Saturday, May 23, 2015

SAÚL NO SE ARREPINTIÓ


Reconoce Tu Pecado

Textos: 1 Samuel 26:21; 13:5-14

Cuando el rey Saúl reconoció en el capítulo 26 que había errado, era tarde y sin arrepentimiento, cuando iba camino a la destrucción. Para él había pasado el tiempo de obedecer al Señor y arrepentirse genuinamente. Podríamos decir que había pasado el punto de no retorno.
    Las lecciones halladas aquí tienen mucha relevancia para nosotros. Recordemos que el apóstol Pablo habló del Antiguo Testamento a los corintios, porque era una iglesia desordenada y que hacía, quizás como Saúl, las cosas como quería. Saúl no mandaba en Israel, porque quien mandaba era Dios. Y los hombres no mandan en la iglesia, porque la cabeza es Cristo, y Él manda. Y los creyentes no mandan en su propia vida, porque Jesucristo es su Señor y Él manda.  Hermanos, todos estamos bajo autoridad divina.
    En 1 Samuel 13:11-12, Saúl en su queja acusaba a Samuel de no venir como prometió, pero en verdad había venido, y Saúl no supo esperar ni seguir las instrucciones que recibió (1 S. 10:8). NO supo humillarse ni confesar su pecado, sino hizo las cosas a su manera y se justificaba, criticando a Samuel e indirectamente, a Dios, porque Samuel era varón de Dios, dirigido por Dios.
    Y nosotros, si hacemos las cosas a nuestra manera, con carnalidad y voluntad propia, y luego tratamos de justificar nuestro comportamiento, Dios nos tendrá que juzgar y lo hará. No podemos justificar nuestros actos de desobediencia, pero la mala tendencia de intentarlo comenzó en Edén con Adán y Eva. Adán dijo: “la mujer que me diste”, y ella luego culpó a la serpiente. Pero las excusas y los razonamientos no cambian los hechos. Dos veces en los versículos 13-14 Samuel le dijo a Saúl: “no guardaste el mandamiento de Jehová”, y le retiró la bendición.
    En 1 Samuel 15 Dios probó a Saúl una vez más en lo referente a Amalec. En Éxodo 17:8-16 está la historia de cómo Amalec atacó a Israel, y Jehová declaró guerra perpetua contra él. Entonces, en base a esto, en 1 Samuel manda a Saúl a exterminarlos. Pero Saúl fracasa, porque está fuera de la voluntad de Dios y no tiene espiritualidad. Los carnales no pueden llevar a cabo trabajos espirituales, y el Señor demuestra esto con Saúl. Le dio una orden clara, y no la cumplió. No le faltó información, sino voluntad. Es así con muchos cristianos e iglesias desobedientes. Realmente no necesitan más explicaciones sino simplemente la obediencia. Miremos como fue con Saúl.
    En el 15:8 tomó vivo a Agag rey de Amalec. En el versículo 9 dice que perdonaron a Agag y lo mejor de las ovejas y el ganado. Hicieron las cosas en parte, a su manera, no cumplidamente. Se tomaron el lujo de alterar lo que Jehová ordenó, y ¿quiénes eran ellos para hacer esto? ¿Y quiénes somos nosotros para alterar o modificar a gusto nuestro lo que Dios ha dicho?
