Tuesday, December 31, 2019

GRAN AYUDA DIVINA



Texto:  Romanos 8:14-28

 Desde el principio este hermoso capítulo nos habla de la santidad, no como un ideal sino algo práctico, divinamente provisto y posible para todo creyente, gracias al Espíritu Santo. El capítulo 8 es uno de mis favoritos porque nos alienta y anima en la vida cristiana, y promete que nada nos separará de Su amor.
    Los versículos 12-13 declaran que no tenemos deuda con la carne, sino con el Espíritu. No vivimos según la carne porque hemos nacido de nuevo. No la debemos nada. La carne sólo conduce a la muerte. En el versículo 13 aparece la frase “por el Espíritu” – que nos enseña cómo hacer las cosas. No vencemos la carne con la ley, sino con el Espíritu.
    El versículo 14 nos describe como “guiados por el Espíritu de Dios”. Es una descripción de todo verdadero hijo de Dios. Ser guiado por el Espíritu es señal y resultado de nacer de nuevo. Una persona inconversa no puede ser guiada por el Espíritu. Está muerta en sus delitos y pecados. Le guía la carne: “los deseos de nuestra carne...la voluntad de la carne y de los pensamientos”. Le guía el mundo y sigue “la corriente de este mundo”. Le guía el diablo, el “príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Ef. 2:1-3). Los guiados así son “hijos de ira” que van rumbo a un terrible encuentro: “horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (He. 10:27, 31). Pero cuando creemos el evangelio, Dios nos salva de todo esto, nos da vida (Ef. 2:1) y recibimos el Espíritu Santo (Ef. 1:13-14). ¿Cómo nos guía Su Espíritu? Hay que tener esto muy claro. No por voces, emociones, sueños, etc. sino  por la Palabra de Dios, la que Él mismo inspiró. El propósito es que la obedezcamos. Por eso es muy importante que nosotros estemos siempre en la Palabra de Dios. Comencemos cada día con ella. Consultémosla antes de tomar decisiones. Hagamos caso de lo que ella dice, porque es así que el Espíritu Santo nos guía.
    En los versículo 15-16 aprendemos que Él es el Espíritu de adopción. Nos hace saber que somos hijos de Dios, y da testimonio – no por hablar en lenguas o bailes, sino por la Palabra de Dios nos lo hace saber. No todos y no muchos son hijos de Dios. Hay hijos del diablo (1 Jn. 3:10). Cristo dijo a los fariseos que eran de su padre el diablo (Jn. 8:44). Pero ¡qué hermoso, consolador y animador es saber que “Amados, ahora somos hijos de Dios” (1 Jn. 3:2).
    Y como somos hijos de Dios, los versículos 17 y 18 testifican de la herencia y la gloria venidera. La vida cristiana en un mundo hostil no es fácil, pero tenemos algo que los del mundo no tienen: una herencia celestial. Los que hacen tesoros en el mundo perderán todo porque la tierra y sus obras serán quemados (2 P. 3:10). ¿Qué padecemientos? Los que son por causa de Cristo, por asociarnos con Él como dice Romanos 8:17, “juntamente con Él”. Llevamos “su vituperio” (He. 13:13). ¡Es imposible ser político y ganar votos por popularidad! La vida de santidad trae padecimiento (2 Ti. 2:12; 3:12), porque no seguimos la corriente del mundo (Ef. 2:2). A los del mundo les parece extraño que no corramos con ellos (1 P. 4:4), y nos ultrajan. pero las aflicciones por ser fieles a Cristo serán recompensadas. Seremos glorificados “juntamente con él”.
    Los versículos 19-25 presentan los gemidos de la creación y los nuestros, esperando la manifestación de los hijos de Dios, es decir, nuestra glorificación. Por el pecado la creación fue sujetada a vanidad y esclavitud de corrupción (vv. 20-21), y por eso gime (v. 22). Nosotros gemimos esperando la redención. No estamos exentos del dolor. El cuerpo gime. También gemimos para ser librados del cuerpo de pecado. Es nuestra esperanza (vv. 23-25). Nada en el mundo nos da esperanza, pero las promesas de Dios, sí.
    En los versículos 26-27 vemos otra ayuda en nuestra presente debilidad. El Espíritu Santo intercede por nosotros. ¡Acaso es poca ayuda? Su intercesión es conforme a la perfecta voluntad de Dios. A veces fallamos en la intercesión por otros, pero Él nunca falla. Y cuando intercede, ¿qué desea? ¡Nuestra santidad! (Ef. 1:4). Desea que sigamos a Cristo, andando como Él anduvo (1 Jn. 2:6). Desea que conozcamos al Señor, Su Palabra y Su gracia (2 P. 3:18). Desea que seamos conformados a la imagen de Cristo (Ro. 8:29). Desea que no seamos engañados por el mundo ni lo amemos (1 Jn. 2:15-17). Desea que crezca y abunde nuestro amor (Fil. 1:9). Desea que seamos llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría e inteligencia (Col. 1:9). Y probablemente gime porque Él desea estas cosas más que nosotros.
    Del versículo 28 surge la pregunta: ¿Quiénes son los que aman a Dios? Son los verdaderos hijos Suyos, nacidos de nuevo (1 Jn. 4:19). Ese amor ha sido derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo (Ro. 5:5). Amamos a Dios y guardamos Sus mandamientos (1 Jn. 5:2).
    Lucas 11:24-26 trata el peligro de los que realmente no han nacido de nuevo.
    “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero”.
     Son como una casa limpiada pero no habitada, porque se reforman temporalmente, pero no tienen al Espíritu (Ro. 8:9; Jud. 19). La casa (su vida) fue barrida, pero no ocupada por Dios. Entonces, andando el tiempo, éstos serán vencidos por el pecado y las fuerzas del maligno. La falsa conversión trae al final una terrible ruina y un estado peor que antes. Por eso advierte Pedro: “...su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 P. 2:20-21). ¿Cuántas personas hay hoy que fueron bautizadas – remojadas – y luego, después de un tiempo, desaparecen y se vuelven al mundo? La experiencia demuestra que los que siempre están diciendo: “no dejaré al Señor” y “no me echo atrás” son los que suelen marcharse. Aseguran que no lo harán, pero luego algo pasa, tropiezan, o se molestan, o se amargan, o se cansan, o caen en algún pecado, o entran en una amistad mala, o algo así. Y un buen día comienzan a faltar en las reuniones, y pronto desaparecen. Es muy triste, pero ha sucedido muchas veces. No sabemos pero quizás hablan así porque dejarlo y echarse atrás son sus tentaciones. No solemos escuchar a verdaderos creyentes hablar así, porque ni siquiera piensan en tales cosas.   
    Hermanos amados, Dios nos da grandes ayudas, como hemos visto. Nos da Su Palabra llena de consejos, promesas, advertencias, y ejemplos buenos y malos. Nos da Su Espíritu Santo para que more en nosotros como Consolador que nos guía y ayuda. También nos da la comunión de los santos para fortalecernos. No quiere que el creyente esté solo – no es bueno. Tampoco quiere que ande con los del mundo, porque no le harán ningún bien. En Hechos 2:44 todos los que creían estaban juntos. Hechos 4:23-24 cuenta como buscaban la comunión y oraban unánimes. El versículo 32 dice que la multitud de los creyentes era de un corazón y un alma. Aprovechaban las ayudas que Dios da, y esto es lo que necesitamos hacer para crecer y agradar a Dios. Dios provee para nosotros lo mismo que dio a ellos, no cabe duda. Que aprovechemos lo que Él nos da, para Su honor y gloria y nuestro eterno bien.
 Lucas Batalla, 31-3-2019

