Texto: Juan 5:1-16
Recientemente tuve una cita con el médico para ayudarme con los cervicales. Luego tuve que ir nuevamente por los ojos, porque empezaba a ver destellos de luz en un ojo, y me dijo que podría ser desprendimiento de retina. Me llevó a urgencias para ser atendido y al entrar vi una gran cantidad de gente enferma esperando que un médico le viera. Me acordé de esta escena de Betesda en Juan 5, que es espiritualmente como está el mundo sin Cristo. Betesda significa “casa de misericordia” y vamos a ver cómo un hombre encontró la misericordia encarnada.
En el versículo 1 observamos el lugar y la fiesta de Jehová, pero dice: “fiesta de los judíos”. También en el 6:4 dice “fiesta de los judíos” hablando de la pascua, y en el 7:2 dice lo mismo pero habla de la fiesta de los tabernáculos. Esta expresión, cambiada de fiesta de Jehová a fiesta de judíos indica que habían llegado a ser meras tradiciones suyas, observadas sin devoción y sin comprensión. Ya no eran para Jehová, y esto parece como el Señor habló en Isaías 1:11 diciendo que estaba cansado de las fiestas de ellos. Todo era externo, nada de corazón, y la devoción estaba ausente de la vida de ellos. Cuando el amor de Dios no está en el corazón, hay sequedad, formalismo, y aun odio y maldad de todo clase. En Jeremías 7 Dios les reprendió por vivir en pecado y luego venir a Sus atrios en el templo. Hermanos, no solo entonces sino todavía hoy la voluntad de Dios para Su pueblo es la santificación.
En el versículo 2 vemos Betesda – casa de misericordia, “cerca de la puerta de las ovejas” que era donde traían a los animales para los sacrificios. El versículo describe la escena: una gran multitud de enfermos de toda clase, yaciendo y esperando el movimiento del agua. No había otra esperanza para ellos, pues los hombres no los podían curar. Y esto representa la raza humana con la incurable aflicción del pecado y la muerte que trae, y como Romanos 5:6 dice: “débiles” – esto es – impotentes, incapaces.
¿Por qué esperaban allí? El versículo 4 explica que esperaban la visita de un ángel, que nadie sabía cuándo vendría, y cuando estorbaba el agua solo una persona se sanaba, la primera que llegara al agua. Los demás tenían que seguir esperando. Hebreos 1 dice que los ángeles son ministros de Dios, y Él los envía a favor nuestro. Algunos críticos se mofan de este relato y dicen que es un cuento o una leyenda sin base. Pero el Espíritu Santo lo relata bajo inspiración y no es un cuento. Quizás Dios a través de esas visitas angelicales preparó todo para la visita de Su Hijo ese día.
El versículo 5 informa que entre todas esas personas había un hombre que llevaba 38 años enfermo – un largo sufrimiento. No sabemos su enfermedad, quizás nació con ella o algo le pasó cuando era joven, y todavía ahí estaba. Pero quiero deciros que lo peor es la aflicción del pecado, y ese hombre ilustra la humanidad pecaminosa y impotente. Los pecadores no pueden curarse; necesitan la intervención divina.
Así que, es grato ver en el versículo 6 que el Señor Jesús lo vio y supo su condición. Le pregunto: “¿Quieres ser sano?” ¿Para qué una pregunta así, si parece obvia la respuesta? Porque el Señor quiere y puede, pero no opera en nuestra vida sin que digamos qué queremos. En cuanto a la salvación, por así decir, es con el permiso del pecador. Es importante que reconozcamos nuestra necesidad y la expresemos al Señor.
