Saturday, September 16, 2017

EL RICO INSENSATO

Texto: Lucas 12:13-21
   Aquí vemos a un hombre que se acercó a Cristo con un problema jurídico y familiar, de los que se suele ver mucho, los conflictos sobre la herencia. Pero el Señor rehusó meterse porque no había venido para meterse en cuestiones de herencias. Aprovechó el momento para enseñar una gran lección a través de la parábola del rico insensato.
    Hoy toda la gente habla de sus planes y casi nunca dice “si Dios quiere”. A Dios, Su voluntad y Sus juicios los tienen lejos de sus pensamientos (Sal. 10:4). No cuentan con Dios, como el hombre en esta parábola que vivía envuelto en lo suyo.
    El versículo 16 dice que era “un hombre rico”, y que además, su heredad produjo mucho. Este comentario despertó la atención de la gente. Se pensaba entonces como hoy que las riquezas eran señal de piedad y bendición. Por eso en Mateo 19:23-25 los discípulos se asombraron cuando el Señor dijo “que dificilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (v. 23).
    En el versículo 17 vemos cómo pensaba ese hombre rico. No en Dios, sino en sí mismo y sus posesiones: “mis frutos...mis graneros...” etc. Cuando habla usa el término posesivo: “mís” muchísimo. Sufría de una sobredosis de egoísmo. 1 Corintios 4:7 advierte: “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?”
    Ese rico me recuerda cómo el pueblo de Israel en 1 Samuel 4 salió a la batalla contra los filisteos con el arca pero sin Dios. No consultaron a Dios ni acerca de la batalla ni acerca del arca. “Si Dios quiere” no estaba en sus pensamientos. Luego dijeron: “¿Por qué nos ha herido hoy Jehová delante de los filisteos?” (1 S. 4:3). Porque no contaron con Él.
    A veces Dios nos da bienes esperando la gratitud y el uso desinteresado para Sus intereses, pero qué ingratos somos. El rico se preguntó: “¿Qué haré?”, pero no preguntó a Dios. A veces vienen cosas buenas a nuestra vida, pero no reaccionamos espiritualmente. El Salmo 62:10 advierte: “Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas”, pero son pocos los que caen en ese error. Dios acusó así al príncipe de Tiro: “Con tu sabiduría y con tu prudencia has acumulado riquezas, y has adquirido oro y plata en tus tesoros. Con la grandeza de tu sabiduría en tus contrataciones has multiplicado tus riquezas; y a causa de tus riquezas se ha enaltecido tu corazón” (Ez. 28:4-5). Como el rico en Lucas 12, la gente piensa en sí y se consulta a sí misma, pero ya está. No busca el consejo de Dios ni está dispuesta a desprenderse de los bienes que Dios le permitió recibir. El aconsejarse a sí mismo es un problema general – los jóvenes no buscan el consejo de Dios mediante sus padres, los hermanos en las iglesias no buscan el consejo de Dios a través de los ancianos. Cada uno dirige y gobierna su propia vida, y como con el rico en nuestra parábola, el resultado no es nada bueno.
    No sólo se pregunta a sí mismo, sino que en el versículo 18 él mismo se contesta, se aconseja y decide qué va a hacer. Era rico, y Dios le había permitido tener bendiciones materiales, pero no era un hombre espiritual. Sus bienes eran una prueba, y salió desaprobado, porque hizo para sí tesoro (v. 21). No dejó a Dios guiarle. Nada más habla de sí mismo: sus graneros, sus frutos, sus bienes – super egoísta, y hay muchos como él que cuando reciben algún bien, no piensan que sería para ayudar a otros, sino para quedarselo y edificar casas y granjas más grandes. Creen que son como son y tienen lo que tienen porque se lo merecen. No lo ven como regalo de Dios u oportunidad para servir, o mayordomía de que tendrán que dar cuenta. En lugar de eso, piensan en mejorar su vida, comprar y edificar más, acomodarse más. Ya vimos en el versículo 16 que ese hombre era rico para comenzar, y tenía una heredad. Realmente no necesitaba más y mejores cosas, pero las riquezas tienen ese mal efecto en la mente humana. Son pocos los ricos que viven humildemente. Sus casas son más grandes de lo que necesita una persona normal, pero ya no se consideran normales, sino especiales, como ese rico insensato. Él es el retrato de la persona que no tiene en cuenta a Dios, que se cree dueño y no siervo.
    Escuchemos cómo habla en el versículo 19, porque es escandaloso. “Y diré a mi alma...” ¡¿Qué?! Dios dice que todas las almas son Suyas (Ez. 18:4). Pero éste se creía dueño de todo, hasta de su alma. Es una actitud demasiado parecida a la del ateo William Ernest Henley en su poema “Invictus” en que termina declarando: “Yo soy el amo de mi destino: Soy el capitán de mi alma”.
    El rico se dice: “tienes guardados” – y eso indica que hizo lo prohibido: “No os hagáis tesoros en la tierra” (Mt. 6:19). Hizo tesoro en la tierra para el futuro. En vez de vivir humilde y repartir todo lo demás, guardó lo que no necesitaba. No pensó en nadie más. Tenía “muchos bienes... guardados para muchos años”. No necesitaba orar pidiendo: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, porque él tenía mucho más de lo que necesitaba y no vivía dependiente de Dios. No fue el único caso así, porque eso se repite diariamente en nuestros días en todas partes del mundo. 2 Corintios 8:13-15 enseña que Dios permite a algunos tener más para que lo compartan con los que tienen menos, y que “haya igualdad”. Pero lo que suelen hacer los ricos es dar un poco a los demás y quedarse con la mayor parte. Ellos siguen ricos y los pobres siguen pobres. Podían haber hecho más, pero no quisieron.
    El rico dijo: “para muchos años”, pero se equivocó porque el futuro está en manos de Dios, no en las nuestras ni en nuestros ahorros. Egoístamente se aconsejó: “repósate, come, bebe, regocíjate”. Lo que tenía era para guardar para él mismo, no para Dios ni para los demás. Vivía en un nivel por encima de los demás. Tenía que haber pensado: ¿De dónde sale lo que comemos? De la tierra. ¿Quién la hizo? Dios. ¿Quién me pemitió tener esa heredad, y quién me dio fuerzas para labrar la tierra? Dios. Dios es quien da la vida y todo lo que tenemos. Dios no estaba entronizado en su vida, ni en las de muchas personas. No lo reconocen, excepto cuando se ven en apuros. No le tienen en cuenta, ni le consultan, ni desean saber Su voluntad.
    El versículo 20 presenta un cambio brusco, porque comienza con la palabra “pero”. El Señor cambia de lo que el rico se decía a lo que Dios le decía. La frase: “Dios le dijo”, marca el momento de la intervención divina. No le llama al rico por su nombre, sino por un término que describe su actitud y hechos: “Necio”, que significa insensato, engreído, fatuo. Es el análisis divino. La gente podía ver al rico como bendecido y como alguien con quien cultivar amistad – por la cuenta que le traería. Pero Dios no se arrima a los ricos así ni los admira. Están bajo prueba con los bienes que tienen, y muchos yerran, pecan y salen desaprobados: “Necio” le dijo. Un pobre también puede ser necio, y bastantes hay, porque hay más pobres que ricos en el mundo, pero el  error necio del rico es creerse dueño, ser tacaño, vivir mejor que los demás y no tener en cuenta a Dios. Un hombre sin Dios es un desastre y una desgracia.
    “Esta noche” le anuncia, y eso en contraste con los “muchos años” (v. 19) que él pensaba que le quedaban. “Vienen a pedirte tu alma” – porque Dios envía esos mensajeros de muerte. No nos vamos cuando nos parezca, sino cuando Dios diga. “Está establecido para los hombres que mueran...” (He. 9:27), y el día establecido para ese rico necio era justo cuando él creía que no. ¡Qué necio guardar los bienes y no repartirlos antes de morirse, pero muchos hacen esto. No sueltan sus bienes hasta la muerte, y después quieren crédito por cómo son repartidos en la última voluntad, pero eso no es así. Cuando mueras, tus bienes dejan de ser tuyos y lo que no hiciste con ellos será así por toda la eternidad. Dios le pregunta: “lo que has provisto, ¿de quién será?”  Podía haberlos compartido con mochos pero no lo hizo.
    Entonces en el versículo 21 viene la aplicación: “Así es el que hace para sí tesoro”. Nadie debe hacer tesoros para sí, porque  Mateo 6:19-21 lo prohibe. Si los hace, debe ser para repartir, no para sí. No necesitamos tesoros, sino como 1 Timoteo 6:8 enseña: “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”. Otro pecado del rico era: no era “rico para con Dios”. Debía usar lo que tenía para hacer la voluntad de Dios, no para acomodarse a sí mismo. Dios tiene una serie de mandamientos para los ricos, en 1 Timoteo 6:17-19,
    “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”.
    Aquel hombre no era culpable de ser rico, sino de quedarse con sus riquezas. Fue altivo. Puso esperanza para “muchos años” en sus riquezas. Dios le mostró que eran inciertas. ¿Cómo disfrutar de las riquezas en la voluntad de Dios? No edificando casas grandes, más graneros, guardando cosas, comprando más heredades, más cosas que no necesita, viviendo más y más comodamente, sino siendo humilde y manifestando fe en Dios respecto al futuro – eso es – no guardando tesoros sino repartiéndolos y quedándose dependiente de Dios. “Que hagan bien” – pero el rico no hizo bien, porque se quedó con lo que tenía. Hacer bien tampoco es dar una ofrendita o lo que te sobra o lo que no necesitas para seguir viviendo comodamente, sino que “sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos”. ¿Dios le bendice con mucho? Da mucho, sé rico en lo que das, no en lo que te queda, no un porcentaje, sino mucho, para que haya igualdad. Sé tan generoso que tienes que vivir como los demás, no un nivel por encima de ellos.  Así atesorarás, y Dios quiere que hagamos tesoros, sí, pero no en la tierra, sino sólo en el cielo. “Bienaventurado el que piensa en el pobre” (Sal. 41:1), pero ese rico no pensó en el pobre, sino en sí mismo y sus bienes y deseos de vivir comodamente.   
    Santiago 4:13-15 recalca ese problema de los ricos que piensan en viajar, negociar y ganar dinero sin tener en cuenta a Dios. No dicen: “si el Señor quiere”. Sólo piensan en lo que ganarán (v. 13). Hermanos, es muy importante no adueñarnos de nuestra vida, porque somos siervos, no dueños. Aprendamos a poner como prefacio y control a todas nuestras ideas y planes: “si el Señor quiere”, porque sólo Su voluntad es buena, perfecta y agradable (Ro. 12:2). Que el Señor nos ayude, tengamos lo que tengamos, a no cometer los errores fatales del rico necio.

