Texto: 2 Reyes 19:28-37
Acaz, padre de Ezequías, fue un rey malo que hizo mucho daño espiritual a la nación de Judá. En 2 Reyes 16 leemos su triste historia. Comenzó a reinar con 20 años de edad, y “no hizo lo recto ante los ojos de Jehová su Dios, como David su padre” (2 R. 16:2). “Antes anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones que Jehová echó de delante de los hijos de Israel. Asimismo sacrificó y quemó incienso en los lugares altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol frondoso” (2 R. 16:3-4). Esto fue para empezar, y luego hizo más mal, se puso a cambiar lo que Dios había ordenado referente a la adoración y los sacrificios en el templo (vv. 5-18). Pero al final, murió, fue sepultado con los reyes, y su hijo Ezequías reinó en su lugar (2 R. 18:2) con 25 años de edad. Era hijo bueno de padre malo. La gente suele decir que un hijo se parece a su padre, pero gracias a Dios, en este caso no. Y tomamos nota de que tener padres incrédulos o infieles no nos da una excusa para no seguir al Señor. No somos víctimas – podemos escoger – y somos responsables de nuestras decisiones y hechos. “No seáis como vuestros padres y como vuestros hermanos, que se rebelaron contra Jehová” (2 Cr. 30:7). “No seáis como vuestros padres, a los cuales clamaron los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras; y no atendieron, ni me escucharon” (Zac. 1:4). En cambio, cuando uno tiene padres creyentes y espirituales, debería seguir sus enseñanzas y ejemplo: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Pr. 1:8-9).
Ezequías fue fiel al Señor, hizo lo bueno ante los ojos de Jehová, como hemos de ver, sin embargo tuvo una gran prueba cuando vino Senaquerib rey de la superpotencia Asiria. Pero consultó y pidió oración, como siempre es bueno hacer, con Dios y con hombres de Dios, en lugar de tomar decisiones por su cuenta como muchos hacen. Los versículos 22-34 son la respuesta que Dios le mandó. Y el versículo 35 dice: “aquella misma noche”, es decir, que Dios no tardó en actuar sino intervino enseguida. Destruido su ejército, el rey de Asiria volvió a Nínive (v. 36), diríamos “con el rabo entrepiernas”. No sólo esto, sino que al entrar en el templo de su dios falso, sus propios hijos lo mataron. Dios había respondido y quitado la gran amenaza de la superpotencia de aquel entonces.
¿Y qué problema nuestro no puede Dios resolver si le seguimos, confiamos y consultamos con Él? La vida cristiana tiene pruebas, luchas, enemigos y dolores. Pablo informó: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12). Algunos, para no sufrir, dejan de vivir piadosamente, se camuflan, se adaptan, se callan, etc. Pero ese no es el camino, como bien demostró el rey Ezequiel.
Él hizo lo recto ante los ojos de Jehová (2 R. 18:3). Quitó los lugares altos, los ídolos y la serpiente de bronce (18:4). Puso su esperanza en Jehová (v. 5), de modo que no hubo otro rey como él. No se apoyó en su linaje real, el nombre de su padre ni en riquezas ni potencia real. No se apoyó en su propia sabiduría (Pr. 3:5-6), sino confió en Dios de todo corazón. Era un hombre de oración, y hermanos, es así que uno se apoya en Dios. Los que se apoyan en los hombres buscan de ellos la solución de sus problemas. Pero los que se apoyan en Dios hablan con Él y esperan en Él. Filipenses 4:6 dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Ezequías comprobó por experiencia lo que el apóstol Pedro escribiría siglos después: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P. 5:7). Apoyarse en Dios es leer y meditar Su Palabra, creerla, orar siempre antes de actuar, y portarse fielmente.
¿Cuál fue el resultado? El versículo 7 dice: “Y Jehová estaba con él”. Dios le salió al paso. No hay otra forma de conseguir esto, y el capítulo 19 enseña cómo Dios le ayudó. Primero en el capítulo 18 le dio fortaleza y ánimo para no obedecer al rey de Asiria – no ser aliado, no tolerar ni sujetarse a lo malo. Y esa fidelidad le trajo inevitablemente el conflicto enorme. Samaria cayó a los asirios (18:9-12), y en el año 14 de su reinado (18:13) Senaquerib subió contra Jerusalén. Pero ahí estaba Ezequías que obedecía, oraba y confiaba en el Señor. En 19:1 Ezequías oyó, rasgó sus vestidos, se cubrió con cilicio y entró en la casa de Dios. Presentó a Dios su petición y pidió las oraciones del profeta Isaías (19:2-4), y Dios respondió (vv. 5-7). Los asirios se fueron a batallar en otro lugar (vv. 8-9) pero mandaron a Ezequías cartas de amenazas y blasfemias, prometiendo volver (vv. 11-13). ¿Qué hizo Ezequías entonces? Tomó esas cartas, entró en el templo y oró a Dios (vv. 14-19). Entonces Dios le mandó la respuesta a sus oraciones por medio del profeta Isaías (vv. 20-34), y trajo la muerte primero al ejército y depués al mismo rey Senaquerib (vv. 35-37).
