falta de fe. Huyendo de una posible muerte (según ellos) a mano de los gigantes de Canaán, cayeron en el desierto durante los próximos cuarenta años hasta terminar con toda su generación excepto Caleb y Josué. Después de miles de años, los enemigos de la verdad, si en algo han cambiado, sin más numerosos y fuertes que entonces eran los cananeos. Así que nosotros, como estos dos varones de fe, necesitamos también poner los ojos en el Señor y recordar Sus santas y sabias instrucciones.
    Donde hay lucha siempre hay triunfo, y puede ser nuestro si perseveramos como Caleb. En los versículo 9 y 10 él testifica de su fuerza en la vejez, y observamos que no se jubiló. Estaba listo para la batalla porque se acordaba de las promesas de Dios. El versículo 9 dice: “ciertamente...será tuya”. Luego, en el versículo 10 leemos: “Jehová me ha hecho vivir” – no su propia astucia, ni el ejercicio, la suerte, los genes, las vitaminas, etc., sino por la fe en el Señor y Su Palabra. El versículo 14 dice que fue bendito al final y se le dio esta tierra/ciudad porque “había seguido cumplidamente a Jehová”. Hermanos, ¡qué importante es seguir este ejemplo en todas las edades de nuestra vida, seamos jóvenes o viejos!
    Muchos comienzan bien, pero pocos terminan bien. En Números 13:28-29, está el mal testimonio de los diez espías que sólo veían problemas e imposibilidades. Pero en el versículo 30 Caleb les hizo callar y animó a todo el pueblo a subir y confiar en el Señor. Los versículos 31-33 cuentan la mala respuesta de ellos. Es tremendo como descontaron todos los racimos de fruto, etc. que vieron, por miedo a enemigos que ni siquiera habían visto. Y el capítulo 14 cuenta cómo toda la congregación gritó, dio voces y lloró. Además, se quejaron contra Moisés y Aarón. Esto pasa hoy en día también, con los que “se convierten” superficialmente cuando hay problemas, pero luego se vuelven al mundo. Viven por las circunstancias, no por la fe; por el espíritu de la carne, no por el Espíritu de Dios.
    Entonces, ante el deseo del pueblo (Nm. 14:3-4) de volver a Egipto, Josué y Caleb reaccionaron y hablaron a todos para tratar de cambiarlos. El versículo 8 resume su argumento basado en la fe en el Señor: “Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel”.  El Espíritu quiere ayudarnos a vivir de esta manera, porque es verdad que vivimos para agradar al Señor, no a nosotros mismos. En el versículo 9 advierte: “No seáis rebeldes” y exhorta: “no temáis”. Pero el temor se apoderó del pueblo porque le faltaba espiritualidad – eran carnales, y por lo tanto, infieles y auto gobernados. Vemos repetida esta historia en el pueblo evangélico en nuestros tiempos, que padece de carencia de personas espirituales y abundancia de carnales. El vínculo que unía a Caleb y Josué era la fe, es es lo que nos un en la iglesia para que seamos de un mismo sentir, de una misma mente. Pero la posición de Caleb y Josué no era popular (vv. 6-9), y el pueblo en lugar de arrepentirse, habló de apedrearlos (v. 10).
       Las dudas y la carnalidad del pueblo le hizo débil. La fe de Josué y Caleb les hizo fuertes. Cuarenta años más tarde, toda esa generación había muerto y sólo quedaban ellos dos. Entonces, Caleb al entrar en la tierra que había esperado cuarenta años para entrar, y con todo y ser viejo, pidió lo más difícil (v. 15):  la ciudad de los gigantes, aquellos hijos de Anac cuya mención había aterrorizado al pueblo en Cades. “Dame este monte” (v. 12). Un monte representa una dificultad, y cuánto más si es habitado por gigantes en una ciudad fortificada. Pero era de la tierra prometida, por lo tanto y por eso era bueno. Estaba ahí la cueva de Macpela, la sepultura de Abraham, patriarca de la nación y amigo de Dios. Esto lo hizo un lugar especial. Todo esto era una provisión de fe, y Caleb confiaba en el Señor. Al final tomó la cuidad, la conquistó en su vejez – una cita que tenía hace cuarenta años con aquellos gigantes. Y ese monte vino a ser su heredad personal. ¡Qué triunfo de fe! Convirtió aquel monte de dificultad en un lugar de testimonio de fe y acercamiento a Dios.
    Entonces, vemos en este capítulo lo importante que es la fe – la confianza en Dios y la fidelidad de Dios. Esto agrada al Señor y Él puede darnos fuerza para perseverar y ver la bendición como Caleb. No pensemos en dejar la lucha ni en jubilarnos de la vida cristiana, pues el Señor está con nosotros todos los días.
    Como contraste vemos en 2 Crónicas 16 lo que pasó en los tiempos del rey Asa, después de la gran victoria que tuvo sobre un enorme ejército en el capítulo 15. Después, se equivocó porque temió a otro enemigo y no puso su confianza en el Señor. El vidente le reprende (vv. 7-9), y le recuerda que Dios ve a los que tienen corazón perfecto. Esto nos lleva nuevamente a pensar en Caleb y Josué, que entre los de su generación destacaron porque creyeron a Dios y fueron fieles. Mis hermanos, esto es lo que Dios desea ver también en nosotros. Que así sea para la gloria del Señor.
 