    No se debe hacer las cosas en parte, sino exactamente como Dios dijo. Así que, Dios no lo aceptó. “Me pesa” dijo Jehová (v. 11) y esto significa: “me duele”. Le pesó a Samuel también, y aquella noche no durmió. Le quitó el sueño la obediencia parcial de Saúl, porque la obediencia parcial es desobediencia, y la media fidelidad es infidelidad.
    Al confrontarle a Saúl el día siguiente, comenzaron las excusas. Primero dijo: “el pueblo perdonó” (v. 15), echando la culpa al pueblo. ¿Pero no era el rey quien mandaba? Luego dijo que era para sacrificar a Dios como si esto lo justificaba. Pero muchos años antes Dios había sentenciado a Amalec a muerte, ¿y quién era Saúl para cambiarlo? Extrañamente, en el versículo 20 Saúl insistió que había obedecido. No quería reconocer su pecado. En el versículo 21 vuelve a decir que era el pueblo y que era para ofrecer sacrificios. Casi diríamos que esperaba que Samuel dijera: “Oh, pues bendito tú, Saúl, ¡y gracias!” Pero esto no iba a pasar porque Samuel era siervo de Dios y Dios no puede ser burlado. Dios no acepta las cosas a medias: en trabajo, o sacrificio, o servicio, repito, no lo acepta. No importa lo que sientes ni tus intenciones ni tu lógica. Haz lo que Dios ha dicho si quieres agradarle. Es sencillo. Obedecer es mejor (v. 22). Recuerda lo que nuestro hermano nos ha dicho: "una explicación de por qué no has hecho algo no es lo mismo que haberlo hecho". Mejor es obedecer que explicar por qué desobedeciste como si esto lo justificara. La carnalidad siempre conduce a decir que ha hecho la voluntad de Dios cuando no, y rechaza en análisis del siervo de Dios. Pero en el versículo 23 Dios señala la rebelión y obstinación en Saúl. Peor que su desobediencia era la condición de su corazón y su actitud. La desobediencia es síntoma de algo peor: un corazón pecaminoso y rebelde.
    También debemos recordar que aunque no somos reyes, Dios nos puede desechar. Saúl dio al traste con su carrera, fue de mal en peor y acabó haciendo lo impensable: visitando a una adivina, y el día siguiente fracasó en batalla y se suicidó.
    En el versículo 24 reconoció su pecado, pero aparentemente sólo para quedar bien delante del pueblo, porque no cambió. No se apartó de su pecado, y en el capítulo 31 murió con sus hijos en el campo de batalla. Es el triste final de los que quieren hacer su voluntad y no la de Dios. Aunque por un tiempo prevalezcan, al final caerán, serán juzgados, y perderán todo.
    ¿Qué lecciones hay en todo esto para nosotros? Primero, obedecer es mejor. Aprendamos a quebrantar nuestra voluntad, someterla y obedecer al Señor, sin excusas ni razonamientos. Y segundo, cuando fallemos, seamos prontos para humillarnos y confesar nuestro pecado y volver al camino de la comunión y bendición. No razonemos. No nos endurezcamos. No dejemos correr el tiempo. ¡Corramos para rectificar el mal y obtener el perdón. ESTE es el sacrificio que el Señor espera de nosotros. Él es bondadoso para perdonar a todo aquel que confiese su pecado (1 Jn. 1:9), pero los que no, os aseguro en el Nombre del Señor que no prosperarán (Pr. 28:13).
de un estudio dado por Lucas Batalla, el 26 de junio, 2011

