Texto: Números 21:4-9
Cuando Israel iba por el desierto, cerca del final del viaje, hubo un rechazo en la frontera de Edom y Dios cambió su rumbo, lo cual postergó su llegada a la tierra prometida. Además, en el camino hubo carencias y el pueblo sediento y cansado se desanimó. Empezó a sacar fallos y criticar lo que Dios había provisto –el maná– ese pan maravilloso, celestial, que contenía todas las proteinas y nutrientes necesarios para sostenerlos durante cuarenta años en el desierto. Se volvieron ingratos y quejosos. Cuando uno cede al desánimo, nada le parece bien. Hermanos, cuando viene así el desánimo, es como un ataque – y vienen el disgusto, la murmuración, la crítica y las quejas. Dios estaba dirigiendo la vida de Su pueblo, y les hizo ir por otro camino en lugar de entrar pasando por Edom, y se desanimaron porque no querían el camino que Dios escogió. Israel tenía un deseo, pero Dios tenía otro. Era una oportunidad para confiar y seguir adelante por la fe. Pero fracasaron, y eso es un ejemplo y advertencia a nosotros.
Si Dios controla nuestra situación como hacía con Su pueblo Israel, ciertamente es para bien aunque no entendamos todo ahora. Él no se equivoca. No es necesario entender, pero sí es necesario confiar. Respecto a Israel, Dios no quería que atacasen a Edom para pasar allá por la fuerza, pues Él había dado aquella tierra a los edomitas que eran parientes de Israel.
Miremos otro caso del peligro del desánimo. En 1 Reyes 21:1-6 vemos cómo Acab se desanimó porque no pudo hacer lo que quería. A Nabot le propuso con educación la venta de su viña y le ofreció buena recompensa. Hasta allí, bien. Pero Nabot no quiso vender su herencia, pues la apreciaba y sabía que no debía venderla. Tuvo el valor de decirle no al rey, pero el rey, en lugar de aceptar esto, se puso de mal humor.
Mirad bien, porque el desánimo en los casos así es pecado – causado por egoísmo y el deseo de salirse con la suya. El desánimo nos debilita, y en ella hacemos cosas malas – así le pasó a Acab – escuchó a su mujer Jezabel y el resultado fue mentira, engaño, injusticia y homicidio. Juzgaron injustamente a Nabot y lo mataron. Ahora bien, Acab no era creyente, pero a veces el desánimo afecta la vida del creyente, le abre a tentación y error, a hechos carnales que sólo traen el mal a su vida. Hay que tener mucho cuidado porque en ese momento el diablo nos enviará a alguien como Jezabel, nos provocará a actuar según nuestra carne: murmurar, criticar y pecar con la actitud, la boca y los hechos. En 1 Reyes 21:18-25 viene la denuncia divina y el castigo es anunciado. En en lugar de la sangre de Nabot iba a verterse la sangre de Acab. Dios dice claramente en el versículo 25 que su mujer le incitaba. ¡Vaya compañera de viaje! Los jóvenes harían bien en pensar en esto y recordarlo para que nunca entren en relación con una persona que incita a hacer lo que no agrada a Dios. En los tiempos difíciles, en las pruebas, necesitamos a alguien que nos anime a seguirle fielmente al Señor. Tendrá que ser verdaderamente espiritual, creyente, no sólo religioso. Jezabel era religiosa, inteligente y lanzada, pero no se sujetaba a Dios ni animó a Acab a hacerlo. Estaba acostumbrada a salirse con la suya de la forma que fuera, y Acab en su desánimo le hizo caso, lo cual fue un error fatal.
Volviendo a Números, como venimos diciendo, Israel quería pasar por el camino de la tierra de Edom para llegar a la tierra prometida. Pero cuando Edóm le negó el paso, Dios envió a su pueblo por otro camino para que no peleasen con Edom. Pero Israel no quiso entender esto, ni aceptarlo, ni esperar más. Quisieron andar como ellos deseaban (Nm. 20:14-21), y se desanimaron. Y la historia se repite muchas veces con los mismos resultados.
Hoy hay mucho de esto en los jóvenes que no quieren contar con el consejo, la instrucción y guía de sus padres. Es todavía peor cuando los padres son creyentes y los hijos profesan serlo, pero no quieren sujetarse. Las exhortaciones y enseñanzas halladas en el libro de Proverbios, por ejemplo, acerca de guardar la ley de su padre, etc., les sobran. Quieren salirse con la suya como los jóvenes del mundo, los paganos, los incrédulos que se guían por las películas, las novelas y la opinión de la sociedad, no por la Palabra de Dios. A esos jóvenes en familias cristianas les pesa, disgusta y desanima el tener que sujetarse y obedecer. Piensan que como ya son adultos no tienen que hacer esto. Y a los evangélicos no tan jóvenes también les pasa igual – porque se empeñan a ir donde quieren, hacer lo que quieren, cuándo y cómo quieren, sin contar con Dios. Si piden consejo o ponen un motivo de oración, piensan que se les tiene que conceder – la única respuesta que aceptarán es: “Oh, sí, por supuesto, haz como quieras y que Dios te bendiga”, pues de otra manera saldrán de la iglesia para vivir como quieren. Por ejemplo, un hombre quiso divorciar a su esposa y casarse con otra. Cuando los ancianos le dijeron que no, se desanimó y le cayó el semblante. El domingo siguiente se puso de pie en la asamblea y anunció: “Bueno, hasta aquí he llegado, pero me bajo del tren”, y abandonó a la iglesia para ir y hacer lo que le parecía.