Monday, September 2, 2019

La Fe de Noé



Texto: Hebreos 11:7

Este versículo contiene mucho, porque resume toda la vida de Noé, que era el nieto de Matusalén y bisnieto de Enoc (Gn. 5:24-29).
    El mundo solo asocia a Noé con el arca, y muchos creen que es un mito. Pero Noé era un hombre literal, histórico, que descendió de Enoc el séptimo desde Adan (Jud. 14). Su genealogía está en Génesis 5. Jesucristo le nombró en Mateo 24, y está en la genealogía de Cristo en Lucas 3. El apóstol Pedro le menció en sus dos epístolas. Que nadie diga que eso fuese una leyenda o parábola.
    Génesis 6 describe las terribles condiciones del mundo antes del diluvio – el primer gran juicio de Dios sobre la humanidad. Dios advirtió a Noé, y él con temor preparó el arca en tierra y en tiempos cuando nunca había llovido. Hebreos 11 dice que lo hizo por fe. Creyó a Dios y actuó, y mediante eso “condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”.
    Al estudiar el texto en Génesis vemos que Dios intervino así en la vida de Noé porque él no seguía la corriente del mundo de su día, sino buscaba a Dios. Génesis 6:8 dice que “Noé halló gracia”, y el versículo 9 añade que era “varón justo” – no como los demás de aquel terrible siglo. Era “perfecto en sus generaciones” y “con Dios caminó Noé” (v. 9), como Enoc su bisabuelo (Gn. 5:22). Vivía en medio de un mundo malísimo. La maldad de los hombres era mucho, y todos sus pensamientos eran de continuo el mal (Gn. 6:5). Toda carne había corrompido su camino (Gn. 6:12). La tierra estaba llena de violencia a causa de ellos (Gn. 6:13), y terrible juicio divino pendía sobre el mundo.
    En esos tiempos, Noé pensaba en Dios, y clamaba a Él. Probablemente era casi el único hombre en el mundo que oraba a Dios. ¡Imagina esto! Hay algo que conmueve el corazón de Dios – es la oración de los que le buscan. No podemos salvar a nuestros hijos, pero Dios sí. Noé, instruido por Dios, preparó el arca, y su familia entró y fue salva del diluvio. El testimonio personal de Noé es importante. No vivía como los demás. Halló gracia, no por una misteriosa elección, sino porque vivía para agradar a Dios. Era distinto: “a ti he visto justo delante de mí en esta generación” (Gn. 7:1).
    Observa en Génesis 6:22 que Noé tenía un corazón dispuesto, tenía fe – confianza en Dios – y obedeció. “Hizo conforme a todo lo que Dios le mandó”. Leemos esta misma idea en Génesis 7:5 y 16. La fe nos conduce a hacer lo que Dios dice, a respetar y obedecer Su Palabra. Así que, ahí estuvo ciento viente años preparando el arca y predicando. 2 Pedro 2:5 le llama “pregonero de justicia”. Podemos imaginar las burlas de la gente, pero Noé no dejó de hacer lo que Dios le dijo. El mundo siempre quiere desviar al creyente para que no sirva a Dios. A Nehemías cuando edificaba el muro de Jerusalen, varias veces los enemigos intentaron hacerle parar, pero siguió y terminó la obra. Hermanos, debemos hacer “conforme” a lo que Dios manda y no parar ni cambiar para dar gusto al mundo que no entiende y cree.
    Dios le dio la gracia, las instrucciones, el conocimiento y las fuerzas, pero Noé tuvo que hacer como Dios había dicho, y eso es la fe – lo que la demuestra. La fe no es un sentimiento, una emoción, ni una teoría o filosofía. Es muy práctica. Cree a Dios y hace lo que Él dice.
    Terminada el arca, y con los animales metidos, Noé y su familia entraron cuando Dios le dijo (Gn. 7:6-7, 16). Solo había una puerta, y nota que fue Dios que cerró la puerta, no Noé. Eso dio seguridad. Noé tuvo que entrar para ser salvo, pero solo Dios cierra la puerta para asegurar la salvación. Pereció todo el mundo y solo se salvaron los que estaban en el arca – ocho personas. La mayoría no cree, todavía es así, pero la mayoría no manda a Dios ni lleva la razón.
    Pasó un año en el arca. Hay tiempos cuando tenemos que sentarnos, estar quietos y esperar en Dios. Este año no fue tiempo perdido, pero qué poco nos gustar parar, meditar y esperar en Dios. Luego en Génesis 8:1 leemos que Dios se acordó de Noé y obró para que las terribles aguas de muerte fuesen quitadas de la tierra. En los versículos 16-19 vemos que salío del arca cuando Dios se lo dijo, al igual como cuando entró. Actuó guiado por la Palabra de Dios, y nosotros también debemos actuar así. Luego hizo algo voluntario que a Dios le gustó. Edificó un altar (Gn. 8:20) y presentó holocausto a Dios. El siguiente versículo dice que “percibió Jehová olor grato” – eso es – que le agradó. La gratitud y la adoración agradan a Dios.
    Hermanos, como Noé, no sigamos al mundo. Recordemos las tres cosas en el Salmo 1:1 que no debemos hacer si queremos bendición de Dios. Hay que separarnos del mundo. Cuánto bien podemos hacer viviendo fielmente para Dios con nuestra familia, y enseñando a los nuestros ejemplo de la vida de fe.
    En Génesis 9:1 Dios bendijo a Noé y sus hijos, y los envió a llenar la tierra. Vemos Su pacto con Noé en el versículo 9, y mencionado repetidas veces en los versículos del 11 al 17. La señal de ese pacto fue el arco iris que Dios hizo. Es una gran blasfemia que los sexualmente perversos utilicen ese símbolo divino dado a Noé, y ciertamente ellos serán juzgados, no con agua, sino con fuego eterno.
    Génesis 9:20-27 relata que Noé labró la tierra, cosa buena, pero se descontroló con el vino, cosa mala. No dice que era continuamente un borracho, sino habla de un hecho puntual. Cuán importante es que nos cuidemos de excesos y de lo que pueda manchar nuestro testimonio. En esta sección aparece el desprecio que le hizo su hijo Cam, por lo que fue maldito, y el respecto y la misericordia que Sem y Jafet tuvieron a su padre, por lo que fueron benditos. Cam, padre de Canaán, fue salvo del diluvio porque entró con su padre en el arca, pero después se perdió por la deshonra: “maldito” (Gn. 9:25). Es la primera persona maldita en el mundo posdiluvio, y fue por cómo trató a su padre.
    Los versículos 28 y 29 resumen los últimos siglos de Noé, sí, siglos, porque tuvo seiscientos años cuando entró en el arca, y murió con novecientos cincuenta años de edad. Así que vivió trescientos cincuenta años después de entrar en el arca, o sea, trescientos cuarenta y nueve después del diluvio. ¡Imagimemos cómo sería tener entre nosotros una persona de más de novecientos años de edad! Para eso tendría que nacer cerca del año 1.100, o sea, en la edad media. Pues Noé tenía todos esos años y vio muchos cambios en el mundo. No es un cuento hermanos. Un día nosotros los creyentes veremos a Noé y hablaremos con él, o más bien le escucharemos.
    Hermanos, tengamos cuidado durante toda la vida, y especialmente en la vejez, en el camino largo, hasta el fin, porque entonces llegaremos a la gloria. No aflojemos. No se puede jubilar de la vida espiritual ni tomar vacaciones de ella. En todo el camino hay peligros en este mundo. Seamos fieles a Dios de principio al final. ¡Qué éste sea nuestro propósito y que el Señor nos dé gracia y fuerzas para vivir así!
Lucas Batalla

