Texto: 1 Corintios 15:57-58
En estos dos versículos hay unas instrucciones muy importantes para todo creyente. Primero, en el versículo 57, tenemos que dar siempre gracias, porque Dios nos da la victoria. No somos vencidos. Es otro gran motivo de gratitud, entre los muchos que tiene el creyente, y siempre debemos expresar a Dios nuestra gratitud, todos los días.
Segundo, dice el versículo 58 que tenemos que estar siempre tres cosas: firmes, constantes y creciendo en la obra del Señor. Y hay algo que debemos saber: que nuestro trabajo en el Señor no es en vano. No es pérdida de tiempo ni quedará sin efecto ni recompensa, pues Dios lo promete. No se puede decir esto acerca de muchos trabajos y actividades en el mundo, porque pasarán al olvido y no tendrán ningún efecto en la eternidad. Como escribió C.T. Studd, y los hermanos de antaño nos enseñaron: “Sólo una vida, pronto pasará, sólo lo hecho para Cristo durará”.
En Hebreos 11:32-40 vemos el triunfo de los fieles en Cristo. En el versículo 34 dice que sacaron fuerzas de debilidad, es decir, de donde no había. Humanamente esto es imposible, pero en el Señor se puede, porque Él nos fortalece. Empezaron en debilidad, pero terminaron venciendo. ¿Cómo? Sólo confiando en el Señor y Su Palabra. Los que se guían por sus sentimientos, lógica o mirando a los demás, no triunfarán al final aunque tengan éxito a corto plazo. Recordemos siempre esto.
Para que haya victoria, tiene que haber primero lucha, batalla, conflicto, y para ellos y también nosotros hay conflicto, porque el mundo está de momento en manos del maligno, el príncipe de este mundo. Pero la Palabra de Dios es firme – Dios nos da la victoria, y nos lleva siempre en triunfo en el Señor Jesucristo (1 Co. 15:55; 2 Co. 2:14).
Ahora bien, nuestra victoria no siempre será obvia a los demás. Pablo dijo que cuando era débil, era fuerte. Él había aprendido esto en las muchas pruebas que le sobrevinieron durante su ministerio. Servía a Cristo y le glorificaba, sin embargo tuvo que pasar por pruebas y dificultades. El mundo y los hombres están en manos del maligno y él los usa para atacar al creyente. Vivimos en un mundo que está en guerra espiritual.
Para conocer esta victoria tenemos que estar en pie de guerra contra el mundo. No podemos hacer las paces, pues la paz la traerá el Capitán de nuestra fe, el Señor, cuando venga a reinar. Hasta entonces nos toca serle fieles en el conflicto y no volver atrás. El mundo odia el evangelio y Cristo, y cuidado, que no nos adaptemos para quedar bien con los del mundo ni busquemos su aprobación. ¡Para qué! Hay que ser fieles a todo costo (véase Sal. 1:1). Entonces en nuestra devoción y fidelidad, aunque haya conflicto, veremos la ayuda del Señor.
Pablo fue apedreado y dejado por muerto (Hch. 14:20-22). Predicó hasta el punto de ser apedreado, ¡pensemos en esto! Nosotros tenemos que pedir al Señor que nos perdone, hermanos, y que nos quite la cobardía, y que haya verdadera devoción en nuestro corazón y vida.
Pablo dijo a los nuevos creyentes (Hch. 14:22) que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino. Les hizo saber desde el principio que hay guerra y conflicto, pero el Señor daría la victoria.
Hechos 16:20-24 es otro ejemplo de cómo fueron fieles los primeros creyentes y sufrieron por ello: azotados con varas, condenados injustamente y echados en la cárcel. Parecía ser el final de la obra en Filipos, pero Dios tenía otro plan, y Cristo dio la victoria. Más adelante en el capítulo, en los versículos 25-34 se convirtió el carcelero y su familia. De la debilidad salió poder, el poder de Dios usando a Pablo, un vaso débil. Y hoy en día, hermanos, en todo lugar el problema de la iglesia es falta de devoción y fidelidad al Señor, falta de oración y testimonio. Sin estas cosas no hay poder. Si andamos como los del mundo no tendremos poder. El poder y la victoria están en el Señor. Separados de Él nada podemos hacer.