En el versículo 7 aquel hombre comenzó a explicar al Señor su situación: “no tengo quién me meta...”. Pasaba los días mirando el agua, esperando que se moviera, pero no tenía a nadie para ayudarle a llegar a ella. En cuanto a la salvación, ningún hombre puede meternos – ni sacerdotes, ni santos, ni iglesia, ni familia, ni vecinos – ¡nadie! Y amigos, lo peor es no tener quién te meta en el cielo. Por tu cuenta nunca llegarás, sino solo por el Señor Jesucristo. “Yo soy la puerta, él que por mí entrare será salvo” (Jn. 10:9). Ese pobre enfermo acostado en el suelo en Betesda no sabía quién estaba delante suyo, pero iba a aprenderlo. Quizás pensaba que el Señor se ofrecía para quedarse con él un tiempo para meterlo en el agua si viniera el ángel, pero ¡no ese no era el plan!
Vemos en el versículo 8 lo que sólo Cristo puede decir: “Levántate, toma tu lecho y anda”. Durante 38 años no le dijeron esto. Cristo no le mandó a sesiones de terapia, le sanó instantáneamente. “Y al instante aquel hombre fue sanado” (v. 9). Tomó su lecho y anduvo. El lecho le había llevado todos esos años, pero ahora él llevaba el lecho. ¡Qué escena! Fue así porque cuando el Señor manda, también capacita. Recuerda que en Juan 11:13 dijo al muerto: “¡Lázaro, ven fuera!” y el muerto salió de la tumba. El Señor manifestó en múltiples ocasiones los poderes del Mesías profetizado en el Antiguo Testamento. Expuso así Sus credenciales delante del pueblo.
Ese día en Betesda era un día de reposo, y por eso los judíos le reprocharon que llevara su lecho en ese día. Pero él explicó por qué lo hizo: “El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda” (v. 11). Cuando preguntaron quién se lo dijo, no pudo contestar porque todavía no sabía (v. 12). Es triste que esos religiosos, en lugar de gozarse con él por el gran cambio, solo buscaban a quién reprender.
Luego el Señor le encontró y advirtió (v. 14): “Mira, has sido sanado” (físicamente), “no peques más para que no te venga alguna cosa peor”. Esto es, que no se volviera al pecado. Ofendemos muchas veces (Stg. 3:2). Pecamos de muchas maneras: con la mente, las actitudes, los ojos, etc. Pero Dios no nos da la salud para pecar. Es triste olvidarse de la misericordia y volver a nuestras andadas y hechos. “Alguna cosa peor” quiere decir que podría venir peor castigo en esta vida, pero sobre todo, luego la eternidad sin Dios, el pecador se perderá para siempre.
En el versículo 15 vemos que aquel hombre fue y dio aviso a los religiosos. Identificó a Cristo, quizás para justificarse, no lo sabemos. Es sorprendente que los judíos solo querían matar al Señor por lo que había hecho, porque defendían sus costumbres y sus leyes que ellos habían hecho. Este conflicto sobre el día de reposo surgió multiples veces en los evangelios. Cierto es que hoy los creyentes no guardamos el día de reposo, pero en esto y otras cosas los adventistas se equivocan, y no aceptan la corrección, sino manifiestan actitudes parecidas a las de los fariseos. Muchos se aferran a sus normas y tradiciones religiosas, y se autoexcluyen del bien que Cristo podría hacerles.
En el versículo 17 el Señor Jesús les respondió: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Trabaja Dios todos los días, manteniendo el mundo, llamando a los pecadores al arrepentimiento, contestando las oraciones de Sus santos, etc. Desde la caída de Adán y Eva en el pecado ¡gran trabajo tiene Dios! El mundo está lleno de personas que espiritualmente están en la condición de aquellas personas en Betesda, pero ¡qué pocas quieren que el Señor les salve!
Pero la reacción de los judíos a esto fue homicida (v. 18). “Aun más procuraban matarle”, por trabajar en el día de reposo, y por afirmar que Dios era Su Padre. Como ciegos y celosos de sus tradiciones solo pensaban como deshacerse de Él. Dios muestra misericordia a cualquiera, a hora y deshora, a los que le buscan y reciben. Que el Señor nos ayude a recordar Su gran poder y misericordia, acudir a Él en todo momento, e invitar a otros a hacer lo mismo.