Tuesday, August 27, 2019

He Oído Tu Palabra, Y Temí



Texto: Habacuc 3:1-2

Desgraciadamente no muchos tienen hoy la reacción de Habacuc en el versículo 2, “he oído tu palabra, y temí”. José temía a Dios y por eso rehusó tomar a la mujer de Potifar. Exclamó: “¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gn. 39:9). Hoy pocos reaccionan a la tentación como él, porque hoy hasta los creyentes adolecen del buen temor de Dios. Ese temor es sano y bueno, no es miedo sino temor santo, reverencia. Habacuc lo tuvo porque oía con fe la Palabra de Dios. Necesitamos oír como él, porque nuestro Señor afirmó: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
    Así que, en el versículo 2 Habacuc sigue: “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos”. Es necesario hoy orar así, porque el humanismo y la mundanalidad han entrado en las iglesias, y los que ocupan lugares de liderazgo se han desviado. ¿Cuál es la obra de Dios?  La que Él hace – no es cualquier cosa. El Señor obra en el mundo, y en los que creen, y toda la obra de Dios dura. “Todo lo que Dios hace será perpetuo” (Ecl. 3:14). Los imperios y los monumentos de los hombres pasarán y desaparecerán, pero la Palabra de Dios vive y permanece para siempre.
    La más grande de las obras de Dios es la de Cristo en la cruz. Pero Él obró en Israel en el Antiguo Testamento, y obra en la iglesia en el Nuevo Testamento y hasta hoy. Cuando vivimos de acuerdo a Su Palabra, manifestamos Su obra. “Edificaré mi iglesia” dijo el Señor (Mt. 16:18). La iglesia es obra de Dios y por eso si alguien intenta destruirla, Dios le destruirá a él (1 Co. 3:17). Su Palabra obra eficazmente en los que oyen con fe (1 Ts. 2:13). Nosotros también como creyentes debemos obrar, haciendo buenas obras (Ef. 2:10), pero hay que nombrar a Cristo, para que sepan que es por Él que las hacemos, para que Él reciba la gloria.
    El pan de hoy deja a la gente con hambre mañana, pero la Palabra de Dios llena siempre. Habacuc oyó Su Palabra, temió, y pidió el avivamiento de Su obra – Israel en aquel entonces. Hoy, como entonces, si es avivada la obra del Señor, seremos obedientes y santos, y tendrémos Su guía, poder y protección.
    Ya que Dios obra por Su Palabra, naturalmente tenemos que dedicar tiempo a ella. Debemos leerla, estudiarla, atesorarla en nuestro corazón y meditarla. Si trabajamos ocho horas, y dormimos ocho oras (yo duermo menos), nos quedan otras ocho horas cada día. Ahora bien, la pregunta es, ¿qué hacemos con esas horas? Usemos el tiempo para conocer mejor a nuestro Dios, obedecerle y servirle. Así se avivirá Su obra en medio de los tiempos.
    Habacuc dijo: “He oído tu palabra”. Es el primer paso. Ojalá sea así con nosotros. Habacuc oraba así pensando en las condiciones en sus tiempos (1:1-4). Pero hermanos, son así de problemáticos nuestros tiempos. Necesitamos volver a la Palabra de Dios si queremos avivamiento y bendición.
    Ella tiene autoridad, como vemos en Lucas 4:32, y será predicada así cuando la obra del Señor es avivada. Desaparecerán esos mensajes contemporáneos y del populacho, y escucharemos nuevamente la Palabra del Señor predicada con autoridad, llamándonos al arrepentimiento y la obediencia.
    En Lucas 4:33-36 vemos otra vez Su autoridad y poder. El Señor mandó y el espíritu inmundo obedeció y salió de aquel hombre. A veces parece que los demonios respetan más la Palabra de Dios que nosotros. Sin ella, no hay avivamiento, ni cambios para mejor. Recordemos que el gran avivamiento bajo el rey Josías fue después del descubrimiento del libro de la ley.
    En 2 Pedro 3:5 vemos el poder de la Palabra para crear el mundo. En Isaías 42:5 Jehová creó con Su Palabra. Hebreos 1:3 dice que sustenta todo con Su Palabra. ¡Seguramente puede sostenernos y guiarnos por ella, si la hacemos caso! En Isaías 55:11 la Palabra de Dios es presentada como eficaz, que cumple lo que Dios quiere.
    Luego vemos en Juan 6:63 que las palabras que Cristo habla son espíritu y vida. Esta semana todo el mundo habla de ese científico Steven Hawking, que murió, y le alaban como un gran sabio, pero era necio porque rechazó la Palabra de Dios. Dijo: “Dios no creó el universo”. Se fue perdido a la eternidad, como todos los que rechazan la Palabra de Dios.
    1 Tesalonicenses 2:13 nos recuerda cuán importante es nuestra recepción de la Palabra. La recibieron, no la rechazaron. La recibieron no como palabra de hombres – reconocieron su procedencia celestial y divina. La recibieron según es en verdad, “la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes”
    No es necesario estudiar una cátedra y tener títulos, sino oír con humildad y fe, temer y hacer caso a la Palabra de Dios. Seamos como Habacuc: “he oído tu palabra, y temí”. Y que el Señor tenga en nosotros creyentes obedientes y fieles.