Pero los de Israel eran adultos también, y erraron gravemente. Israel se desanimó y pecó con la boca – todo por su carnalidad. No había que consolarlos en esa condición. Dios no les mandó psicólogos, consejeros ni consoladores, ¡sino serpientes! Dios hizo lo correcto: ¡les castigó y muchos perecieron! A veces los creyentes desanimados y desobedientes buscan consuelo y solaz, buscan la compasión, sin haber obedecido, ni se han arrepentido. No hay consuelo para los tales. No les hace falta psicología sino corrección hasta que se arrepientan y acepten el camino de Dios y la provisión de Dios.
Dice el Señor que el corazón es engañoso sobre todas las cosas, y ellos se dejaron engañar por su corazón desanimado. A tantos años del viaje todavía no habían aprendido. Años más tarde, el rey Acab se dejó llevar por su corazón engañoso y desanimado, y el de su mujer, pecó grandemente y le costó la vida. El corazón desanimado es un consejero malo que sufre por carnalidad. Lo que debe hacer es arrepentirse, humillarse, negarse y confiar en el Señor.
No olvidemos que el diablo, nuestro adversario, anda alrededor buscando devorarnos, buscando incitarnos a la desobediencia y hacernos salir de la voluntad de Dios. Lo hace con astucia y usa circunstancias y personas que nos instigan a hacer mal. Pero hermanos, alcemos la mira al Señor, confiemos en Él siempre. Por largo y difícil que sea el camino que Él escoge para nosotros, es mejor que cualquier otro, y un día en el cielo esto estará claro. De momento, aprendamos de la historia y aceptemos por fe que la guía, el consejo y la voluntad de Dios es "buena, agradable y perfecta" (Ro. 12:2).
Cuando Israel iba por el desierto, cerca del final del viaje, hubo un rechazo en la frontera de Edom y Dios cambió su rumbo, lo cual postergó su llegada a la tierra prometida. Además, en el camino hubo carencias y el pueblo sediento y cansado se desanimó. Empezó a sacar fallos y criticar lo que Dios había provisto –el maná– ese pan maravilloso, celestial, que contenía todas las proteinas y nutrientes necesarios para sostenerlos durante cuarenta años en el desierto. Se volvieron ingratos y quejosos. Cuando uno cede al desánimo, nada le parece bien. Hermanos, cuando viene así el desánimo, es como un ataque – y vienen el disgusto, la murmuración, la crítica y las quejas. Dios estaba dirigiendo la vida de Su pueblo, y les hizo ir por otro camino en lugar de entrar pasando por Edom, y se desanimaron porque no querían el camino que Dios escogió. Israel tenía un deseo, pero Dios tenía otro. Era una oportunidad para confiar y seguir adelante por la fe. Pero fracasaron, y eso es un ejemplo y advertencia a nosotros.
Si Dios controla nuestra situación como hacía con Su pueblo Israel, ciertamente es para bien aunque no entendamos todo ahora. Él no se equivoca. No es necesario entender, pero sí es necesario confiar. Respecto a Israel, Dios no quería que atacasen a Edom para pasar allá por la fuerza, pues Él había dado aquella tierra a los edomitas que eran parientes de Israel.
Miremos otro caso del peligro del desánimo. En 1 Reyes 21:1-6 vemos cómo Acab se desanimó porque no pudo hacer lo que quería. A Nabot le propuso con educación la venta de su viña y le ofreció buena recompensa. Hasta allí, bien. Pero Nabot no quiso vender su herencia, pues la apreciaba y sabía que no debía venderla. Tuvo el valor de decirle no al rey, pero el rey, en lugar de aceptar esto, se puso de mal humor.