Recientemente tuve una cita con el médico para ayudarme con los cervicales. Luego tuve que ir nuevamente por los ojos, porque empezaba a ver destellos de luz en un ojo, y me dijo que podría ser desprendimiento de retina. Me llevó a urgencias para ser atendido y al entrar vi una gran cantidad de gente enferma esperando que un médico le viera. Me acordé de esta escena de Betesda en Juan 5, que es espiritualmente como está el mundo sin Cristo. Betesda significa “casa de misericordia” y vamos a ver cómo un hombre encontró la misericordia encarnada.
En el versículo 1 observamos el lugar y la fiesta de Jehová, pero dice: “fiesta de los judíos”. También en el 6:4 dice “fiesta de los judíos” hablando de la pascua, y en el 7:2 dice lo mismo pero habla de la fiesta de los tabernáculos. Esta expresión, cambiada de fiesta de Jehová a fiesta de judíos indica que habían llegado a ser meras tradiciones suyas, observadas sin devoción y sin comprensión. Ya no eran para Jehová, y esto parece como el Señor habló en Isaías 1:11 diciendo que estaba cansado de las fiestas de ellos. Todo era externo, nada de corazón, y la devoción estaba ausente de la vida de ellos. Cuando el amor de Dios no está en el corazón, hay sequedad, formalismo, y aun odio y maldad de todo clase. En Jeremías 7 Dios les reprendió por vivir en pecado y luego venir a Sus atrios en el templo. Hermanos, no solo entonces sino todavía hoy la voluntad de Dios para Su pueblo es la santificación.
En el versículo 2 vemos Betesda – casa de misericordia, “cerca de la puerta de las ovejas” que era donde traían a los animales para los sacrificios. El versículo describe la escena: una gran multitud de enfermos de toda clase, yaciendo y esperando el movimiento del agua. No había otra esperanza para ellos, pues los hombres no los podían curar. Y esto representa la raza humana con la incurable aflicción del pecado y la muerte que trae, y como Romanos 5:6 dice: “débiles” – esto es – impotentes, incapaces.
¿Por qué esperaban allí? El versículo 4 explica que esperaban la visita de un ángel, que nadie sabía cuándo vendría, y cuando estorbaba el agua solo una persona se sanaba, la primera que llegara al agua. Los demás tenían que seguir esperando. Hebreos 1 dice que los ángeles son ministros de Dios, y Él los envía a favor nuestro. Algunos críticos se mofan de este relato y dicen que es un cuento o una leyenda sin base. Pero el Espíritu Santo lo relata bajo inspiración y no es un cuento. Quizás Dios a través de esas visitas angelicales preparó todo para la visita de Su Hijo ese día.
El versículo 5 informa que entre todas esas personas había un hombre que llevaba 38 años enfermo – un largo sufrimiento. No sabemos su enfermedad, quizás nació con ella o algo le pasó cuando era joven, y todavía ahí estaba. Pero quiero deciros que lo peor es la aflicción del pecado, y ese hombre ilustra la humanidad pecaminosa y impotente. Los pecadores no pueden curarse; necesitan la intervención divina.
Así que, es grato ver en el versículo 6 que el Señor Jesús lo vio y supo su condición. Le pregunto: “¿Quieres ser sano?” ¿Para qué una pregunta así, si parece obvia la respuesta? Porque el Señor quiere y puede, pero no opera en nuestra vida sin que digamos qué queremos. En cuanto a la salvación, por así decir, es con el permiso del pecador. Es importante que reconozcamos nuestra necesidad y la expresemos al Señor.
