Saturday, September 26, 2020

LA ORACIÓN - MÁS QUE UN RITUAL

 Texto: Isaías 58


Isaías es un libro maravilloso en el cual aprendemos mucho acerca de Dios, del profeta Isaías y del pueblo Israel. Isaías vivía durante los reinos de reyes buenos y malos, y al final la tradición dice que fue aserrado por mandato del rey Manasés, y murió como mártir por su fidelidad a Dios. El capítulo que nos atiene hoy se ha de entender a la luz del capítulo anterior, el 57, donde Dios condena los pecados de la nación de Israel. En el capítulo 58 les habla del verdadero culto a Dios y de cómo agradarle, que no es por rituales religiosos como el ayuno. Daban mucha importancia a eso, parecido a como la Iglesia Católica Romana la da a sus sacramentos, especialmente la misa. La gente va por lo menos una vez al año, se confiesa, se comulga, y luego cada uno vive como quiere, a espaldas de Dios. Pues así ayunaba Israel, pero fuera del ritual, como vemos en el capítulo 57, la nación vivía en pecado. Sus ayunos y oraciones entonces no llegaron al cielo porque Dios no es agradado por rituales sino por justicia. Y es triste decirlo pero hoy hay esta disparidad en muchas iglesias evangélicas, que también celebran sus cultos y rituales pero luego la gente no vive conforme a la Palabra de Dios.
    Así que, mirando el comportamiento de Israel, Dios manda al profeta Isaías: “Clama a voz en cuello, no te detengas, alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión” (v. 1). Vivir en rebelión contra Dios es lo peor que el ser humano puede hacer. No trae felicidad ni bien a nadie. Y es todavía peor cuando los que así hacen profesan ser de Dios. Isaías fue enviado cual portavoz de Dios para decirles su rebelión y su pecado. Pero, ¿dónde están hoy estos predicadores fieles a Dios y valientes? Si hoy en muchas iglesias evangélicas hicieran esto, quedarían pequeñas como nosotros. Isaías tenía que predicar así por fe, confiado en Dios, porque cierto era que a Israel no le iba a gustar. Hoy también es cierto que los profesados cristianos, incluso sus líderes, no quisieran oir de su superficialidad, rebelión y pecado. Quieren oir cosas positivas – que todo va bien y que Dios les bendice. Pero hay que hablar como Dios manda, no como el pueblo quiere.
    En el versículo 2 Dios dice: “que me buscan cada día y quieren saber mis caminos” – pero todo eso es insincero. Israel practicaba sus rituales (véanse 1:13-15), pero Dios estaba disgustado con la nación. Hay que decir que las iglesias evangélicas hoy tienen un relajo vergonzoso. Van a la cena del Señor, o al culto que haya el domingo, cantan, oran, echan su ofrenda, escuchan un sermón, y luego se van y viven como los del mundo. A penas leen la Biblia u oran, ni testifican, ni practican la separación de las actividades del mundo. Pero mis hermanos, el cristianismo verdadero es de todos los días, no de un culto o ritual. Y Dios indica en el versículo 2 que los de Israel habían dejado la ley. Su religión era rebelde y pecaminosa.
    Para el colmo, en los versículos 3 y 4 acusan a Dios de no atenderles en sus rituales de ayunar y orar. “No hiciste caso” y “no te diste por entendido”. Querían manipularlo y que Él les atendiera de cualquier modo. Es verdad que Él no les respondía, pero la razón tenía que ver con los pecados de ellos. Sin embargo, ninguno decía: “Examíname oh Dios” (Sal. 139:23). Sólo se quejaban de que Él no les contestaba. Si Dios no contesta nuestras oraciones debíamos examinarnos y preguntarnos ¿por qué? En el caso de Israel en los días de Isaías, este capítulo explica por qué. No agradaban a Dios, ni tenían convicción de pecado. Podían practicar el ritualismo y a la vez el pecado. “Buscáis vuestro propio gusto” (v. 3) dijo Dios. Israel tenía como norma ese ayuno, el ritual, no la justicia. Hasta el día de hoy ayunan los judíos en Yom Kippur – el