Monday, November 23, 2020

Dios Santo - Pueblo Santo (parte 2)

Lucas Batalla

Texto: Deuteronomio 23:9-14

Continuamos nuestros estudios sobre la santidad, y de nuestra lectura de la Palabra de Dios quisiera destacar primero estas palabras del versículo 14, “tu campamento ha de ser santo”. Israel era un pueblo escogido y apartado, y de esto podemos aprender lecciones porque la iglesia también es un pueblo escogido y apartado. Israel tenía los sacrificios para limpiarse, pero nosotros tenemos al Hijo de Dios, el Cordero de Dios. Él fue ofrecido para redimirnos y para que fuésemos un pueblo santo, Suyo propio (Tit. 2:14), puro y limpio. Debemos tener en nosotros una reciprocidad ante el Señor que tanto dio por nosotros. Dios demandaba la santidad y limpieza en medio del campamento de Su pueblo que iba peregrinando hacia la tierra prometida, y hoy en día la iglesia es este pueblo redimido y peregrino. Debemos vivir en santidad porque el Señor está en medio de nosotros.
    Hermanos, la santidad era y es saludable. Significa consagrado y esto también desea Dios. 1 Tesalonicenses 4:3 enseña que la voluntad de Dios es nuestra santificación – habla de nosotros los creyentes en este tiempo, la edad de la gracia. Dios desea nuestro apartamiento de lo inmundo y separación de lo malo. Esto no lo guardó el hijo pródigo cuando se apartó de su padre y se fue a vivir con amigos mundanos. Le ayudaron a despilfarrar su herencia y luego le abandonaron, porque así son los amigos del mundo. El diablo los manda para arruinar la vida, la comunión y la herencia tanto física como espiritualmente. Muchos jóvenes han caído simplemente por amistades que no agradan a Dios, bajo la influencia de los que no aman a Dios. No debemos tener amigos así – debemos estar separados.
    El versículo 7 de 1 Tesalonicenses 4 dice: “No nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”. Dios no nos ha llamado a practicar cosas nocivas. Nada nocivo debe estar en la vida del creyente ni en el ambiente de la iglesia, pero lo que uno tiene en su vida, lo trae a la iglesia de la cual forma parte y esto es inevitable. Así que tu santidad personal o la falta de ella afecta a toda la congregación. Acán y su pecado escondido afectó a toda la nación de Israel. Recordemos esto.
    El siguiente versículo (v. 8) advierte que desechar esta enseñanza es cosa seria. “El que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios”. Así que no diga nadie que aquí estamos hablando de opiniones ni puntos de vista ni que toleremos diferencias, porque es Dios quien nos llama a vivir en santidad. Si la santidad no te es importante, en esto no agradas a Dios. Algunos dicen que no hay que ser tan extremista, pero es Dios quien insiste. Hay iglesias y “cristianos” que no practican la separación del mundo, sino que intentan consagrar la mundanalidad y esto es un error grande y muestra de falta de madurez espiritual, una falta de discernimiento espiritual, una falta de amor a Cristo. No quieren salir a Él llevando Su reproche, sino integrarse en el mundo y disfrutarlo. Quieren nadar y guardar la ropa.
    Israel en el tiempo pasado tenía que ser un reflejo de lo que quería Dios – un pueblo apartado y consagrado que le servía con el corazón, y con Dios en medio del pueblo.
    En Génesis 20 encontramos que la tierra de Canaán era malísima, perversa, y por el miedo que tenía Abraham el patriarca le pasó lo mismos que en Génesis 13 con la mentira acerca de Sara. Los del mundo al descubrir esto lo echaron en su cara y le despreciaron por su comportamiento. La situación era sin temor de Dios, y es la misma situación hoy. ¿Quién tiene este temor? Sólo el creyente. Pero esto no le disculpó a Abraham ni nos disculpa a nosotros. Tenemos que vivir claramente como Dios manda y sin trapicheos ni camuflajes. Luego en el capítulo 23 Abraham envió a su criado a buscar esposa para Isaac, pero no de la gente perversa e idólatra de Canaán. Había aprendido a no integrarse, y hermanos míos, esto lo tenemos nosotros que aprender. El Dios santo no quiere que Su pueblo se integre al mundo.
    En Génesis 22:46 Rebeca recalca esta misma verdad que había aprendido Abraham, cuando habla con Isaac para que Jacob no se case con las hijas del mundo, y aunque ella estaba manipulando las cosas por otro motivo, hasta allí tenía razón, porque Esaú había hecho mal. Había tomado para sí, sin consultar ni tener la aprobación de sus padres, a dos mujeres de cananeas. Ella no quería que se repitiera esta historia porque traía conflicto y contaminación a la familia. Todavía hay hijos que se casan con quienes les da la gana sin consultar ni considerar el efecto que esto puede tener no sólo en su vida sino también en su familia y en la iglesia. Es importante la separación y la distinción, y tarde o temprano hay que aprender esto.
    Luego en la historia, el rey Josafat, con todo y ser un rey bueno, descuido este asunto de la separación y emparentó con la casa de Acab, casando a su hijo con Atalía hija de Acab y Jezabel. Esto trajo problemas, maldad, desvío espiritual, tragedia y pérdida. No podemos ir en contra de lo que Dios manda sin sufrir y causar sufrimiento en los demás.