En estos dos versículos hay unas instrucciones muy importantes para todo creyente. Primero, en el versículo 57, tenemos que dar siempre gracias, porque Dios nos da la victoria. No somos vencidos. Es otro gran motivo de gratitud, entre los muchos que tiene el creyente, y siempre debemos expresar a Dios nuestra gratitud, todos los días.
Segundo, dice el versículo 58 que tenemos que estar siempre tres cosas: firmes, constantes y creciendo en la obra del Señor. Y hay algo que debemos saber: que nuestro trabajo en el Señor no es en vano. No es pérdida de tiempo ni quedará sin efecto ni recompensa, pues Dios lo promete. No se puede decir esto acerca de muchos trabajos y actividades en el mundo, porque pasarán al olvido y no tendrán ningún efecto en la eternidad. Como escribió C.T. Studd, y los hermanos de antaño nos enseñaron: “Sólo una vida, pronto pasará, sólo lo hecho para Cristo durará”.
En Hebreos 11:32-40 vemos el triunfo de los fieles en Cristo. En el versículo 34 dice que sacaron fuerzas de debilidad, es decir, de donde no había. Humanamente esto es imposible, pero en el Señor se puede, porque Él nos fortalece. Empezaron en debilidad, pero terminaron venciendo. ¿Cómo? Sólo confiando en el Señor y Su Palabra. Los que se guían por sus sentimientos, lógica o mirando a los demás, no triunfarán al final aunque tengan éxito a corto plazo. Recordemos siempre esto.
Para que haya victoria, tiene que haber primero lucha, batalla, conflicto, y para ellos y también nosotros hay conflicto, porque el mundo está de momento en manos del maligno, el príncipe de este mundo. Pero la Palabra de Dios es firme – Dios nos da la victoria, y nos lleva siempre en triunfo en el Señor Jesucristo (1 Co. 15:55; 2 Co. 2:14).
Ahora bien, nuestra victoria no siempre será obvia a los demás. Pablo dijo que cuando era débil, era fuerte. Él había aprendido esto en las muchas pruebas que le sobrevinieron durante su ministerio. Servía a Cristo y le glorificaba, sin embargo tuvo que pasar por pruebas y dificultades. El mundo y los hombres están en manos del maligno y él los usa para atacar al creyente. Vivimos en un mundo que está en guerra espiritual.
Para conocer esta victoria tenemos que estar en pie de guerra contra el mundo. No podemos hacer las paces, pues la paz la traerá el Capitán de nuestra fe, el Señor, cuando venga a reinar. Hasta entonces nos toca serle fieles en el conflicto y no volver atrás. El mundo odia el evangelio y Cristo, y cuidado, que no nos adaptemos para quedar bien con los del mundo ni busquemos su aprobación. ¡Para qué! Hay que ser fieles a todo costo (véase Sal. 1:1). Entonces en nuestra devoción y fidelidad, aunque haya conflicto, veremos la ayuda del Señor.
Pablo fue apedreado y dejado por muerto (Hch. 14:20-22). Predicó hasta el punto de ser apedreado, ¡pensemos en esto! Nosotros tenemos que pedir al Señor que nos perdone, hermanos, y que nos quite la cobardía, y que haya verdadera devoción en nuestro corazón y vida.
Pablo dijo a los nuevos creyentes (Hch. 14:22) que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino. Les hizo saber desde el principio que hay guerra y conflicto, pero el Señor daría la victoria.
Hechos 16:20-24 es otro ejemplo de cómo fueron fieles los primeros creyentes y sufrieron por ello: azotados con varas, condenados injustamente y echados en la cárcel. Parecía ser el final de la obra en Filipos, pero Dios tenía otro plan, y Cristo dio la victoria. Más adelante en el capítulo, en los versículos 25-34 se convirtió el carcelero y su familia. De la debilidad salió poder, el poder de Dios usando a Pablo, un vaso débil. Y hoy en día, hermanos, en todo lugar el problema de la iglesia es falta de devoción y fidelidad al Señor, falta de oración y testimonio. Sin estas cosas no hay poder. Si andamos como los del mundo no tendremos poder. El poder y la victoria están en el Señor. Separados de Él nada podemos hacer.
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