día de expiación, y en Tisha b’Av por la destrucción de Jerusalén. Y he conocido a católicos que me han dicho: “hoy estoy ayunando”, tal vez en cuaresma o por otra cosa. Hay evangélicos que ayunan porque su iglesia lo manda. Y luego están los musulmanes que ayunan de día durante Ramadán pero pasan la noche comiendo, ¡y en ese mes ganan peso! Toda esa gente guarda un ritual, pero sin sentido espiritual, buscando su propio gusto y provecho, sin que les interese de verdad la voluntad de Dios. A eso lo llamamos hipocresía. Israel acusó a Dios de no responderles, pero no entendió por qué. Dios es más generoso que nosotros y quiere bendecir y guiarnos. Pero entonces y ahora Él quiere ver más que una participación en un ritual – o una asistencia a una reunión. Quiere ver la práctica de la justicia. El cristianismo se vive diariamente – “el justo vivirá por fe” (He. 10:38).
    Por el uso de preguntas en el versículo 5 Dios les hace ver que Él no escogió ni tenía interés en ese ritual de ellos. Lo que Dios quería de ellos iba a afectar toda su manera de vivir, como hemos de ver en los versículos 6 y 7. Debían dejar de esclavizar a los hijos de personas que les debían dinero, y perdonar las deudas, por ejemplo como Él mandó para el año de la remisión (véase Dt. 15). Pero les importaba más el dinero que la vida de sus hermanos. En el versículo 7 les llama a tener compasión y ayudar, y dice: “no te escondas de tu hermano”. Eso me recuerda 1 Juan 3:17 porque menciona el mismo problema en los tiempos de la iglesia, el que cierra contra su hermano su corazón, es decir, se desentiende de él o se endurece para no darle lo que podría. También hay ricos que dan un poco a los pobres pero ellos se quedan ricos y los pobres se quedan pobres. No quieren desprenderse de sus riquezas, sus bienes o su comodidad para ser una verdadera ayuda. Solo quieren dar una limosna de lo que les sobra. Dios nos llama a practicar la justicia y agradarle hasta en el uso de nuestros bienes. Debemos meditar en esto.
    En los versículos 8 y 9a promete bendiciones. En los versículos 9b y 10a vuelve a recordarles su responsabilidad de hacer obras de justicia. En los versículos 10b al 12 les promete más bendiciones, y después en el versículo 13 insiste en la obediencia y limpieza, y les advierte de tres pecados comunes que también nos afligen a nosotros y a las iglesias en nuestros días: “tus propios caminos”, “tu propia voluntad” y “tus propias palabras”. Hay quienes dicen que si la Biblia no prohibe expresamente algo, ellos están libres a hacerlo. Pero eso es buscar su propio camino y su propia voluntad, y luego justificarlo con sus propias palabras. Dios quiere que vivamos por Su Palabra (véase Mt. 4:4).  Y el versículo 14 termina el capítulo diciendo: “entonces te deleitarás en Jehová, y yo te haré subir...”  Así es en Deuteronomio 28 donde Dios prometió bendiciones a los obedientes (vv. 1-14) y maldición y castigo sobre los desobedientes (vv. 15-68).
    Cuando oramos a Dios, hagámoslo desde una vida de obediencia. Israel tenía que asimilar esto, y nosotros también si no queremos caer en el mismo error. Por eso 1 Juan 3:22 aconseja así a nosotros los creyentes: “y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”. Dios tiene promesas y bendiciones para los que andan así.  Como dicen las estrofas 2 y 3 del himno: “Obedecer y Confiar en Jesús”:

"Cuando vamos así, como brilla la luz
En la senda al andar con Jesús,
Su promesa de estar, con los suyos es fiel
Si obedecen y esperan en él.

Mas sus dones de amor, nunca habréis de alcanzar
Si rendidos no vais a su altar.
Pues su paz y su amor, solo son para aquel,
Que a sus leyes divinas es fiel.

Obedecer, y confiar en Jesús,
Es la senda marcada para andar en la luz".


de un estudio dado por Lucas Batalla en 2018


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