Texto: Mateo 5:38-48
Si el mundo se rige por lo del versículo 38, “ojo por ojo, y diente por diente”, ¡qué mundo! No es difícil ver en las noticias todos los días el resultado de vivir así.
Pero el Señor Jesucristo nos enseña a no vengarnos ni destruir al enemigo. Habla a Sus discípulos acerca de los enemigos, porque los tenemos, simplemente por ser cristianos y seguir a Cristo. El mundo aborrece a Cristo y a los Suyos. Al seguir a Cristo, tenemos que vivir distintamente a los del mundo – es inevitable. Y el mundo que persiguió a Cristo también hará esto con nosotros. Es inevitable que el cristiano fiel tenga enemigos. “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!” (Lc. 6:26). Considera el lenguaje de Mateo 5:44,
“vuestros enemigos”
“los que os maldicen”
“los que os aborrecen”
“los que os ultrajan y os persiguen”
Si son enemigos de Dios, también son enemigos nuestros. Observa que aquí no habla del sistema del mundo, sino de las personas del mundo, y recuerda 1 Juan 2:15-17, la advertencia contra el amor al mundo, y Santiago 4:4, la advertencia acerca de la amistad con el mundo. Los del mundo siguen el rumbo del mundo (Ef. 2:2-3), y como no estamos de acuerdo con ellos, no podemos andar juntos. Las amistades más peligrosas y dañinas son con las personas del mundo.
No sólo no debemos tener esos amores y amistades, sino tampoco debemos ser como los del mundo. Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Los del mundo usan la venganza, la maldición, el aborrecimiento, el ultrajo y la persecución de sus enemigos. No así con los creyentes. Recuerda que aquí el Señor no trata la cuestión de disciplina en la iglesia, la corrección de errores y pecados, sino nuestra relación con los de afuera. No enseña que amemos al diablo, ni que seamos permisivos con la falsa doctrina, la inmoralidad y otros pecados. Los padres todavía deben amonestar y disciplinar a sus hijos porque Dios así lo manda (Pr. 29:15, 17). Los magistrados deben castigar a los malhechores (Ro. 13:3-4) porque Dios los puso para esto. La iglesia debe ejercer disciplina como Dios manda. Hacer estas cosas es amar a Dios y guardar Su Palabra.
Pero aquí habla de nuestras relaciones personales con los del mundo, y el testimonio que debemos tener delante de ellos. El amor que Cristo enseña aquí es sobrenatural, espiritual, celestial – es imposible amar así sin el nuevo nacimiento, pues la carne no es capaz sino de amar a los suyos y a los que le tratan bien. El Señor da en nuestro texto cinco razones por las que debemos amar a nuestros enemigos.
1. La generosidad imita a Cristo. “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mt. 5:42). No sólo a amigos, sino a enemigos. En lugar de vengarnos de nuestros enemigos, Romanos 12:20 enseña: “si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber”. Los seguidores de Cristo son generosos, pero no insensatos. Dan con sabiduría. No dan dinero a personas que piden cuando es obvio que lo usarían para cosas dañinas como alcohol, drogas, tabaco, etc. Hay quienes les ofrecen comida o ropa, pero no dinero, para ver si realmente desean ayuda, y unos lo aceptan y otros no. Mateo 5:45 enseña el resultado de ser generosos: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. Recordemos la prioridad espiritual en nuestra generosidad: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá. 6:10), porque hay hermanos necesitados, y siervos del Señor que viven en escasez, y nuestra generosidad sería un gran bien para ellos. Uno que vive por fe no te va a pedir, porque mira al Señor, pero si ves que tiene necesidad – eso debe ser para ti como si te pidiera (1 Jn. 3:17).