De un estudio dado por Lucas Batalla el 1 de mayo, 2011

EL FRACASO DE ROBOAM



Texto: 2 Crónicas 10-12

Las decisiones que tomamos tienen consecuencias. El rey Salomón había comenzado bien, pero terminó mal debido a malas decisiones que tomó y errores de corazón. Entonces vinieron más consecuencias, porque muerto él, y vivos sus enemigos, su hijo Roboam cometió errores al principio que causaron la división del reino. Roboam ilustra el caso de muchos adultos jóvenes que, criados en las cosas de Dios, aparentemente no han adquirido sabiduría. Sus creencias son teóricas, y en la práctica fracasan.
    Los versículos 1-4 del capítulo 10 relatan cómo vino toda la nación a Siquem y Jeroboam con ellos, y hablaron con Roboam pidiendo alivio del duro yugo de Salomón. Entonces, en el versículo 5 él les señaló un tiempo de tres días para consultar y tomar la decisión. Es bueno tomar un tiempo así para considerar el camino y consultar al Señor, pero Roboam sólo consultó a los hombres. Primero habló con los ancianos (v. 6) que habían estado con su padre. “¿Cómo aconsejáis...?” preguntó, y en el versículo 7 esos hombres de experiencia le aconsejaron. Pero parece que pidió consejo por curiosidad y no con intención de aprender y hacer lo bueno. El versículo 8 dice: “Mas él, dejando el consejo que le dieron los ancianos, tomó consejo con los jóvenes que se habían criado con él”. Muchas veces los jóvenes piensan que saben mejor, pero no siempre es así, como el texto demuestra. Buscan consejo entre sí, sin preguntar a los piadosos con años de experiencia y conocimiento de la Palabra de Dios que podría ayudarle. Recordemos que en la iglesia Dios pone a ancianos para el pastoreo, y esta palabra enfatiza los años y la experiencia y sabiduría que tienen, siempre que sean piadosos, por supuesto.
    Entonces, vemos en los versículos 13-14 que decidió seguir el consejo de los de su edad, y esa decisión provocó el fracaso – el pueblo reaccionó mal y no le siguió. Más adelante leemos así: “Viendo todo Israel que el rey no les había oído”, le rechazaron y se apartaron. Ahora bien, el versículo 15 dice que la causa era de Dios, y así fue por supuesto, pero esto no quiere decir que Roboam no tuviera culpa. Él se equivocó e hizo mal, y Dios le permitió seguir así y ver las consecuencias porque tenía que venir el juicio prometido. Sin embargo, la mala decisión la tomó Roboam, no Dios. Roboam ni siquiera consultó a Dios, y Dios no intervino ni le habló sino que permitió ese rumbo de error como parte del juicio. No confundamos las cosas.
    En el capítulo 11 vemos la infelicidad de Roboam (vv. 1-4). Quiso unir el reino y restaurarlo todo bajo la dinastía davídica, pero Dios le advirtió que no lo hiciera. “Vuélvase cada uno a su casa, porque yo he hecho esto” (v. 4).  Parece que todavía deseaba seguir el consejo de los jóvenes que querían hacer las cosas con fuerza. Tenía la corona, la ley, el templo, los sacerdotes y levitas (v. 13), pero no la bendición del Señor. La tradición y el derecho no son suficientes. Si edificamos o velamos sin el Señor, lo hacemos en vano.
