Texto: 2 Crónicas 29
Ezequías fue hijo bueno de padre malo. Pero puso a Dios antes que la familia, porque no imitó lo malo sino lo bueno (3 Jn. 11). Nosotros los creyentes que somos padres debemos dar ejemplo bueno a nuestros hijos, pero Acáz no era creyente. Era malísimo como vemos en 2 Crónicas 28:19-28. Usaba el poder y la autoridad del rey para hacer mal, y acabó mal. El versículo 27 dice que no lo metieron en los sepulcros de los reyes, eso es, que le dieron una sepultura inferior porque ni muerto era digno de estar al lado de otros reyes.
Entonces su hijo Ezequías, de veinticinco años de edad, subió al trono y se dio a conocer como rey bueno y piadoso. El versículo 2 dice que hizo lo recto, no ante los judíos, sino ante Jehová. Al decir “conforme a su padre David” eso es porque usaban “padre” para referirse también al abuelo y otros antepasados. Ezequías escogió el buen ejemplo del pasado, de David, y lo siguió. No fue contemporáneo como había sido su padre Acaz (véase Jer. 6:16). Hoy también hay muchos como Acaz en las iglesias, que quieren ser contemporáneos y cambiar todo, y no siguen el patrón fiel de antaño. No los imitemos, hermanos, sino seamos fieles al Señor y al patrón que Su Palabra da. En el primer año de su reino, Ezequías deshizo lo malo de su padre – no siguió la mala tradición. Abrió las puertas del templo y las reparó (v. 3). Hizo venir los sacerdotes y levitas, porque estaban lejos, apartados, ya que bajo Acaz no se les había permitido celebrar el culto a Jehová. Sus problemas empezaron cuando Acaz envió el diseño del altar en Damasco y el sumo sacerdote, en lugar de oponerle y pararle, se sometió e hizo lo que el rey mandó, en lugar de seguir lo que Dios mandó. No podemos ceder así a cambios sin que vengan malas consecuencias. Al final Acaz había cerrado el templo. Pero su hijo Ezequías lo abrió. En el versículo 5 mandó a los sacerdotes tres cosas: (1) santificarse, (2) santificar la casa de Jehová, (3) sacar del santuario la inmundicia. Esto último nos recuerda como nuestro Señor Jesucristo purificó el templo, sacando a todos los vendedores.
Entonces, en los versículos 6 y 7 Ezequías declara por qué el cambio. Reconoce la maldad de los padres. “Nuestros padres se han rebelado”: hicieron lo malo, dejaron al Señor, apartaron sus rostros, le volvieron las espaldas, aun cerraron las puertas del templo, apagaron las lámparas, no quemaron el incienso ni sacrificaron holocausto. Como venimos diciendo, todo eso comenzó cuando el sumo sacerdote Urías fue infiel a Jehová y cedió al capricho de Acaz e hizo el altar pagano (2 R. 16:10-20). Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
Por tanto, en los versículos 8 y 9 vemos las consecuencias: la ira de Dios, turbación, execración y escarnio. ¡Tanta mortandad, pérdida y tristeza! Es triste cuando los padres son infieles y traen juicio y pérdida sobre sus hijos.
En el versículo 10 Ezequías anuncia lo que va a hacer: “yo he determinado hacer pacto con Jehová”. Vemos que escogió lo bueno, y usó su voluntad para bien. Cada uno de nosotros debe dejar de pensar y actuar como víctima, y determinar como Ezequías hacer lo bueno. No hizo referendum, ni esperó saber la opinión de la mayoría, sino decidió hacer lo recto. Usó su influencia y responsabilidad para apartar la ira. Hermanos, no hay avivamiento sin arrepentimiento, sin santificación, sin sacar la inmundicia, sin comprometerse con Dios. El avivamiento no viene por poner música marchosa, ni por cambiar la hora del culto, ni por imitar al mundo – dejando a las mujeres hablar – poniendo juegos para los jóvenes – metiendo la psicología – guardando fiesta de San Valentín o Navidad – ni por conseguir un local nuevo ni nada así. Tiene que haber reconocimiento de pecado, arrepentimiento, clamor al Señor y limpieza que quita lo que está mal. Hagamos un cambio, una marcha atrás, volviendo a lo bueno. No pidamos permiso de los demás para obedecer a Dios. No hagamos un sondeo buscando mayoría ni popularidad. Seamos fieles a Dios y marcamos pauta con nuestra vida.
En el versículo 11 advierte a los sacerdotes y levitas: “Hijos míos, no os engañéis ahora”. No hay que postergar la acción, les dice, porque eran los escogidos de Jehová para el ministerio y debían ponerse en marcha sin demora. En los versículos 12-19 actúan y entonces dan informe a Ezequías. Y nosotros, ¿cómo hacemos limpieza? Arrepintiéndonos, confesando y apartándonos del pecado (Pr. 28:13), y haciendo pacto con el Señor en el sentido de decir: “lo que hice no lo voy a hacer más”. Entonces, los sacerdotes y levitas dan a Dios Su parte (vv. 20-29), eso es, los sacrificios y las ofrendas, la alabanza y la adoración. Eso es importante, pero observa que viene después de la confesión, la limpieza y la santificación. Las cosas en su orden.
En los versículos 30-36 hay alegría: “se alegró” (v. 36). Primero hay contrición por el pecado, y luego viene el gozo. Los avivamientos vienen cuando los hombres siguen ese ejemplo. Fuera con el orgullo, fuera el pecado y las excusas. El arrepentimiento, la limpieza y la consagración traen bendición y alegría. Así se alegró Ezequías y con él todo el pueblo. Fue un gozo contagioso y compartido. Vemos en esto el camino de vuelta a Dios, el del avivamiento y la bendición. Nosotros también podemos tener bendición y gozo, si seguimos el ejemplo puesto delante nuestro. Que así sea para la gloria del Señor.
del estudio dado por Lucas Batalla el 16 de octubre, 2018
Avívanos, Señor.
Sintamos el poder
del Santo Espíritu de Dios
en todo nuestro ser.
Coro:
Avívanos, Señor,
con nueva bendición;
inflama el fuego de tu amor
en cada corazón.
Avívanos, Señor,
tenemos sed de Ti.
La lluvia de tu bendición
derrama ahora aquí.
Avívanos, Señor;
despierta más amor,
más celo y fe en tu pueblo aquí
en bien del pecador.
Sintamos el poder
del Santo Espíritu de Dios
en todo nuestro ser.
Coro:
Avívanos, Señor,
con nueva bendición;
inflama el fuego de tu amor
en cada corazón.
Avívanos, Señor,
tenemos sed de Ti.
La lluvia de tu bendición
derrama ahora aquí.
Avívanos, Señor;
despierta más amor,
más celo y fe en tu pueblo aquí
en bien del pecador.
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