Wednesday, May 20, 2015

GUERRA LARGA


La Guerra De Los Creyentes

Texto: 2 Samuel 3:1

Aquí hay la historia de una guerra civil entre dos bandas, la casa de Saúl y la casa de David, y el resultado iba a ser la victoria o la muerte. Pero 1 Corintios 10:11 informa que las cosas en el Antiguo Testamento fueron escritas para nuestra amonestació. Así es que cuando uno se convierte al Señor Jesucristo, entra también en una guerra, no entre creyentes o iglesias, sino entre dos reinos, entre dos casas: la de Dios y la de Satanás. No hay más. Cada persona pertenece a una de esas dos casas, y hace siglos que las lineas de batalla están marcadas y los ejércitos enfrentados.
    2 Corintios 5:4 dice que “gemimos con angustia”, y habla de la nueva naturaleza que todo creyente tiene y también de la lucha que tiene estando en el mundo. La casa de David representa esta nueva naturaleza y la casa de Saúl la vieja. El creyente tiene que ir fortaleciéndose en el Espíritu con el paso de tiempo, volviéndose más fuerte, no más débil.
    Muchos de nosotros luchamos para conseguir una transformación inmediata – y qué bueno es que el Señor obra inmediatamente de muchas maneras en la vida del creyente. Sin embargo hay aspectos en los que estamos en guerra toda la vida. El creyente puede caer, pero se levanta, y cuano alguien cae y se queda abajo y no se levanta, puede ser porque realmente no tiene vida. El justo cae siete veces y se levanta, dice Proverbios 24:16. Esto quiere decir que el creyente, aunque caiga momentáneamente, no se queda abajo. Se levanta y sigue en las filas del Señor. No se vuelve atrás ni se rinde. El fracaso no caracteriza su vida.
    Todos los días debemos tener presente esta guerra entre las dos casas, y alimentar y ayudar el desarrollo de la nueva naturaleza para que se fortalezca. Está claro que el Señor no nos abandonará, pues así lo promete (He. 13:5-6), pero Él tampoco nos fuerza a crecer en contra de nuestra voluntad y cooperación. Él nos salva, sin ayuda nuestra, pero es necesario cooperar con Él y aprovechar los medios que nos da si queremos crecer. Los que no se salvan, es por su culpa. Y los salvos que no crecen, es por su culpa. No somos víctimas manipulados sino responsables delante de Dios por nuestra condición espiritual.
    El apóstol Pablo oraba por la perfección de los creyentes. Es algo my importante, no opcional como sin importancia. Debemos pedirle al Señor que nos vaya perfeccionando, porque tengamos la edad que tengamos, es necesario. Y no sólo pedirlo, sino entregarnos de todo corazón a la tarea de crecer, pues es un mandamiento: “Creced en la gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18). ¿Qué medios ha provisto Dios para nuestro crecimiento? Por ejemplo, Su Palabra. “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 P. 2:2). También debemos perseverar, es decir, entregarnos con devoción, a la enseñanza, comunión y oración con los demás hermanos, en las reuniones y fuera de ellas (Hch. 2:42).  Hermanos, no hemos llegado todavía a la meta en la vida cristiana. Es decir, somos salvos, pero tenemos mucho crecimiento por delante. Leemos en Hechos 14:22 del ministerio apostólico a los nuevos creyentes: “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch. 14:22).
    El Salmo 18:32-36 usa el lenguaje del guerrero, al decir: “Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino, quien hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas; quien adiestra mis manos para la batalla, para entesar con mis brazos el arco de bronce. Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado”. David pensaba en esa larga batalla con la casa de Saúl. Así debemos decir al final de la vida cristiana, si es que la hemos vivido para el Señor. ¡Vayamos adelante, no atrás!
    En Romanos 7:17 Pablo habla de la lucha en la vida del creyente, entre el creyente con su naturaleza nueva, deseando vivir para Dios, y su misma carne que se rebela y no quiere obedecer ni glorificar a Dios. En Romanos 13:14 leemos: “no proveáis para los deseos de la carne”. ¡Cuántos hemos desobedecido este mandato! En la lucha debemos hacer que nuestra carne se vaya debilitando, como pasó con la casa de Saúl. Siempre va a estar allí hasta que vayamos al cielo y luego, ¡libres para siempre! Pero aunque está presente ahora, no tiene el dominio a menos que dejemos de luchar, y si cedemos el campo de batalla, entonces la carne se sale con la suya, pero por culpa nuestra por no haber luchado.
    Otra ilustración vemos entre Jacob y Esaú, hijos de Isaac y Rebeca. La Biblia dice que en el vientre de Rebeca había lucha entre dos naciones (Gn. 25:22-23). Y los descendientes de Esaú siguieron en la lucha, incluso los de Amalec (Gn. 36:12) que dieron guerra a Israel (Éx. 17:8-16). Otro caso vemos en Ismael e Isaac. Ismael no traía nada más que conflicto y angustia a la vida de Isaac, y así es con la carne, no nos hace ningún bien. Abraham tuvo a un hijo carnal, Ismael, y le fue mal. Gálatas 4 habla de ese conflicto entre la carne y el espíritu, y Génesis 21:9 cuenta como Ismael se burlaba de Isaac.
    Así que, hermanos, estamos en una guerra. Hay que debilitar a la carne, y fortalecer al espíritu. No hay que alimentar los deseos de la carne. Si la consentimos, se fortalece y eso no lo queremos. Ni hay que buscar la paz entre los dos porque esto es imposible. Ni hay que buscar la tolerancia ni la convivencia, sino no proveer para los deseos de la carne. Colosenses 3:5 dice: “haced morir lo terrenal”, lo cual es responsabilidad NUESTRA, no de Dios. Hermano, hermana, hay cosas en tu vida que sólo tú puedes hacer morir, y Dios no lo va a hacer, así que, ¡al ataque! y ¡manos a la obra! Pero muchas veces nos quedamos pasivos, queriendo que Dios lo haga todo, y tal vez orando con actitud de esperanza en Dios cuando Dios realmente quiere que actuemos. Él quiere que luchemos.
    “Hubo larga guerra”, y es un aviso para nosotros. Así es que desde que nos convertimos hay lucha y sigue todavía. ¡Qué se fortalezca la casa de David!
  