Saturday, August 12, 2017

David y Otros Creyentes Desalentados


Texto: Números 21:4-9

Hermanos, ¿quién entre nosotros no se ha encontrado alguna vez desalentado? El diccionario define el desaliento como falta de ánimo, falta de vigor, descorazonamiento, miedo, aislamiento y falta de confianza. “Desaliento” y “desánimo” son términos bíblicos; no digamos “depresión” porque es un término que los psicólogos usan, popularizan y sacan provecho económico.
    En nuestro texto el pueblo de Israel se desanimó. Los varones de Dios también se desaniman a veces, como Elías, David, Jonás y Pablo. Los misioneros, ancianos y obreros pueden estar desanimados, y en la obra del Señor, hay que decir, no faltan motivos de desánimo, pero hay que superarlos. El desaliento afecta la vida espiritual, el servicio, y puede afectar la salud física. ¿Qué provoca el desaliento? Varias cosas, como hemos de ver.
    Luego en el caso de David en lo tocante a su hijo Absalón, era porque sembró pecado y le vino una cosecha amarga como castigo del Señor. Todos los problemas,  conflictos y pérdidas que luego sucedieron en la vida de David le causaron tristeza y desánimo. Varios de sus salmos expresan los dolores y tribulaciones de su alma.¡En esos salmos podemos aprender cómo expresar nuestras quejas!
    Cuando las cosas no salen como queremos, podemos ser desalentados. Esto le pasó al pueblo de Israel. Tenía que estar en el desierto para aprender los caminos de Dios, y como no quería esto, y se cansaba del maná celestial que Dios le daba, se desalentó y se volvió quejoso y difícil de gobernar.
    En el Salmo 73 vemos que Asaf el salmista se desanimó viendo la prosperidad de los malos. Cuando vemos que a los que no creen en Dios les van bien las cosas, y aparentemente están felices y tienen éxito, nos puede molestar y desanimar, especialmente cuando a nosotros no nos van tan bien las cosas. “¿Para qué vivo así?” uno puede preguntarse. Pero hay que leer todo el Salmo y saber cómo salió de estos pensamientos amargos y desalentadores. En el Salmo 37:1-7 tenemos los consejos aplicables a tales casos: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia...”  El Señor nos aconseja acerca de nuestra actitud. “Confía en Jehová” (v. 3). “Deléitate asimismo en Jehová” (v. 4). “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él” (v. 5). “Guarda silencio ante Jehová [quiere decir: “no te quejes”], y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino...” (v. 7). A todo puerco le llega su sanmartín, y a todo malo le llegará su juicio. No entretengamos pensamientos amargos, quejosos, ni nos alteremos cuando a éstos les van bien las cosas, porque al final tendremos dicha eterna y ellos, castigo eterno.
    Puede venir el desaliento en el retraso de las oraciones, cuando no vemos la respuesta que buscamos, cuando pasa tiempo y parece que no hay respuesta. “La esperanza que se demora es tormento del corazón” (Pr. 13:12). Pero Dios sabe mejor que nosotros cómo y cuándo responder a las peticiones. Si fuéramos Dios, haríamos lo mismo que Él. Moisés tuvo que esperar en el desierto cuarenta años hasta que llegara el tiempo de Dios para enviarle a sacar a Su pueblo.
    El pecado no confesado también puede traernos desánimo, porque nos aflige la conciencia, el Espíritu Santo nos convence de pecado, y andamos fuera de comunión con el Señor y con los Suyos. Esta situación es la del Salmo 32 cuando David describe cómo vivía atormentado y desanimado hasta que confesó su pecado. Dios puso Su mano sobre él día y noche. Hebreos 12:5 nos recuerda que no debemos desmayar cuando somos reprendidos por Él, y lo dice precisamente porque es la reacción natural que tenemos, la autocompasión y el desánimo. A veces tomamos decisiones por nuestra cuenta y actuamos fuera de la voluntad del Señor. Luego cuando vienen problemas, los resultados o consecuencias de nuestros hechos, nos quejamos como si el Señor nos hubiese hecho mal, ¡pero Él no tiene la culpa! Dios permite que cosechemos esos frutos amargos para que aprendamos y para que nos arrepintamos. Pero el camino de los transgresores es duro (Pr. 13:15).
    Una enfermedad mala, o prolongada, quita la fuerza y el vigor, y agota la paciencia. Job aguantó bien al principio pero al pasar tiempo perdía resistencia, se quedó desanimado y deseaba morirse.
    Cuando nos critican y hablan mal de nosotros o murmuran de nosotros, esto también puede afectar nuestro estado de ánimo. Consideremos algunos textos que demuestran esto. El Salmo 35:11-12 dice: “Se levantan testigos malvados; de lo que no sé me preguntan; me devuelven mal por bien, para afligir a mi alma”.  El Salmo 31:12-13 dice: “He venido a ser como un vaso quebrado, porque oigo la calumnia de muchos”. El Salmo 109:22-25 dice: “Porque yo estoy afligido y necesitado, y mi corazón está herido dentro de mí. Me voy como la sombra cuando declina; soy sacudido como langosta. Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne desfallece por falta de gordura. Yo he sido para ellos objeto de oprobio; me miraban, y burlándose meneaban su cabeza”.
    Cuando uno sufre oposición en el ministerio, y es malentendido y criticado por el pueblo, esto también puede causar desaliento. En Jeremías 20:7-10 vemos que el profeta llegó a decir que no hablaría más del Señor, que es lo que el diablo y el pueblo desobediente querían. Pero gracias a Dios, no pudo guardar silencio, porque la Palabra de Dios ardía en su corazón. Estos son problemas que padecen los que desean ser fieles ministros del Señor en tiempos de dejadez y mundanalidad.
    La muerte de un ser querido también trae tristeza y puede tentarnos a ceder al desaliento. En 2 Samuel 18:33-19:4 vemos la extrema tristeza y el desánimo del rey David sobre la muerte de su hijo rebelde Absalón. En Juan 11 vemos la tristeza natural de Marta y María después de la muerte de Lázaro. 1 Tesalonicenses 4:13 nos recuerda que aunque haya tristeza, en el caso de los creyentes no es como la tristeza de los que no tienen esperanza, porque habrá feliz reunión en la casa del Padre. Lamentamos, lloramos, y sentimos la ausencia de nuestro ser querido, pero tenemos que seguir adelante en la vida que el Señor nos concede.
    En el desaliento siempre quiere obrar y aprovecharse el diablo. Él provoca malas reacciones y busca quitarnos el gozo, la eficacia de nuestro testimonio y hacernos inútiles al Señor, nuestros hermanos y la iglesia. Te puede tentar a tirar la toalla, o a pensar mal de todos y sospechar de todos. En el Salmo 116:10-11 leemos: “...Estando afligido en gran manera. Y dije en mi apresuramiento: Todo hombre es mentiroso”. Hay que tener cuidado con los juicios y las decisiones cuando uno está desanimado. Un anciano en una iglesia, después de un disgusto por una traición, dijo que no se iba a fiar de nadie en la iglesia fuera de los de su propia casa. El desaliento puede convertirte en quejoso, criticón y murmurador. Puede afectar tu comunión con el Señor, si dejas de leer Su Palabra, meditar en ella, orar, asistir a las reuniones y participar en ellas. Parte de la definición del desaliento es la pérdida de confianza y el aislamiento. Cuando uno deja de reunirse, anda en peligro espiritual, y por esto tenemos la exhortación en Hebreos 10:25. También podemos sentir miedo, desgana, molestia, o ira y enojo. Son reacciones naturales o carnales, pero hay que remediarlos.
    1. Busca a Dios y clama a Él con todo el alma (Sal. 34:4; 42:1-2). El Señor escucha nuestro clamor y se acerca a los que se acercan a Él.
    2. Humíllate, quebrántate y confiesa el pecado (Sal. 32; Pr. 28:13; 1 Jn. 1:9; 2:1). El Señor es nuestro abogado para ayudarnos cuando pequemos. Pero no hay que hablar justificándonos ni hablando de lo que los demás nos han hecho. No hay que arrastrar ni implicar a nadie más, sino sólo confesar lo nuestro. Es el camino corto a la restauración de la comunión y la bendición, pero muchos por orgullo no quieren tomarlo.
    3. Espera en el Señor (Is. 40:30-31). Cuando sentimos agotadas nuestras fuerzas, recordemos que el Señor tiene poder inagotable y Él puede rejuvenecernos y fortalecernos. “No puedo más” es lo que dice el que confía en sí mismo, no el que confía en el Señor.
    4. Recuerda Sus promesas. “No te desampararé, ni te dejaré” (He. 13:5). “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:6). “En el día que temo, yo en ti confío” (Sal. 56:3). “No os afanéis...vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mt. 6:31-32). “Bástate mi gracia” (2 Co. 12:9).
    5. Recuerda todo el bien que te ha hecho, como hizo el salmista Asaf cuando estaba desconsolado. “Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos” (Sal. 77:10-12).
    6. Entra en el santuario [en la presencia de Dios a través de Su Palabra y en meditación y oración] y contempla el fin de los incrédulos, el juicio de los malignos, para que no les tengas más envidia (Sal. 73:17-24).
    7. Eleva la mira al Señor en gloria (Col. 3:1-4). Si nos ocupamos de toda la maldad que hay en el mundo, las malas noticias, los problemas, la maldad que siempre aumenta y la falta de juicio, podemos amargarnos. Siempre hay que poner los ojos en el Señor en gloria y esperar en Él. Los hombres pueden fallar, pero Cristo nunca. Él no ha abandonado el trono ni lo hará. Contemplarle a la diestra del Padre nos ayuda a poner las cosas en perspectiva y renovar la esperanza. Nuestro Dios es “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Co. 1:3).
    8. Toma fuerza y aliento de la gracia del Señor. “Bástate mi gracia” (2 Co. 12:9), significa que si estamos andando en comunión con el Señor, podemos gloriarnos en nuestras debilidades, para que repose sobre nosotros el poder de Cristo. Pablo dijo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co. 12:10).
    9. Busca la comunión de los santos; no te aísles ni te retires de tus hermanos, de la iglesia (He. 10:25). Dios consoló a Pablo y otros con la venida de Tito (2 Co. 7:6). La comunión nos anima y nos fortalece.
    Que el Señor nos ayude a no tirar la toalla, ni volvernos amargos, sino reaccionar bien ante las adversidades y los problemas de nuestros tiempos.

Friday, August 11, 2017

"Si el Señor Quiere"


