Wednesday, June 14, 2017

SAMUEL E HIJOS

Texto: 1 Samuel 8:1-7

Nuestro texto relata la historia impresionante de Samuel, un hombre de Dios que sin duda sirvió bien, pero que tomó una mala decisión acerca de sus hijos. No habían seguido su ejemplo, no necesariamente por culpa suya, pues la historia está llena de casos de hijos malos de padres buenos, e hijos buenos de padres malos. No hay porqué automáticamente culpar a los padres, aunque hoy día está de moda. Samuel había seguido y servido a Dios de manera que pocos otros en la historia. Pero sus hijos no imitaron su fe.
    La decisión mala que tomó Samuel era que pese a la condición espiritual de sus hijos, él les puso de jueces. No podía decir que no sabía. Seguramente quería que sus hijos sirviesen al Señor, pero la realidad fue otra. Es malo delegar cosas espirituales a personas no consagradas. Pueden venir de cierta familia de renombre, o tener estudios y títulos, pero no son ésas las cosas que hacen a las personas aptas para servir a Dios. Sus hijos no tenían carrera espiritual. Cuando personas así ocupen puestos de liderazgo y responsabilidad en el pueblo de Dios, es para mal, no para bien. Samuel había sido recto y piadoso, “pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” (v. 3). La espiritualidad no es una herencia, sino una decisión personal.
    Todavía es verdad hoy, que cuando los que son así lleguen al liderazgo de la congregación, es día malo y triste. Tal vez se portan más o menos durante la vida de los verdaderos siervos de Dios, pero cuando ellos no estén, los nuevos “líderes” encaminan malamente al pueblo, porque no son guiados por el Espíritu de Dios, sino por su propio corazón. Entonces, el pueblo empieza a escuchar voces que no son de Dios. Por ejemplo, como solemos ver en estas fechas, vienen diciendo que está bien celebrar la navidad, reyes u otras fiestas católicas. Enseñan mal porque no tienen base bíblica sino sólo parentezco o amistad con uno que era hombre de Dios. Celebran “el cumple de Jesús”, dícen, en un día que no es su fecha, y además, Dios ni siquiera nos manda hacerlo. Y ponen el árbol que no es más que un símbolo pagano y como un talisman, por muchas luces que pongan. Como los hijos de Samuel, no son como los varones de Dios antes de ellos.
    Y el pueblo habló con Samuel poniendo queja: “tus hijos no andan en tus caminos” (v. 5). ¡Qué triste es cuando nuestros hijos no anden en nuestros caminos. Era la situación de Samuel. Juan dice que no hay mayor gozo que ver a sus hijos caminando en la fe (3 Jn. 4). Ahí habla de hijos espirituales, es decir, personas que han creído cuando él predicaba el evangelio, o personas que él había enseñado y discipulado, como Pablo habla de Timoteo (1 Ti. 1:2) y de Tito (Tit. 1:4). Proverbios contiene consejos de un padre creyente a sus hijos. Los hijos de creyentes deberían seguir la fe de sus padres, no por tradición sino por convicción.  Y los creyentes que reciben de hombres de Dios instrucción, deben mantenerse fieles: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido” (2 Ti. 3:14). Pero cuando no es así en la familia o en la iglesia, hay que poner una linea divisoria.
    Los hijos de Samuel pervirtieron el derecho (v. 3), y perdieron el respeto y la confianza del pueblo de Dios. Pero la solución que quiso el pueblo no era buena: “un rey que nos juzgue” (v. 5). ¿A caso Dios no les juzgaba bien? Querían ser como los del mundo. ¡Qué barbaridad – ser como las naciones! El pueblo huía de un mal y se metía en otro. En lugar de mantenerse separados y confiar en Dios, querían ser como las naciones paganas alrededor suyo. Su lógica probablemente era que a ellas les va bien y están mas seguras y mejor organizadas o estructuradas. Pero eso era la sabiduría humana, no la guía de Dios. Hoy hay asambleas que quieren tener a un pastor asalariado, o un “obrero a tiempo completo”, para guiarles. Les parece mejor ser como las demás iglesias, las denominaciones. 
    A veces damos pasos sin hablar con Dios. Quizás Samuel había hecho esto cuando nombró a sus hijos como jueces. Pero parece que recapacitó, y frente a la petición del pueblo Samuel oró (v. 6).
    En los versículos 7-9 Dios responde e identifica el problema, el cual es que el pueblo había rechazado a Dios. Creían en Él, pero no querían hacer lo que Él decía (véase Lc. 6:46). Es largo el historial de la nación de Israel (v. 8), “dejándome a mí”. Querían a un gúia ciego y pensaban que así les iría bien.
    La historia se repite, porque 2 Timoteo 4:3-4 predice el tiempo cuando en las iglesias, los profesados creyentes no soportarán la sana doctrina. Querrán oír algo, pero no lo que Dios dice, así que amontonarán para sí maestros que prediquen a gusto de ellos. De la verdad se irán a las fábulas, y del gobierno de Dios al gobierno de la carne.
    En los versículos 10-18 Samuel dirigido por Dios protesta ante el pueblo y declara cómo será si ponen a un hombre por rey en lugar de Dios. Advierte: “Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día” (v. 18).
    Pero los versículos 19-20 informan que “el pueblo no quiso oír la voz de Samuel”. El problema no estaba en la comprensión. Entendían bien lo que él había dicho. El problema estaba en la voluntad de ellos: “no quiso oír”. Ya habían decidido entre ellos lo que querían, y no iban a aceptar otra respuesta. No querían oír, porque no querían cambiar. Así fue luego durante los días de Jeremías, cuando Dios llamó al pueblo a parar, escuchar Su voz y buscar el buen camino, pero la respuesta fue: “no” (Jer. 6:16-17). Considera la lógica equivocada del pueblo ante Samuel. “Nosotros seremos también como todas las naciones”. ¡Qué deseo más pobre e indigno del pueblo de Dios – ser como las naciones que Dios no escogió, y que Dios había echado de ahí para darles la tierra. ¿Para qué quisiera uno ser como los del mundo perdido? ¡Es un afán loco! Y en la asamblea, ¿qué sentido tiene cuando quieren ser como los demás? “En la iglesia tal hacen esto y les va bien”, dicen, para que lo copiemos. Pero debemos hacer lo que Dios manda, no lo que se les ha ocurrido a otros. ¿Les va bien? Tal vez ahora sí, pero no en el Tribunal de Cristo. Hay que recordar esto. También dijeron a Samuel: “Saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras”. Pero ¿quién estaba en la linea de combate? ¡El pueblo, no el rey!
    En los versículos 21-22 Dios dejó al pueblo llevar a cabo su deseo, pero tengamos una cosa muy clara, hermanos, eso era un juicio, no una bendición. Cuando Dios nos deje salirnos con la nuestra, es un juicio. Somos enseñados a orar: “hágase tu voluntad”, porque la de Dios es “buena... agradable y perfecta” (Ro. 12:2). El problema viene cuando nos persuade nuestra lógica, no la Palabra de Dios, o nuestros deseos, no la voluntad de Dios.
    Así que el pueblo no quiso a los hijos impíos de Samuel, pero se fue de un error a otro, y quiso poner a un hombre imperfecto antes que al Dios santo. Mejor siempre es esperar en Dios y dejarle a Él guiar y proveer, que manipular las cosas y poner soluciones como nos parece. Dios no se equivoca, pero nosotros sí. Por eso, rechacemos nuestra lógica y confiemos siempre en el Señor y Su Palabra. ¡El sabe mejor!

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