La Cena Del Señor
Texto: 1 Corintios 11:17-34
En muchos lugares entre los evangélicos la reunión de la Cena del Señor está sufriendo cambios. No la están dando la importancia que tiene en la Biblia. No tenemos que inventar ni cambiar nada – todo está dicho en el Libro. Es la Cena “del Señor”; es Suya, no nuestra. Él preside, y nosotros somos los invitados. Pero por ejemplo, hoy quieren cambiar el uso del velo que viene enseñado en la primera mitad de este mismo capítulo. Dicen que es machista y contra la ley de libertad e igualdad. Pero es la ley de Dios, son mandamientos del Señor. Probablemente la única razón por la que no denuncia el uso del velo es porque entonces también tendrían problemas con los musulmanes porque sus mujeres usan la burka, y nadie quiere provocar a los musulmanes por miedo a lo que pueda suceder. A todo eso en la sociedad y por las iglesias respondemos: “A Cesar lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. En la iglesia todo es de Dios y nada es de César.
En el capítulo 11 hay tres símbolos muy importantes. El velo con que la mujer cubre su cabeza, es símbolo de autoridad divina (v. 10), y de sumisión a ella. Pero hoy hay asambleas que eliminan el velo, o que lo dejan al criterio de cada mujer. Eso es incorrecto, porque el criterio es de Dios, no de los hombres. Una mujer que no quiere aceptar la señal de autoridad que Dios manda, ¿para qué vamos a creer que es cristiana? El segundo símbolo es el pan: símbolo del cuerpo de Cristo (vv. 23-24). El tercero es la copa–el vino– que representa la sangre de Cristo (v. 25). Observa con cuidado que no dice “la sangre” sino “mi sangre”.
La Cena del Señor se celebra el primer día de la semana, no el séptimo día (Hch. 20:7), y debemos seguir las instrucciones dadas en 1 Corintios 11:17-34, sin modificar nada. No es una cena familiar o individual para tomar alimentos, sino la Cena del Señor, para recordarle y anunciar Su muerte. Ella es una de tres clases de predicaciones: (1) Nuestro testimonio personal, (2) La predicación de la Palabra, (3) La Cena del Señor, porque anuncia Su muerte.
De esa tercera clase nos ocupamos en la Cena del Señor cada domingo. Las palabras “os congregáis” (v. 17), y “cuando os reunís como iglesia” (v. 18) indican que de aquí en adelante se trata de una reunión. No se hace individualmente en casa o en la playa, sino reunida la iglesia. Recordamos, adorarmos y anunciamos juntos. Nosotros los creyentes anunciamos la muerte del Señor Jesucristo, y de paso el gran cambio que Él ha efectuado en nosotros. Las palabras claves en esta sección son “en memoria de mí” y “anunciáis” porque eso es lo que se hace en la Cena del Señor. Los símbolos en la mesa delante nuestro están diciendo de qué y de quién tenemos que hablar y cantar. “En memoria de mí” significa traer a Cristo a la mente y pensar en Él, recordando quién es y lo que ha hecho. “Anunciáis” va con “la muerte del Señor” – el gran tema, incluso de nuestros himnos cantados en la Cena – no cualquier himno favorito simplemente porque nos gusta, sino los que hablan de la Persona u obra del Señor. El himno: “Dulce Oración”, por ejemplo, es bonito, pero no es un himno para la Cena del Señor. Pensemos en la frase “en memoria de mí” antes de escoger un himno. Permitidme decir que tampoco estamos reunidos en la Cena para dar estudios bíblicos, motivos de oración, exhortaciones, y otras cosas. Es desafortunado que muchos aparentemente piensan que la Cena del Señor es una especie de reunión libre cuando los hermanos pueden participar de cualquier manera, testificar, enseñar un texto bíblico, etc. Pero realmente no es así, aunque se suele hacer mucho. Es una reunión libre, sí, pero con un propósito específico: recordar y adorar al Señor. Todo lo que cantamos, oramos y comentamos debería ser acerca de Jesucristo, Su Persona y Su obra redentora. Un hermano dio este consejo: “Cuando hables en la Cena del Señor, llévame al Señor Jesús y al Calvario, no a otras partes”. Hay muchos textos bíblicos que sirven para encaminaros a recordar y adorar al Señor. El Salmo 22 habla de Sus sufrimientos. Isaías 53 describe Su muerte y triunfo final. Los evangelios relatan Su pasión, resurrección y gloria venidera. Las epístolas también toman ese hermoso tema. Solo son dos ejemplos de muchos que se podría dar. Lee la Biblia con ojos para ver al Señor y te sorprenderá la riqueza de material que hay.