Texto: Santiago 4:14-17

Nuestro texto nos enseña qué importante es planificar nuestras vidas en la voluntad de Dios. El cristiano verdadero cuenta con la guía y ayuda de Dios, y busca (se supone) Su voluntad. Si no hace esto, no le van a salir nada bien las cosas.
    Una ilustración bíblica de estas verdades está en Números 32, en el caso de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés. El versículo 1 nombra dos veces el ganado de ellos. Eran ganaderos y pensaban en sus intereses. Como Lot miró el valle del Jordán pensando en su ganado, y se fue de la voluntad de Dios. Viendo buena la tierra al otro lado del Jordán, las dos tribus y media querían quedarse. Pensemos en esto un momento. Es como si no confiasen que en la tierra prometida Dios pudiera darles buenas tierras. Entonces en los versículos 6-15 Moisés les responde recordando el mal ejemplo de sus padres cuarenta años antes cuando no quisieron entrar en la tierra prometida. En los versículos 14-15 dice que ellos han sucedido en lugar de sus padres, y les advierte que están en peligro de destruir al pueblo. En todo esto no escuchamos a las dos tribus y media decir ni una vez: “hágase la voluntad del Señor”, porque la gente llena de sus ideas y planes no busca sino la suya.
    Pero responden y hablan a Moisés en los versículos 16-19 y luego del versículo 20 en adelante dando sus explicaciones y promesas. Entonces Moisés se ablandó y les dejó apañarse para salirse con la suya. No tenía que haber hecho esto. Estaba cediendo a la voluntad de ellos. A veces para evitar un mal se causa otro. No queremos una confrontación o conflicto, así que cedemos a los deseos de los que buscan salirse con la suya, y al final la cosa acaba mal.
    Volvamos a Números 13 para considerar lo que pasó en la generación anterior. Moisés permitió al pueblo enviar espías (Dt. 1:22 dice que ellos lo habían pedido) Se había ablandado ante ellos y su sugerencia en lugar de insistir en que se metieran en la tierra, porque para esto habían venido guiados por Dios. Entonces fueron los espías, reconocieron la tierra, y volvieron con un informe negativo (vv. 28-29) – los gigantes, Amalec que les había hecho daño antes, etc. – y entonces en el capítulo 14 el pueblo gritaba y daba voces, llorando y quejándose de Moisés. Se les olvidó todo el milagroso cuidado de Dios en el camino, se volvieron ingratos y desconfiados.
    En Números 14:20-25 Dios contestó con ira y castigo, y los mandó al desierto a morir. En el versículo 34 Dios les mandó un año de castigo por cada día que pasaron espiando la tierra. No quisieron entrar ni recibir lo que Dios les daba. Dios les daba la tierra prometida pasando el Jordán, y había planificado todo para bien, pero ellos iban haciendo las cosas a su manera.
    En Números 26:52-56 Dios manifestó cómo quería repartirles la tierra. Él ya tenía un plan. Pero Rubén, Gad y la media tribu de Manasés querían escoger para sí, a su gusto, en lugar de dejar a Dios escoger. Mucha gente vive así hoy, quiere escoger la vida que le parece, el novio que le parece, y muchas cosas así en lugar de recibir agradecidos lo que Dios escoge. En Números 33:54-55 vemos otra vez lo que Dios quería – repartir la tierra y tenerles adentro para echar a los cananeos, y tanto entonces como ahora, al no hacer las cosas que Dios quiere y como Dios quiere, salen mal y perjudiciales.
    Hoy la gente hace también sus planes sin contar con Dios: los estudios, el trabajo, el noviazgo y matrimonio, y sin la voluntad de Dios proceden a arreglar su vida como les parece. Por esto el matrimonio hoy dura menos que un caramelo en la puerta de un colegio. La sociedad hoy se desintegra delante de nuestros ojos, y en algunos casos las iglesias también, como hemos oído de iglesias que cierran las puertas y dejan de existir, o que siguen existiendo pero de una manera que ya no son iglesias sino más bien teatros o ludotecas. Y todo esto es por no vivir diciendo: “Si el Señor quiere”.
    Las dos tribus y media tenían un ejército grande, como vemos en Números 2. Allí al principio de Números vemos cómo Dios planificaba el orden y el proceder de Su pueblo. Rubén está en los versículos 10 al 13, y su ejército tenía 59.300 hombres. Gad sale en los versículos 14 y 15, y su ejército numeraba 45.650 hombres. En los versículos 20 y 21 está Manasés con sus 32.200 soldados. Sumando los ejércitos de estas tribus  vemos que tenía 138.150 soldados, y prometieron ir delante de sus hermanos y ayudar con la conquista de la tierra. Pero, ¿qué pasó luego? En Josué 4:12-13 leemos que las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés pasaron adelante, pero eran sólo cuarenta mil hombres armados en total. ¡Menos de la mitad de sus soldados fueron a ayudar! No cumplieron su promesa. Números 30:2 dice que hay que cumplir las promesas, pero no fueron íntegros ni con Dios ni con sus hermanos. Así es la gente que hace lo que quiere y no lo que el Señor quiere. En el Nuevo Testamento Ananías y Safira intentaron dar parte a Dios haciendo ver que era todo, pero por su engaño cayeron muertos. Meditemos en esto.
    Debemos primero hacer lo que el Señor quiere. El hecho de que tienes deseo fuerte de hacer algo no equivale a la voluntad de Dios. Su Palabra debe dirigirnos, no la lógica, las emociones, y otras cosas así. "Dios me guió" - dicen para justificarse, cuando realmente ellos mismo se guiaron. En nuestros tiempos, a veces queremos estar en la iglesia y en el mundo, como Rubén, Gad y Manasés querían estar en Israel y en el otro lado del Jordán. No queremos lo que el Señor quiere, sino estar con el Señor a nuestra manera y en la iglesia a nuestra manera. Muchos se han bautizado pero luego salieron y hacen lo que les da la gana. No quieren lo que Dios da, lo que Dios ordena, lo que Dios reparte, lo que Dios quiere. Ponen sus ojos y afectos e intereses en cosas que están fuera, y arriesgan y arruinan todo por salirse con la suya. Es pura locura pero así es la voluntad de la carne, parece una forma de demencia. Sabían mejor, habían aprendido mejor, habían sido encaminados, pero luego se les metió en la cabeza una idea de gustos propios, y desecharon lo que el Señor quiere para tener lo que ellos quieren. ¡Y lo pagarán caro!
    Las dos tribus y medio, alejadas así, fueron las primeras que se apartaron de Dios y que salieron al cautiverio, conquistadas por Asiria. Lee el triste comentario en 1 Crónicas 5:25-26. Dios quería ver a Su pueblo junto, unido, no dividido y separado unos en un lado y otros en otro lado. En el desierto, desde Sinaí en adelante, Israel estuvo repartido en torno al tabernáculo, todos juntos. Presentaba una vista bonita que ilustra cómo la iglesia debe estar alrededor del Señor, todos cerca del Señor y guiados por Él. Pero más adelante Israel empezaba a mirar con los ojos de la carne, deseando lo que Dios no daba, y de ahí la triste historia de las tribus que pensando en ventajas personales se apartaron del resto del pueblo. Ahí está la historia para que aprendamos de ella, pero ¿quién quiere humillarse hoy y confesar que ha buscado lo que quiere en lugar de lo que el Señor quiere?  Sería mejor confesarlo y arrepentirse hoy, que luego en el juicio cuando sea tarde. Que el Señor nos ayude a hacer una verdadera aplicación de esta gran verdad, y siempre decir: “Si el Señor quiere” acerca de todo aspecto de nuestra vida. No lo que queramos nosotros, sino lo que el Señor quiere. Así debe vivir el pueblo redimido, el pueblo que ya no es suyo sino que ha sido comprado por precio. Empieza cuando nos quebrantamos, abandonamos el amor propio y nuestra propia sabiduría, y decimos al Señor en oración: “No lo que quiero, sino lo que tú”.

Saturday, July 22, 2017

No Seamos Olvidadizos



Texto: Job 8:1-18

En el capítulo 7 Job había orado, pero aquí en el capítulo 8 su amigo Bildad habla y le acusa de tener pecado. Le anima a buscar a Dios de todo corazón – lo que precisamente acaba de hacer en el capítulo anterior. Bildad, como los otros amigos de Job, se equivoca en mucho. Ellos basan sus discursos y consejos en su presuposición de que el mal había alcanzado a Job como castigo por algo malo que él había hecho. Estaban equivocados, como bien Dios les dice al final del libro. Ahora bien, algunos de sus dichos y consejos son correctos y dignos de considerar, aunque NO se aplican a Job por cuanto él había sido fiel a Dios (véase capítulos 1 y 2).
    En los versículos 1-3 Bildad protesta las palabras que Job acaba de decir, y afirma que Dios no torcerá el derecho (v. 3). Entonces, en el versículo 4 Bildad alega que los hijos de Job murieron porque habían pecado, lo cual no solamente es incorrecto sino cruel. Leyendo los primeros dos capítulos del libro sabemos que no fue así, sino que Satanás los mató para atacar a Job. Al diablo le gusta atacar a padres piadosos por medio de sus hijos, para causar sufrimiento y desánimo.
    Lo que dice en los versículos 5-7 es correcto, y buen consejo, pero no aplicable a Job en su situación. Dios atiende la oración de los que le buscan temprano.
    En los versículos 8-9 vemos algo importante que debemos recordar: que tenemos poco tiempo y sabemos poco. “Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos, siendo nuestros días sobre la tierra como sombra”. Por eso debemos aplicar Santiago 1:5 diariamente y pedirle a Dios sabiduría. Cuando decidimos y actuamos sin consultar a Dios y esperar Su respuesta y guía, es muestra de nuestra autonomía e independencia, cosas que a Dios no le agradan. Somos Sus hijos, y todo debemos hacer conforme a Su voluntad.
    En los versículos 10-15 vemos los caminos de todos los que olvidan a Dios (v. 13). El junco necesita lodo, el prado necesita agua, y el ser humano necesita a Dios. Los que dan la espalda a Dios serán castigados. Como las plantas sin agua, es cuestión de tiempo, y van de mal en peor. Es verdad, y ciertamente aplicable a algunos de nuestros hijos que se han criado en el evangelio pero luego se han desviado y andan por caminos que no agradan a Dios. Los que se olvidan de Dios serán castigados, porque sin Él, no pueden ir adelante. Es una advertencia. Y el diablo quiere que la gente olvide a Dios, y a propósito provee mil cosas con las que ocuparse para no tener ni tiempo ni ganas de las cosas de Dios. Pero en este caso, aunque sea verdad, no se aplica a Job y sus hijos como Bildad se supone. En esto se equivoca, porque le falta la información de los primeros dos capítulos del libro.
    Luego en los versículos 16-19 da otro ejemplo, del árbol que crece y echa raíces, pero que luego es desarraigado.
    Los versículos 20-22 contienen verdades importantes, pero Bildad implica nuevamente que los hijos de Job murieron por impiedad. Es verdad que Dios no apoya la mano de los malignos y que la habitación de los impíos perecerá, pero esto no explica lo que le pasó a Job. Los primeros dos capítulos del libro demuestran que no fue por pecado suyo, pues Dios estaba contento con la vida y el carácter de Su siervo. Recordemos que el Salmo 73 expresa la perplejidad del salmista al ver la prosperidad de los malos. Muchas veces prosperan en esta vida, pero lo que les espera al final es ruina y castigo. De modo que, al contrario de lo que dicen los amigos de Job, los justos muchas veces sufren y los malos prosperan, pero al final Dios lo enderezará y pondrá todo en su sitio.
    Pensemos un poco más en las advertencias de Bildad acerca de los que olvidan a Dios. Es un tema que la Biblia toca más veces. El Salmo 9:17 habla de los que se olvidan de  Dios. Primero dice los malos, porque olvidarse de Dios es una maldad. Cuando uno ha sido criado y enseñado en los caminos de Dios, y luego se rebela y rechaza esto para ir por sus caminos, acarrea condenación. Dios desaprueba su comportamiento y le castigará. En contraste, en el siguiente versículo (v. 18), vemos que Dios no olvida al menesteroso. Dios se acuerda de nosotros para bien, y quiere que le recordemos y que hagamos caso de la sana enseñanza y ejemplos piadosos que hemos visto. El Salmo 50:22-23 también da una advertencia y exhortación a los que se olvidan de Dios. “Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, no sea que os despedace, y no haya quien os libre. El que sacrifica alabanza me honrará; y al que ordenare su camino, le mostraré la salvación de Dios”. Son palabras fuertes y los que van por su camino a su manera deben parar y hacer caso antes de que venga el castigo porque entonces no habrá remedio. Honra a Dios y ordena tu camino si quieres ver la salvación de Dios. En el Salmo 103:2 el salmista nos instruye: “y no olvides ninguno de sus beneficios”. A continuación cuenta Sus beneficios para que los tengamos en cuenta y manifestemos gratitud.
    Dios provee en Su Palabra para que no le olvidemos ni a Él, ni Sus caminos, ni Sus beneficios. Hermanos, que el Señor nos ayude a no ser olvidadizos, sino a pensar en Dios, recordar agradecidos Sus beneficios, y siempre tenerle en cuenta en todo. Y a los que en alguna manera se han olvidado de Dios y de la instrucción que recibieron en Sus caminos, el mensaje de Dios para vosotros es parar, recordar ya de dónde habéis caído y arrepentíos sin más demora.

