Tuesday, May 31, 2022

3 Juan: Vivir La Verdad

Texto: 3 Juan 1:1-15
 

Después de apóstol Pablo, Juan fue el que más contribuyó al Nuevo Testamento: el Evangelio según Juan, tres epístolas y el libro de Apocalipsis. Cada libro tiene su tema o clave, y en esta epístola la clave es “la verdad”. Hay cuatro personas nombradas: Juan, Gayo, Diótrefes y Demetrio, y otras solo llamadas “hermanos”.
    Juan se describe como “el anciano” (v. 1), es decir, avanzado en años. Dirige su epístola a Gayo, diciendo: “a quien amo en la verdad”. La verdad es el ámbito del amor del apóstol, y aquí describe la comunión fraternal de los que creen, y la base de su relación es “la verdad”, no otra cosa.
    El verso 2 continúa el saludo, y afectuosamente llama a Gayo “amado”. Daniel también fue llamado “muy amado” (Dn. 9.23), por su lealtad y piedad práctica. Dios ama a todo creyente, pero hay una esfera especial del amor divino para los que se acercan a Él y viven piadosamente. ¿Conocemos este amor especial? Juan desea a Gayo prosperidad y salud, pero no de cualquier modo, sino de acuerdo al estado de su alma. Es una bendición para los que andan en comunión con el Señor, pero para los que no, resulta ser una maldición. Si tuviéramos todos la misma prosperidad y salud que tiene nuestra alma – si nuestra vida económica y física correspondiera a nuestra condición espiritual, ¿cómo estaríamos? Obviamente Juan consideraba la salud del alma más importante que otras cosas, pero hoy no muchos piensan como él. Pocos buscan la prosperidad espiritual. ¿Cómo podemos hacer esto? Hay que ejercitarnos para la piedad, dedicando tiempo diario a la oración, al estudio de la Palabra y en adoración a Dios. El médico puede decirnos cómo está nuestra salud física, pero con qué frecuencia analizamos nuestra salud espiritual?
    En el verso 3 Juan expresa el gozo que sentía cuando llegaron algunos hermanos que habían estado de visita donde Gayo, y dieron buen testimonio de él. Dice “de tu verdad”, porque esto enfatiza que ellos vieron la verdad en él, porque vivía conforme a ella. Para muchos hay una discrepancia entre la verdad que dicen que creen, y como viven, pero Gayo no era así. “Dieron testimonio...de cómo andas en la verdad”. Esto es qué hacer con la verdad, no solo saberla, hablar o cantar de ella. La verdad no se practica solo en unas reuniones, sino en la vida cotidiana, donde afecta nuestro carácter y conducta: “tu verdad”. Pablo enfatizó “el conocimiento de la verdad que es según la piedad” (Tit. 1.1). El Señor Jesucristo rogó al Padre: “santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn. 17.17). Juan valoraba grandemente la verdad, pues él estuvo exiliado en la isla de Patmos por seguir la verdad (Ap. 1.9).
    En el verso 4 Juan expresa el gran gozo de ver a sus hijos andando en la verdad (véanse 2 Jn. 4, 6). La palabra “hijos” indica a los creyentes que él había enseñado personalmente, como Pablo llamaba a Timoteo “hijo” en la fe. Que sean nuestros hijos físicos, o espirituales, el gozo verdadero no viene de verles adquirir títulos, fama y dinero en el mundo, sino de observar su progreso espiritual, andando en la verdad. “Ando en tu verdad” dijo el salmista (Sal. 26:3). Los hijos nuestros que no andan en la verdad, sino que nos tienen por locos, anticuados o estrictos, un día se darán cuenta de su error, porque la bendición de Dios es con los que andan en Su verdad.
    El verso cinco contiene su consejo a Gayo, animándole a seguir su fiel conducta de ayudar a los hermanos – esto es – los que llegan de visita, porque dice “especialmente a los desconocidos”, los que vienen de fuera. No olvidemos de brindar la hospitalidad y ayuda práctica a los hermanos que viajan para servir al Señor. Gálatas 6.10 da prioridad a “los de la familia de la fe”. 1 Juan 3.16-18 nos llama a enseñarles el amor práctico y ayudarles en su necesidad. Parte del buen testimonio de Gayo era que hacía esto. El verso 6 le anima a encaminarles como es digno “de su servicio a Dios”. Encaminar es proveer lo que necesitan en su viaje, incluso los gastos de viajar pero más que esto. Esos hermanos no se servían a sí mismos, sino a Dios, y a las iglesias del Señor. Dios aprecia su servicio y nosotros también debemos apreciarlo.