2. El amor al enemigo también imita a Cristo. Hasta a Judas Iscariote le llamó “amigo” (Mt. 26:50). Esto requiere amor sobrenatural. El Señor enseñó así a Sus discípulos: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo” (Lc. 6:35). Es un amor asociado con Dios, porque viene de Él, no de los hombres. La amabilidad debe ser sin acepción de personas, saludando a todos, aun a los enemigos, como Cristo hizo a Judas, sabiendo que le traicionaba. Respecto a los del mundo, Romanos 12:14 enseña: “Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis” – eso es – hablar bien, y desear el bien. Seamos amables, pero no incautos, porque todavía son nuestros enemigos y no hay que fiarnos de ellos. Recuerda que David dos veces perdonó la vida de Saúl su enemigo (1 S. 24 y 26), pero no se fió de él.
3. Al hacer bien a nuestros enemigos, manifestamos el carácter de Cristo. Seamos bienhechores (Mt. 5:44). No hay que pagar ojo por ojo, diente por diente, porque como hijos del Altísimo nos incumbe vencer el mal con el bien, y dejar la venganza y el saldar las cuentas en manos de Dios. Romanos 12:17 enseña: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres”. Muchas veces usamos la venganza, pero nunca debemos, porque es algo que pertenece a Dios. Consideremos el ejemplo de Cristo en 1 Pedro 2:21-23. “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”.
4. Orar por nuestros enemigos es una muestra de amor cristiano – orar por ellos, no en contra, aunque hay casos excepcionales como el de 2 Timoteo 4:14. Debemos orar por ellos, deseando su bien, y esperar que el Señor actúe. Hermanos, nos hace falta más oración y menos nervios, menos tensión, menos reacciones carnales. El problema es que cuando nos ultrajan nos quitan las ganas de orar. Pero no cedamos a esto, porque es la carne, no el espíritu, que no quiere orar.
5. “No resistáis al malo” (Mt. 5:39). Esto se refiere a las reacciones violentas como Salmo 37:8 aconseja: “deja la ira y el enojo”. Los malos resisten a Dios. Es el proceder del mundo – resistir al que es bueno, al que enseña la verdad, y sobre todo odiar y resistir a los que nos corrigen o amonestan. Por eso Proverbios 9:8 dice: “No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca”. Cuando Felipe predicó a los líderes de los judíos en Hechos 7 les reprendió porque siempre resisten al Espíritu Santo (Hch. 7:51). Debieron arrepentirse al oír esto, pero se enojaron. Como fieles seguidores de Cristo tendremos que sufrir actitudes necias como éstas, pero no seamos arrastrados por ellas, no odiemos ni los tratemos con malicia. Ellos usan la ira y el enojo – nosotros usamos el amor. Romanos 13:13-14 nos advierten de las contiendas y la envidia, lo que desea la carne, y nos llama a no proveer para los deseos de la carne. Esto incluye otras manifestaciones carnales que no son contienda ni enojo pero los usamos igualmente para castigar a los que nos han disgustado.
El amor hacia los enemigos es parte de la perfección (madurez) cristiano. No es un ideal inalcanzable, sino un mandamiento del Señor:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). Seamos perfectos como nuestro Padre celestial. Aprendamos a amar, dar, bendecir, hacer bien y orar porque así imitamos a Dios. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Ef. 5:1). “Perfecto serás delante de Jehová tu Dios” (Dt. 18:13). Pero muchos se disculpan diciendo excusas como “perfecto no hay nadie”, que suenan bien pero no es un texto bíblico y contradice los textos que hemos citado. Dios dijo a Abraham: “anda delante de mí y sé perfecto” (Gn. 17:1). No hay excusa para no hacerlo. Debemos crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, y progresar como imitadores de nuestro Padre celestial.
Somos llamados a representar a nuestro Padre celestial con nuestro carácter y conducta, y es un llamamiento muy alto. Los del mundo, con sus hechos representan a su padre el diablo, pero nuestro camino es otro, para la gloria de Aquel que nos ha dado vida cuando estábamos muertos en delitos y pecados.
de un estudio dado el 24 de febrero 2019
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