Saturday, July 20, 2019

DAVID EN FILISTEA


Texto: 1 Samuel 27:1-4

Hay mucha enseñanza buena en la vida de David. Aquí vemos cómo decidió marcharse de Israel porque se cansó de las amenazas continuas de Saúl, y de huir de él. Lo respetaba y no lo iba a matar porque era el ungido de Dios (1 S. 24:6). Así le perdonó la vida dos veces y en eso dio buen ejemplo. Pero entonces se cansó, como humano que era, y tomó una decisión indebida – se fue a un lugar donde no debió estar, con los enemigos de Israel. Hermanos míos, cuando pasamos pruebas y dificultades, sentimos presión como los demás, pero debemos tener cuidado con las decisiones en esos momentos. Podríamos salir de las presiones y también salir de la voluntad de Dios. David estaba desorientado y tomó una decisión importante sin consultar a Dios. Es importante notar esto – no oró, no esperó en Dios como en otras ocasiones, sino actuó por cansancio y quizás desánimo y preocupación. No son buenos consejeros.
    En 1 Samuel 22 cuando estaba en la cueva Dios le cuidó y le dio 400 hombres. Con tiempo el número creció a 600. En ese tiempo David cuidó de sus padres enviándolos a Moab (22:3), que es un ejemplo del respeto y honor que se les debe tener a los padres. Hoy se va perdiendo ese honor paterno y también el orden en el matrimonio. En 1 Samuel 22:5 el profeta Gad, portavoz de Dios, indicó a David que no se quedara en Moab sino que se volviera a la tierra de Judá. Sus pasos fueron guiados por el Señor, y David pensaba y actuaba cabalmente.
    Pero en el capítulo 27 no pensaba bien. Observa otra vez que no oró. Abandonó al país y se fue al enemigo. Como cualquier otro ser humano, tenía crisis, y cuánto más como hombre espiritual en un mundo lleno de pecado. Sentía miedo y cansancio, y dirigido por su miedo, acabó en un lugar indebido, entre los filisteos – enemigos de Dios. Nosotros, hermanos, no debemos ir al mundo para evitar problemas en nuestra vida. Recordemos la bienaventuranza de los tres negativos del Salmo 1:1, “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado”. David era hombre de Dios, pero falló en esto y nosotros también podemos, así que, tengamos cuidado.
    Se fue a un rey pagano para cobijarse y refugiarse. Vamos ahora al capítulo 29. En el versículo 1 vemos la situación en la que Davíd se había metido. Él y los suyos iban como la retaguardia de Aquis, rey filisteo, ayudándole en la campaña contra Israel y Saúl. Actuaba mal y se asociaba con los enemigos de Israel. Repito para enfatizar, que si lees estos capítulos verás que en todo este tiempo no consultó a Dios, y hablamos de un periodo de un año y cuatro meses (27:7). Lo único que le paró era la queja e insistencia de los príncipes de los filisteos (29:3) que prostestaron: “¿Qué hacen aquí estos hebreos?” ¡Buena pregunta! En el versículo 4 dicen: “no venga con nosotros” – porque no se fiaban de David. Dios en Su providencia utilizó esto para sacar a David de una situación y alianza incorrecta. No estaba entre personas temerosas de Dios y se había dejado guiar y aconsejar por ellos, no por Dios. Dios tuvo que intervenir y quitarlo de una mala situación. Le dijo Aquis: “Levántate, pues, de mañana, tú y los siervos de tu señor que han venido contigo; y levantándoos al amanecer, marchad”. Es alarmante cuando Dios usa a los incrédulos para decirnos cosas así. En Génesis 12:19 hallamos a Abraham en Egipto donde no debió estar, y mintiendo a Faraón acerca de Sara y enzarzándose allá. El colmo fue que Faraón le reprendió y dijo: “Ahora, pues, he aquí tu mujer; tómala, y vete”. Esta clase de situación puede evitarse si consultamos a Dios antes de movernos y estamos atentos y obedientes a Él.
    Pasamos a 1 Samuel 30 y vemos que David sufrió una gran pérdida al volver a su pueblo de Ziclag en filistea. Los amalecitas habían atacado. Quemaron al pueblo y llevaron a todas las personas y los bienes, incluso a las mujeres de David (v. 5). Esta clase de cosa es más fácil cuando estamos fuera de la voluntad de Dios. Hubo mucha pérdida y gran tristeza y llanto. Dice el versículo 4 que alzaron su voz y lloraron hasta que les faltaron fuerzas (v. 4). David se angustió mucho (v. 6) porque el pueblo en su amargura habló de apedrearlo, y en cierto sentido es comprensible, porque él les había guiado mal. Mas David se fortaleció en Jehová su Dios, y cuando hizo así comenzaron a cambiar las cosas. Consultó a Dios (vv. 7-8) cosa que tenía que haber hecho mucho antes, y Él le aseguró que iba a alcanzar y liberar a los cautivos.
    Hermanos, busquemos y escuchemos al Señor, porque Él solo puede encaminarnos para bien. El Salmo 23:6 dice que Dios tiene bien y misericordia para nosotros. Pero David se había privado por su propio consejo y su negligencia espiritual, y muchas veces nosotros cometemos este mismo error en perjuicio nuestro. Aunque nos hayamos equivocado, volvamos a consultar al Señor y hagamos lo que Él diga, y vendrán mejores tiempos. En el versículo 18 libró David todo, y recuperó todo (v. 19). Pero la clave fue que se humilló y consultó a Dios, dejándose guiar nuevamente por Él, cosa que durante un tiempo no había hecho.
    Hasta los grandes hombres como patriarcas, reyes y profetas se equivocan porque son humanos. Pero Romanos 15:4 dice que “las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron”. Abraham se equivocó yendo a Egipto, pero se volvió. David se volvió de Filistea. Jacob se volvió de Siria. Jonás se volvió y fue a Nínive como Dios lo había mandado. Elías se volvió del Sinaí para terminar su ministerio profético. Dejemos que Dios siempre guíe nuestros pasos, y estemos dispuestos a movernos y sacrificar cualquier cosa para volver a estar en Su buena voluntad.
de un estudio dado el 4 de julio, 2019
 
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Sugerencias para tomar una decisión en la voluntad de Dios

1. Deseo de saber y hacer la voluntad de Dios (Mt. 6:10 “hágase tu voluntad”; Lc. 22:42 “no se haga mi voluntad, sino la tuya”; Ro. 12:2). Hay que comenzar aquí (lee Pr. 3:5-7 y Stg. 4:15). Si ésta es verdaderamente tu actitud, estás bien encaminado.


2. Iluminación (bíblica) sobre la voluntad de Dios (Sal. 119:35). Por ejemplo, si Dios ya habló en la Biblia de algo, como el yugo desigual o el divorcio, no hace falta que ores más. Ya sabes Su voluntad. Hazla. Como alguien bien dijo: “Si Dios cierra la puerta, no brinques por la ventana”.


3. Temor y desconfianza de tu propia voluntad y de tu corazón engañoso (Jer. 17:9; Pr. 14:12).


4. Convicción que Dios sabe mejor y que debes glorificarle a Él y no a ti mismo (Ef. 5:17).


5. Arrepentimiento y sacrificio de tus propios caminos, preferencias, prejuicios (Ro. 12:1).


6. Compromiso por fe para hacer lo que Él indique (Sal. 139:24)


7. Oración buscando Su sabiduría y esperando Su respuesta (Sal. 86:11)


9. El consejo espiritual (los ancianos y maestros, los padres, los que velan por tu alma – He. 13:17). Es importante pedir oración y consejo antes de decidir o comprometerte.


Considera cuidadosamente todos estos factores, y a la luz de la Palabra de Dios toma una decisión en el temor de Dios.


   