    En los versículos 18-21 Roboam repitió el pecado de su padre, tomando dieciocho esposas y sesenta concubinas. Engendró veintiocho hijos y sesenta hijas, seguramente pensando que así garantizaría que habría descendiente suyo sobre el trono. Así funciona la lógica humana, y en eso también vemos que no confió en el Señor ni le obedeció (Dt. 17:17).
    En el capítulo 12 Roboam manifestó la rebeldía y fue castigado. “Dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él” (v. 1) El versículo 2 dice: “en el quinto año”, dejándonos saber que Dios esperó cinco años un cambio de actitud en Roboam. Le dio tiempo, pero él no lo aprovechó. Entonces Dios envió contra él a Sisac rey de Egipto con su ejército, y llegaron hasta Jerusalén. En el versículo 5 aparece un profeta, Semaías, que dijo de parte del Señor: “Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado en manos de Sisac”.  La derrota sirve para que haya una humillación y arrepentimiento para que pueda haber luego bendición. Son las lecciones que aprendemos a base de golpes.
    Lo bueno es que dicen los versículo 6 y 2 que se humillaron los príncipes y el rey. Respondió en el versículo 7 como hizo en Jonás 3 con Nínive cuando se arrepintieron. Hermanos, si nos humillamos ante el Señor, y le preguntamos: “¿Cuál es Tu camino? ¿Qué quieres que haga?”, Él responderá y nos enseñará. Él ha puesto guías espirituales en la asamblea para ayudarnos, pero ¿quién los consulta y quién hace caso del consejo bíblico? Muchas veces tiene que venir castigo y dificultad para que lleguemos a esa condición de humildad y receptividad a la guía de Dios. Es asombroso cuán obstinados pueden ser los cristianos a veces; especialmente cuando se empeñan a salirse con la suya y hacer las cosas como les parece. La escuela de la experiencia triste tiene matrícula cara, y sus lecciones son inolvidables. Proverbios 15:21se aplica aqui: “La necedad es alegría al falto de entendimiento; mas el hombre entendido endereza sus pasos”. Para eso tenemos la Palabra de Dios: “lámpara es a mis pies tu palabra” (Sal. 119:105). Hay que orar, leer y obedecer.
    El versículo 8 relata que Dios, aunque no permitió la destrucción de Jerusalén, les sujetó a la servidumbre para enseñarles y hacerles depender del Señor. Permitió el despojo de los tesoros (v. 9), pero no la destrucción. En los versículos 10-11 vemos cómo reemplazaron los escudos de bronce por los de oro que habían perdido. La apariencia seguía más o menos igual, pero la gloria no era como antes. Cuando pecamos contra el Señor sufrimos pérdida. Podemos mantener las apariencias y seguir la rutina ante los demás, pero la verdad es que es caro pecar y aunque perdonados, sufrimos pérdida.Los versículos 13-16 resumen la vida de Roboam. Dios da el análisis espiritual: “E hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar a Jehová” (v. 14). He ahí la clave, cómo él dispuso su corazón, que era su responsabilidad humana. Todos nosotros tenemos la misma responsabilidad, y hay consecuencias que siguen la disposición de nuestro corazón. En cuanto a Roboam, en su reino hubo conflicto perpetuo. Hermanos, cabe preguntar: ¿qué resumen dará Dios de mi vida? Dispongamos el corazón para buscar al Señor, oírle, obedecerle y seguirle siempre. Amén.

