Texto: Salmo 91
Este salmo es bien conocido y debería ser leído frecuentemente por el mensaje que tiene. Llama poderosamente la atención el primer versículo de este salmo, porque habla de habitar al abrigo del Altísimo, y habla de estar bajo la sombra del Omnipotente. El Dios Altísimo y Omnipotente es el refugio del creyente. Sabemos lo importante que es para el creyente este lugar de protección. Hay gente en nuestro mundo que muere porque no tiene protección, y esto es triste. Casi cada semana oímos en las noticias de casos así. Pero espiritualmente hablando de nosotros los creyentes, gozamos de la mejor protección – el abrigo del Altísimo y la sombra del Omnipotente. El Señor es la esperanza y el castillo de los Suyos. Por lo tanto, vivir fuera del amparo de Dios es estar en medio de una tragedia segura.
En este sentido me recuerda el hijo pródigo, este joven insensato que abandonó la casa de su padre, donde estaba protegido y tenía todo lo que necesitaba, sin necesidad de salir. Pero le entró la manía de que tenía que estar libre, independiente, de que ya era mayor para estar bajo la autoridad de su padre, y salió, y fracasó. Pensó que todas los bienes y beneficios de la casa de su padre las tendría aunque no estuviera con su padre, pero se equivocó. Y no sólo se le acabó el dinero, sin también los “amigos”, esa gente que le quería porque tenía dinero, e incluso posiblemente algunos de ellos le habían animado a independizarse de su padre. Es posible que algunos de ellos odiaran al padre y quisieran hacerle daño mediante su hijo. Sea cual fuere el caso, el hijo se empeñó en salir, y luego descubrió que ellos no eran realmente sus amigos. Cuando vinieron malos tiempos y escasez, ellos se olvidaron de él. Habían sido sus “amigos” sólo para aprovecharse de él. El diablo tiene gente así hoy en el mundo, que él usa intentando apartarnos de Dios, de la comunión de nuestro Padre celestial. El diablo y el mundo intentan apartarnos del ambiente sano y espiritual de la iglesia y también del hogar cristiano donde los hijos están cuidados por padres creyentes que oran y velan por ellos, y meterlos “independientes” en el mundo donde proceda a arruinarlos.
¿Qué hay de bueno en el mundo? En prospectivo tiene mucho bonito, pero en retrospectivo, como Salomón bien dijo: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Cant. 1:2). El mundo manchado, torcido y arruinado por el pecado, no tiene nada duradero. Tienen las cosas que son negativas y sin esperanza – sólo conduce a la desesperación y la destrucción. En cambio, en la casa del Padre celestial, si hay cosas negativas, son permitidas para nuestro bien: tribulaciones (Ro. 5:3-4), pruebas de nuestra fe (Stg. 1:2-3) y la disciplina de Dios (He. 12:6-11). En la casa del Padre celestial estamos bajo Su autoridad y debemos obedecerle, pero esto también es bueno, es un privilegio y una bendición.
Pero la historia del hijo pródigo se repite muchas veces y de muchas maneras. La historia de la nación de Israel es en gran parte la historia de un hijo pródigo. Hay creyentes en nuestros tiempos que se han portado así también, y en familias cristianas los padres creyentes han sido angustiados por hijos pródigos que se apartan para buscar su fortuna en el mundo. Todo esto hace todavía más importante el mensaje de este salmo, porque es un salmo que celebra el amparo de Dios a los suyos. Dios aquí tenía que decir a Israel que la dicha está en Su presencia, cerca de Él. Igualmente hoy en día hay gente evangélica que quiere alejarse de Dios, que quiere ser “hijos” pero lejos, como el pródigo. Se quejan de que hay muchas reuniones, de que no se puede estar siempre con la Biblia, de que son largas las predicaciones, etc. y de que quieren quedarse en casa, relajarse o ir a divertirse en lugar de tanta cosas espiritual. No lo dirían delante de otros en los cultos, pero lo dicen en casa, la mujer lo dice a su marido, el marido lo dice a su mujer, los hijos lo dicen a sus padres, etc., y Dios lo oye. Pero lo que esa gente ignora es que es precisamente en la presencia y la comunión con Dios que hay bendición, y no la hay en el mundo. Este salmo celebra las bendiciones de morar cerca de Dios – pero la gente hoy quiere alejarse. En el Salmo 73:28 el salmista dijo: “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien”. ¡Ojalá aprendiéramos todos esta lección! Como tuvo que aprender el hijo pródigo, no hay nada bueno en alejarse de la casa del padre. No hay nada satisfaciente en el mundo.
Volviendo al tema del hijo pródigo, este muchacho quería las bendiciones del padre, pero no la presencia ni la autoridad del padre. Pensó que con las bienes del padre, sin su autoridad, le iba a ir bien, pero se equivocó. Y la razón fundamental detrás de su error está en los Salmos 91 y 73, que los que moran cerca de Dios en comunión con Él tienen el bien. Israel también quería las bendiciones de Dios pero no Su autoridad, y fracasó en su independencia y libertad. Hoy en día pasa igual con los profesados creyentes. Lucas 6:46 es lo que el Señor dice acerca de esto: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” La pregunta enfatiza Su autoridad y como Señor, Su derecho a nuestra obediencia. ¡Pero qué bueno es confiar y obedecer, como dice el himno, es la senda de bendición! En la casa del Padre y la voluntad del Padre hay bendición para todos Sus hijos.
En cambio, ¿qué tiene el mundo que ofrecer que sea de valor duradero? ¡Nada! William MacDonald dijo que es un error invertir el tiempo y la salud en las cosas del mundo, y no en el reino de Dios. ¿Qué nos induce a semejante error? Es el deseo carnal y necio de vivir como el hijo pródigo fuera de la autoridad del padre. Dios quiere gobernar para bien nuestra vidas, pero muchos pródigos no quieren dejarle hacerlo.
Cuando vivimos cerca de Dios, siempre experimentaremos Su bendición, provisión, guía y consuelo. Y vivir lejos de Él es como vivir una religión falsa. Recordemos esto, que cuando el hijo pródigo volvió, había perdido todo por separarse de la casa de su padre. El afán por independizarse obra en contra de la paciencia y la confianza en el Señor, y nos aleja de la bendición.
En la casa del Padre hay protección de una multitud de males. “Él te librará del lazo del cazador” (v. 3). Recuerda que en el mundo no tendrás esta protección. “Estarás seguro” (v. 4), “no temerás” (v. 5), “no te sobrevendrá mal” (v. 10). “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré” (v. 14). “Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia” (v. 15). Estas son las dichas de andar el la comunión y bajo la autoridad de Dios. Pero los que se apartan no tienen esto. Si el hijo pródigo hubiera reflexionado bien, se habría dado cuenta de lo que iba a perder al salir de la casa de su padre – cosas que el dinero no podían comprar. Y hay hijos hoy en día que también deben reflexionar y aprender esto, antes de alejarse en busca de independencia y “la buena vida”. Y hay otros que, habiéndose equivocado como el pródigo, deberían arrepentirse, quebrantarse, humillarse y volver. No hay nada bueno fuera de la sombra del Omnipotente.
de un estudio dado por Lucas Batalla, el 28 de agosto, 2008