Tuesday, September 27, 2016

LAS BENDICIONES DE LA PIEDAD



Texto: Salmo 112

El salmista nos invita a vivir en las bendiciones de Dios. El primer versículo presenta la puerta o entrada a las bendiciones. Cuando uno quiere entrar en una casa o almacén, hay una puerta de acceso que debe usar, y es así en este salmo. El primer versículo dice que temiendo a Dios y deleitándose en Su Palabra “en gran manera” conducen a las bendiciones de Dios. Son cosas que le honran y le agradan (véase 110:10). El que se complace en obedecer y honrar a Dios será bendito, porque anda en comunión con Él.
    El versículo 2 promete bendición también sobre sus descendientes, y eso es algo que interesa a todo padre y madre. Nos preocupamos y pedimos por los de nuestra familia que no conocen al Señor o no le siguen, por la sencilla razón de que por afecto natural queremos su bien, y sabemos que su camino no conduce al bien. Y el Señor promete tenerlos en cuenta, lo cual es una bendición y un consuelo a los padres piadosos. El Salmo 25:12-13 dice: “¿Quién es el hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino que ha de escoger. Gozará él de bienestar, y su descendencia heredará la tierra”. Esto no elimina la necesidad de arrepentimiento y fe de parte de nuestros hijos, por supuesto, porque no se salvarán por la fe de sus padres. Pero Dios tiene en cuenta la descendencia de los piadosos, y obra en sus vidas.
    El versículo 3 enseña que hay una justicia que no será quitada porque es un regalo de la gracia de Dios. No es la justicia de la ley, ni de las obras, sino la que viene por la fe (Ro. 4:5-6). Es la justicia de Cristo. También habla de “bienes y riquezas”, y aquí debemos pensar en más que lo material, aunque ciertamente el Señor provee para los Suyos. Pero las verdaderas riquezas son eternas (véase Lc. 16:11, “lo verdadero”). El tesoro en el cielo nunca se envejece ni pierde su valor.
    El versículo 4 dice: “resplandece en las tinieblas luz a los rectos”. El que anda en comunión con Dios tiene luz cuando los demás no la tienen. El Salmo 97:11 dice que “luz está sembrada para el justo”. La luz de Dios nos guía, y además nos afecta; produce piedad en el carácter y comportamiento. “Es clemente, misericordioso y justo”. El versículo 5 sigue con el fruto, diciendo: “tiene misericordia y presta; gobierna sus asuntos con justicia”.
    Promete el versículo 6 que “no resbalará jamás”. Tiene seguridad de salvación. “En memoria eterna será el justo”. Dios no le olvida, ni le desampara.
    El versículo 7 menciona que “no tendrá temor de malas noticias”. La muerte no le asusta como a los que no conocen al Señor. Teme a Dios (v. 1), no las circunstancias. Hay muchas malas noticias en el mundo hoy en día, y al oír de robos, homicidios, terremotos y otros cataclismos, la gente se preocupa. Pero los creyentes estamos en manos del Todopoderoso, y el que nos guarda no duerme (Sal. 121:3-4). “Su corazón está firme, confiado en Jehová”. No confiamos en promesas de hombres, ni ayuda de hombres, sino en el Señor. El que no anda en comunión con Dios, que no confía realmente en Él, cuando pase pruebas o necesidad siempre va buscando la ayuda de los hombres, porque en ellos confía. Pero Mateo 6 enseña que nuestro Padre celestial es quién nos cuida y provee todo lo que necesitamos. Salmo 91:1 dice:

    “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombre del Omnipotente”.

    El versículo 8 describe la bendición de tener asegurado el corazón y no temer, y además dice que verá su deseo en sus enemigos. Aquellos que no se arrepienten, que no se convierten, serán juzgados y castigados. Por esto el que anda con Dios puede dejar lugar para la venganza de Dios en lugar de vengarse a sí mismo. Aun nuestro Señor, cuando sufría, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga justamente. Y en cuanto a nosotros, nuestros enemigos peores son la carne, el mundo y el diablo. En el Salmo 118:7-9 leemos:

    “Jehová está conmigo entre los que me ayudan; por tanto, yo veré mi deseo en los que me aborrecen. Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que confiar en príncipes”.