de un estudio dado por Lucas Batalla el 20 de mayo, 2012

SE BUSCAN COLABORADORES


Texto: Hechos 6:1-7
 
La historia en Hechos nos enseña que crecía la iglesia y también los problemas. Los apóstoles eran los responsables de la iglesia nacida en Jerusalén, y tenían que buscar soluciones. Un problema era la que menciona nuestro texto, que algunos se quejaban de que sus viudas no eran tan bien atendidas como otras. El descontento produjo murmuración, y había que hacer algo para asegurar la equanimidad en el reparto diario.
    Observamos primero en el versículo 1 que ese problema no era doctrinal, sino una cuestión práctica de la distribución de comida, fruto de roce entre hermanos, de procederes, la manera de hacer las cosas. En toda congregación pueden surgir conflictos por cosas así, y pueden surgir por malos entendidos o diferentes opiniones acerca de los trabajos prácticos. Hasta cierto punto son cosas normales entre seres humanos, pero en la iglesia el diablo busca aprovecharlas para arruinar la unidad y el ánimo de los hermanos.
    En el versículo 2 leemos que entonces los doce, que eran los responsables de la iglesia, convocaron a la multitud –eso es– a todos los creyentes. ¿Por qué? Porque era algo que afectaba a todos, y es bueno convocar y dar al conocimiento de los hermanos lo que afecta a todos. Lo primero que dijeron era: “No es justo”. Probablemente era una frase escuchada en las murmuraciones acerca del cuidado de las viudas. “No es justo que unas tengan más que otras”, o algo así. Pero los apóstoles hablaron de otra cosa. Tenían bien ordenadas sus prioridades. La Palabra de Dios debe tener preeminencia, porque no es justo cambiar el pan del cielo por pan de mesa. Habían recibido una comisión del Señor: “Haced discípulos... enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:19-20). Su deber era predicar el evangelio, enseñar la Palabra de Dios, y por supuesto orar. ¿Podían servir mesas, esto es, meterse en el reparto diario? Claro que sí, pero otros podían hacerlo también, y sabían muy bien que sería injusto dejar de hacer lo que el Señor les mandó.
    “Buscad”, dijeron el el versículo 3, y observad lo que sigue: “de entre vosotros”. No de los de fuera, no de seminarios o institutos bíblicos o escuelas de discipulado, sino de entre los mismos hermanos de la congregación en Jerusalén. No hacía falta alguien con doctorado, con estudios en idiomas originales ni nada así. Se trataba de la distribución y el cuidado de las viudas de los creyentes, y para esto la ayuda necesaria no iba a venir de fuera. Dicen: "siete varones", no mujeres, pero no varones cualesquiera, sino espiritualmente preparados y aptos. Observemos las cualidades nombrados por los apóstoles, porque son muy importantes. Primero: “de buen testimonio”, porque es necesario tener la confianza de los hermanos y no tener mala fama si quieres servir. Luego: “llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”, son dos cosas imprescindibles. Ahora bien, todo creyente tiene el Espíritu Santo, pero no todos se dejan controlar por Él como deben, y es una lástima. Es bueno que todo el que trabaje o sirva en cualquier cosa asociada con la iglesia sea lleno del Espíritu, y cuando no es así, hay problemas. Lo mismo se puede decir acerca de la sabiduría, porque se trata de sabiduría espiritual, no carnal. No astutos, ni sabiondas, sino sabios con la sabiduría que desciende de lo alto. Y dijeron: “a quienes encarguemos de este trabajo”. Los apóstoles les dieron un trabajo específico, que era la distribución diaria a los necesitados. Eran servidores, no oficiales de la iglesia. La palabra “diácono” significa “servidor” o “serviente”. No se volvieron los tesoreros de la iglesia, no controlaron las finanzas, sino que ayudaron a los apóstoles quitándoles la necesidad de supervisar el reparto de comida. Era algo específico, práctico y personal, asignado por los ancianos.
