Tuesday, August 27, 2019

He Oído Tu Palabra, Y Temí



Texto: Habacuc 3:1-2

Desgraciadamente no muchos tienen hoy la reacción de Habacuc en el versículo 2, “he oído tu palabra, y temí”. José temía a Dios y por eso rehusó tomar a la mujer de Potifar. Exclamó: “¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Gn. 39:9). Hoy pocos reaccionan a la tentación como él, porque hoy hasta los creyentes adolecen del buen temor de Dios. Ese temor es sano y bueno, no es miedo sino temor santo, reverencia. Habacuc lo tuvo porque oía con fe la Palabra de Dios. Necesitamos oír como él, porque nuestro Señor afirmó: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
    Así que, en el versículo 2 Habacuc sigue: “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos”. Es necesario hoy orar así, porque el humanismo y la mundanalidad han entrado en las iglesias, y los que ocupan lugares de liderazgo se han desviado. ¿Cuál es la obra de Dios?  La que Él hace – no es cualquier cosa. El Señor obra en el mundo, y en los que creen, y toda la obra de Dios dura. “Todo lo que Dios hace será perpetuo” (Ecl. 3:14). Los imperios y los monumentos de los hombres pasarán y desaparecerán, pero la Palabra de Dios vive y permanece para siempre.
    La más grande de las obras de Dios es la de Cristo en la cruz. Pero Él obró en Israel en el Antiguo Testamento, y obra en la iglesia en el Nuevo Testamento y hasta hoy. Cuando vivimos de acuerdo a Su Palabra, manifestamos Su obra. “Edificaré mi iglesia” dijo el Señor (Mt. 16:18). La iglesia es obra de Dios y por eso si alguien intenta destruirla, Dios le destruirá a él (1 Co. 3:17). Su Palabra obra eficazmente en los que oyen con fe (1 Ts. 2:13). Nosotros también como creyentes debemos obrar, haciendo buenas obras (Ef. 2:10), pero hay que nombrar a Cristo, para que sepan que es por Él que las hacemos, para que Él reciba la gloria.
    El pan de hoy deja a la gente con hambre mañana, pero la Palabra de Dios llena siempre. Habacuc oyó Su Palabra, temió, y pidió el avivamiento de Su obra – Israel en aquel entonces. Hoy, como entonces, si es avivada la obra del Señor, seremos obedientes y santos, y tendrémos Su guía, poder y protección.
    Ya que Dios obra por Su Palabra, naturalmente tenemos que dedicar tiempo a ella. Debemos leerla, estudiarla, atesorarla en nuestro corazón y meditarla. Si trabajamos ocho horas, y dormimos ocho oras (yo duermo menos), nos quedan otras ocho horas cada día. Ahora bien, la pregunta es, ¿qué hacemos con esas horas? Usemos el tiempo para conocer mejor a nuestro Dios, obedecerle y servirle. Así se avivirá Su obra en medio de los tiempos.
    Habacuc dijo: “He oído tu palabra”. Es el primer paso. Ojalá sea así con nosotros. Habacuc oraba así pensando en las condiciones en sus tiempos (1:1-4). Pero hermanos, son así de problemáticos nuestros tiempos. Necesitamos volver a la Palabra de Dios si queremos avivamiento y bendición.
    Ella tiene autoridad, como vemos en Lucas 4:32, y será predicada así cuando la obra del Señor es avivada. Desaparecerán esos mensajes contemporáneos y del populacho, y escucharemos nuevamente la Palabra del Señor predicada con autoridad, llamándonos al arrepentimiento y la obediencia.
    En Lucas 4:33-36 vemos otra vez Su autoridad y poder. El Señor mandó y el espíritu inmundo obedeció y salió de aquel hombre. A veces parece que los demonios respetan más la Palabra de Dios que nosotros. Sin ella, no hay avivamiento, ni cambios para mejor. Recordemos que el gran avivamiento bajo el rey Josías fue después del descubrimiento del libro de la ley.
    En 2 Pedro 3:5 vemos el poder de la Palabra para crear el mundo. En Isaías 42:5 Jehová creó con Su Palabra. Hebreos 1:3 dice que sustenta todo con Su Palabra. ¡Seguramente puede sostenernos y guiarnos por ella, si la hacemos caso! En Isaías 55:11 la Palabra de Dios es presentada como eficaz, que cumple lo que Dios quiere.
    Luego vemos en Juan 6:63 que las palabras que Cristo habla son espíritu y vida. Esta semana todo el mundo habla de ese científico Steven Hawking, que murió, y le alaban como un gran sabio, pero era necio porque rechazó la Palabra de Dios. Dijo: “Dios no creó el universo”. Se fue perdido a la eternidad, como todos los que rechazan la Palabra de Dios.
    1 Tesalonicenses 2:13 nos recuerda cuán importante es nuestra recepción de la Palabra. La recibieron, no la rechazaron. La recibieron no como palabra de hombres – reconocieron su procedencia celestial y divina. La recibieron según es en verdad, “la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes”
    No es necesario estudiar una cátedra y tener títulos, sino oír con humildad y fe, temer y hacer caso a la Palabra de Dios. Seamos como Habacuc: “he oído tu palabra, y temí”. Y que el Señor tenga en nosotros creyentes obedientes y fieles.

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