de un estudio dado por Lucas Batalla el 2 de agosto, 2012

Friday, May 1, 2015

SALMO 139 -- EL SEÑOR NOS RODEA


Texto: Salmo 139:1-6

En este hermoso salmo, el versículo 5 nos da consuelo precioso, al decir: “me rodeaste” y “pusiste tu mano”. Si el salmista se fortalecía pensando en esto, ¡cuánto más el Señor Jesucristo durante Su vida terrenal! Estaba en el mundo arruinado por el pecado,  rodeado de  enemigos y aún Sus propios discípulos eran cortos de entendimiento. Vino del cielo, Su morada pura y gloriosa, al mundo de viles pecadores encabezados por el príncipe de la potestad del aire. Y sabía lo que le esperaba. Pero también sabía que el Padre le cuidaba.
    Este mismo Dios nos cuida a nosotros los creyentes, y no nos abandona, aunque haya enemigos mil, contratiempos, traiciones, pruebas y dificultades de toda clase. Dios pone Su mano sobre nosotros. Él ya intervino a favor nuestro dándonos Su Hijo, y no se va a retirar de nuestra vida ni desecharnos.
    Hebreos 10:16-17 indica que la bendición del Señor estaba en la persona de Cristo, no en los sacrificios levíticos. Israel tenía que mirar adelante a Cristo y no atrás a los sacrificios porque sólo eran figuras de Él. Tristemente, no supieron distinguirle. No le conocieron. Y nosotros debemos saber bien claramente ahora que las cosas religiosas de nuestro pasado tampoco servían para perdonarnos: misas, santos, rezos, penitencias etc. Sólo Jesucristo puede salvarnos, pues Su sangre nos limpia de todo mal. Dios nos ha librado de nuestro pasado, de nuestra vana manera de vivir. Nos cuida en el presente, y nos da un glorioso futuro con una herencia inmarcesible que está reservada para nosotros. ¡Cómo han cambiado nuestras vidas a causa del Señor Jesucristo.
    Además, nos ha dado Su Espíritu Santo. Él mora en todo verdadero creyente. De esta manera también Dios pone Su mano sobre nosotros. Nos sella como posesión Suya (Ef. 1:13-14). Nos llena Su Espíritu dándonos poder para vivir y agradarle, cosa que no tenemos en nosotros mismos – como hizo con los apóstoles comenzando el día de Pentecostés.
    Habrá momentos difíciles, peligros, naufragios, enemigos, etc. pero el Señor nos ayuda y no nos abandona. No va a decir nunca a ningún creyente verdadero: “estoy harto de ti; no quiero verte más”. El creyente tiene a Dios, le rodea, y no debe desesperarse, ni tirar la toalla, ni decir “esto no lo aguanto”, porque el Señor le sostiene. Él es fiel; no nos deja, entonces no nos vayamos de Él. No nos alejemos de Su cuerpo la Iglesia, ni dejemos Su Palabra. Cuando abramos la Biblia, es una ventana a la sabiduría y la voluntad divina.
    Cuando el Señor fue tentado, fue al final de los cuarenta días, no en el día uno o dos, sino cuando estaba cansado y hambriento – es decir – en el momento más difícil. PERO aun en estos momentos Dios está con nosotros y Su Palabra puede animar, aconsejar y librarnos. Observamos que el Señor respondió a todas las tentaciones del diablo con estas palabras: “escrito está”. Tomó como referencia, consejo y guión las Sagradas Escrituras, y eso nos da ejemplo de cómo debemos vivir. 
    “Detrás y delante me rodeaste”. La palabra: “delante” habla también del futuro, de lo que queda delante, tanto en el caso de Israel como en el nuestro. Recordemos cómo dijo proféticamente a Ciro, rey persa que ni siquiera había nacido: “Yo iré delante de ti” (Is. 45:2), y esto era para hacer bien a Israel. Lo dijo ciento ochenta años antes de la vida de Ciro, cuando ni siquiera existía todavía el impero Medo-Persa. Este maravilloso pasaje demustra el poder, la sabiduría y la gloria de Dios. Dios puede hacer muchas cosas que nosotros no podemos. Nuestro presente está en Sus poderosas manos, y nuestro futuro está seguro. Él nos tiene rodeados; Su mano poderosa está sobre Israel, y también sobre nosotros. Por eso, mis hermanos, Israel no se perderá, porque su futuro está en manos de Dios, no en manos de la O.N.U.
    En Juan 10:9 Cristo declara que Él es la puerta. Es el acceso en el presente al futuro bendecido. Más adelante en el mismo capítulo declara que nadie arrebatará a Sus ovejas de Su mano. Esto nos recuerda nuestro texto: Salmo 139:5, “sobre mí pusiste tu mano”. Él ama y cuida a los Suyos, y provee lo que necesitan: trabajo, salud, protección u otra cosa. Él puede. Nada le es difícil. Tiene amplios recursos, gran sabiduria e inmenso poder. En Sus manos hay provisión.
    Con todo esto el Señor desea que le amemos y le sigamos fielmente. Un Dios fiel merece seguidores fieles. La infidelidad es una marca de ingratitud, desconfianza y egoísmo. ¡Lejos sean de nosotros esas cosas! Así que, hermanos, a las promesas y declaraciones del Salmo 139 nuestra respuesta debe ser la del salmista en el versículo 23: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”.
de un estudio dado por Lucas Batalla el 6 de marzo, 2014
 
 
Cristo está conmigo: ¡Que consolación!
Su presencia quita todo mi temor,
Tengo la promesa de mi Salvador:
"No te dejo nunca: siempre contigo estoy".

CORO
No tengo temor, no tengo temor,
Jesús me ha prometido;
"Siempre contigo estoy".