Monday, May 13, 2024

Caleb: Ejemplo de Fe

 

 Texto: Números 13.26-33
 

Caleb era príncipe en Judá, y este pasaje destaca el contraste entre él, Josué y los otros diez hombres encargados con la responsabilidad de espiar la tierra prometida. Todos vieron lo mismo, pero unos sin fe, y otros con fe. Como siempre, los que vieron con fe eran la menoría.
    Dios había dado promesas a Israel. Se acordó de Su pacto con Abraham, Isaac y Jacob, y sacó al pueblo de la tierra de Egipto. Los israelitas habían pasado el Mar Rojo,  atravesado el desierto, y estaban a punto de entrar en la tierra. La idea de enviar espías salió de ellos, no de Dios (Dt. 1.22-23), pero Él lo permitió, y cuando los envió, entraron en un compromiso. El resultado no fue bueno, porque Caleb tenía fe, confiaba en Dios, pero diez de sus compañeros no creían. Una lección de esta historia es lo importante que es en la iglesia actuar con fe, y no echarnos atrás de nuestros compromisos y las promesas de Dios. En palabras de Hebreos 6.12, “... no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Sigamos el ejemplo de Caleb. La palabra “perezosos” es traducida “tardos” en Hebreos 5.12. No oír diligentemente (He. 2.1) es causa de muchos males.
    Caleb esperó hasta los 85 años de edad para heredar la tierra. Pero sus compañeros no llegaron (excepto Josué), debido a su incredulidad y desobediencia (He. 3.18-19). Dios les había prometido la tierra, pero no le creyeron. Sacaron pegas y críticas. Miraron con solo ojos humanos, no con fe, y no vieron nada más que dificultades y dudas. Como resultado, miles de personas, toda esa generación, murieron en el desierto, durante cuarenta años, y de ellos solo sobrevivieron Caleb y Josué.
    Hoy vivimos un cristianismo muy liberal, y muchos dicen que creen en Dios, pero no creen lo que Él dice en la Biblia. Por eso, hay tanta diferencia entre las iglesias del Nuevo Testamento y las de hoy.  Es tan peligroso no creer a Dios hoy como fue en tiempos de Caleb. Estas cosas están escritas “para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Co. 10.11).
    Diez de los espías, la mayoría, hablaron mal (Nm. 13.32), y dijeron que no se podía entrar en la tierra. Solo veían las dificultades, y no confiaban en Dios. En efecto, su veredicto era que Dios se había equivocado en llevarlos hasta ahí. Tenían miedo de los gigantes, y otras cosas.
   v. 28 ciudades grandes y fortificadas
  vv. 28, 32-33 los hijos de Anac, de grande estatura, raza de gigantes
   v. 29 Amalec, los heteos, los jebuseos, los amorreos y los cananeos ya moraban ahí
    v. 31 “No podremos... porque es más fuerte que nosotros”
    vv. 32-33 la tierra “traga a sus moradores”
    

Esos eran temores lógicos, humanamente hablando, pero no cuando pensamos en todo lo que Dios había hecho por ellos.  Ya había humillado a Egipto, la superpotencia de aquel entonces, y había librado a Israel de Faraón y el gran ejército de los egipcios. Israel pasó el Mar Rojo en seco, y desde la otra orilla vio la destrucción de los egipcios. Aceptaron gozosos la liberación, pero no confiaban en Jehová. Sin embargo, cuarenta años después, Caleb tomó la ciudad de Hebrón. Años más tarde, el muchacho David mató a Goliat, descendiente de los gigantes, simplemente porque confiaba en Dios. Es cierto el dicho: “Quien tiene Dios pequeño, tiene grandes problemas, y quien tiene Dios grande, tiene pequeños problemas”. Pues para Caleb, Dios era grande.
    Nosotros también vemos las dificultades y los enemigos, pues son reales, pero a veces nos fijamos demasiado en ellos. Hay que tomar las decisiones por fe en el Señor y Su Palabra, personalmente y también como iglesia. Pero hoy, hay muchas iglesias grandes y llenas, con mucha actividad y bulla, pero no hacen conforme a la Palabra de Dios. ¿Son la mayoría? También lo era la multitud de Israel que murió en el desierto.
    En Números 14 leemos que cuando oyeron el mal informe de los diez, “todo la congregación gritó, y dio voces, y el pueblo lloró aquella noche” (v. 1). Hablaron como locos, queriendo morir en Egipto, o en el desierto (vv. 2-4). Vemos qué poco vale la democracia, la voz del pueblo, en las cosas de Dios. Los únicos fieles eran Moisés, Aarón, Josué y Caleb (vv. 5-6). El pueblo, siendo incrédulo, tenía la mala costumbre de desconfiar y murmurar. En el capítulo 11 se quejaron, y fueron castigados, pero en el capítulo 13 volvieron a ofender. Parte del problema era la gente extranjera en medio de la congregación, personas que no pertenecían al pueblo de Dios, pero querían otro menú, y pensaba que tenían voz y voto. Lo mismo pasa hoy en algunas iglesias. En Números 11.4-5, lloraron y dijeron que habían comido de balde en Egipto. ¡No se acordaron del látigo y la dura servidumbre, sino pensaron con el estómago, en carne, pescado, pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos! Y despreciaron el maná, la provisión milagrosa (v. 6).
    Entonces, vemos en el capítulo 14 que no habían cambiado. Los israelitas querían a Egipto, porque eran incrédulos. Si no hay conversión, pueden controlar la carne por un tiempo, haciendo un esfuerzo, pero es inevitable que salga otra vez. Dudaban de Dios, porque no vivían por fe, sino por vista, y pensaban en las cosas de la carne. Irritaron a Dios (v. 11), pues así responde a la falta de fe. Les llamó: “esta depravada multitud” (v. 27), y “esta multitud perversa” (v. 35). Les mandó: “Volveos mañana y salid al desierto” (v. 25). Habían despreciado la tierra (v. 31). Llevaron sus iniquidades (v. 34), y murieron todos, sin Dios, sin esperanza, porque es la consecuencia de la incredulidad. Pasaron el punto de no retorno, y no había perdón para ellos. En seguida murieron los diez espías infieles (vv. 36-37), por su parte en incitar la desobediencia. Aprendamos una lección importante: la fe agrada a Dios, pero la incredulidad le desagrada y ofende.
    Hoy también hay gigantes que amenazan a Israel, y son fuertes: Hamás, Irán, Rusia, Hezbolá y otros. Tienen muchos enemigos, y ha resurgido el odio y el antisemitismo. Pero la promesa hecha a Abraham en Génesis 12.3 todavía está en vigor.  ¿Israel confiará en su propio poder, o en Dios? Todavía no ha aprendido.
    También está en auge el sentimiento anticristiano, y pueden venir tiempos difíciles para los creyentes. Pero el Señor nos ha dado promesas y mandamientos – Su Palabra está llena de ellos. ¿Cuál es nuestra actitud frente a Su Palabra? Ante las presiones y órdenes de los incrédulos, debemos mantenernos firmes y decir como los apóstoles: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5.29). Recordemos el ejemplo de Caleb, y las lecciones en Números 13 y 14. “Sin fe es imposible agradar a Dios” (He. 11.6).
    

de un estudio dado por Lucas Batalla, 21-4-24



“Fe es confianza inquebrantable en Dios y en Su Palabra”.
William MacDonald