Dios No Olvida

Texto: Hebreos 6:10

Es un texto hermoso y consolador que nos recuerda que seremos recompensados por nuestro servicio al Señor y a Su pueblo. En el reino de Dios no se va a olvidar nada hecho para Él. En el mundo se ignora u olvida a veces a los que han hecho bien, pero no será así en el reino de Dios. Dios no es olvidadizo.
    La perseverancia, la tenacidad, la fidelidad, el sacrificio en el servicio, la ayuda a los demás, todo esto tendrá un beneficio futuro porque el Señor no lo olvida. Cuando los discípulos preguntaron al Señor qué tendrían porque habían dejado todo y le habían seguido, Él les aseguró que no iban a salir perdiendo. Muchos piensan que no sirven a Dios porque no predican o no hacen nada público, pero esto no es así. No todos y no muchos tienen estos dones y oportunidades, pero todos hemos recibido del Señor, por medio del Espíritu Santo, un don espiritual para servir de alguna manera (1 Co. 12:7). Todos podemos servir si lo que hacemos cada día lo hacemos para la gloria del Señor (1 Co. 10:31) y si según tengamos oportunidad hagamos bien (Gá. 6:10). En la asamblea, en la familia, en los estudios escolares, en el trabajo, si somos fieles e íntegros esto agrada al Señor. No desestimemos las pequeñas oportunidades para hacer bien. Él usa las cosas pequeñas para hacer Su voluntad. Él dijo que el que es fiel en muy poco lo será en lo más (Lc. 16:10; 19:17). Entonces, donde hemos de empezar siempre es en lo muy poco, lo de cada día, lo que ya tenemos a mano. Empieza en lo muy poco y sé fiel. El Señor promete que si das un vaso de agua a uno de los Suyos, no perderás la recompensa (Mr. 9:41).
    El amor al Señor nos motiva a agradarle siéndole fieles. Los seres humanos podemos ser a veces injustos e ingratos, pero Dios no lo es. Él no es injusto, sino observa y recuerda lo que es hecho en amor hacia Su nombre. Los hombres no siempre ven ni aprecian nuestro servicio, pero el Señor se da cuenta de todo.
     No pensemos en que otros nos hagan bien, porque no se trata de recibir sino de dar. "Más bienaventurado es dar que recibir". El amor debe motivarnos a servir – todos somos siervos – y aquí habla de “trabajo de amor”. Detrás de la labor que agrada a Dios está el amor. Aun asistir a las reuniones y animar a los hermanos es un trabajo de amor. Al Señor le agrada este amor práctico. Cuando no pensemos en el Señor y Su palabra, podemos comenzar a vagar como Israel en el desierto. Los que piensan en Dios y realmente Le aman van a amar y servir también a Su pueblo. Y abriremos nuestra boca en testimonio a favor del Señor, porque si realmente somos creyentes debemos amar a Dios por encima de todas las cosas, y con todo nuestro corazón. El Señor viene antes que cualquier otra relación o amistad.
    Pablo dice en Gálatas 6:10 que debemos hacer bien, no sólo saber el bien o admirar el bien. No somos llamados a buenas intenciones, sino a buenas obras (Ef. 2:10). No la teoría sino la práctica es lo que vale delante de Dios. Dios recuerda y se agrada de lo hecho a Su pueblo; aunque sea pequeño (a nuestros ojos), no perderá su recompensa. Y hablando de hacer bien, recordemos que para estar bien hecho tiene que ser conforme a la Palabra de Dios. Si no es así, no está bien. Tenemos un Dios fiel, justo, bueno y galardonador. Seamos buenos siervos para Su gloria, y un día nos dará la recompensa. Hermanos, no nos cansemos de hacer bien.
 
 

Wednesday, June 14, 2017

LA IMPORTANCIA DE REUNIRSE PARA ORAR



Texto: Mateo 14:34-36
 
Vemos aquí lo importante que es acudir por medio de Señor Jesucristo, y orar directamente a Dios.  Él es quien puede solucionar nuestros problemas. En la oración vamos al Padre y al Señor Jesús para obtener lo que necesitamos. Oramos principalmente al Padre, por el Espíritu, en nombre del Señor. Pero no está prohibido hablar con nuestro Señor y Salvador, ni mucho menos.
     Debemos orar cada día de nuestra vida, porque todos los días necesitamos al Señor. Él es la vid verdadera y nosotros somos los pámpanos. Sin Él no podemos vivir ni tenemos fuerza para nada. Personalmente, cada mañana me levanto temprano y tengo mi tiempo devocional para empezar el día con el Señor. No lo digo para alabarme ni mucho menos, sino para testificar. Leo la Biblia y paso tiempo en oración, intercediendo por mi familia y por los hermanos de esta congregación y por los de muchos otros lugares. Es mi costumbre. Pero no por esto puedo ni debo faltar en las reuniones de la iglesia. Necesito la reunión de oración y todos la necesitamos. 
     Digo esto porque en algunas iglesias se está quitando la reunión de oración. Y en muchísimas asambleas, la reunión de oración es la que peor asistencia tiene. Todos aparecen el domingo por la mañana para comulgarse, pero ¿qué importancia dan a la oración? Todos esos también deben venir para orar. Pero muchos no tienen interés en orar juntos, y esto demuestra cuál es la baja condición espiritual de muchos profesados creyentes en muchas iglesias. En lugar de hincar los hombros en resignación, los ancianos deberían estar muy preocupados delante del Señor para remediar ese defecto fatal.
     Es curioso que en el culto de oración oramos más por algunas personas que ellas oran por sí mismas. Quiero decir, que cada semana intercedemos por ellas y sus problemas y motivos de oración, pero ellas ni siquiera se molestan en venir a orar. Estas personas quieren que oremos por ellas, pero no vienen para orar por los demás. No me refiero a los que no pueden venir, sino a aquellos que podrían pero no lo hacen. Cuando trabajaba en el taller de pintura, después de convertirme les dije que los jueves me marchaba a las 7:00 de la tarde, para ir a la reunión de oración. Trabajara las horas que ellos quisieron el resto de los días. Algunos no pueden hacer esto, pero yo sí, y era el deseo de mi corazón estar con los hermanos y orar. Quería y quiero estar en los cultos porque el Señor Jesús está en ellas, y cuando vamos a reunirnos estamos yendo al lugar donde el Señor está. Dios está en todas partes, es verdad, pero esto no quita que el Señor ha prometido especialmente Su presencia en las reuniones de los creyentes. Es importante ir a Jesús, cada día en nuestra vida personal, y también todas las veces que los santos se reúnen en Su Nombre.
     Así venimos al primer punto de nuestro texto, en los versículos 34 y 35, que apunta que terminada la travesía, vinieron a la tierra de Genesaret, “Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos”. Fijémonos en estas palabras: “trajeron a él”. ¿A quién? Al SeñorJesucristo. Todos los enfermos de aquella zona fueron llevados a Él. Tenía que ser una multitud grande y de extraña apariencia, compuesta de todos los enfermos con una variedad de enfermedades y problemas. Era una multitud necesitada, y todos necesitaban al Señor. En nuestro texto, el Señor había llegado a la zona de Genesaret. Estaba cerca, pero todas las personas que querían ayuda tenían que salir de sus casas e ir al Señor. Tenían quereunirse con Él. Él tenía poder para curarles, para sanar como en Marcos 1, el caso del paralítico que fue llevado por cuatro amigos a la presencia del Señor. Los buenos amigos hacen esto, nos llevan o nos animan a ir al Señor. Los malos amigos y los enemigos nos alejan del Señor, o nos dicen que no vayamos a los cultos, y si les echamos cuenta, perdemos la bendición. Muchos pierden bendiciones y ayuda que podían haber recibido porque no están en los cultos con el Señor Jesús. Los que no van al Señor, no reciben el beneficio; se quedan en casa con sus problemas.
     Segundo, dice el versículo 36, “y le rogaban”. Entonces, aquí vemos su ruego. En este caso querían tocar el borde de Su manto, pero lo importante no es el borde del manto, sino el hecho de ir al Señor y rogarle, pedirle lo que necesitaban. El Señor no va a hacer nada en nuestra vida si no oramos. El cristiano que no ora es un cristiano sin poder y sin bendición.
     Ahora bien, rogar no es demandar, sino implorar. Es un acto de humildad y necesidad. Alguien dijo que la mejor oración sale de un corazón que tiene profunda necesidad. La iglesia de Laodicea no oraba mucho porque, como decía: “yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Ap. 3:17). La satisfacción y la comodidad en este mundo son impedimentos a la comunión con el Señor y al crecimiento espiritual. El materialismo y las diversiones matan el espíritu de oración. La gente  cómoda prefiere quedarse en casa, o salir a un centro comercial con sus amigos. Los ricos no suelen orar sino por sus tesoros, para que no los pierdan. 
    Qué triste es cuando algunos asisten a la reunión de oración como cosa aburrida, porque no andan en comunión con Dios, y desprecian la oración.  Como no ven cuál es en realidad su gran pobreza y necesidad espiritual, no tienen muchas ganas de orar. Así es que en los países “afluentes” se quita la reunión de oración o son muy pocos los que asisten, y las iglesias languidecen.
     Pero los de nuestro texto sabían bien que necesitaban ayuda. Asíque, fueron y presentaron sus peticiones a Él, no a los jefes de la sinagoga, no a un consejero profesional, un psicólogo, no a Su madre, no a los apóstoles ni a los ángeles ni a otros, sino directamente al Señor Jesucristo. ¿No sabéis, hermanos, que cuando estamos reunidos como asamblea, podemos en oración tocar el manto del Señor, porque Él está en medio? No pasemos por alto una oportunidad colectiva y nuestra responsabilidad espiritual. Para ser sanados, les era necesario acudir al médico bueno, poderoso y dispuesto a ayudar. Hoy en día lo mismo es verdad, que si queremos la ayuda del Señor, tenemos que tomar la molestia de ir areunirnos donde Él está.
     En tercer lugar, el versículo 36 termina diciendo que “todos los que lo tocaron, quedaron sanos”. Esto nos demuestra el resultado obtenido. En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de cómo el pueblo clamó al Señor y Él, en respuesta, actuó poderosamente. Muchas veces los Salmos hablan de los hechos maravillosos de Dios. El poder de Dios no se agota. En Lucas 13:10-16 vemos el caso de aquella mujer que andaba encorvada, pero que estuvo aquel día en la reunión en la sinagoga, y el Señor le sanó. El Señor estaba presente y tenía poder para sanar. Pero si ella se hubiera quedado en casa ese día, no habría sido sanada. Recibió el beneficio porque fue a la reunión. Era la costumbre del Señor reunirse con el pueblo de Dios en la sinagoga, y debe ser nuestra costumbre reunirnos también con el pueblo del Señor y con el Señor mismo. 
     Volviendo al texto, al versículo 36, observemos que usa la palabra “todos”. No fue como entre los pentecostales y los carismáticos que mucho hablan de sanidades pero no tienen poder como el Señor, ni el poder del Señor. Cuando fue Cristo a la tierra de Genesaret, todos los enfermos fueron llevados a Él. Se vaciaron las casas, las aldeas y los pueblos, sin quedar enfermo en ellos. Todos los enfermos de aquella zona fueron llevados al Señor, y todos los que lo tocaron quedaron sanos. No la mitad. No los que “tenían fe” como oímos decir, sino “todos”. Esta sí fue una reunión de sanidades, y con este poder el Señor manifestó Sus credenciales como el Mesías de Israel.
     Pero daos cuenta de esto, que los que no fueron y no lo tocaron, no fueron ayudados. El Señor Jesús no fue a sus casas; ellos tenían que acudira Él. El acto de acudir es en sí misma una expresión de necesidad y de la importancia que damos al culto y a la presencia del Señor. Hoy en día hay muchos que dicen cosas como: “¡Vaya! El Señor no te va a castigar por no ir al culto. Dios es bueno. ¿Para qué tantas reuniones?” “Quédate en casa conmigo”, “descansa un poco” o “vente a pasar el día en el campo con nosotros”. Y desgraciadamente algunos hacen caso a estos malos consejeros. Hermanos, no escuchemos las voces que quieren apartarnos de las reuniones con el Señor y Su pueblo, porque el diablo es quien les manipula para que hablen así. David dijo: “Yo me alegré con los que me decían, a la casa de Jehová iremos” (Sal. 122:1). ¡Hablemos como estos que anunciaron su intención de ir a la reunión, y también respondamos como David!
     Acudamos a las reuniones para estar en la presencia del Señor, y enla reunión de oración busquemos de Él la ayuda espiritual que tanto necesitamos. Que el Señor nos avive y seamos sanados de la indolencia, la pereza y la apatía espiritual, de poca fe y todavía menos buenas obras. Si acudimos y clamamos a Él, Él es poderoso para actuar. ¿Quién sabe si en este próximo culto de oración el Señor nos contestará? Pero, ¿dónde estarás tú cuando los santos se reúnen para orar?
Lucas Batalla