    El versículo 9 comenta otra vez algo del versículo 5, al decir que “reparte, da a los pobres”. Es bendecido, y es una bendición a otros, porque es generoso y misericordioso. Al decir “los pobres”, se refiere a los verdaderamente pobres, no los pobres por gusto, los mendigos profesionales. Da pena ver a esa gente que no quiere trabajar, y además enseña a sus hijos también a mendigar. No ayudamos a la gandulería, sino a los verdaderamente necesitados. Algunos de ellos son siervos del Señor, que renunciaron un empleo para dedicarse a la obra, y viven esperando en Dios. Debemos repartir, no retener, y siempre mostrar caridad y generosidad a los tales, ayudando prioritariamente a los de la familia de la fe (Gá. 6:10), pues así manda el Señor.
    El versículo 10 presenta un contraste final: la maldición de los que no creen. Ellos ven la bendición, pero no la experimentan. Y se irritan. Y se consumen. Y su deseo perece. No tienen nada. Aunque hayan ganado todo el mundo, pierden su alma, y perecerán destituidos de todo lo bueno. Así será para ellos por toda la eternidad. Es la otra opción: los que no quieren temer a Dios pueden vivir ahora como les parece, pero al final sufrirán terrible pérdida. El Salmo 86:17 dice: “Haz conmigo señal para bien, y véanla los que me aborrecen, y sean avergonzados, porque tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste”. Debemos orar y pedir así siempre, y vivir en el temor de Dios, porque es la vida bendecida. Amén.

Wednesday, September 7, 2016

ESPERANZA EN MEDIO DE PRUEBAS


Texto: Job 8:21    

Bildad, aunque equivocado acerca del caso de Job, dice unas cosas preciosas acerca de Dios en este capítulo. Por ejemplo, los versículos 5-7, 9, 13 y 20 son verdades que debemos recordar. Cada uno merece meditación. Es difícil comprender todo lo que Job sufrió, pero el versículo 21 le daba esperanza. “Aun llenará tu boca de risa, y tus labios de júbilo”. Queremos pensar un poco en este versículo tan hermoso. Job no iba a sufrir siempre, sino que al final vendría alivio. Y esto es algo que nos da esperanza a nosotros los creyentes tantos siglos después. Al sufrir es importante recordar que sólo es un capítulo en el libro de nuestra vida, y no es todo, y no siempre será así.
    En el Salmo 126: 1-3 Israel se consolaba en tiempos difíciles con la esperanza de la intervención del Señor a favor suyo. “Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, seremos como los que sueñan”.  También nosotros debemos pensar así y no perder la esperanza. Vienen mejores tiempos, y mientras tanto Dios da suficiente gracia para sostenernos en las pruebas, sacarnos de ellas y llevarnos adelante.
    Santiago 1:2-3 nos dice que el creyente pasa muchas veces por dificultades y pruebas. Es parte de la vida en este mundo lleno de pecado. Hay lucha con el diablo y no nos deja en paz. Él atacó a Job, luego a Zacarías, luego pidió zarandear a Pedro, y Apocalipsis 12 dice que acusa día y noche a los hermanos. Pedro le describe como león rugiente que anda buscando a quién devorar. Nuestro adversario es el príncipe de este mundo. De momento él gobierna aquí, y como somos de Cristo, él nos tiene del ojo izquierdo. Él diablo nos ataca de muchas maneras: problemas de salud, trabajo, tragedias y conflictos, necesidades, la crueldad e incomprensión de otros, la traición de familia y amigos íntimos, dudas, temores, etc.
    Pero hermanos míos, a veces nosotros mismos nos metemos en problemas por malas decisiones, en carreras o trabajos que nos consumen todo el tiempo, nos alejan de los que nos pastorean y cuidan espiritualmente, y nos privan de tiempo para reunirnos, leer la Biblia, orar y tener la comunión que tanto necesitamos. O nos metemos en situaciones donde nos quieren obligar a mentir o andar siempre en mal ambiente y con personas que son malos compañeros. Recordemos que el Salmo 1:1 declara la bienaventuranza de los que NO hagan esto. La separación del mal es importante para la salud espiritual.
    No hay nada difícil para Dios. Él puede darte lo que necesitas, pero escucha, lo que Él da no te perjudica espiritualmente. Las bendiciones de Dios no son dañinas. Pero hay que esperar en Él y seguir Su guía, no hacer las cosas confiando en nuestra propia sabiduría (Pr. 3:5-6).
    El Salmo 25:17 dice: “las angustias de mi corazón se han aumentado”. Así tenemos que orar cuando estamos en pruebas o luchando con temores. Oremos así y acerquémonos a Él. El versículo 18 pide misericordia y ayuda diciendo: “mira... mi trabajo”. Pero muchos no pueden decir esto porque no sirven al Señor sino a sí mismos. No le hacen ningún trabajo, ni siquiera vienen a las reuniones, ni leen la Palabra, ni la meditan, ni oran, ni testifican. ¿Qué pueden decir estos al Señor cuando vengan las pruebas? Pero el salmista ora como creyente fiel que busca ayuda del Señor y su tribulación. Cuando uno confía en el Señor y anda en comunión con Él, puede estar seguro de que vienen mejores tiempos. Cuando uno no anda así, para tener esta esperanza debe arrepentirse, apartarse de su pecado y cualquier cosa que tiene enredado su corazón, y echarse a los pies del Señor buscando Su misericordia y socorro. Tenemos un Dios compasivo y bueno, que quiere ayudarnos y hacernos bien. Dejémosle hacerlo, y confiemos siempre en Él. Amén.