Tuesday, June 25, 2019

Ana, la madre de Samuel

Texto: 1 Samuel 1:1-28

Samuel fue juez y profeta en Israel, y ungió a los primeros dos reyes. Fue traído al mundo como respuesta a las oraciones de Ana, su madre. Fue consagrado al Señor desde antes de su concepción. Pero luego en la vida tuvo hijos malos, no por culpa suya, sino porque la vida es así. Aun en familias de creyentes los hijos pueden escoger otro camino y ser pródigos. Samuel tuvo de sus padres una herencia espiritual, no material, y la dejó a sus dos hijos, pero ellos, como muchos hijos de creyentes, no la apreciaron.
    En este capítulo vemos la gran influencia de la madre, Ana, en la vida de Samuel. Era una mujer sufrida, temerosa de Dios, que estaba en una situación matrimonial no ideal, ya que su marido Elcana practicaba la poligamia (vv. 1-2). Dios durante un tiempo toleraba esa práctica incorrecta en el Antiguo Testamento, pero no la aprobaba. Había surgido primero de parte de Lamec, descendiente del maldito Caín (Gn. 4:19). Los hombres solían hacer esto para multiplilcar su descendencia y tener linaje. Pero esa idea no venía de Dios. Dios no dio dos esposas a Adán, sino una. El Nuevo Testamento enseña así: “marido de una sola mujer” (1 Ti. 3:2, 12; Tit. 1:6).
    Elcana no obstante adoraba como Dios mandó (vv. 3-4). Fue generoso con su familia. Pero en los versículos 5-7 vemos en el hogar el resultado de la poligamia – Penina afligía a Ana porque era estéril. Había contienda, rivalidad, tensión y tristeza. Penina era la antagonista, y Ana la que sufría, lloraba y no comía. Elcana mostró compasión y cariño a Ana (v. 8), pero parece que no intervino para controlar a Penina.
    En los versículos 9-13 vemos algo muy importante. Ana, sufriendo, fue al tabernáculo – lugar de reunión – y oró. Presentó a Dios su queja y petición, y su ejemplo es bueno para todos nosotros. Observa con cuidado cómo ella oró. Dice que oró en silencio, en su corazón, y sus labios se movían pero no salió sonido. Elí malinterpretó eso como una borrachera. Él no podía oirla, pero Dios sí. No es necesario que las mujeres oren en voz alta para que Dios las escuche, y además, en el Nuevo Testamento esta práctica está prohibida en la congregación (1 Ti. 2:11-12; 1 Co. 14:34). Notamos que su oración fue específica. Pidió un hijo varón, porque son los varones que dirigen en las cosas de Dios, y ella quería dedicarlo a servir así. Hizo voto y prometió dedicarlo a Jehová “todos los días de su vida” (v. 11). Le prometió el voto del nazareo, que no pasaría navaja sobre su cabeza, porque en Números 6 el voto del nazareo, de consagración a Dios, incluía eso. Samuel fue prometido a Dios antes de su concepción. ¡Ojalá que haya más madres dispuestas a criar a sus hijos para Dios!
    Los versículos del 14 al 18 relatan su conversación con Elí. Él pensaba que estaría ebria, y la exhortó a digerir su vino. Pero Ana, siempre mansa, respondió como dice Proverbios 15:1, “la blanda respuesta”. Explicó que estaba atribulada y que derramaba su alma delante de Dios. Es ejemplo de qué hacer cuando estamos atribulados. No necesitamos a psicólogos ni pastillas tranquilizantes – acerquémonos a Dios en oración para decirle todo. Entonces Elí (v. 17) la despidió con bendición: “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”. Ana se fue, “y no estuvo más triste” (v. 18), porque echó toda su ansiedad sobre el Señor (1 P. 5:7).
    Vemos su vida en el hogar en los versículos 19-20. Se fue a casa con su marido, y Dios se acordó de ella. Él no olvida nuestras oraciones. Cuando nació el hijo conforme a su petición, le puso el nombre “Samuel” (pedido a Dios) en memoria del voto que había hecho. En esto también Ana es ejemplo, porque a diferencia de muchos, se acordó de su voto y lo cumplió. Los votos son cosas serias que no se dicen a la ligera, y hay que cumplirlas. Números 30:2 manda: “Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca”. Pero la gente promete muchas cosas a Dios en oración: “Señor dame...Señor ayúdame...Señor líbrame... y haré esto o lo otro”, pero cuando reciban la respuesta se olvidan de su promesa. Pero Ana mostró su integridad espiritual.
    Cuando consideramos la vida de Samuel como juez y profeta, siervo de Dios, vemos el efecto de una madre consagrada a Dios, y cómo Dios utiliza a tales personas. Para que ella pidiera así un hijo, haciendo voto, tuvo que ir primero por camino de angustia y lágrimas, pero después vemos el fruto apacible de justicia. Dios honra a los que le honren.
    Samuel desde su niñez fue fiel a Dios y permaneció así durante toda la vida. El diablo no consiguió hacerle caer, pero se metió con sus hijos. No eran perversos e inmorales como los dos hijos de Elí, pero no era piadosos como su padre. La Palabra de Dios los describe como avaros (1 S. 8:3), que tomaron el soborno y pervirtieron la justicia. El amor al dinero y el uso de posiciones de influencia para conseguirlo es un mal en todas las edades. ¡Cuán distinto el Hijo de Dios cuando anduvo en este mundo, obediente y que honraba a Su Padre (He. 5:8). Conviene que recordemos Hebreos 5:9 que declara que Él provee “eterna salvación para todos los que le obedecen”. La obediencia es una marca de verdaderos creyentes, y sobre eso no hay rebajas.
    Hoy la gente no quiere oir de obediencia, pero es marca del Hijo de Dios y de todos los que verdaderamente creen en Él. Dios no es un fetiche o una imagen. Es el Creador y Sustentador de todo. Vive y quiere salvar y guiar nuestras vidas, y a los que le conocen esto les parece bien. Le debemos nuestras vidas, nuestra obediencia y todo lo que somos y tenemos. Nada es nuestro – todo es de Él – pero a veces le escamoteamos cosas que le pertenecen. Ana no fue así, como hemos de ver, sino que cumplió totalmente lo que había prometido.
    En los versículos 21-23 vemos los años que intervinieron entre en nacimiento de Samuel y su presentación para servir al Señor. Fue criado y educado en casa por su madre, y podemos estar seguros de que con todo el cariño materno le cuidaba y preparaba para su futuro. En el versículo 23 notamos como Elcana también recordó a Ana su voto, y en esto le animaba y la apoyaba.
    Después llegó el tiempo de cumplir el voto (vv. 24-28). Es una escena conmovedora porque el niño todavía era pequeño (v. 24). Pero Ana le trajo voluntariamente, no arrastrando los pies ni llorando y protestando por todo el camino. Elcana y Ana trajeron becerros para holocausto (v. 25). 
    El holocausto era un sacrificio voluntario, enteramente para Dios, y es figura de la vida de Samuel, un sacrificio vivo (Ro. 12:1), totalmente para Dios. Ana trajo al niño delante de Elí y habló – al sacerdote – no estaba predicando, sino explicando que cumplía su voto.  Reconoció que Dios le había contestado la oración (v. 27), “por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí”. Proclamó: “Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová” (v. 28). Eso sí es una vida consagrada. Y termina diciendo: “Y adoró allí a Jehová”. No gritaba ni lloraba amargamente ni se echaba atrás. 1 Samuel 2:1-11 nos da las palabras de la oración de Ana que engrandecía a Dios cuando le presentó su hijo. En el lugar de ese altar había varios sacrificios: el del becerro ofrecido en holocausto, el de Ana que dio su hijo a Dios para servir, y el del niño Samuel también en sacrificio vivo. Gracias a Dios por el ejemplo piadoso de una madre como Ana.
    Hermanos, oremos por nuestros hijos, y no los tengamos solo para nosotros ni para el mundo, sino para el Señor. Sí, la mayoría de ellos tendrán sus trabajos en el mundo, y esto es bueno, siempre y cuando todo lo hagan para el Señor y para Su honor y gloria. La consagración es importante. Cristo en su oración en Juan 17 pidió por la consagración de Sus discípulos. Es todavía el deseo y propósito de Dios en nuestra vida.
    Como Ana, debemos: (1) Orar y derramar nuestra alma delante de Dios. (2) Cumplir nuestros votos sin echarnos atras. (3) Criar a nuestros hijos para Dios. Elí tuvo dos hijos malos, y Samuel luego tuvo dos hijos infieles, pero entre estos está la piadosa Ana con su hijo consagrado. Además, en 1 Samuel 2:18-21 vemos que Dios la bendijo con cinco hijos más. Pidió uno y tuvo seis. Dios puede darnos mucho más de lo que pedimos o pensamos (Ef. 3:20). Acerquémonos a Él en oración en toda circunstancia de la vida, y Él nos dará de Su abundante gracia. A Él la gloria para siempre. 

de un estudio dado el 12 de mayo, 2019

La Ley Del Amor


Texto: Mateo 5:38-48

Si el mundo se rige por lo del versículo 38, “ojo por ojo, y diente por diente”, ¡qué mundo! No es difícil ver en las noticias todos los días el resultado de vivir así.
    Pero el Señor Jesucristo nos enseña a no vengarnos ni destruir al enemigo. Habla a Sus discípulos acerca de los enemigos, porque los tenemos, simplemente por ser cristianos y seguir a Cristo. El mundo aborrece a Cristo y a los Suyos. Al seguir a Cristo, tenemos que vivir distintamente a los del mundo – es inevitable. Y el mundo que persiguió a Cristo también hará esto con nosotros. Es inevitable que el cristiano fiel tenga enemigos. “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!” (Lc. 6:26). Considera el lenguaje de Mateo 5:44,
    “vuestros enemigos”
    “los que os maldicen”
    “los que os aborrecen”
    “los que os ultrajan y os persiguen”


