Saturday, June 3, 2017

Salmo 125 PAZ

La Dicha de Confiar en el Señor


Texto: Salmo 125
Este hermoso salmo es un canto de confianza en la bondad y la misericordia de Dios. El salmista compara la vida del creyente con el monte de Sión, escogido y protegido por el Señor; un lugar de su Su presencia especial y Su favor. Se puede ver también una comparación de la seguridad del creyente con la ciudad de Jerusalén.
    Nos habla del crecimiento en la fe. El versículo 1 dice: “los que confían”. Normalmente el ser humano confía en lo que ve, pero los creyentes confíamos en alguien que no vemos. Hebreos 11:1 describe la fe como “la convicción de lo que no se ve”. Confiamos, y amamos al Señor, como dice Pedro, “sin haberle visto” (1 P. 1:8). El creyente no necesita arte religiosa, imágenes e iconos, porque “el justo vivirá por fe” (He. 10:38, véase Hab. 2:4). Y el Señor nos guarda, guía y bendice porque confiamos en Él. Por eso estamos firmes. Muchos saben algo acerca de Dios pero no confían realmente en Él, no dejarían su vida en Sus manos. Lo tienen como los bomberos, sólo para llamar pidiendo socorro en casos extremos. Entonces están llevados en el vaivén del mundo. Pero cuanto más confiamos en Dios, más seguros estamos y más pronto viene a ayudarnos. Es curioso, pero la gente confía en muñecos de santos, esto es, en ídolos, estatuas y figuras, y les pide cosas y les rinde homenaje. Pero recuerda a los tres jóvenes hebreos en Babilonia que dijeron al rey que no se iban a doblar ante su imagen – porque ellos confiaron en el Señor, y por eso no cambiaron. No pudieron ser presionados en cambiar, porque tenían fe, convicción, confianza en Dios.
    El versículo 2 habla de cómo Jerusalén tienen montes alrededor de ella. Así Dios rodea y protégé a los Suyos, “para siempre”. Job 1:10 habla de cómo Dios le protegía a Job. Salmo 94:12-14 dice que Jehová no abandonará a Su pueblo. El salmo que es nuestro texto fue cantado por el pueblo yendo a Jerusalén. Fue compuesto y cantado para estimular su confianza y gratitud, y tiene ese mismo efecto en nosotros, si permitimos que la Palabra de Dios mora en nostotros en abundancia (Col. 3:16). Ella nos oriente y nos anima. El problema que tienen los judíos hoy es que no confían en Jehová, y de ahí su castigo y dolor.
    El versículo 3 declara que Dios no dejará reposar la vara de iniquidad sobre los Suyos. Los castiga, sí, pero cuanto más fuertes los golpes más pronto trae el bálsamo para curar, y detiene la maldad para que no se pase. Él quiere educar a Su pueblo, no aniquilarlo, ni lo permitirá.
    El versículo 4 expresa una petición: “Haz bien, oh Jehová, a los buenos, y a los que son rectos en su corazón”. No hay que pedir la bendición de los malos. La bendición es para los que caminan con Dios, esperan en Él, confían en Él, buscan Su rostro y le piden ayuda, porque como el versículo 1 dice, ellos “confían en Jehová”. Jehová es quien puede hacernos bien, no los psicólogos ni otros. Me acuerdo de la ilustración del payaso. Un hombre fue a un psicólogo para contarle su depresión y desesperación, que se sentía tan afligido con sus problemas que había perdido toda esperanza. El psicólogo le dijo que necesitaba dejar de pensar en todo eso, y respirar otros aires. Le recetó visitar un circo que estaba en la ciudad, porque había un payaso en ese circo que hacía reir a la gente y eso le iría bien. Entonces aquel hombre dijo: “yo soy aquel payaso”. Todas sus risas y payasadas eran sólo de fachada. Así vive mucha gente que no confía en el Señor.
    El versículo 5 dice: “mas”, y marca un contraste. Dios no va a hacer bien a los malos, a los que se apartan tras sus perversidades. Viven para satisfacer la naturaleza humana, piensan y hacen cosas malas, blasfeman, viven en toda clase de pecado, y se enojan si alguien les habla de Dios, de justicia, de salvación. Estos renegados correrán la misma suerte que los impíos del versículo 3. Aquí el salmista predice el fin del malo.
    Termina con “paz”, no para los malos, sino para Su pueblo, para Israel, aunque las naciones no quieran la paz de Israel, Dios sí, y así será. Hay paz también para el creyente hoy: paz con Dios, paz en Cristo por Su sangre, paz ahora y en el futuro, paz ante la muerte que da miedo a los que no conocen al Señor, pero no a nosotros. Tenemos paz. Vivimos en paz. Nos iremos en paz, y la tendremos para siempre. Así es la dicha de los que confían en el Señor. Amén.

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