Tuesday, May 31, 2022

Las Pruebas y Oraciones del Rey Ezequías

Texto: 2 Reyes 18:1-16
 

 El rey Ezequías, hijo de Acaz, es mencionado en 2 Reyes, 2 Crónicas e Isaías. Tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reino 29 años, lo cual significa que murió a los 54 años de edad. Había vivido durante 25 años del reino de su malvado padre que desvió a la nación, contaminó al templo y al final cerró las puertas del templo. Pero Ezequías creyó de veras en Jehová, e hizo lo bueno delante de Sus ojos, lo cual siempre es la fórmula para una vida que agrada a Dios. Mediante su fe y obediencia Ezequías trajo un gran avivamiento al país.
    Pero desde su cuarto año (29 años de edad) hasta el sexto año (31 años de edad) los asirios sitiaron y destruyeron a Samaria. Como los profetas de Dios había advertido, Israel fue llevado en cautiverio (vv. 9-12). Por su larga desobediencia al Señor el reino del norte desapareció, y por su obediencia al Señor el reino de Judá prosperó.
    Pero ocho años después, en el año 14 de su reino (39 años de edad), los asirios invadieron a Judá (v. 13). Esto no fue un castigo sino una prueba, porque los versos 3-8 declaran su fe y obras. Pero Ezequías, aunque era creyente, se dejó intimidar y cometió un error ante la presión de esa invasión (vv. 14-16) y dio el oro del templo al rey asirio para aplacar su ira. Ese plan salió de su sabiduría humana, no de la fe, y no funcionó.
    Los versos 17-37 demuestran que no sirvió para librarle, y tuvo que soportar las amenazas y la propaganda arrogante de los asirios. Entonces hizo lo que tenía que haber hecho al principio, oró al Señor pidiendo Su intervención (19:1-4). Esto debe hacernos pensar. ¿A quién acudimos cuando hay problemas? Los hijos piden a sus padres. Otros piden a un pariente, a un vecino, o a un hermano con dinero y poder. Pero debemos acudir a nuestro Padre celestial, porque Él sabe qué es lo que realmente necesitamos (Mt. 6.32). Cuando Ezequías escuchó del profeta Isaías la respuesta divina (2 R. 19.6-7), se dio cuenta de que a Dios le afectan las cosas que afectan a Su pueblo. Siglos después, Saulo perseguía a la iglesia, pero en Hechos 9.4 el Señor le preguntó: “¿Por qué me persigues?” Lo que afecta a los hijos de Dios afecta también a Dios.
    Las dos oraciones de Ezequías (2 R. 19.1-4 y 19.14-19), y la respuesta de Dios, ilustran lo que Santiago 5 dice, que “la oración eficaz del justo puede mucho” (Stg. 5.16). Esto debe darnos gran ánimo a orar y presentar nuestras peticiones al Señor, y confiar en Él antes que en los hombres. Dios respondió a Ezequías, primero por mensajes a través de Isaías, y luego por el ángel de Jehová que salió y mató a todo el ejército de los asirios en una noche (v. 35), y cuando Senaquerib volvió a Nínive, sus propios hijos lo mataron en el templo de su dios (vv. 36-37). Dios cumplió poderosamente Su promesa, en respuesta a una sencilla oración de un humilde justo. No hizo falta organizar nada, ni pedir a otros su ayuda, sino esperar en Dios. Es muy serio confrontarse con Dios y blasfemar como los asirios. Aprendieron lo que dice Hebreos 10.31, “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” Senaquerib no tuvo temor porque miraba a los débiles judíos, y confió en su ejército superior y en sus dioses, sin conocer al Dios vivo y verdadero y su gran poder. Tenía muchas máquinas de guerra, y gran fuerza militar, pero Ezequías tenía la oración y la fe en Dios. La victoria sorprendente nos debe animar a orar y confiar en Dios.
    Poco después de todo esto surgió otro problema. Con 39 años de edad, Ezequías se enfermó gravemente, y el mensaje de Dios llegó por Isaías: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (20.1). Pero en lugar de aceptar esto, oró con lágrimas y pidió más vida. Esto fue otro error suyo, por miedo a la muerte, o porque esperaba vivir más años para consolidar el reino. Podemos identificarnos con él, porque es natural que el ser humano sienta ansiedad ante las enfermedades y la muerte, aunque como creyentes debemos vencer por la fe esos temores.
    Otra vez oró Ezequías, y es a la vez bonita y patética su oración. Entre sollozos pidió más vida, y recordó al Señor que había hecho bien (20.2-3). Oró con todo su corazón, alma y emoción, implorando al Señor. Sin embargo, pedir así en oración no significa que tengamos razón. Hubiera sido mejor aceptar el plan de Dios. No siempre sabemos pedir lo que conviene. Es mejor decir “no se haga mi voluntad, sino la tuya”, pero Ezequías no dijo eso. De todos modos, Dios le tuvo misericordia, y concedió su petición, porque es compasivo.
    Ahora bien, no todos podrían decir como Ezequías: “he hecho las cosas que te agradan” (v. 3), y eso quita poder y eficacia de sus oraciones. Cuando hay pereza o pecado en nuestra vida, esto impide que Dios nos conteste las oraciones. “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado” (Sal. 66.18). Si pedimos con duda o doblez en el corazón, no recibiremos lo que pedimos (Stg. 1.6-7). Hermanos, debemos vivir para agradar a Dios, no a nosotros mismos, y uno de los beneficios de vivir así es confianza al acercarnos en oración. Dice 1 Juan 3.22, “y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”.
    Es interesante notar que Dios respondió en misericordia a Ezequías (2 R. 20.4-6) y le concedió 15 años más de vida. Pero esos años eran una gran responsabilidad. ¿Para qué quería vivir más? ¿Y para qué queremos tú y yo vivir más? Esos años extra que Dios le concedió fueron una prueba para Ezequías (2 Cr. 32.31), y no los aprovechó bien. Se portó locamente recibiendo a los embajadores de Babilonia y enseñándoles todos sus tesoros – una gran indiscreción que sembró en Babilonia la idea de tomar los tesoros de Jerusalén (2 R. 20.12-19). Nos informa 2 Crónicas 32.25-26 que Ezequías no correspondió al bien que Dios le hizo, y hermanos, me temo que esas tristes palabras se podrían decir también de nosotros. Hemos recibido mucho bien y muchas misericordias de Dios, y vida que nos ha concedido, pero ¿qué hacemos para Él con lo que nos ha concedido? Luego Ezequías se humilló (v. 26), y eso es lo que debemos hacer.  Cuando estamos en apuros pensamos en Dios y oramos, pero cuando recibimos bendición, ¿qué hacemos, cómo vivimos? Dice 2 Crónicas 32.33 que Ezequías fue honrado en su muerte, pues lo sepultaron en el lugar más prominente, en reconocimiento del bien que había hecho.
    De la vida de este rey piadoso aprendemos que a veces vienen pruebas y dificultades, y puede que en un momento de poca fe o de temor fallemos, pero siempre debemos humillarnos y clamar a Dios. En las pruebas aprendemos que nosotros no tenemos sabiduría ni fuerza, sino dependemos de Dios. Siempre debemos acudir a Él en oración: confiar, orar, esperar y luego manifestar nuestra gratitud mediante vidas obedientes. La oración eficaz del justo puede mucho. Seamos personas de fe, de obediencia y de oración.

Lucas Batalla, de un estudio dado el 20 de marzo, 2022


“En el día que temo, yo en ti confío”
Salmo 56.3

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