    Si son enemigos de Dios, también son enemigos nuestros. Observa que aquí no habla del sistema del mundo, sino de las personas del mundo, y recuerda 1 Juan 2:15-17, la advertencia contra el amor al mundo, y Santiago 4:4, la advertencia acerca de la amistad con el mundo. Los del mundo siguen el rumbo del mundo (Ef. 2:2-3), y como no estamos de acuerdo con ellos, no podemos andar juntos. Las amistades más peligrosas y dañinas son con las personas del mundo.
    No sólo no debemos tener esos amores y amistades, sino tampoco debemos ser como los del mundo.  Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Los del mundo usan la venganza, la maldición, el aborrecimiento, el ultrajo y la persecución de sus enemigos. No así con los creyentes. Recuerda que aquí el Señor no trata la cuestión de disciplina en la iglesia, la corrección de errores y pecados, sino nuestra relación con los de afuera. No enseña que amemos al diablo, ni que seamos permisivos con la falsa doctrina, la inmoralidad y otros pecados. Los padres todavía deben amonestar y disciplinar a sus hijos porque Dios así lo manda (Pr. 29:15, 17). Los magistrados deben castigar a los malhechores (Ro. 13:3-4) porque Dios los puso para esto. La iglesia debe ejercer disciplina como Dios manda. Hacer estas cosas es amar a Dios y guardar Su Palabra.
    Pero aquí habla de nuestras relaciones personales con los del mundo, y el testimonio que debemos tener delante de ellos. El amor que Cristo enseña aquí es sobrenatural, espiritual, celestial – es imposible amar así sin el nuevo nacimiento, pues la carne no es capaz sino de amar a los suyos y a los que le tratan bien. El Señor da en nuestro texto cinco razones por las que debemos amar a nuestros enemigos.
    1. La generosidad imita a Cristo. “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mt. 5:42). No sólo a amigos, sino a enemigos. En lugar de vengarnos de nuestros enemigos, Romanos 12:20 enseña: “si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber”.  Los seguidores de Cristo son generosos, pero no insensatos. Dan con sabiduría. No dan dinero a personas que piden cuando es obvio que lo usarían para cosas dañinas como alcohol, drogas, tabaco, etc. Hay quienes les ofrecen comida o ropa, pero no dinero, para ver si realmente desean ayuda, y unos lo aceptan y otros no. Mateo 5:45 enseña el resultado de ser generosos: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. Recordemos la prioridad espiritual en nuestra generosidad: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá. 6:10), porque hay hermanos necesitados, y siervos del Señor que viven en escasez, y nuestra generosidad sería un gran bien para ellos. Uno que vive por fe no te va a pedir, porque mira al Señor, pero si ves que tiene necesidad – eso debe ser para ti como si te pidiera (1 Jn. 3:17).
    2. El amor al enemigo también imita a Cristo. Hasta a Judas Iscariote le llamó “amigo” (Mt. 26:50). Esto requiere amor sobrenatural. El Señor enseñó así a Sus discípulos: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo” (Lc. 6:35). Es un amor asociado con Dios, porque viene de Él, no de los hombres. La amabilidad debe ser sin acepción de personas, saludando a todos, aun a los enemigos, como Cristo hizo a Judas, sabiendo que le traicionaba. Respecto a los del mundo, Romanos 12:14 enseña: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis” – eso es – hablar bien, y desear el bien. Seamos amables, pero no incautos, porque todavía son nuestros enemigos y no hay que fiarnos de ellos. Recuerda que David dos veces perdonó la vida de Saúl su enemigo (1 S. 24 y 26), pero no se fió de él.
    3. Al hacer bien a nuestros enemigos, manifestamos el carácter de Cristo. Seamos bienhechores (Mt. 5:44). No hay que pagar ojo por ojo, diente por diente, porque como hijos del Altísimo nos incumbe vencer el mal con el bien, y dejar la venganza y el saldar las cuentas en manos de Dios. Romanos 12:17 enseña: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres”. Muchas veces usamos la venganza, pero nunca debemos, porque es algo que pertenece a Dios. Consideremos el ejemplo de Cristo en 1 Pedro 2:21-23. “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”.
    4. Orar por nuestros enemigos es una muestra de amor cristiano – orar por ellos, no en contra, aunque hay casos excepcionales como el de 2 Timoteo 4:14. Debemos orar por ellos, deseando su bien, y esperar que el Señor actúe. Hermanos, nos hace falta más oración y menos nervios, menos tensión, menos reacciones carnales. El problema es que cuando nos ultrajan nos quitan las ganas de orar. Pero no cedamos a esto, porque es la carne, no el espíritu, que no quiere orar.
    5. “No resistáis al malo” (Mt. 5:39). Esto se refiere a las reacciones violentas como Salmo 37:8 aconseja: “deja la ira y el enojo”. Los malos resisten a Dios. Es el proceder del mundo – resistir al que es bueno, al que enseña la verdad, y sobre todo odiar y resistir a los que nos corrigen o amonestan. Por eso Proverbios 9:8 dice: “No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca”. Cuando Felipe predicó a los líderes de los judíos en Hechos 7 les reprendió porque siempre resisten al Espíritu Santo (Hch. 7:51). Debieron arrepentirse al oír esto, pero se enojaron. Como fieles seguidores de Cristo tendremos que sufrir actitudes necias como éstas, pero no seamos arrastrados por ellas, no odiemos ni los tratemos con malicia. Ellos usan la ira y el enojo – nosotros usamos el amor. Romanos 13:13-14 nos advierten de las contiendas y la envidia, lo que desea la carne, y nos llama a no proveer para los deseos de la carne. Esto incluye otras manifestaciones carnales que no son contienda ni enojo pero los usamos igualmente para castigar a los que nos han disgustado.
    El amor hacia los enemigos es parte de la perfección (madurez) cristiano. No es un ideal inalcanzable, sino un mandamiento del Señor: 
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). Seamos perfectos como nuestro Padre celestial. Aprendamos a amar, dar, bendecir, hacer bien y orar porque así imitamos a Dios. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Ef. 5:1). “Perfecto serás delante de Jehová tu Dios” (Dt. 18:13). Pero muchos se disculpan diciendo excusas como “perfecto no hay nadie”, que suenan bien pero no es un texto bíblico y contradice los textos que hemos citado. Dios dijo a Abraham: “anda delante de mí y sé perfecto” (Gn. 17:1). No hay excusa para no hacerlo. Debemos crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, y progresar como imitadores de nuestro Padre celestial.
    Somos llamados a representar a nuestro Padre celestial con nuestro carácter y conducta, y es un llamamiento muy alto. Los del mundo, con sus hechos representan a su padre el diablo, pero nuestro camino es otro, para la gloria de Aquel que nos ha dado vida cuando estábamos muertos en delitos y pecados.
    de un estudio dado el 24 de febrero 2019