SAMUEL E HIJOS

Texto: 1 Samuel 8:1-7

Nuestro texto relata la historia impresionante de Samuel, un hombre de Dios que sin duda sirvió bien, pero que tomó una mala decisión acerca de sus hijos. No habían seguido su ejemplo, no necesariamente por culpa suya, pues la historia está llena de casos de hijos malos de padres buenos, e hijos buenos de padres malos. No hay porqué automáticamente culpar a los padres, aunque hoy día está de moda. Samuel había seguido y servido a Dios de manera que pocos otros en la historia. Pero sus hijos no imitaron su fe.
    La decisión mala que tomó Samuel era que pese a la condición espiritual de sus hijos, él les puso de jueces. No podía decir que no sabía. Seguramente quería que sus hijos sirviesen al Señor, pero la realidad fue otra. Es malo delegar cosas espirituales a personas no consagradas. Pueden venir de cierta familia de renombre, o tener estudios y títulos, pero no son ésas las cosas que hacen a las personas aptas para servir a Dios. Sus hijos no tenían carrera espiritual. Cuando personas así ocupen puestos de liderazgo y responsabilidad en el pueblo de Dios, es para mal, no para bien. Samuel había sido recto y piadoso, “pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” (v. 3). La espiritualidad no es una herencia, sino una decisión personal.
    Todavía es verdad hoy, que cuando los que son así lleguen al liderazgo de la congregación, es día malo y triste. Tal vez se portan más o menos durante la vida de los verdaderos siervos de Dios, pero cuando ellos no estén, los nuevos “líderes” encaminan malamente al pueblo, porque no son guiados por el Espíritu de Dios, sino por su propio corazón. Entonces, el pueblo empieza a escuchar voces que no son de Dios. Por ejemplo, como solemos ver en estas fechas, vienen diciendo que está bien celebrar la navidad, reyes u otras fiestas católicas. Enseñan mal porque no tienen base bíblica sino sólo parentezco o amistad con uno que era hombre de Dios. Celebran “el cumple de Jesús”, dícen, en un día que no es su fecha, y además, Dios ni siquiera nos manda hacerlo. Y ponen el árbol que no es más que un símbolo pagano y como un talisman, por muchas luces que pongan. Como los hijos de Samuel, no son como los varones de Dios antes de ellos.
    Y el pueblo habló con Samuel poniendo queja: “tus hijos no andan en tus caminos” (v. 5). ¡Qué triste es cuando nuestros hijos no anden en nuestros caminos. Era la situación de Samuel. Juan dice que no hay mayor gozo que ver a sus hijos caminando en la fe (3 Jn. 4). Ahí habla de hijos espirituales, es decir, personas que han creído cuando él predicaba el evangelio, o personas que él había enseñado y discipulado, como Pablo habla de Timoteo (1 Ti. 1:2) y de Tito (Tit. 1:4). Proverbios contiene consejos de un padre creyente a sus hijos. Los hijos de creyentes deberían seguir la fe de sus padres, no por tradición sino por convicción.  Y los creyentes que reciben de hombres de Dios instrucción, deben mantenerse fieles: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido” (2 Ti. 3:14). Pero cuando no es así en la familia o en la iglesia, hay que poner una linea divisoria.
    Los hijos de Samuel pervirtieron el derecho (v. 3), y perdieron el respeto y la confianza del pueblo de Dios. Pero la solución que quiso el pueblo no era buena: “un rey que nos juzgue” (v. 5). ¿A caso Dios no les juzgaba bien? Querían ser como los del mundo. ¡Qué barbaridad – ser como las naciones! El pueblo huía de un mal y se metía en otro. En lugar de mantenerse separados y confiar en Dios, querían ser como las naciones paganas alrededor suyo. Su lógica probablemente era que a ellas les va bien y están mas seguras y mejor organizadas o estructuradas. Pero eso era la sabiduría humana, no la guía de Dios. Hoy hay asambleas que quieren tener a un pastor asalariado, o un “obrero a tiempo completo”, para guiarles. Les parece mejor ser como las demás iglesias, las denominaciones. 
    A veces damos pasos sin hablar con Dios. Quizás Samuel había hecho esto cuando nombró a sus hijos como jueces. Pero parece que recapacitó, y frente a la petición del pueblo Samuel oró (v. 6).
    En los versículos 7-9 Dios responde e identifica el problema, el cual es que el pueblo había rechazado a Dios. Creían en Él, pero no querían hacer lo que Él decía (véase Lc. 6:46). Es largo el historial de la nación de Israel (v. 8), “dejándome a mí”. Querían a un gúia ciego y pensaban que así les iría bien.
    La historia se repite, porque 2 Timoteo 4:3-4 predice el tiempo cuando en las iglesias, los profesados creyentes no soportarán la sana doctrina. Querrán oír algo, pero no lo que Dios dice, así que amontonarán para sí maestros que prediquen a gusto de ellos. De la verdad se irán a las fábulas, y del gobierno de Dios al gobierno de la carne.
    En los versículos 10-18 Samuel dirigido por Dios protesta ante el pueblo y declara cómo será si ponen a un hombre por rey en lugar de Dios. Advierte: “Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día” (v. 18).
    Pero los versículos 19-20 informan que “el pueblo no quiso oír la voz de Samuel”. El problema no estaba en la comprensión. Entendían bien lo que él había dicho. El problema estaba en la voluntad de ellos: “no quiso oír”. Ya habían decidido entre ellos lo que querían, y no iban a aceptar otra respuesta. No querían oír, porque no querían cambiar. Así fue luego durante los días de Jeremías, cuando Dios llamó al pueblo a parar, escuchar Su voz y buscar el buen camino, pero la respuesta fue: “no” (Jer. 6:16-17). Considera la lógica equivocada del pueblo ante Samuel. “Nosotros seremos también como todas las naciones”. ¡Qué deseo más pobre e indigno del pueblo de Dios – ser como las naciones que Dios no escogió, y que Dios había echado de ahí para darles la tierra. ¿Para qué quisiera uno ser como los del mundo perdido? ¡Es un afán loco! Y en la asamblea, ¿qué sentido tiene cuando quieren ser como los demás? “En la iglesia tal hacen esto y les va bien”, dicen, para que lo copiemos. Pero debemos hacer lo que Dios manda, no lo que se les ha ocurrido a otros. ¿Les va bien? Tal vez ahora sí, pero no en el Tribunal de Cristo. Hay que recordar esto. También dijeron a Samuel: “Saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras”. Pero ¿quién estaba en la linea de combate? ¡El pueblo, no el rey!
    En los versículos 21-22 Dios dejó al pueblo llevar a cabo su deseo, pero tengamos una cosa muy clara, hermanos, eso era un juicio, no una bendición. Cuando Dios nos deje salirnos con la nuestra, es un juicio. Somos enseñados a orar: “hágase tu voluntad”, porque la de Dios es “buena... agradable y perfecta” (Ro. 12:2). El problema viene cuando nos persuade nuestra lógica, no la Palabra de Dios, o nuestros deseos, no la voluntad de Dios.
    Así que el pueblo no quiso a los hijos impíos de Samuel, pero se fue de un error a otro, y quiso poner a un hombre imperfecto antes que al Dios santo. Mejor siempre es esperar en Dios y dejarle a Él guiar y proveer, que manipular las cosas y poner soluciones como nos parece. Dios no se equivoca, pero nosotros sí. Por eso, rechacemos nuestra lógica y confiemos siempre en el Señor y Su Palabra. ¡El sabe mejor!

Saturday, June 3, 2017

CRISTO NOS DEJÓ EJEMPLO

Texto: 1 Pedro 2:21
           
Quiero llamar vuestra atención al propósito que el apóstol Pedro elucida: “dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas”. La gente alrededor nuestro no vive como nosotros ni piensa como nosotros. Tiene ideas confusas y una mente torcida por el pecado y entenebrecida por el príncipe de este mundo. Algunos son religiosos y a la vez supersticiosos. No quieren romper una foto, etc. Otros blasfeman y piensan mal. En fin, no son como nosotros. Nuestra vida es un testimonio a ellos si seguimos la voluntad de Dios. Las palabras: “para esto fuisteis llamados” indican la vida de seguirle a Cristo. Por supuesto que se trata de los verdaderos creyentes, porque sólo para ellos es Cristo ejemplo. Él no vino para ponerle ejemplo de amor al mundo, ni cosas así que la gente comunmente dice. Vino para morir en la cruz por nuestros pecados y proveer redención. Pero los que hemos creído en Él, y somos Suyos, debemos seguirle, pues es para nosotros Su ejemplo. Tenemos que serle fieles en toda área de nuestra vida. Por ejemplo, en el trabajo: honestos (vv. 17-20). Seguir las pisadas del Cristo es no pecar, no engañar con la boca, no responder con maldicion, no amenazar.
    A Ghandi siempre le gustaba leer acerca de Cristo. Pero vio muchas contradicciones en las iglesias cristianas que observaba. Le preguntaron si era cristiano y respondio que todavía no. Dijo que se haría cristiano cuando encontrara a alguien siguiendo a Cristo y no sólo hablando de Él. A veces atrae más el testimonio de la vida al principio, porque es lo que los demás ven. Entonces cabe preguntar: ¿Qué tipo de personas nos ha hecho el cristianismo? ¿Qué comunicamos acerca de Cristo con nuestras actitudes, conversaciones y hechos? ¿Qué observan los demás en nuestro comportamiento; es buena “publicidad” para Jesucristo?
    En Jerusalén, Antioquía, Berea, Tesalónica, Éfeso y otros lugares los demás vieron el buen testimonio de los creyentes. En nuestro texto, Pedro toca una cosa que los cristianos tienen que hacer – es no ser vengativos cuando suframos. La venganza pertenece a Dios. Dejémosla en manos de Dios, en oración, y pidamos fuerza para seguir adelante sin estar amargados, resentidos ni enojados. Pedro dice que Jesucristo nos dejó ejemplo para seguir en esto. En el principio del libro de Hechos, la gente se dio cuenta de la predicación y de las vidas de los apóstoles, y se dio cuenta que habían estado con Jesús (Hch. 4:13). Llevaban Su imagen, en la conducta ante los malos tratos, se les notaba la influencia de Cristo.
    El Señor dijo: “me seréis testigos...” y esto incluye las palabras y los hechos, porque debemos testificar de ambas maneras y que nuestros hechos no anulen ni contradigan nuestras palabras. Le representamos como embajadores. Entonces siempre es importante nuestra conducta.
    Pero hoy en día carecen de este ejemplo de conducta santa muchos de los que se llaman creyentes. Se portan, hablan y actúan como los del mundo y a veces peores. No son sensibles a Dios y a Su Palabra. Se juntan con los desobedientes y burladores, y tienen buena amistad – no persecución – de los que viven de espaldas a Dios. No oran. No testifican. No practican la devoción a Cristo. No son honestos e íntegros en su trabajo. Sus amores son de las cosas del mundo, y tendríamos que decirles lo que el Señor dijo a Sus medio hermanos: “No puede el mundo  aborreceros a vosotros” (Jn. 7:7). Ese es un cristianismo fracasado y falso.
    El Señor quiere que le sigamos, y si lo hacemos el mundo que le aborrece a Él nos aborrecerá a nosotros. Pero no hay que desmayarse por eso, ni amagarse ni enojarse. Hay que serle fieles no sólo en lo que creemos sino también en los hechos, porque es el significado de las palabras “para que sigáis sus pisadas”. Hay que soportar la reacción injusta del mundo, encomendar nuestra causa al que juzga justamente (v. 23), y seguir adelante. “Para esto fuisteis llamados”.
    ¡Qué bonito conocer a alguien que padeció por nosotros! No lo hizo de mal humor, enojado ni quejándose, sino que humildemente fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz, para redimir nuestras almas. El Justo sufrió por los injustos, para llevarnos a Dios. El Calvario era un lugar de condena y crucifixión, donde Él fue, inocente y dócil, a sufrir por nosotros. Sigamos Su ejemplo de devoción fiel a la voluntad de Dios y no nos dejemos trastornar por las consecuencias en el mundo. Un día Él que juzga justamente lo enderezará todo, así que confiemos y esperemos en Él.

