Wednesday, May 20, 2015

GUERRA LARGA


La Guerra De Los Creyentes

Texto: 2 Samuel 3:1

Aquí hay la historia de una guerra civil entre dos bandas, la casa de Saúl y la casa de David, y el resultado iba a ser la victoria o la muerte. Pero 1 Corintios 10:11 informa que las cosas en el Antiguo Testamento fueron escritas para nuestra amonestació. Así es que cuando uno se convierte al Señor Jesucristo, entra también en una guerra, no entre creyentes o iglesias, sino entre dos reinos, entre dos casas: la de Dios y la de Satanás. No hay más. Cada persona pertenece a una de esas dos casas, y hace siglos que las lineas de batalla están marcadas y los ejércitos enfrentados.
    2 Corintios 5:4 dice que “gemimos con angustia”, y habla de la nueva naturaleza que todo creyente tiene y también de la lucha que tiene estando en el mundo. La casa de David representa esta nueva naturaleza y la casa de Saúl la vieja. El creyente tiene que ir fortaleciéndose en el Espíritu con el paso de tiempo, volviéndose más fuerte, no más débil.
    Muchos de nosotros luchamos para conseguir una transformación inmediata – y qué bueno es que el Señor obra inmediatamente de muchas maneras en la vida del creyente. Sin embargo hay aspectos en los que estamos en guerra toda la vida. El creyente puede caer, pero se levanta, y cuano alguien cae y se queda abajo y no se levanta, puede ser porque realmente no tiene vida. El justo cae siete veces y se levanta, dice Proverbios 24:16. Esto quiere decir que el creyente, aunque caiga momentáneamente, no se queda abajo. Se levanta y sigue en las filas del Señor. No se vuelve atrás ni se rinde. El fracaso no caracteriza su vida.
    Todos los días debemos tener presente esta guerra entre las dos casas, y alimentar y ayudar el desarrollo de la nueva naturaleza para que se fortalezca. Está claro que el Señor no nos abandonará, pues así lo promete (He. 13:5-6), pero Él tampoco nos fuerza a crecer en contra de nuestra voluntad y cooperación. Él nos salva, sin ayuda nuestra, pero es necesario cooperar con Él y aprovechar los medios que nos da si queremos crecer. Los que no se salvan, es por su culpa. Y los salvos que no crecen, es por su culpa. No somos víctimas manipulados sino responsables delante de Dios por nuestra condición espiritual.
    El apóstol Pablo oraba por la perfección de los creyentes. Es algo my importante, no opcional como sin importancia. Debemos pedirle al Señor que nos vaya perfeccionando, porque tengamos la edad que tengamos, es necesario. Y no sólo pedirlo, sino entregarnos de todo corazón a la tarea de crecer, pues es un mandamiento: “Creced en la gracia, y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 3:18). ¿Qué medios ha provisto Dios para nuestro crecimiento? Por ejemplo, Su Palabra. “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 P. 2:2). También debemos perseverar, es decir, entregarnos con devoción, a la enseñanza, comunión y oración con los demás hermanos, en las reuniones y fuera de ellas (Hch. 2:42).  Hermanos, no hemos llegado todavía a la meta en la vida cristiana. Es decir, somos salvos, pero tenemos mucho crecimiento por delante. Leemos en Hechos 14:22 del ministerio apostólico a los nuevos creyentes: “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch. 14:22).
    El Salmo 18:32-36 usa el lenguaje del guerrero, al decir: “Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino, quien hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas; quien adiestra mis manos para la batalla, para entesar con mis brazos el arco de bronce. Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu benignidad me ha engrandecido. Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado”. David pensaba en esa larga batalla con la casa de Saúl. Así debemos decir al final de la vida cristiana, si es que la hemos vivido para el Señor. ¡Vayamos adelante, no atrás!
    En Romanos 7:17 Pablo habla de la lucha en la vida del creyente, entre el creyente con su naturaleza nueva, deseando vivir para Dios, y su misma carne que se rebela y no quiere obedecer ni glorificar a Dios. En Romanos 13:14 leemos: “no proveáis para los deseos de la carne”. ¡Cuántos hemos desobedecido este mandato! En la lucha debemos hacer que nuestra carne se vaya debilitando, como pasó con la casa de Saúl. Siempre va a estar allí hasta que vayamos al cielo y luego, ¡libres para siempre! Pero aunque está presente ahora, no tiene el dominio a menos que dejemos de luchar, y si cedemos el campo de batalla, entonces la carne se sale con la suya, pero por culpa nuestra por no haber luchado.
    Otra ilustración vemos entre Jacob y Esaú, hijos de Isaac y Rebeca. La Biblia dice que en el vientre de Rebeca había lucha entre dos naciones (Gn. 25:22-23). Y los descendientes de Esaú siguieron en la lucha, incluso los de Amalec (Gn. 36:12) que dieron guerra a Israel (Éx. 17:8-16). Otro caso vemos en Ismael e Isaac. Ismael no traía nada más que conflicto y angustia a la vida de Isaac, y así es con la carne, no nos hace ningún bien. Abraham tuvo a un hijo carnal, Ismael, y le fue mal. Gálatas 4 habla de ese conflicto entre la carne y el espíritu, y Génesis 21:9 cuenta como Ismael se burlaba de Isaac.
    Así que, hermanos, estamos en una guerra. Hay que debilitar a la carne, y fortalecer al espíritu. No hay que alimentar los deseos de la carne. Si la consentimos, se fortalece y eso no lo queremos. Ni hay que buscar la paz entre los dos porque esto es imposible. Ni hay que buscar la tolerancia ni la convivencia, sino no proveer para los deseos de la carne. Colosenses 3:5 dice: “haced morir lo terrenal”, lo cual es responsabilidad NUESTRA, no de Dios. Hermano, hermana, hay cosas en tu vida que sólo tú puedes hacer morir, y Dios no lo va a hacer, así que, ¡al ataque! y ¡manos a la obra! Pero muchas veces nos quedamos pasivos, queriendo que Dios lo haga todo, y tal vez orando con actitud de esperanza en Dios cuando Dios realmente quiere que actuemos. Él quiere que luchemos.
    “Hubo larga guerra”, y es un aviso para nosotros. Así es que desde que nos convertimos hay lucha y sigue todavía. ¡Qué se fortalezca la casa de David!
  

de un estudio dado por Lucas Batalla el 2 de agosto, 2012

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