Tuesday, March 12, 2019

Salmo 61


Texto:  Salmo 61

Delante nuestro o tenemos un salmo de David que nos enseña una lección importante acerca de qué hacer cuando pasamos por dificultades. En breve, debemos clamar al Señor y esperar confiadamente en Él. Por el versículo 1 intuimos que David tuvo un mal momento, pasó por una de sus muchas tribulaciones. Así es la vida del creyente, como hemos dicho muchas veces que los conflictos realmente comienzan cuando creemos en el Señor e intentamos vivir para agradarle. Si no hay conflictos, quizás nuestra forma de vivir tiene contento al diablo, pero él odia la fe en Dios y la fidelidad a Dios. Entonces, ¿qué hizo? Clamó, no rezó, sino expresó de forma personal su situación y necesidad. Oró a Dios, no a ángeles ni santos.
    El versículo 2 nos da a entender que por alguna razón David había sido alejado geográficamente, porque dice “desde el cabo de la tierra”. Más de una vez y durante largos periodos David vivía como en exilio, por ejemplo, en una cueva, en el desierto, y entre los filisteos. También hay alejamiento espiritual, cuando nos desviamos y perdemos comunión con el Señor, y esto también causa tristeza y desánimo. David desmayaba en su corazón, que quiere decir que estaba desanimado y triste, como nos pasa a nosotros a veces, y lo que siempre hay que hacer es orar y clamar a Dios: “llévame a la roca” como David dijo. El Antiguo Testamento habla de Dios como “Roca” (Dt. 32:4; 2 S. 22:32; Sal. 18:31; 73:26; 144:1). En el Nuevo Testamento el apóstol Pablo habla de la peña de Horeb de donde salió agua para el pueblo, y declara que la roca era Cristo (1 Co. 10:4).
    En el versículo 3 David reconoce que el Señor era su refugio (véase Sal. 90:1), y torre fuerte. Son metáforas – no habla de un lugar físico sino de Dios. David amaba su tierra, su país, su nación, Belén y Jerusalén y el tabernáculo como lugar de reunirse con Dios. Estaba fuera, sin embargo su protección era siempre Dios. “Delante del enemigo”, dice, y es una verdad que hay que recordar, que los piadosos no van a quedar bien con todos, tendrán enemigos. Para David, algunos de sus enemigos eran Saúl, los filisteos y aun su propio hijo Absalón. Pero su confianza estaba en Dios. Observemos las veces que dice “tú” y “ti” en estos ocho versículos. David no confiaba en sí mismo. No era “yo, yo, yo” ni “mí, mí, mí” sino “tú, tú, tú”. No podemos librarnos sino clamar a Aquel que puede. ¿Qué refugio mejor que el Señor? ¿Pueden socorrerte tus vecinos o tus hermanos en la carne? El Señor Jesucristo dijo que los enemigos del hombre creyente serán los de su propia casa. Hay que confiar en Dios. Desde cualquier lugar, en cualquier circunstancia, hagamos como David y acerquémonos al Señor.
    Entonces, en el versículo 4, orar y recordar le infundió confianza y esperanza. “Habitaré en tu tabernáculo para siempre” – es la seguridad del creyente, su certeza, y no las puede quitar nadie. El tabernáculo indica la presencia del Señor. Estaba lejos física y temporalmente, pero no definitivamente porque nada puede separarnos de Dios ni quitarnos de Sus manos.  En este versículo también menciona “la cubierta de tus alas” y esto nos recuerda el Salmo 91:4, las alas del Señor como refugio seguro de los Suyos, como los polluelos que están bajo las alas de la gallina.
    En los versículos 5-7 David reconoce que Dios oye y responde, y está seguro de que no le va a desamparar. En lugar de pensar más en lo que no tiene, piensa en lo que tiene y tendrá. Tiene la heredad de los que temen a Dios (v. 5). Pedro menciona la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada para nosotros (1 P. 1:4). Los que sólo tienen esperanza en esta vida, que viven para el momento, son los más pobres que hay, pese a sus riquezas, su poder y la vida cómoda y abastecida que tienen. Y son nefastos, porque el momento que salgan de esta vida, se van desprovistos a la eternidad, y su vida entonces habrá resultado ser nada más que vanidad. ¡Cuán diferente es para el creyente! ¡Qué futuro dichoso tiene! Dios también le dará “días sobre días...generación y generación” (v. 6), que es una expresión que significa la eternidad. Nunca terminará nuestra comunión con Dios y Sus bendiciones sobre nosotros. “Estará para siempre delante de Dios” (v. 7). Nuestro cuerpo es una casa temporal, y saldremos un día de él, y iremos a estar con el Señor para siempre. Los que no son creyentes irán solos y dolidos a una eternidad perdida. Dicha eterna o dolor eterno espera a cada ser humano.
    En el versículo 8 David anticipa cantar siempre y pagar sus votos (hechos en el v. 5), cada día de su vida en este mundo. Números 30:1-2 indica lo importante que es cumplir cualquier voto que hacemos a Dios. A veces le decimos: “Ayúdame Señor y prometo que haré eso o lo otro”. El Señor nos oye, recuerda, y espera que cumplamos lo que prometieron nuestros labios. Pero a veces cuando recibimos lo que pedimos, o cuando salimos de apuros, se nos olvida cumplir lo que habíamos dicho al Señor, y eso es pecado.
    David, en sus pruebas y tristeza, miraba más al futuro que al presente, y más a Dios que a sus circunstancias y sentimientos. No se quedó en un remolino de introspección y emociones – sino que alzó los pensamientos y la voz en oración a Dios. Esperó en la misericordia de Dios. Los inconversos no pueden hacer esto, y no tienen cómo salir de sus problemas si no se convierten. Pero nosotros, los que hemos confiado en el Señor para salvarnos, podemos confiar en Él para socorrernos durante toda la vida, y bendecirnos por toda la eternidad.   

¡Oh, Cristo! 
Escucha mi oración, y atiende a mi clamor,
Sólo en Ti refugio tendré,
Al desmayar mi corazón, a ti vendré Señor,
Sólo en Ti refugio tendré.

¡Oh! Llévame a la roca más alta que yo,
Llévame Señor, yo te seguiré;
¡Oh! Llévame a la roca más alta que yo,
Sólo en Ti refugio tendré. 
 

 