Salmo 125 PAZ

La Dicha de Confiar en el Señor


Texto: Salmo 125
Este hermoso salmo es un canto de confianza en la bondad y la misericordia de Dios. El salmista compara la vida del creyente con el monte de Sión, escogido y protegido por el Señor; un lugar de su Su presencia especial y Su favor. Se puede ver también una comparación de la seguridad del creyente con la ciudad de Jerusalén.
    Nos habla del crecimiento en la fe. El versículo 1 dice: “los que confían”. Normalmente el ser humano confía en lo que ve, pero los creyentes confíamos en alguien que no vemos. Hebreos 11:1 describe la fe como “la convicción de lo que no se ve”. Confiamos, y amamos al Señor, como dice Pedro, “sin haberle visto” (1 P. 1:8). El creyente no necesita arte religiosa, imágenes e iconos, porque “el justo vivirá por fe” (He. 10:38, véase Hab. 2:4). Y el Señor nos guarda, guía y bendice porque confiamos en Él. Por eso estamos firmes. Muchos saben algo acerca de Dios pero no confían realmente en Él, no dejarían su vida en Sus manos. Lo tienen como los bomberos, sólo para llamar pidiendo socorro en casos extremos. Entonces están llevados en el vaivén del mundo. Pero cuanto más confiamos en Dios, más seguros estamos y más pronto viene a ayudarnos. Es curioso, pero la gente confía en muñecos de santos, esto es, en ídolos, estatuas y figuras, y les pide cosas y les rinde homenaje. Pero recuerda a los tres jóvenes hebreos en Babilonia que dijeron al rey que no se iban a doblar ante su imagen – porque ellos confiaron en el Señor, y por eso no cambiaron. No pudieron ser presionados en cambiar, porque tenían fe, convicción, confianza en Dios.
    El versículo 2 habla de cómo Jerusalén tienen montes alrededor de ella. Así Dios rodea y protégé a los Suyos, “para siempre”. Job 1:10 habla de cómo Dios le protegía a Job. Salmo 94:12-14 dice que Jehová no abandonará a Su pueblo. El salmo que es nuestro texto fue cantado por el pueblo yendo a Jerusalén. Fue compuesto y cantado para estimular su confianza y gratitud, y tiene ese mismo efecto en nosotros, si permitimos que la Palabra de Dios mora en nostotros en abundancia (Col. 3:16). Ella nos oriente y nos anima. El problema que tienen los judíos hoy es que no confían en Jehová, y de ahí su castigo y dolor.
    El versículo 3 declara que Dios no dejará reposar la vara de iniquidad sobre los Suyos. Los castiga, sí, pero cuanto más fuertes los golpes más pronto trae el bálsamo para curar, y detiene la maldad para que no se pase. Él quiere educar a Su pueblo, no aniquilarlo, ni lo permitirá.
    El versículo 4 expresa una petición: “Haz bien, oh Jehová, a los buenos, y a los que son rectos en su corazón”. No hay que pedir la bendición de los malos. La bendición es para los que caminan con Dios, esperan en Él, confían en Él, buscan Su rostro y le piden ayuda, porque como el versículo 1 dice, ellos “confían en Jehová”. Jehová es quien puede hacernos bien, no los psicólogos ni otros. Me acuerdo de la ilustración del payaso. Un hombre fue a un psicólogo para contarle su depresión y desesperación, que se sentía tan afligido con sus problemas que había perdido toda esperanza. El psicólogo le dijo que necesitaba dejar de pensar en todo eso, y respirar otros aires. Le recetó visitar un circo que estaba en la ciudad, porque había un payaso en ese circo que hacía reir a la gente y eso le iría bien. Entonces aquel hombre dijo: “yo soy aquel payaso”. Todas sus risas y payasadas eran sólo de fachada. Así vive mucha gente que no confía en el Señor.
    El versículo 5 dice: “mas”, y marca un contraste. Dios no va a hacer bien a los malos, a los que se apartan tras sus perversidades. Viven para satisfacer la naturaleza humana, piensan y hacen cosas malas, blasfeman, viven en toda clase de pecado, y se enojan si alguien les habla de Dios, de justicia, de salvación. Estos renegados correrán la misma suerte que los impíos del versículo 3. Aquí el salmista predice el fin del malo.
    Termina con “paz”, no para los malos, sino para Su pueblo, para Israel, aunque las naciones no quieran la paz de Israel, Dios sí, y así será. Hay paz también para el creyente hoy: paz con Dios, paz en Cristo por Su sangre, paz ahora y en el futuro, paz ante la muerte que da miedo a los que no conocen al Señor, pero no a nosotros. Tenemos paz. Vivimos en paz. Nos iremos en paz, y la tendremos para siempre. Así es la dicha de los que confían en el Señor. Amén.

Friday, April 28, 2017

JOSÍAS: "HIZO LO RECTO"


Texto: 2 Reyes 22:1-2

     Podríamos resumir la vida de Josías con estas tres palabras: “hizo lo recto” – y que así sea el resumen de la vida de cada uno de nosotros. Manasés, el abuelo de Josías, era un rey malísimo como 2 Reyes 21:1-18 relata. Y su hijo Amón, padre de Josías, también era malo, cortado del mismo patrón que su padre, y Dios le quitó la vida después de dos años de reinar. Así llegó Josías al trono con sólo ocho años de edad. Entonces, lo bueno de toda esta historia es lo que hizo Josías. No fue como su padre ni su abuelo. El énfasis puesto por las palabras: “hizo lo recto” señala lo que Dios ve, y lo que quiere de cada uno de nosotros. Somos responsables por nuestras decisiones y hechos delante de Dios, y no podemos echar la culpa a otros. En nuestros tiempos no hay muchos fieles, y entre los jóvenes solteros y matrimonios jóvenes parece que hay menos – porque no tienen convicción ni valor para guardar sin cambiar lo que han sido enseñados. Son más como Manasés, hijo malo de un rey bueno, que cuando murió Ezequías y Manasés llegó al poder, empezaba a cambiar todo. Y después de muerto el buen rey Josías, sus propios hijos hicieron la misma mala jugada y cambiaron todo. En lugar de guardar fielmente lo que un padre piadoso había establecido y hecho para el Señor, éstos querían las cosas más contemporáneas, y así son muchos hoy en día. Hermanos jóvenes, si queréis ser fieles al Señor, debéis buscar la amistad y el compañerismo de los mayores que vosotros que son fieles, y no andar sólo con los de vuestra edad. Como Josué estuvo con Moisés, como los doce estuvieron con el Señor, como Timoteo y Tito y otros estuvieron con Pablo, así podemos aprender y aprovechar para bien la comunión de los que han andado más tiempo en los caminos del Señor. Los grupos de jóvenes y campamentos de jóvenes no os ofrecen esta clase de instrucción y ejemplo que vemos en la Biblia, y además hoy en día muchos se ocupan más de diversiones que de otra cosa.
    Para empezar, si uno tiene padres fieles y que aman al Señor, sin ir más lejos debe empezar allí mismo, cultivar su amistad e imitar el buen ejemplo que tiene a mano. Pero como hemos visto en la Biblia, los hijos de padres piadosos desperdician la oportunidad que Dios les da y que otros jóvenes no tienen. Pablo dijo de Timoteo: “como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio”  (Fil. 2:22). Pocos son los hijos que honran a sus padres sirviendo con ellos, y pocos son los jóvenes que sirven bajo el mando de uno de otra generación, pero Pablo dice que es uno de los méritos de Timoteo. Así que, hay la posibilidad de buscar la comunión e instrucción de otros fieles hermanos con años de experiencia que están sirviendo al Señor, estudiando y enseñando Su Palabra. Evitad a los que aunque estén en la iglesia, están metidos en el mundo y andan como los del mundo, porque estos no os van a ayudar a crecer y madurar en las cosas de Dios.
    Hoy en muchas partes del mundo se trata de destruir la familia, y por leyes o sociología enseñar otra vida y otras actitudes a las de sus padres, y romper su influencia. Tristemente, muchos padres se han ocupado de la comodidad y la colocación de sus hijos más que de su condición espiritual. Y en otros casos, como el de Manasés, teniendo el buen ejemplo delante, lo despreciaron y se fueron por otro camino. Manasés no anduvo en el camino de Jehová, y por esto no fue digno de imitar. Los que escogen un camino así manifiestan amor propio y desprecio por el buen camino.
    Lo inverso pasó con Josías, porque a pesar de abuelo y padre impíos, él fue sensible e hizo caso de la Palabra del Señor. “Hizo lo recto”. ¡Es una descripción hermosa! No sólo supo lo recto, sino que lo hizo. ¿Qué hacemos con lo que sabemos? Muchos han visto, escuchado y sabido lo recto, pero luego no lo hacen. No así con Josías. “Hizo lo recto”, sí, lo repito esperando que haga mella en nuestra vida. Y el Señor está dispuesto a bendecir a cualquier joven u otro que tome en serio Su Palabra, se humille y se quebrante delante de ella para obedecerla, como hizo Josías. Dios promete honrar a los que le honren, y Josías es un ejemplo de esto, pero Dios también quiere ver la piedad de Josías en nosotros. Gracias a Dios por los que le aconsejaron así con sus ocho añitos, y gracias a Dios porque Josías, cuando se hizo hombre joven de quince años, veinte años y más, no abandonó la devoción y rectitud y piedad que había aprendido, sino que se mantuvo firme, cosa que no muchos jóvenes hacen. Se enredan en el mundo, se hacen inútiles para las cosas de Dios, y no practican la piedad que se les enseñó. ¡Qué triste es esto, especialmente cuando pudieron haber sido como Josías que “hizo lo recto”.
     El secreto de ser uno que hace lo recto ante los ojos de Jehová está en los versículos 18-20. Fue manso y humilde, respondió con temor reverente y contrición. Rasgó sus vestidos y lloró. No se ofendió ni echó la culpa a otros sino se mostró triste y quebrantado delante del Señor. Diossiempre puede usar a personas así. Él da gracia a los humildes pero resiste a los soberbios. Mis hermanos, el temor de Dios y la humildad nos conducen a hacer lo recto. Observad que esto lo puede hacer un joven, y tendrá así un gran futuro bendito. Y todos los que oyen la Palabra de Dios tenemos la oportunidad de escoger el camino correcto. Que Dios nos ayude a imitar este buen ejemplo de ese hombre piadoso que "hizo lo recto". Ni sigamos la senda fácil y popular de la mayoría. ¿Será el resumen de nuestra vida como el de la vida de Josías? Hagamos lo recto ante Dios – porque para esto Él nos ha dado vida.