    ¿Qué es lo que motivó a esos hermanos a salir para servir a Dios? Sencillamente: “por amor del nombre de Él”. Nosotros nos congregamos en el nombre del Señor, oramos en Su nombre y hacemos buenas obras en Su nombre. Los que salen a la obra misionera, dejando atrás su patria, empleos, parientes y casas, lo hacen por amor a Cristo, deseando dar a conocer Su N ombre, porque según Hechos 4.12 no hay otro nombre por el cual podamos ser salvos. Por amor al nombre del Señor se sacrifican, y viven por fe, confiados en Él para su sostenimiento: “sin aceptar nada de los gentiles”. Esto quiere decir que no recibían apoyo económico de los que eran ajenos a la fe. En el verso 8 Juan afirma que es nuestro privilegio y deber ayudar a los siervos de Dios: “debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad” . Ellos predican y enseñan la verdad, y si les damos ayuda, cooperamos con la verdad.
    En los versículos 9 y 10 Juan cambia y habla de un hombre que no coopera con la verdad: Diótrefes. Informa a Gayo: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes... no nos recibe” (v. 9). Quizás por eso escribía a Gayo, porque sus cartas a la iglesia habían sido rechazadas por Diótrefes. Es el peligro que corre cualquier iglesia cuando hay un solo hombre que ejerce autoridad y responsabilidad. Debe haber una pluralidad de ancianos, sin rango entre ellos, para administrar el cuidado espiritual y los asuntos de la iglesia. Pero de algún modo Diótrefes había conseguido tener las riendas en sus manos. Su problema era: “le gusta tener el primer lugar entre ellos” (v. 9). Ya que ocupaba ese lugar, no quería recibir instrucción ni corrección de otros como el apóstol, así que no los recibía. No quería que nadie señalara un error en su vida ni que se opusiera a sus prácticas, así que usó de la censura. No solo no recibía las cartas ni las propuestas visitas, sino: “y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohibe, y los expulsa de la iglesia” (v. 10). De este modo censuraba y controlaba todo contacto con los que podía causarle dificultades. Tristemente, consiguió controlar a los creyentes en esa iglesia. Quizás algunos eran empleados suyos, o él les sostenía económicamente, y por eso ellos temían contradecirlo. Pero Juan no temía, sino prometió confrontarlo: “Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros” (v. 10). Diótrefes hablaba contra Juan y otros siervos del Señor, y trataba de poner a la asamblea en contra de ellos para así proteger su dominio. Tomemos nota, hermanos. Ningún hombre debe controlar así a una asamblea del Señor, pero hay quienes lo hacen. Los tales no cooperan con la verdad, sino más bien se oponen a ella. No digan que es necesario para que funcione bien la iglesia. El Señor ha dado claras instrucciones a través de los apóstoles, y juzgará a los que usurpan Su lugar o modifican Su plan (Stg. 3.1). ¡Ay de los como Diótrefes cuando se presenten ante el tribunal de Cristo!
    En los versos 11 y 12 Juan exhorta a Gayo: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno” (v. 11). Es decir, no seas como Diótrefes. Debemos imitar a los que dan buen ejemplo. Por ejemplo, Pablo dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11.1; Fil. 3.17). Juan declara que “el que hace lo bueno es de Dios”. En cambio, los que hacen lo malo, como Diótrefes, aunque tengan control de una iglesia, no han visto a Dios (v. 11). El que conoce y ama al Señor no ocupa el primer lugar entre sus hermanos, sino es humilde.
    El buen ejemplo que Juan menciona es Demetrio (v. 12), que sería otro hermano en aquella asamblea. Había tres testimonios buenos a su favor: “todos” – es decir, los hermanos; “la verdad misma” – su vida concordaba con las Escrituras; “nosotros” – los apóstoles y sus colaboradores. En Juan 21.24 leemos, “nuestro testimonio es verdadero”.  Demetrio era conocido por fe y sus hechos, y ojalá que haya más hermanos como él en las iglesias. No podemos ser apóstoles como Juan, ni debemos ser  como Diótrefes, ni seguir a personas como él, pero todos podemos seguir la verdad, ser fieles, y ayudar a los hermanos, como hacían Gayo y Demetrio.
    En los versos 13-14 Juan intima que tiene más que decir a Gayo, pero prefiere decirlo cara a cara y no con tinta y pluma. Cuando sea posible, no hay nada como una vista y conversación personal, en la que podemos ver el rostro y notar el tono de voz del que habla con nosotros. Las cartas, los artículos y las revistas tienen gran valor. Pero la visitación personal debe ser parte de toda obra pastoral. El apóstol termina en el verso 15 deseándole “la paz”; un saludo hebreo (shalom) y ahora cristiano, porque en el Señor Jesucristo tenemos esta paz (Ro. 5.1; Col. 1:20), y la paz de Dios debe gobernar en nuestros corazones (Col. 3.15). La epístola finaliza con el intercambio de saludos fraternos. Que nos animemos a vivir y andar “en la verdad” y que nuestra conducta dé buen testimonio de ella, para la gloria de Dios.    

de un estudio dado por Lucas Batalla, 13-2-22

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