En el versículo 7 aquel hombre comenzó a explicar al Señor su situación: “no tengo quién me meta...”. Pasaba los días mirando el agua, esperando que se moviera, pero no tenía a nadie para ayudarle a llegar a ella. En cuanto a la salvación, ningún hombre puede meternos – ni sacerdotes, ni santos, ni iglesia, ni familia, ni vecinos – ¡nadie! Y amigos, lo peor es no tener quién te meta en el cielo. Por tu cuenta nunca llegarás, sino solo por el Señor Jesucristo. “Yo soy la puerta, él que por mí entrare será salvo” (Jn. 10:9). Ese pobre enfermo acostado en el suelo en Betesda no sabía quién estaba delante suyo, pero iba a aprenderlo. Quizás pensaba que el Señor se ofrecía para quedarse con él un tiempo para meterlo en el agua si viniera el ángel, pero ¡no ese no era el plan!
Vemos en el versículo 8 lo que sólo Cristo puede decir: “Levántate, toma tu lecho y anda”. Durante 38 años no le dijeron esto. Cristo no le mandó a sesiones de terapia, le sanó instantáneamente. “Y al instante aquel hombre fue sanado” (v. 9). Tomó su lecho y anduvo. El lecho le había llevado todos esos años, pero ahora él llevaba el lecho. ¡Qué escena! Fue así porque cuando el Señor manda, también capacita. Recuerda que en Juan 11:13 dijo al muerto: “¡Lázaro, ven fuera!” y el muerto salió de la tumba. El Señor manifestó en múltiples ocasiones los poderes del Mesías profetizado en el Antiguo Testamento. Expuso así Sus credenciales delante del pueblo.
Ese día en Betesda era un día de reposo, y por eso los judíos le reprocharon que llevara su lecho en ese día. Pero él explicó por qué lo hizo: “El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda” (v. 11). Cuando preguntaron quién se lo dijo, no pudo contestar porque todavía no sabía (v. 12). Es triste que esos religiosos, en lugar de gozarse con él por el gran cambio, solo buscaban a quién reprender.
Luego el Señor le encontró y advirtió (v. 14): “Mira, has sido sanado” (físicamente), “no peques más para que no te venga alguna cosa peor”. Esto es, que no se volviera al pecado. Ofendemos muchas veces (Stg. 3:2). Pecamos de muchas maneras: con la mente, las actitudes, los ojos, etc. Pero Dios no nos da la salud para pecar. Es triste olvidarse de la misericordia y volver a nuestras andadas y hechos. “Alguna cosa peor” quiere decir que podría venir peor castigo en esta vida, pero sobre todo, luego la eternidad sin Dios, el pecador se perderá para siempre.
En el versículo 15 vemos que aquel hombre fue y dio aviso a los religiosos. Identificó a Cristo, quizás para justificarse, no lo sabemos. Es sorprendente que los judíos solo querían matar al Señor por lo que había hecho, porque defendían sus costumbres y sus leyes que ellos habían hecho. Este conflicto sobre el día de reposo surgió multiples veces en los evangelios. Cierto es que hoy los creyentes no guardamos el día de reposo, pero en esto y otras cosas los adventistas se equivocan, y no aceptan la corrección, sino manifiestan actitudes parecidas a las de los fariseos. Muchos se aferran a sus normas y tradiciones religiosas, y se autoexcluyen del bien que Cristo podría hacerles.
En el versículo 17 el Señor Jesús les respondió: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Trabaja Dios todos los días, manteniendo el mundo, llamando a los pecadores al arrepentimiento, contestando las oraciones de Sus santos, etc. Desde la caída de Adán y Eva en el pecado ¡gran trabajo tiene Dios! El mundo está lleno de personas que espiritualmente están en la condición de aquellas personas en Betesda, pero ¡qué pocas quieren que el Señor les salve!
Pero la reacción de los judíos a esto fue homicida (v. 18). “Aun más procuraban matarle”, por trabajar en el día de reposo, y por afirmar que Dios era Su Padre. Como ciegos y celosos de sus tradiciones solo pensaban como deshacerse de Él. Dios muestra misericordia a cualquiera, a hora y deshora, a los que le buscan y reciben. Que el Señor nos ayude a recordar Su gran poder y misericordia, acudir a Él en todo momento, e invitar a otros a hacer lo mismo.