LA VICTORIA ESTÁ EN EL SEÑOR


Texto: 1 Corintios 15:57-58

En estos dos versículos hay unas instrucciones muy importantes para todo creyente.  Primero, en el versículo 57,  tenemos que dar siempre gracias, porque Dios nos da la victoria. No somos vencidos. Es otro gran motivo de gratitud, entre los muchos que tiene el creyente, y siempre debemos expresar a Dios nuestra gratitud, todos los días.
    Segundo, dice el versículo 58 que tenemos que estar siempre tres cosas: firmes, constantes y creciendo en la obra del Señor. Y hay algo que debemos saber: que nuestro trabajo en el Señor no es en vano. No es pérdida de tiempo ni quedará sin efecto ni recompensa, pues Dios lo promete. No se puede decir esto acerca de muchos trabajos y actividades en el mundo, porque pasarán al olvido y no tendrán ningún efecto en la eternidad. Como escribió C.T. Studd, y los hermanos de antaño nos enseñaron: “Sólo una vida, pronto pasará, sólo lo hecho para Cristo durará”.
    En Hebreos 11:32-40 vemos el triunfo de los fieles en Cristo. En el versículo 34 dice que sacaron fuerzas de debilidad, es decir, de donde no había. Humanamente esto es imposible, pero en el Señor se puede, porque Él nos fortalece. Empezaron en debilidad, pero terminaron venciendo. ¿Cómo? Sólo confiando en el Señor y Su Palabra. Los que se guían por sus sentimientos, lógica o mirando a los demás, no triunfarán al final aunque tengan éxito a corto plazo. Recordemos siempre esto.
    Para que haya victoria, tiene que haber primero lucha, batalla, conflicto, y para ellos y también nosotros hay conflicto, porque el mundo está de momento en manos del maligno, el príncipe de este mundo. Pero la Palabra de Dios es firme – Dios nos da la victoria, y nos lleva siempre en triunfo en el Señor Jesucristo (1 Co. 15:55; 2 Co. 2:14).
    Ahora bien, nuestra victoria no siempre será obvia a los demás. Pablo dijo que cuando era débil, era fuerte. Él había aprendido esto en las muchas pruebas que le sobrevinieron durante su ministerio. Servía a Cristo y le glorificaba, sin embargo tuvo que pasar por pruebas y dificultades. El mundo y los hombres están en manos del maligno y él los usa para atacar al creyente. Vivimos en un mundo que está en guerra espiritual.
    Para conocer esta victoria tenemos que estar en pie de guerra contra el mundo. No podemos hacer las paces, pues la paz la traerá el Capitán de nuestra fe, el Señor, cuando venga a reinar. Hasta entonces nos toca serle fieles en el conflicto y no volver atrás. El mundo odia el evangelio y Cristo, y cuidado, que no nos adaptemos para quedar bien con los del mundo ni busquemos su aprobación. ¡Para qué! Hay que ser fieles a todo costo (véase Sal. 1:1). Entonces en nuestra devoción y fidelidad, aunque haya conflicto, veremos la ayuda del Señor.
    Pablo fue apedreado y dejado por muerto (Hch. 14:20-22). Predicó hasta el punto de ser apedreado, ¡pensemos en esto! Nosotros tenemos que pedir al Señor que nos perdone, hermanos, y que nos quite la cobardía, y que haya verdadera devoción en nuestro corazón y vida.
    Pablo dijo a los nuevos creyentes (Hch. 14:22) que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino. Les hizo saber desde el principio que hay guerra y conflicto, pero el Señor daría la victoria.
    Hechos 16:20-24 es otro ejemplo de cómo fueron fieles los primeros creyentes y sufrieron por ello: azotados con varas, condenados injustamente y echados en la cárcel. Parecía ser el final de la obra en Filipos, pero Dios tenía otro plan, y Cristo dio la victoria. Más adelante en el capítulo, en los versículos 25-34 se convirtió el carcelero y su familia. De la debilidad salió poder, el poder de Dios usando a Pablo, un vaso débil. Y hoy en día, hermanos, en todo lugar el problema de la iglesia es falta de devoción y fidelidad al Señor, falta de oración y testimonio. Sin estas cosas no hay poder. Si andamos como los del mundo no tendremos poder. El poder y la victoria están en el Señor. Separados de Él nada podemos hacer.

EL GOBIERNO DE DIOS Y LOS GOBIERNOS DE LOS HOMBRES



Texto: Deuteronomio 17:14-20

Dios al dar estas instrucciones indicaba que sabía que Israel le rechazaría y demandaría un rey como las naciones. En 1 Samuel 8:5 vemos que es lo que pasó en tiempos de Samuel. Es un error desear un gobierno como las naciones porque ninguno hay bueno – sólo el de Dios.
    La democracia aunque muy popular hoy en día, no es cristiana. Es otro invento de los hombres. La soberanía no la tiene el pueblo, sino Dios. La democracia se ha metido en todo, la familia, la iglesia, las empresas, todo. Muchos dicen que el gobierno de monarcas es tiranía, y hay muchos caso que sí, pero el plan de Dios es una monarquía benigna y divina, una teocracia. Dios gobernará perfectamente. En el Antiguo Testamento el monarca piadoso y benigno era permitido por Dios como este texto en Deuteronomio bien enseña. Pero como Daniel 2:44 promete, un día Dios pondrá fin a los gobiernos humanos y establecerá un reino que jamás terminará.
    Las primeras generaciones después del diluvio se gobernaban por una especie de democracia, es decir, la voluntad del pueblo. Surgió Nimrod para liderar y decir democráticamente: “hagamos”, etc., y se edificó la ciudad y torre de Babel. Pero Dios los juzgó con confusión de lenguas, parando las pretensiones de Nimrod de unir a todo el mundo bajo su gobierno. Luego, en Daniel 7:1-14, vemos los gobiernos del mundo representado por cuatro bestias.
    La voluntad del pueblo es mala, porque como la Biblia describe la humanidad en Génesis 6, todavía el hombre es así: “la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”.  Cuando Dios mandó el diluvio para juzgar a la mayoría perversa, sólo una menoría se salvó: Noé y siete más. Ocho personas estuvieron en la razón y todo el resto de mundo estaba equivocado. Y desde entonces no ha mejorado. Hoy, gracias a la democracia, mirad en qué mundo vivimos, que anda de mal en peor. Tenemos el aborto, la sodomía, la prostitución, las drogas, el asesinato, y a los que están en las cárceles se les da un sueldo, y los tratan como si tuviesen más derechos que otros. Así es “la voluntad del pueblo”.
    En Números 13 vemos la mayoría de los espías, diez hombres contra dos, y prevalecieron con el pueblo, y el resultado fue que Dios juzgó al pueblo (13:33; 14:1-4). La mayoría, el pueblo soberano, se rebeló contra la voluntad de Dios y pereció. Dios no respeta la mayoría. Fueron advertidos en el versículo 9, “no seáis rebeldes contra Jehová” – es terreno peligroso como pronto aprendieron.
    Otro caso está en Números 16, la rebelión de Coré, que es otro ejemplo de la mayoría. En el versículo 3 hablaron democráticamente: “toda la congregación, todos ellos son santos y en medio de ellos está Jehová”. Pues no. Dios no estaba en medio de ellos, la mayoría. Dios no aprueba ni apoya esto. Dios no está con los más. No es así mis hermanos, ni ahora ni nunca en la historia ha sido así. No digamos esto. Dios está con los que le temen, confían en Él y le obedecer, y son pocos. Aun entre las iglesias hoy en día son pocos, porque hay muchas iglesias con mucha gente, y con clase alta y pudiente, sus médicos, abogados, políticos, etc., y mucha gente alegre, pero alegre porque se sale con la suya. Como se imponga la Palabra de Dios en estos lugares, todos estos se van. El Señor no está con ellos, y Dios tuvo que juzgar duramente a Coré y su séquito para parar esta idea de la voluntad del pueblo.
    En el Nuevo Testamento, Poncio Pilato escuchó la voz de la mayoría porque eran muchos, gritaban e imponían su voluntad. Querían la muerte del Señor Jesús – quitarle de en medio – como el Salmo 2 dice que su juntan y toman consejo contra el Señor. La historia de esta ignominia es triste – la voluntad del pueblo, la soberanía del pueblo.
    Recordemos que con Gedeón el Señor le redujo el gran ejército a una menoría pequeñísima, a trescientos hombres, y estos poquitos ganaron, vencieron a una gran muchedumbre.
    Al rey Amasías el Señor dijo que despidiera aquella gran multitud de impíos (2 Cr. 25:5-12), y así le condujo a la batalla y a la victoria.
    Entonces, ante estos ejemplos, ¿qué hacemos frente al gobierno? Nos sometemos y obedecemos. Pagamos el tributo y oramos. Allí termina nuestra responsabilidad. Los gobiernos son puestos y permitidos por Dios (Ro. 13:1-5), pero no para que participemos en ellos. Dios tiene otro plan para los Suyos. Lo nuestro es predicar el evangelio y seguir al Señor Jesucristo.
    La iglesia no puede crecer mucho en nuestro tiempo, porque crece la democracia y todos creen que tienen voz y voto y pueden hacer lo que quiere la mayoría. No se quieren someter al gobierno de Dios ni a los hombres que Él ha puesto para pastorear y guiar a los santos. Estamos viviendo tiempos como los de los jueces en Israel cuando cada uno hacía lo que le parecía. Eran tiempos malos entonces, y también son malos ahora.
    En las cosas de Dios tiene que haber un mismo sentir, pero guiado por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, no el espíritu del hombre y la lógica humana. Algunos citan Hechos 6 como ejemplo de democracia en la iglesia, pero aquello no era gobierno, sino distribución de comida y por eso la confianza de todos era necesaria porque por eso surgió el conflicto. No hay voz de mayoría en la iglesia, sino unanimidad guiado por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, siguiendo la doctrina apostólica (Hch. 15:22-23; Fil. 2:2; 1 Co. 1:10; Ef. 1:21-22; 5:21).
    En la iglesia Jesucristo es el Señor; es la cabeza, es el Príncipe de los pastores, y Él gobierna. En 1 Corintios 12:12 vemos la unidad: el cuerpo es uno, no una mayoría. El Señor Jesucristo gobierna Su cuerpo. Así que, dejemos estas ideas de hacer sondeo de opinión de todos para ver cuál es la voluntad prevaleciente. No se va a decidir nada así. En la iglesia se debe hacer la voluntad de Dios, como en el cielo, así también en la tierra. Y un día será así en todo el mundo, porque toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre. Amén.

¿CONSUELO O DOLOR ETERNO?



Texto: Apocalipsis 21:1-8

De visita en el hospital, acompañando a un enfermo, observé muchas cosas – mucho sufrimiento, tristeza, desánimo y debilidad. Vi a una mujer que acompañó cariñósamente a su marido ciego, cinco horas sin soltarle la mano. Hablé con ella para animarla porque me impresionó mucho. Ella me contó que su marido había luchado toda la vida para sacar adelante a su familia y ella no le iba a dejar solo cuando él necesitaba ayuda. Dijo que le tiene gran cariño y gratitud, y qué menos después de todo lo que él había hecho. Me impresionó su cariño, gratitud y constancia, pegada a su lado. Como creyentes, cuando vemos cosas así nos tienen que hacer pensar.
    Nosotros tenemos la seguridad de que el Señor por Su gran amor y a gran coste nos ha salvado, consiguiendo nuestro perdón y bienestar espiritual a precio de Su sangre derramada. No sólo murió en la cruz castigado en nuestro lugar, sino también nos ayuda en todo el camino de la vida en este valle de lágrimas, y aun en valle de la sombre de muerte (Sal. 23:4), y al final, como dice nuestro texto, enjugará toda lágrima (Ap. 21:4). Vivimos con la certidumbre de que Él nunca nos abandonará, sino que nos tratará con cariño en medio de toda prueba y dificultad para que lleguemos al cielo donde habrá consuelo perfecto. Y nuestra llegada al cielo no sólo dará gozo a nosotros, ¡sino también a Él, porque nos quiere! El Señor siempre nos será fiel. Su obra redentora y Su cuidado constante nos deben motivar a la devoción, lealtad y constancia a favor de Aquel que tanto bien nos ha hecho.
    Ante la muerte la persona del mundo está como muchos que he visto en el hospital – sufriendo, y en el camino de morirse sin esperanza. El Señor nos cuida – el versículo 7 dice que Él será nuestro Dios. El Señor no sólo es nuestro Dios ahora, sino que Él nos espera en la eternidad. En cambio, los que no creen, que tienen dioses de madera, o sólo tienen sus filosofías, no tienen nada ahora, y peor es que estarán desamparados y dolidos en la eternidad.
    Pero cuando Dios camina con Su pueblo y Su pueblo con Él, se sobrellevan las cosas. Sí, lloramos, pero Él enjugará toda lágrima (v. 4), y no habrá más muerte. ¿Qué sistema político puede quitar la muerte? ¿Qué hospital puede curar para que no muera nadie? Ninguno. Sólo el Señor quita el llanto, el clamor, el dolor y la muerte porque “las primeras cosas pasaron”; entre ellas, el pecado y el juicio. Ahí no hay dolor, ni enfermedad, ni farmacia, ni ambulancia, ni médico, ni hospital, ni cuidado intensivo, ni cementerio. El postrer enemigo que será destruido es la muerte (1 Co. 15:26). Hoy en día nos dicen que la muerte es natural, es parte del ciclo de la vida, y tratan de negar la enemistad, pero la Biblia llama a la muerte “enemigo” y en Romanos 5:12 declara que vino a causa del pecado. No es natural la muerte, y no habrá muerte con el Señor en el cielo, porque no habrá pecado allá.
    El creyente muere y se va a la presencia de Cristo en la gloria, “lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1:23). Cuán agradecidos y animados debemos estar. Tenemos que pasar por la muerte si el Señor no viene antes, pero por ella llegaremos a la gloria con el Señor.  El Apocalipsis 21:5 Dios declara: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. El versículo 7 dice acerca del creyente: “Yo seré su Dios, y él será mi hijo”. La familia de Dios no se desintegra nunca. Como dice el corito: “¡Qué maravilla es tener una familia en Cristo Jesús!”, porque es la familia eterna. Ahora somos miembros de la familia de Dios (Ef. 2:19), y la muerte no disuelve estos lazos de amor eterno. ¡Cobremos ánimo, y seamos fieles y devotos al que tanto ha hecho por nosotros!
    Pero, ¡qué diferencia para los que no creen, sino viven en el pecado. El versículo 8 declara: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. Allá nadie les enjugará las lágrimas, y hay eterno dolor y llanto en la segunda muerte. Amigo, al cielo no se va por casualidad, ni por mérito, ni por religión, sino por decisión, por la fe, la confianza en el Señor Jesucristo. Pero los del versículo 8 no son del Señor, y lo demuestran cada día con sus actitudes y hechos. La gente que vive así no va al cielo, si no se arrepiente, si no confía en Cristo confesándole como Señor, y el tiempo de la paciencia de Dios se está acabando. Hoy todavía es día de salvación, pero la muerte está a la vuelta de la esquina, y por ella los incrédulos serán transportados al juicio y al castigo eterno. De ahí el consejo del profeta Isaías 55:6, “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”.