    ¡Qué triste es que hoy en día sólo unos poquitos quieren trabajar en la iglesia. No sé si podríamos hallar a siete varones así en una sola congregación. También hay trabajos que las hermanas pueden hacer, y todos podemos ayudar. Pero la mayoría deja a unos poquitos hacer todo. Pero aquí los apóstoles en los versículos 2 y 4 anunciaron que tenían sus trabajos que no debían dejar, y que otros tenía que colaborar. Había que delegar trabajo, y es bueno cuando los hermanos colaboren y no se queden mirando mientras que los mismos pocos hacen todo. Demasiadas veces hoy en día los ancianos de las iglesias se encuentran haciendo trabajos que quitan tiempo de su responsabilidad principal, pero no hay remedio porque los otros hermanos no colaboran. Mirad, hermanos, cada uno usa el local de reunión. Por ejemplo, todos usamos la puerta. Todos pisamos el suelo. Todos usamos los servicios. A todos nos gusta comer y beber cuando hay comida o refrescos. ¿Por qué no pueden más hermanos colaborar por ejemplo en la limpieza y el mantenimiento del local? ¿Es tal vez porque no están llenos del Espíritu Santo y de sabiduría?
    En el versículo 5 vemos a los elegidos, no por votación como en una campaña política, sino por acuerdo común entre los hermanos. Leyendo los nombres de estos siete hombres, vemos que los primeros dos nombrados, Esteban y Felipe, ocupan los siguientes dos capítulos donde vemos qué clase de hombres eran. ¡Ojalá que las iglesias hoy en día tuvieron hombres como ellos!
    En el versículo 6 leemos: “a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos”. Los presentaron ante los apóstoles porque iban a ser ayudantes suyos, y para que fuesen reconocidos y encargados públicamente. La imposición de manos no era para transferir poderes ni nada así, sino para identificarles ante todos.
    Y en el versículo 7 leemos el resultado. Crecía la Palabra, que es lo más importante, y el número de discípulos iba en aumento. El crecimiento así notado demuestra que el problema había sido resuelto y otra vez había armonía y unidad entre los hermanos. El Salmo 133 pronuncia bendición sobre los hermanos que viven así. Las contiendas, el chismeo, el protagonismo de algunos que quieren figurar, la envidia, la murmuración y la formación de partidos y círculos exclusivos de amigos en la iglesia – son cosas que la arruinan. Pero allá en Jerusalén, resuelto el problema, los apóstoles siguieron dando todo su tiempo a la oración y la enseñanza de la Palabra, y otros hermanos cuidaron las otras cosas.
    Pero, cuando los miembros no hacen nada, esto también arruina a la iglesia. 1 Corintios 12 habla de como en un cuerpo los miembros tienen cuidado unos de otros. Así debe ser, pues indica un cuerpo sano. Pero  ¿sabes qué te digo? Que si no estás lleno del Espíritu Santo, nunca servirás al Señor. Pero lleno del Espíritu dirás: “No yo sino el Señor”. Querrás hacer todo para la gloria del Señor. Dejarás de ser uno que asiste y mira, y vendrás con ganas de ayudar y colaborar. Buscarás la gloria de Dios y el bien de tus hermanos porque el Espíritu Santo si te controla te guía a amarlos y obrar para su bien. Algunos hermanos necesitan despertarse y poner manos a la obra. ¿Eres uno de ellos? Reconoce de una vez que no eres tuyo, sino que debes vivir para glorificar al Señor (1 Co. 6:19-20). Presenta tu cuerpo en sacrificio vivo al Señor (Ro. 12:1). Sé lleno del Espíritu (Ef. 5:18), y pídele al Señor la sabiduría para hacer bien (Stg. 1:5). Que así sea para la gloria del Señor.