    La idolatría en Canaán incluía la prostitución idolátrica de hombres y mujeres, toda clase de perversión sexual y la matanza de niños en sacrificios a sus dioses. Profanaron la familia y el matrimonio, y si no estamos separados de personas así, ellas influyen en nosotros. La Biblia declara esto en 1 Corintios 15:33, “No erréis, las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”. La palabra “conversaciones” aquí no se refiere realmente a hablar o conversar. "Malas conversaciones" es del griego: homiliai kakai, literalmente "malas amistades" , e indica amistades y relaciones sociales. ¿No te parece buena idea la separación? Entonces, ¿quieres decir que sabes mejor que Dios? No, hermanos míos, no sabemos más que Dios.
    Deuteronomio 7:6-7 afirma: “eres pueblo santo para Jehová tu Dios”, y “escogido para serle un pueblo santo”. El Dios santo no quería pueblo perverso como los pueblos de los ídolos, sino un pueblo santo, separado del mal, distinto, consagrado, y esto es lo que quiere en la iglesia. Dios desea una iglesia santa, no mundana. Dios separó de Egipto al pueblo Suyo, pero muchos lo llevaban en el corazón, como muchos llamados cristianos hoy en día: de boca profesan creer, pero su vida y los deseos de su corazón es pura mundanalidad.
    Dios se reveló ante Faraón por medio de Sus milagros, y a Israel ante el monte de Sinaí y luego por Sus leyes y estatutos. El tabernáculo también ilustraba Su santidad, con la valla blanca alrededor del atrio, y el acceso por una sola puerta, el altar y la fuente. Dios no ha cambiado. Sigue siendo tan santo hoy como en aquel entonces. En Deuteronomio 4:23-24 Dios les recuerda la importancia de Su pacto: “Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová tu Dios te ha prohibido. Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso”. "Escultura o imagen de ninguna cosa" prohíbe también el uso de los belenes que algunos disculpan diciendo que es en honor a Cristo y Su nacimiento. ¡¿Cómo pretenden honrar a Dios haciendo lo que Él prohibe?! Luego en Hebreos 12:29 vemos lo mismo en la época de la iglesia: “Dios es fuego consumidor”.
    En Hechos 5 Dios manifestó Su juicio contra el pecado de Ananías y Safira – la mentira y el engaño – y así mantuvo la santidad de la iglesia naciente. Él quiere un pueblo santo hoy en la era de la iglesia. Nos dice que no mintamos unos a otros, pero hay quienes no vienen a las reuniones y dicen que están enfermos, pero luego por la tarde se les ve en la calle o en el parque paseando al perro, o resulta que se fueron a la playa. Mintieron y esto deshonra y desagrada a Dios. Cada día debemos orar y pedir ayuda para vivir limpiamente y dejemos a Dios seguir perfeccionando nuestra vida, para que no sea como el mundo. Seamos extraños al mundo, pero no a Dios.
    El sistema de inmolación también muestra que Dios es santo y justo, y no convive con el pecado. Además, vemos en Levítico 10:6-7 que Dios no permitió a Aarón ponerse de parte de sus hijos pecaminosos. Ofrecieron fuego extraño y Dios los mató, pero Aarón no pudo salir del tabernáculo ni lamentar. Tuvo que sacrificarse en esto y estar de parte de Dios y no de sus hijos. El que toma la parte de hijos rebeldes y pecaminosos está pecando. En los versículos 9 y 10 mandó a los sacerdotes no beber vino ni sidra cuando entraban a servir en el tabernáculo, “para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio”. En Levítico 18:3-5 los mandó no imitar a los del mundo: “No haréis como hacen en la tierra de Egipto...ni haréis como hacen en la tierra de Canaán...”.
    Y como pueblo y sacerdotes de Dios en la edad de la Iglesia, nosotros los creyentes no debemos imitar a los del mundo en sus costumbres que no agradan a Dios. Por ejemplo, enseñan la desnudez, descubren el cuerpo y lo ponen a vista de los demás, con la excusa de la moda, el calor o cualquier otra cosa. De ninguna manera debemos imitar estas cosas. Recordemos lo que el predicador C.H. Spurgeon dijo acerca de la moda: que Londres traía la moda de París, y París la traía del infierno. Así que ni por la moda ni por la comodidad ni por nada. Seamos distintos. La iglesia del Señor tiene sus requisitos también. Dios no va a permitir estas cosas ahora que antes prohibía – no ha cambiado con los tiempos. Ni por estar en un campamento ni en la playa, que es donde frecuentemente se les ve a creyentes abandonando todo pudor y modestia. Cubrirse es lo que Dios quiere, y no con hojas de higuera como en Edén. Recordemos que Dios cambió las hojas escogidas por ellos por unas túnicas. No debemos estar en la playa u otro lugar vestidos como los que no temen a Dios ni tienen vergüenza de exponer el cuerpo. Es bíblico, es la voluntad soberana de Dios. En Juan 21:7 vemos a Pedro pescando con los demás, que para trabajar se había quitado la túnica exterior o superior, es decir, de la cintura para arriba (como indica A.T. Robertson en su comentario sobre el texto). Pero cuando oyó que el Señor estaba allí, ¿qué hizo? Fijaos bien. Pedro se ciñó, cubrió su cuerpo, en presencia del Señor, y nosotros estamos reunidos en presencia del Señor. Seamos reverentes y santos en nuestro vestir y nuestro comportamiento. Hermana, no vienes al culto para que te miren y te contemplen. No es un desfile de modas. No entres llevando joyas, ropa ajustada y taconeando. Nos congregamos en presencia de Dios, para adorarle. Dios todavía es santo y todavía quiere un pueblo santo.

 

todos estos artículos están en el libro DIOS SANTO - PUEBLO SANTO, Libros Berea, Apartado 75, Los Palacios y Villafranca, SE, España, o contáctenos por email: berealibos en nuestra cuenta de gmail

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