El versículo 23 indica que estas instrucciones vienen del Señor mismo, pues así las recibió Pablo. En los versículos 24 y 25 habla Cristo y dice: “haced esto en memoria de mí”. Pero hay alguien que no quiere que recordemos al Señor ni que hablemos de Él – es el diablo. Si puede prevenir que vayamos a la reunión, lo hará. Y si no puede, entonces intentará distraernos y despistar nuestros pensamientos durante la reunión, para que pensemos en otras cosas y no en el Señor y Su muerte.
Otra observación que debemos hacer de los versículos 25 al 28 es que al establecer la Cena del Señor, Él habla repetidas veces de un pan y de una copa, no de panecitos, ni de copitas. ¿Quiénes somos nosotros para cambiar esto? El pan representa el cuerpo de Cristo: “mi cuerpo”, no “mis cuerpos” ni “mi cuerpo hecho pedazos”. La copa representa el nuevo pacto en Su sangre. No hay que multiplicar estas cosas. La gente hoy dice que usan panecitos y copitas por razones de higiene, pero es una excusa nula. Siempre hemos dicho que el que tenga resfriado o algo así, que tome por último los símbolos en consideración de los demás. Y si un hermano tiene barba o bigote, debería recortarlos para que no se metan en la copa, pensando en los que la tomarán después de él. Son detalles de consideración y amor fraternal. Pero no tenemos autoridad para cambiar lo que el Señor estableció: un pan y una copa.
En la Cena del Señor hay tres miradas, una atrás, una al presente, y una al futuro. Mirando atrás, reconocemos lo que éramos antes de ser salvos por la gracia de Dios. 1 Corintios 6:9-11 por ejemplo habla de los injustos y varios tipos de pecado, y dice: “y esto eráis algunos, mas ya habéis sido lavados” (v. 11). 1 Tesalonicenses 1:9 dice: “os convertisteis de los ídolos a Dios”. La mirada atrás no es para pensar en nosotros, sino en cómo el Señor nos ha salvado y lavado, y eso causa acciones de gracias y adoración. Antes no podíamos celebrar la Cena del Señor porque no eramos creyentes, pero ahora hemos sido cambiados.
Entonces, la mirada al presente reconoce lo que ahora somos por la gracia de Dios. En el mismo texto de 1 Corintios 6:11 leemos, “mas ya habéis sido lavados...santificados...justificados”. 2 Corintios 5:17 dice: “si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Es nuestra condición ahora, gracias al Señor. 1 Juan 3:2 dice: “Amados, ahora somos hijos de Dios”. Y por eso nos reunimos para recordar y adorar a Aquel que nos salvó y nos metió en la familia de Dios. Somos nuevas criaturas. El Señor ya no mira el pasado, porque lo borró.
Tercero, hay una mirada al futuro, porque 1 Corintios 11:26 dice: “hasta que él venga”. Guardamos la Cena del Señor en anticipación de Su venida, mirando hacia adelante. Los israelitas en Egipto celebraron la pascua con el bordón en la mano y los pies calzados. Comieron “apresuradamente” (Éx. 12:11), es decir, listos para salir. Así también nosotros tomamos la Cena del Señor pensando en salir de este mundo, cuando Cristo venga. La segunda parte de 1 Juan 3:2 dice: “sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. Ésta es nuestra esperanza. Filipenses 3:21 dice que Él transformará el cuerpo nuestro, “para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”.