Mirad bien, porque el desánimo en los casos así es pecado – causado por egoísmo y el deseo de salirse con la suya. El desánimo nos debilita, y en ella hacemos cosas malas – así le pasó a Acab – escuchó a su mujer Jezabel y el resultado fue mentira, engaño, injusticia y homicidio. Juzgaron injustamente a Nabot y lo mataron. Ahora bien, Acab no era creyente, pero a veces el desánimo afecta la vida del creyente, le abre a tentación y error, a hechos carnales que sólo traen el mal a su vida. Hay que tener mucho cuidado porque en ese momento el diablo nos enviará a alguien como Jezabel, nos provocará a actuar según nuestra carne: murmurar, criticar y pecar con la actitud, la boca y los hechos. En 1 Reyes 21:18-25 viene la denuncia divina y el castigo es anunciado. En en lugar de la sangre de Nabot iba a verterse la sangre de Acab. Dios dice claramente en el versículo 25 que su mujer le incitaba. ¡Vaya compañera de viaje! Los jóvenes harían bien en pensar en esto y recordarlo para que nunca entren en relación con una persona que incita a hacer lo que no agrada a Dios. En los tiempos difíciles, en las pruebas, necesitamos a alguien que nos anime a seguirle fielmente al Señor. Tendrá que ser verdaderamente espiritual, creyente, no sólo religioso. Jezabel era religiosa, inteligente y lanzada, pero no se sujetaba a Dios ni animó a Acab a hacerlo. Estaba acostumbrada a salirse con la suya de la forma que fuera, y Acab en su desánimo le hizo caso, lo cual fue un error fatal.
Volviendo a Números, como venimos diciendo, Israel quería pasar por el camino de la tierra de Edom para llegar a la tierra prometida. Pero cuando Edóm le negó el paso, Dios envió a su pueblo por otro camino para que no peleasen con Edom. Pero Israel no quiso entender esto, ni aceptarlo, ni esperar más. Quisieron andar como ellos deseaban (Nm. 20:14-21), y se desanimaron. Y la historia se repite muchas veces con los mismos resultados.
Hoy hay mucho de esto en los jóvenes que no quieren contar con el consejo, la instrucción y guía de sus padres. Es todavía peor cuando los padres son creyentes y los hijos profesan serlo, pero no quieren sujetarse. Las exhortaciones y enseñanzas halladas en el libro de Proverbios, por ejemplo, acerca de guardar la ley de su padre, etc., les sobran. Quieren salirse con la suya como los jóvenes del mundo, los paganos, los incrédulos que se guían por las películas, las novelas y la opinión de la sociedad, no por la Palabra de Dios. A esos jóvenes en familias cristianas les pesa, disgusta y desanima el tener que sujetarse y obedecer. Piensan que como ya son adultos no tienen que hacer esto. Y a los evangélicos no tan jóvenes también les pasa igual – porque se empeñan a ir donde quieren, hacer lo que quieren, cuándo y cómo quieren, sin contar con Dios. Si piden consejo o ponen un motivo de oración, piensan que se les tiene que conceder – la única respuesta que aceptarán es: “Oh, sí, por supuesto, haz como quieras y que Dios te bendiga”, pues de otra manera saldrán de la iglesia para vivir como quieren. Por ejemplo, un hombre quiso divorciar a su esposa y casarse con otra. Cuando los ancianos le dijeron que no, se desanimó y le cayó el semblante. El domingo siguiente se puso de pie en la asamblea y anunció: “Bueno, hasta aquí he llegado, pero me bajo del tren”, y abandonó a la iglesia para ir y hacer lo que le parecía.
Pero los de Israel eran adultos también, y erraron gravemente. Israel se desanimó y pecó con la boca – todo por su carnalidad. No había que consolarlos en esa condición. Dios no les mandó psicólogos, consejeros ni consoladores, ¡sino serpientes! Dios hizo lo correcto: ¡les castigó y muchos perecieron! A veces los creyentes desanimados y desobedientes buscan consuelo y solaz, buscan la compasión, sin haber obedecido, ni se han arrepentido. No hay consuelo para los tales. No les hace falta psicología sino corrección hasta que se arrepientan y acepten el camino de Dios y la provisión de Dios.
Dice el Señor que el corazón es engañoso sobre todas las cosas, y ellos se dejaron engañar por su corazón desanimado. A tantos años del viaje todavía no habían aprendido. Años más tarde, el rey Acab se dejó llevar por su corazón engañoso y desanimado, y el de su mujer, pecó grandemente y le costó la vida. El corazón desanimado es un consejero malo que sufre por carnalidad. Lo que debe hacer es arrepentirse, humillarse, negarse y confiar en el Señor.
No olvidemos que el diablo, nuestro adversario, anda alrededor buscando devorarnos, buscando incitarnos a la desobediencia y hacernos salir de la voluntad de Dios. Lo hace con astucia y usa circunstancias y personas que nos instigan a hacer mal. Pero hermanos, alcemos la mira al Señor, confiemos en Él siempre. Por largo y difícil que sea el camino que Él escoge para nosotros, es mejor que cualquier otro, y un día en el cielo esto estará claro. De momento, aprendamos de la historia y aceptemos por fe que la guía, el consejo y la voluntad de Dios es "buena, agradable y perfecta" (Ro. 12:2).
de un estudio dado por Lucas Batalla, el 27 de junio, 2013
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