Thursday, January 31, 2019

EL DESVÍO DE SALOMÓN


Texto: 1 Crónicas 17:1-15
El rey David quiso edificar la casa de Dios. El deseo era bueno, pero Dios le dijo que no, y que un hijo suyo lo haría. Este hijo era Salomón, al cual Jehová amó (2 S. 12:24). “Davíd había hecho lo recto ante los ojos de Jehová, y de ninguna cosa que le mandase se había apartado en todos los días de su vida, salvo en lo tocante a Urías heteo” (1 R. 15:5). Este texto resume la vida de David, pero no la vida de su hijo Salomón, aunque es dudoso que hubiera otro ser humano tan bendecido y privilegiado como él. Repasemos a grandes rasgos su historia.
    1 Crónicas 22:5-9 explica otra vez con más detalle por qué Dios no permitió a David edificar el templo, y cuál era Su plan. David había sido hombre de guerra y derramó mucha sangre. Dios no quiso que el templo fuera manchado con esa sangre. Le prometió: “He aquí te nacerá un hijo, el cual será varón de paz, porque yo le daré paz de todos sus enemigos en derredor; por tanto, su nombre será Salomón, y yo daré paz y reposo sobre Israel en sus días” (v. 9). En los versículos 17-19 David mandó a todos los principales de Israel que ayudasen a Salomón. Les encargó a poner sus corazones y ánimos en buscar a Jehová y servirle.
    Luego, en 1 Crónicas 28:2-7, ante toda la nación, David relató la promesa de Dios que estaría con Salomón, que le había escogido y sería a él Padre. En el versículo 9 le exhortó: “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre”. Ahí aparece la advertencia de no dejar al Señor porque sería ruinoso. Los padres creyentes bien podrían decir estas palabras a sus hijos. En los versículos 19-20 le encargó a animarse y esforzarse sin temor y sin desmayar, prometiendo la presencia y ayuda de Dios. Pocos hombres han recibido un encargo público y tanta bendición como Salomón.
    En 1 Crónicas 29:18-19, antes de morir David oró encomendando a Salomón en manos de Dios y pidiendo que le diera un corazón perfecto para guardar la Palabra de Dios. Debemos nosotros también orar así. En todo eso que hemos repasado rápidamente, vemos la voluntad soberana de Dios, respecto al templo y quién lo edificaría, y qué quiere de él.
    Dios sin ejército los había sacado de Egipto, de esclavitud y miseria, para que le conocieran, siguieran y sirvieran. Por Su gran poder lo hizo. Cuando llegó el momento, Dios buscó un varón conforme a Su corazón (1 S. 13:14), eso es, David. David sirvió a Dios toda su vida, y cuando llegó a la recta final y deseó edificar el templo, aceptó la respuesta de Dios y no insistió. Aprendió de Dios cómo quería las cosas y las encargó a su hijo Salomón. Todo estuvo preparado, pero Salomón tuvo que esforzarse y ser fiel. Le tocó animarse, levantarse y hacer la obra, y guardar siempre la Palabra de Dios.
    En 1 Reyes 2:23-46 vemos que Salomón comenzó su reino haciendo limpieza y matando a los malvados como David le había dicho ( 2:5-9). Pero  en 2 Reyes 3:1, muerto su padre, no tardó en emparentarse con Faraón, tomando a su hija por esposa – una mujer extranjera y pagana. Fue una decisión mala. Dios había dicho al pueblo que no volviera a Egipto, sino que mantuviera la separación. No lo hizo, y como dice el refrán: “Quien mal empieza mal acaba”. Era un yugo desigual, a través del cual trajo ideas y costumbres de Egipto y las metió en Jerusalén y en el palacio.
    Sin embargo, 1 Reyes 3:3 dice que Salomón amó a Jehová y anduvo en los estatutos de su padre David. Mejor hubiera sido andar en los estatutos de Dios y no verlos quizás como tradiciones de su padre. Pero Dios es paciente y recuerda Sus promesas a David. En el versículo 5 Dios se le apareció diciéndo: “Pide lo que quieras que yo te dé”. Salomón pidió bien en los versículos 6-9, con humildad y deseando servir bien. Salomón se equivocó porque no pidió la guía de Dios antes de casarse. Seguro que de haberlo hecho, Dios le hubiera dicho que no. Pero Dios sigue trabajando con él. En los versículos 10-15 Dios responde con más bendiciones que él había pedido, la sabiduría, y además gran riquezas y gloria, recordándole la condición de andar en Sus caminos y guardar Sus estatutos como David su padre.
    Hermanos, Dios quiere que seamos sabios y prudentes porque vivimos en un mundo caído y muchos de nosotros vivimos o trabajamos con personas inconversas. Tu familia te da los besos y todo eso pero si les hablas de Cristo verás que no dirán "amén" ni lo apreciarán. Eso es porque son enemigos Suyos y por eso son enemigos nuestros – no hay que olvidar eso sólo porque te dan los besos o comen contigo. Necesitamos pedir al Señor sabiduría y prudencia, y debemos recordar y guardar Sus mandamientos.
    En 1 Reyes 4 Salomón recibió la sabiduría y la manifestó. En los capítulos 5 y 6 edificó el templo, y nunca ha habido otro templo como éste. En 1 Reyes 9 Dios hace otro pacto condicional con él, después de terminar el templo y otros proyectos. Le dio una condición (v. 4), una promesa (v. 5) y una advertencia especificamente sobre la idolatría (vv. 6-9), anticipando su infidelidad. Le advirtió que la infidelidad traería graves consecuencias, y la destrucción del templo que acabó de edificar. Y en el capítulo 10 vino la reina de Sabá a ver su sabiduría y glora y se quedó asombrada. Dios había cumplido todas Sus buenas promesas. Pero ahí no termina la historia, aunque nos gustaría que sí. Nos gustaría leer algo como “comieron perdices y se fueron felices”.
    Pero, en 1 Reyes 11 la historia cambia. Brotó otra vez el amor ilícito y las decisiones tomadas sin consultar y fuera de la voluntad de Dios. “Salomón amó ... a muchas mujeres extrajeras” (v. 1). Como hemos oído, no todo amor es lícito, y el amor no arregla todas las cosas. Algunos amores son egoístas, carnales y pecaminosas, y así fue con Salomón. Amó a mujeres de Moab, Amón, Edom, Sidón y a las heteas – todas enemigas de Dios. Perdió la cabeza por amores transitorios y malos. Así prostituyó la sabiduría y riqueza que Dios le había dado. El versículo 3 dice que tenía 700 reinas y 300 concubinas. No estuvo satisfecho. ¡Quería más, y fue desenfrenado! “Y sus mujeres desviaron su corazón” (v. 3). El resultado fue que en su vejez Salomón fue idólatra (vv. 4-8). ¡Quién iba a decir que un hombre como él haría ídolos y los adoraría! ¡Nadie! Pero se descuidó, y se desvió. Edificó un lugar alto en el monte enfrente de Jerusalén (v. 7). Hizo así para todas sus mujeres extranjeras para que rindiesen culto a sus ídolos. Vemos el mal del matrimonio mixto, y lo que estuvo dispuesto a hacer para tener contentas a sus mujeres. Acabó mal por el amor a lo terrenal y pasajero, en lugar de amar a lo celestial y eterno. ¡Y era el hombre más sabio en el mundo, así que tengamos cuidado! Puede que prometas: “Yo no dejaré de congregarme”, o afirmes: “Yo nunca haría eso o lo otro”. Ahora mismo no harías ciertas cosas, pero si te descuidas y te dejas desvíar, podrías llegar a esos pecados.
    Si él pudiera volver a vivir, quizás no cometería los mismos errores, pero sólo tenemos una vida, y hay que sopesar las cosas en la presencia de Dios y considerar bien las consecuencias de nuestras decisiones antes de tomarlas. No seamos sabios en nuestra opinión (Pr. 3:5-6).
    Dios en Su misericordia ha hecho provisión para perdonar a los arrepentidos, pero sólo a ellos. Si no se arrepienten no hay perdón. No pueden suavizar las cosas, ni justificarse, ni echar la culpa a otros. Y el tiempo no cambia nada. Si pasan 20 o 30 años y uno no se arrepiente, todavía estará en pecado y separado de Dios. No contemos con el amor de Dios para no arrepentirnos. Él no será tolerante del mal ni lo aceptará nunca. Hay que darse cuenta del pecado y volverse a Dios. No hay otro camino. Es para nosotros una lección muy seria.
    Así que, en los versículos 9-13 Dios anunció el juicio que antes había advertido. Tenemos que seguirle en espíritu y también en el cuerpo. Ahí falló Salomón. ¡Qué ignorancia podía profesar Salomón, pues Dios le había aparecido dos veces! Y nosotros, tenemos toda la Palabra de Dios en nuestras manos, y recibimos sana enseñanza. ¡No hay excusa! A Salomón le vino castigo severo, porque tuvo grandes privilegios y ninguna excusa.
    En el Nuevo Testamento, observa conmigo que Dios pone a Salomón abajo. En Mateo 6:29 Cristo dijo que los lirios se visten mejor que Salomón con toda su gloria. En Mateo 12:42 Cristo nombró la visita de la reina de Sabá para oír la sabiduría de Salomón, y entonces dijo que Cristo es más que Salomón. Salomón queda como descolorido y desinflado.
    Hermanos, Dios quiere la justicia y fidelidad de corazón, no sólo un cumplimiento externo que no dura. Él observa nuestra conducta, pero también ve lo que hay en nuestro corazón. Salomón no fue como David, y hay muchos que han estado en presencia de padres piadosos y en iglesias donde hay verdaderos siervos de Dios, pero no han sido como ellos, porque tienen problemas de corazón, como Salomón. A César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios, dijo nuestro Señor. A Dios el corazón, la mente, las fuerzas, todo nuestro ser.
    1 Reyes 11:34-36 relata que Dios no quitó todo el reino, sino que dejó dos tribus para la familia de David, por amor a David, no a Salomón. En el versículo 43 Salomón murió y fue sepultado. Comenzó bien. Siguió bien durante un tiempo. Pero se enalteció, se desvió, y terminó mal. Su historia está llena de lecciones y advertencias para que tú y yo aprendamos cómo vivir y agradar a Dios, y serle fieles hasta el fin. Que así sea para Su eterna gloria y nuestro eterno bien.