El Señor ayuda a los que se apoyan completamente en Él, sin muletillas, sin excusas ni arreglos mundanos. Nadie de los fieles dirá jamás: “por demás es que he seguido o servido a Dios”. Recordemos siempre esto. “Ciertamente hay galardón para el justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra” (Sal. 58;:11).
Ezequías había hecho una gran limpieza, como dice el capítulo 18. A veces esto es necesario en nuestra vida – no sólo reunirnos para cantar, leer y oir, sino poner manos a la obra y hacer una buena limpieza en nuestra vida personal y nuestra casa. Quizás tomó el Salmo 101 como su manifiesto, porque no toleró ninguna maldad en Jerusalén y Judá. 2 Corintios 7:1 dice: “limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu”. Cuando ponemos manos a la obra y hacemos limpieza, eso esnseña que estamos en serio con Dios y que Él tiene nuestra devoción. Es fruto de una fe verdadera. Entonces Ezequías, al verse amedrentado, no se echó atrás. Fue a consultar a Dios y pidió las oraciones de Isaías. Hermanos, cuando vengan problemas – y vendrán – busquemos al Señor y el consejo de hombres espirituales en la iglesia – no la gente de la calle, los amigos de barrio o del trabajo, ni a los que van a otras iglesias de cualquier tipo. Tengamos cuidado de buscar sano consejo bíblico, la voluntad de Dios. Sobre todo, digamos las cosas a nuestro Señor, echando toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros. La fidelidad a Dios tiene su precio en esta vida, pero el creyente tiene apoyo inigualable en el Señor su Dios.
Acaz, padre de Ezequías, fue un rey malo que hizo mucho daño espiritual a la nación de Judá. En 2 Reyes 16 leemos su triste historia. Comenzó a reinar con 20 años de edad, y “no hizo lo recto ante los ojos de Jehová su Dios, como David su padre” (2 R. 16:2). “Antes anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por fuego a su hijo, según las prácticas abominables de las naciones que Jehová echó de delante de los hijos de Israel. Asimismo sacrificó y quemó incienso en los lugares altos, y sobre los collados, y debajo de todo árbol frondoso” (2 R. 16:3-4). Esto fue para empezar, y luego hizo más mal, se puso a cambiar lo que Dios había ordenado referente a la adoración y los sacrificios en el templo (vv. 5-18). Pero al final, murió, fue sepultado con los reyes, y su hijo Ezequías reinó en su lugar (2 R. 18:2) con 25 años de edad. Era hijo bueno de padre malo. La gente suele decir que un hijo se parece a su padre, pero gracias a Dios, en este caso no. Y tomamos nota de que tener padres incrédulos o infieles no nos da una excusa para no seguir al Señor. No somos víctimas – podemos escoger – y somos responsables de nuestras decisiones y hechos. “No seáis como vuestros padres y como vuestros hermanos, que se rebelaron contra Jehová” (2 Cr. 30:7). “No seáis como vuestros padres, a los cuales clamaron los primeros profetas, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Volveos ahora de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras; y no atendieron, ni me escucharon” (Zac. 1:4). En cambio, cuando uno tiene padres creyentes y espirituales, debería seguir sus enseñanzas y ejemplo: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Pr. 1:8-9).
Ezequías fue fiel al Señor, hizo lo bueno ante los ojos de Jehová, como hemos de ver, sin embargo tuvo una gran prueba cuando vino Senaquerib rey de la superpotencia Asiria. Pero consultó y pidió oración, como siempre es bueno hacer, con Dios y con hombres de Dios, en lugar de tomar decisiones por su cuenta como muchos hacen. Los versículos 22-34 son la respuesta que Dios le mandó. Y el versículo 35 dice: “aquella misma noche”, es decir, que Dios no tardó en actuar sino intervino enseguida. Destruido su ejército, el rey de Asiria volvió a Nínive (v. 36), diríamos “con el rabo entrepiernas”. No sólo esto, sino que al entrar en el templo de su dios falso, sus propios hijos lo mataron. Dios había respondido y quitado la gran amenaza de la superpotencia de aquel entonces.
¿Y qué problema nuestro no puede Dios resolver si le seguimos, confiamos y consultamos con Él? La vida cristiana tiene pruebas, luchas, enemigos y dolores. Pablo informó: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Ti. 3:12). Algunos, para no sufrir, dejan de vivir piadosamente, se camuflan, se adaptan, se callan, etc. Pero ese no es el camino, como bien demostró el rey Ezequiel.