Wednesday, April 19, 2017

EL DESALIENTO

Texto: Números 21:4-9

¿Quién es el que no se ha encontrado desalentado? El diccionario define el desaliento como falta de ánimo, falta de vigor, descorazonamiento, miedo, aislamiento y falta de confianza. “Desaliento” y “desánimo” son términos bíblicos; no digamos “depresión” porque es un término que los psicólogos usan, popularizan y por supuesto sacan provecho económico.
    En nuestro texto el pueblo de Israel se desanimó. Los siervos de Dios también se desaniman a veces, como Elías, David y Jonás y Pablo. El desaliento afecta la vida espiritual, el servicio, y puede afectar la salud física. ¿Qué provoca el desaliento? Varias cosas.
    En el caso de David en lo referente a Absalón, era porque sembró pecado y le vino una cosecha amarga como castigo del Señor. Los problemas, los conflictos y las pérdidas causaron tristeza y desánimo.
    Cuando las cosas no salen como queremos, podemos ser desalentados. Esto le pasó al pueblo de Israel. Tenía que estar en el desierto para aprender los caminos de Dios, y como no quería esto, y se cansaba del maná celestial que Dios le daba, se desalentó y se volvió quejoso y difícil de gobernar.
    En el Salmo 73 vemos que Asaf el salmista se desanimó viendo la prosperidad de los malos. Cuando vemos que a los que no creen en Dios les van bien las cosas, y aparentemente están felices y tienen éxito, esto nos puede molestar y desanimar, especialmente cuando a nosotros no nos van tan bien las cosas. “¿Para qué vivo así?” uno puede preguntarse. Pero hay que leer todo el salmo y saber cómo salió de estos pensamientos amargos y desalentadores. En el Salmo 37:1-7 tenemos los consejos aplicables a tales casos: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia...”  El Señor nos aconseja acerca de nuestra actitud. “Confía en Jehová” (v. 3). “Deléitate asimismo en Jehová” (v. 4). “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él” (v. 5). “Guarda silencio ante Jehová [quiere decir: “no te quejes”], y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino...” (v. 7). En España usamos un refrán que dice: "A todo puerco le llega su sanmartín", (San Martín es la fecha de invierno - frío - cuando comienzan tradicionalmente las matanzas). Quiere decir: "a todo malo le llegará su juicio". No entretengamos pensamientos amargos, quejosos, ni nos alteremos cuando a éstos les van bien las cosas, porque al final tendremos dicha eterna y ellos, castigo eterno.
    Puede venir el desaliento en el retraso de las oraciones, cuando no vemos la respuesta que buscamos, cuando pasa tiempo y parece que no hay respuesta. “La esperanza que se demora es tormento del corazón” (Pr. 13:12). Pero Dios sabe mejor que nosotros cómo y cuándo responder a las peticiones. Si fuéramos Dios, haríamos lo mismo que Él. Moisés tuvo que esperar en el desierto cuarenta años hasta que llegara el tiempo de Dios para enviarle a sacar a Su pueblo.
    El pecado no confesado también puede traernos desánimo, porque nos aflige la conciencia, el Espíritu Santo nos convence de pecado, y andamos fuera de comunión con el Señor y con los Suyos. Esta situación es la del Salmo 32 cuando David describe cómo vivía atormentado y desanimado hasta que confesó su pecado. Dios puso Su mano sobre él día y noche. Hebreos 12:5 nos recuerda que no debemos desmayar cuando somos reprendidos por Él, y lo dice precisamente porque es la reacción natural que tenemos, la autocompasión y el desánimo. A veces tomamos decisiones por nuestra cuenta y actuamos fuera de la voluntad del Señor. Luego cuando vienen problemas, los frutos de nuestros hechos, nos quejamos como si el Señor nos hubiese hecho mal, ¡pero Él no tiene la culpa! Permite los frutos amargos para que aprendamos y para que nos arrepintamos. Pero el camino de los transgresores es duro (Pr. 13:15).
    Una enfermedad mala, o prolongada, quita la fuerza y el vigor, y agota la paciencia. Job aguantó bien al principio pero al pasar tiempo perdía resistencia, se quedó desanimado y deseaba morirse. David expresó en el Salmo 6 sus sufrimientos durante una enfermedad persistente: "Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo; sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen. Mi alma también está muy turbada; y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?" (vv. 2-3).
    Cuando nos critican y hablan mal de nosotros o murmuran de nosotros, esto también puede afectar nuestro estado de ánimo. Consideremos algunos textos que demuestran esto. El Salmo 35:11-12 dice: “Se levantan testigos malvados; de lo que no sé me preguntan; me devuelven mal por bien, para afligir a mi alma”.  El Salmo 31:12-13 dice: “He venido a ser como un vaso quebrado, porque oigo la calumnia de muchos”. El Salmo 109:22-25 dice: “Porque yo estoy afligido y necesitado, y mi corazón está herido dentro de mí. Me voy como la sombra cuando declina; soy sacudido como langosta. Mis rodillas están debilitadas a causa del ayuno, y mi carne desfallece por falta de gordura. Yo he sido para ellos objeto de oprobio; me miraban, y burlándose meneaban su cabeza”.  Una táctica vieja del diablo es usar amigos, hermanos en la fe y familia para traicionar y criticar. Primero confiamos en ellos, y luego cambian, nos abandonan o atacan, y es algo que suele causar gran desánimo.
    Cuando uno sufre oposición en el ministerio, y es malentendido y criticado por el pueblo, eso también puede causar desaliento. En Jeremías 20:7-10 vemos que el profeta llegó a decir que no hablaría más del Señor, que es lo que el diablo y el pueblo desobediente querían. Pero gracias a Dios, no pudo guardar silencio, porque la Palabra de Dios ardía en su corazón. Estos son problemas que padecen los que desean ser fieles ministros del Señor en tiempos de dejadez y mundanalidad.
    La muerte de un ser querido también trae tristeza y puede tentarnos a ceder al desaliento. En 2 Samuel 18:33-19:4 vemos la extrema tristeza y el desánimo del rey David sobre la muerte de su hijo rebelde Absalón. En Juan 11 vemos la tristeza natural de Marta y María después de la muerte de Lázaro. 1 Tesalonicenses 4:13 nos recuerda que aunque haya tristeza, en el caso de los creyentes no es como la tristeza de los que no tienen esperanza, porque habrá feliz reunión en la casa del Padre. Lamentamos, lloramos, y sentimos la ausencia de nuestro ser querido, pero tenemos que seguir adelante en la vida que el Señor nos concede.
    En el desaliento siempre quiere obrar y aprovecharse el diablo. Él provoca malas reacciones y busca quitarnos el gozo, la eficacia de nuestro testimonio y hacernos inútiles al Señor, nuestros hermanos y la iglesia. Te puede tentar a tirar la toalla, o a pensar mal de todos y sospechar a todos. En el Salmo 116:10-11 leemos: “Estando afligido en gran manera. Y dije en mi apresuramiento: Todo hombre es mentiroso”. Hay que tener cuidado con los juicios y las decisiones cuando uno está desanimado. Un anciano en una iglesia, después de un disgusto por una traición, dijo que no se iba a fiar de nadie en la iglesia fuera de los de su propia casa. El desaliento puede convertirte en quejoso, criticón y murmurador. Puede afectar tu comunión con el Señor, si dejas de leer Su Palabra, meditar en ella, orar, asistir a las reuniones y participar en ellas. Parte de la definición del desaliento es la pérdida de confianza y el aislamiento. Cuando uno deja de reunirse, anda en peligro espiritual, y por esto tenemos la exhortación en Hebreos 10:25.  También podemos sentir miedo, o desgana, o molestia, o ira y enojo. Son reacciones naturales o carnales, pero hay que remediarlos.
    1. Busca a Dios y clama a Él con todo el alma (Sal. 34:4; 42:1-2). El Señor escucha nuestro clamor y se acerca a los que se acercan a Él.
    2. Humíllate, quebrántate y confiesa el pecado (Sal. 32; Pr. 28:13; 1 Jn. 1:9; 2:1). El Señor es nuestro abogado para ayudarnos cuando pequemos. Pero no hay que hablar justificándonos ni hablando de lo que los demás nos han hecho. No hay que arrastrar ni implicar a nadie más, sino sólo confesar lo nuestro. Es el camino corto a la restauración de la comunión y la bendición, pero muchos por orgullo no quieren tomarlo.
    3. Espera en el Señor (Is. 40:30-31). Cuando sentimos agotadas nuestras fuerzas, recordemos que el Señor tiene poder inagotable y Él puede rejuvenecernos y fortalecernos. “No puedo más” es lo que dice él que confía en sí mismo, no él que confía en el Señor.
    4. Recuerda Sus promesas. “No te desampararé, ni te dejaré” (He. 13:5). “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:6). “En el día que temo, yo en ti confío” (Sal. 56:3). “No os afanéis...vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mt. 6:31-32). “Bástate mi gracia” (2 Co. 12:9).
    5. Recuerda todo el bien que te ha hecho, como hizo el salmista Asaf cuando estaba desconsolado. “Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos” (Sal. 77:10-12).
    6. Entra en el santuario [en la presencia de Dios a través de Su Palabra y en meditación y oración] y contempla el fin de los incrédulos, el juicio de los malignos, para que no les tengas más envidia (Sal. 73:17-24).
    7. Eleva la mira al Señor en gloria (Col. 3:1-4). Si nos ocupamos de toda la maldad que hay en el mundo, las malas noticias, los problemas, la maldad que siempre se aumenta y la falta de juicio, podemos quedarnos amargos. Siempre hay que poner los ojos en el Señor en gloria y esperar en Él. Los hombres pueden fallar, pero Cristo nunca. Él no ha abandonado el trono ni lo hará. Contemplándole a la diestra del Padre nos ayuda a poner las cosas en perspectiva y renovar la esperanza. Nuestro Dios es “Padre de misericordias y Dios de toda consolación” (2 Co. 1:3).
    8. Toma fuerza de la gracia del Señor. “Bástate mi gracia” (2 Co. 12:9), significa que si estamos andando en comunión con el Señor, podemos gloriarnos en nuestras debilidades, para que repose sobre nosotros el poder de Cristo. Pablo dijo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co. 12:10).
    9. Busca la comunión de los santos; no te aísles ni te retires de tus hermanos, de la iglesia (He. 10:25). Dios consoló a Pablo y otros con la venida de Tito (2 Co. 7:6). La comunión nos anima y nos fortalece.
    Que el Señor nos ayude a reaccionar bien ante las adversidades y los problemas de nuestros tiempos. Amén.

de un estudio dado por Lucas Batalla, el 18 de julio, 2010