de un estudio dado por Lucas Batalla el 27 de septiembre, 2012

CUANDO DIOS NO RESPONDE

Texto: Job 30:20

En el capítulo 29 Job recuerda su vida anterior de bendición. Pero en el capítulo 30 se queja de la vida atormentada, afligida y desdichada (vv. 11, 15-17, 19, 22-23). No sólo esto, sino que en el versículo 20 exclama: “clamo a ti y no me oyes”. Job describe además de sus pruebas, la aflicción de clamar a Dios y no tener respuesta.
    La vida cristiana tiene muchas aflicciones, porque el diablo no deja en paz a los que han decidido seguir a Cristo. El diablo, el mundo y aun su propia carne están en contra suya. El que quiere vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerá persecución, dice 2 Timoteo 3:12.
    Job había conocido mucha bendición (cap. 29), pero de noche a mañana perdió todo, y lo que más le sorprendió y le dejó perplejo y desanimado era que Dios no respondía – aparentemente no le escuchaba. A veces nos pasa algo parecido, aunque no sufrimos en la misma medida que Job. Pero a veces en nuestras pruebas y dificultades nos parece que Dios está lejos y difícil de contactar.
    En estos momentos, tengamos cuidado de no quejarnos ante el mundo – no demos lugar a que digan los incrédulos: “¿Dónde está tu Dios?” Ellos siempre están con el “¡ay!” y las quejas, y quieren vernos iguales. Cuando Job dijo: “Clamo a ti y no me oyes”, es el lenguaje de apariencia, es decir, que le parecía que Dios no le oía. Y nos puede parecer igual, pero consideremos y recordemos los siguientes textos:
    Salmo 139:7 dice: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” Dios no se aleja. Siempre está cerca y nada se escapa de Su vista y conocimiento. Además, en Mateo 28:20 el Señor prometió estar con nosotros todos los días. Él está cerca y escucha, y lo sabemos no porque lo sentimos, sino porque Él lo promete en Su Palabra.
    Hebreos 13:5 promete: “No te desampararé ni te dejaré”, y el siguiente versículo dice: “el Señor es mi ayudador...”.  No hermano, el Señor no está alejado, ni ha perdido interés. Pero si no vivimos en comunión con Él, podemos detener Su mano de ayuda. Si anteponemos las cosas contrarias a Su voluntad y le desagradamos, perdemos no Su presencia sino Su bendición. Si no nos amparamos en Dios sino en el mundo, en la compañía de los que no confían en Él, en la comodidad, entonces aunque Él nos ve y oye, no nos bendice. El problema no es que Él nos deje, sino en que nosotros le dejamos a Él. Dios nos tiene en cuenta, pero ¿nosotros le tenemos siempre en cuenta?
    Jeremías 42:1-7 relata como algunos judíos consultaron, supuestamente buscando la voluntad de Dios. Luego tuvieron que esperar diez días para la respuesta de Dios. Así Él ponía a prueba sus corazones y les daba tiempo para reflexionar. A veces Dios en el silencio y las esperas nos pone a prueba. Cuando Él se calla no quiere decir esto que nada está pasando. Cae una semilla en tierra y aparentemente no hace nada, pero con el paso del tiempo se ve el resultado. Recordemos esto y no nos cansemos de esperar en el Señor. Él sabe cuándo y cómo responder.
    Hermano, hermana, el Señor no está lejos. Te escucha siempre. Está en Su trono, gobernando soberanamente. Está trabajando en nuestro corazón y formándolo como Él quiere. Tengamos paciencia y confianza siempre en Él.
    Algunos piden salud, y luego van a la playa o a bailar, o se colocan en trabajos que demandan todo,  trabajan tanto que no tienen tiempo para las cosas del Señor. Dios sabe lo que vamos a hacer. Él prueba con tiempos de espera para que reflexionemos y cambiemos de actitud. Su deseo es que aceptemos Su voluntad como buena, agradable y perfecta (Ro. 12:2) y que no insistamos en salirnos con la nuestra. La oración no es para esto.
    El Salmo 66:16-20 da testimonio de uno que vio que Dios le escuchó. El versículo 19 dice: “ciertamente me escuchó”. El versículo 20 dice: “Bendito sea Dios que no echó de sí mi oración”. Un día diremos lo mismo, porque Dios siempre nos escucha, y nos contesta de la manera mejor y más sabia. Nunca perdamos la confianza en Él.