Él hizo lo recto ante los ojos de Jehová (2 R. 18:3). Quitó los lugares altos, los ídolos y la serpiente de bronce (18:4). Puso su esperanza en Jehová (v. 5), de modo que no hubo otro rey como él. No se apoyó en su linaje real, el nombre de su padre ni en riquezas ni potencia real. No se apoyó en su propia sabiduría (Pr. 3:5-6), sino confió en Dios de todo corazón. Era un hombre de oración, y hermanos, es así que uno se apoya en Dios. Los que se apoyan en los hombres buscan de ellos la solución de sus problemas. Pero los que se apoyan en Dios hablan con Él y esperan en Él. Filipenses 4:6 dice: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”. Ezequías comprobó por experiencia lo que el apóstol Pedro escribiría siglos después: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P. 5:7). Apoyarse en Dios es leer y meditar Su Palabra, creerla, orar siempre antes de actuar, y portarse fielmente.
¿Cuál fue el resultado? El versículo 7 dice: “Y Jehová estaba con él”. Dios le salió al paso. No hay otra forma de conseguir esto, y el capítulo 19 enseña cómo Dios le ayudó. Primero en el capítulo 18 le dio fortaleza y ánimo para no obedecer al rey de Asiria – no ser aliado, no tolerar ni sujetarse a lo malo. Y esa fidelidad le trajo inevitablemente el conflicto enorme. Samaria cayó a los asirios (18:9-12), y en el año 14 de su reinado (18:13) Senaquerib subió contra Jerusalén. Pero ahí estaba Ezequías que obedecía, oraba y confiaba en el Señor. En 19:1 Ezequías oyó, rasgó sus vestidos, se cubrió con cilicio y entró en la casa de Dios. Presentó a Dios su petición y pidió las oraciones del profeta Isaías (19:2-4), y Dios respondió (vv. 5-7). Los asirios se fueron a batallar en otro lugar (vv. 8-9) pero mandaron a Ezequías cartas de amenazas y blasfemias, prometiendo volver (vv. 11-13). ¿Qué hizo Ezequías entonces? Tomó esas cartas, entró en el templo y oró a Dios (vv. 14-19). Entonces Dios le mandó la respuesta a sus oraciones por medio del profeta Isaías (vv. 20-34), y trajo la muerte primero al ejército y depués al mismo rey Senaquerib (vv. 35-37).
El Señor ayuda a los que se apoyan completamente en Él, sin muletillas, sin excusas ni arreglos mundanos. Nadie de los fieles dirá jamás: “por demás es que he seguido o servido a Dios”. Recordemos siempre esto. “Ciertamente hay galardón para el justo; Ciertamente hay Dios que juzga en la tierra” (Sal. 58;:11).
Ezequías había hecho una gran limpieza, como dice el capítulo 18. A veces esto es necesario en nuestra vida – no sólo reunirnos para cantar, leer y oir, sino poner manos a la obra y hacer una buena limpieza en nuestra vida personal y nuestra casa. Quizás tomó el Salmo 101 como su manifiesto, porque no toleró ninguna maldad en Jerusalén y Judá. 2 Corintios 7:1 dice: “limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu”. Cuando ponemos manos a la obra y hacemos limpieza, eso esnseña que estamos en serio con Dios y que Él tiene nuestra devoción. Es fruto de una fe verdadera. Entonces Ezequías, al verse amedrentado, no se echó atrás. Fue a consultar a Dios y pidió las oraciones de Isaías. Hermanos, cuando vengan problemas – y vendrán – busquemos al Señor y el consejo de hombres espirituales en la iglesia – no la gente de la calle, los amigos de barrio o del trabajo, ni a los que van a otras iglesias de cualquier tipo. Tengamos cuidado de buscar sano consejo bíblico, la voluntad de Dios. Sobre todo, digamos las cosas a nuestro Señor, echando toda nuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de nosotros. La fidelidad a Dios tiene su precio en esta vida, pero el creyente tiene apoyo inigualable en el Señor su Dios.
Lucas Batalla, de un estudio dado el 23 de agosto, 2018
Dilo A Cristo
Cuando estás cansado y abatido, dilo a Cristo, dilo a Cristo.
Si te sientes débil, confundido, dilo a Cristo el Señor.
Dilo a Cristo, dilo a Cristo, Él es tu Amigo más fiel;
No hay otro amigo como Cristo, dilo tan sólo a Él.
Cuando estás de tentación cercado, mira a Cristo, mira a Cristo.
Cuando rugen huestes de pecado, mira a Cristo el Señor.
Mira a Cristo, mira a Cristo, Él es tu Amigo más fiel;
No hay otro amigo como Cristo, mira tan sólo a Él.
Si se apartan otros de la senda, sigue a Cristo, sigue a Cristo,
Si acrecienta entorno la contienda; sigue a Cristo el Señor.
Sigue a Cristo, sigue a Cristo, Él es tu Amigo más fiel;
No hay otro amigo como Cristo, sigue tan sólo a Él.
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