de un estudio de Lucas Batalla dado el 13 de septiembre, 2012

LA ORACIÓN QUE DIOS ATIENDE


Texto: Santiago 4:1-5

Este pasaje nos da enseñanza muy importante acerca de la oración. En lugar de leer sólo un versículo, es bueno leer todo el contexto para comprender mejor el mensaje. Aquí el contexto nos enseña que la oración no es algo mágico que nos dará todo. Se nos presenta la situación de los que profesaban ser creyentes y que oraban pero no veían el resultado. Quizás dijeron algo quejándose a Santiago, el medio hermano del Señor Jesucristo. Vemos estas frases: “no tenéis” y “no podéis alcanzar”. ¿Cómo puede una persona que se dice ser creyente orar y no recibir las cosas que pide? ¿No nos enseñó y nos invitó el Señor a orar, y no es ese el ejemplo de los apóstoles y primeros cristianos? Entonces, ¿qué pasa?
    Si leemos los versículos del contexto, prestando atención,  veremos otras palabras que nos indican cuál era el problema con las oraciones de ellos, y esto nos enseñará algo acerca de nosotros también. Vemos palabras como “guerras”, “pleitos”, “pasiones” (v. 1), “codiciáis”, “matáis”, “ardéis de envidia”, “combatís y lucháis” (v. 2) “pedís mal”, “vuestros deleites” – que son placeres desenfrenados (v. 3), “almas adúlteras”, “enemistad contra Dios” (v. 4), “soberbios” (v. 6), “pecadores”, “doble ánimo” (v. 8) y “el que murmura del hermano” (v. 11). en esas condiciones Dios no nos concede las oraciones. El salmista dijo: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66:18), pero en Santiago se trata de gente que sí tiene iniquidad en el corazón. Entonces no hay misterio. La oración no es una fórmula mágica para obtener cualquier cosa, ni está Dios obligado a venir corriendo a concedernos nuestros deseos, como si fuese un genio recién salido de una botella para darnos tres deseos.
    Dios, en Su propósito y sabiduría, nos da lo que quiere según Su buena voluntad. Así que, la oración no es un amuleto para recibir todo lo que queremos. Hay que pedir conforme a la voluntad de Dios, como Juan 5:14-15 nos enseña: “Y ésta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”.
    Muchas veces adolecemos de interés y perseverancia en la oración. Nuestras oraciones suelen ser caprichosas y egoístas, sobre todo si no estamos andando en comunión diaria con Dios, viviendo una vida que le agrada. Si andamos en amistad con el mundo, imitando a los del mundo, desagradamos a Dios y estando así alejados de la comunión con Él nuestras peticiones salen torcidas. Colosenses 1:3, 9 y 10 nos muestra como Pablo persistía en oración por ellos, pidiendo lo más importante, conforme a la voluntad de Dios. También en Lucas 18 el Señor dio una parábola, la de la viuda y el juez injusto, para enseñarnos la importancia de orar siempre y no desmayar, es decir, la perseverancia.
    En el Salmo 35:18-22 leemos: “He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre. Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón, Porque en su santo nombre hemos confiado. Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, Según esperamos en ti”. ¡Claro que el Señor quiere que oremos y confiemos en Él! Desea responder y darnos en Su bondad las cosas que necesitamos, porque nos ama y deseo nuestro bien. Pero hermanos,  mirad otra vez, que aquí habla de los que le temen, esperan Él y confían en Él. Esto es lo que hay que debemos hacer. Si el temor de Dios y la fe caracterizan nuestras vidas y nuestras oraciones, pediremos como debemos y recibiremos la respuesta.
    Lamentaciones 3:26 dice: “Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová”. No hacen falta las vanas repeticiones. Hay que pedir sencillamente, con reverencia y confianza, y esperar. Dios no quiere que nos alejemos desanimados, sino que nos acerquemos, no sólo en un momento para pedirle, sino que quedemos cerca de Él, esperándole. En Su presencia y guiados por Su Palabra nuestras vidas y peticiones serán conformadas a Su voluntad, y Él nos contestará. Pero las respuesta de oración no son para gastar en nuestros deleites, sino para ayudarnos a tener buen testimonio y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
    Que el Señor nos ayude a vivir y pedir como debemos, para Su gloria y nuestro bien. Amén.

de un estudio dado por Lucas Batalla el 21 de junio, 2012