Todos estos cambios nos han venido y vendrán por la muerte y resurrección del Señor Jesucristo. Por eso hacemos memoria de Él. No hay otra reunión como ésta. Las otras son importantes como vemos en Hechos 2:42, hay tiempo para hacer oraciones de intercesión, hay tiempo para estudiar la Palabra, pero no en la Cena del Señor porque es el tiempo del partimiento del pan como el Señor mandó: “en memoria de mí”. A todo otro pensamiento, idea y comentario, y a toda otra actividad, obligacion y preocupación, tenemos que decir como Abraham dijo a sus siervos: “Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos” (Gn. 22:5). Demos la preeminencia al Señor Jesucristo, nuestro Salvador.
Nuestra vida y testimonio son muy importantes y afectan la Cena del Señor. En los versículos 27-32 vemos la vida del creyente y la condición en que debemos tomar la Cena. Por eso es un tiempo de reconciliación, no durante la Cena, sino antes, porque debemos examinarnos y juzgarnos, confesando cualquier pecado para que andemos en comunión con el Señor (1 Jn. 1:9). También si hay ofensas entre hermanos se deben hacer las paces antes de acercarse para adorar (Mt. 5:23-24).
Muchos Salmos expresan el vocabulario de adoración y alabanza, y por eso son apropiados para leer y para guiar nuestras oraciones en la Cena del Señor. El Salmo 103 expresa la gratitud, alabanza y adoración de la persona que ha sido perdonada. Esto tiene que estar en nuestro corazón cada vez que nos congreguemos para recordar al Señor. El pueblo salvo, reconciliado, debe ser agradecido y venir cada semana a adorar y recordar al Redentor que nos amó y nos lavó de nuestros pecados en Su sangre (Ap. 1:5). Es importante estar con los hermanos, pero todavía más importante es porque el Señor está en la reunión, y ahí Él nos espera. ¿Qué cita hay más importante que esta? ¡Ninguna! No le vemos con los ojos, pero por la fe sabemos que Él está ahí como prometió: “allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Entonces, la Cena del Señor es un acto de fe, devoción, reconciliación, valor, testimonio y advertencia.
Los versículos 27-29 usan la palabra “indignamente”. Recordad que se refiere a la forma de hacerlo o a la manera de hacer de los que la celebran sin juzgarse. “Pruébese cada uno a sí mismo” dice – no hay que probar a los demás, sino a ti mismo. El versículo 31 dice: “si nos examinásemos a nosotros mismos” – porque no debemos examinar a los demás sino a nosotros mismos. Caso que no, el Señor tendrá que juzgarnos y tal vez con enfermedad o muerte (v. 30). El Señor castiga a los Suyos para que no sean condenados con el mundo (v. 32). “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (He. 12:6). El Señor quiere la hermosura de la santidad en nuestra adoración, y que le traigamos a la mente reconociendo Su gran sacrificio para redimirnos.
Es importante que al participar, hermanos, tengamos en consideración a los demás. Unos consejos prácticos para los hermanos que participan. Primero: concéntrate en Cristo y Su obra. Mira la mesa y recuerda por qué hemos venido. Segundo: sé breve para que puedan participar otros. Hay que ir al grano, no saques argumentos, ni instrucciones, ni motivos de oración. No te repitas vanamente (Mt. 6:7). Leyendo y meditando Apocalipsis 4 y 5, podemos aprender mucho acerca de la adoración, de cómo recordar al Cordero de Dios y Su obra, y de cómo expresarnos en Su presencia. ¡En estas escenas en el cielo vemos la adoración pura a Dios y al Cordero! Todo lo que hacemos debemos hacerlo en comunión con Dios y con los hermanos. Recordemos el propósito de la Cena del Señor. Hagamos memoria del Señor y hablemos de Él, para Su gloria.
Los versículos 27-29 usan la palabra “indignamente”. Recordad que se refiere a la forma de hacerlo o a la manera de hacer de los que la celebran sin juzgarse. “Pruébese cada uno a sí mismo” dice – no hay que probar a los demás, sino a ti mismo. El versículo 31 dice: “si nos examinásemos a nosotros mismos” – porque no debemos examinar a los demás sino a nosotros mismos. Caso que no, el Señor tendrá que juzgarnos y tal vez con enfermedad o muerte (v. 30). El Señor castiga a los Suyos para que no sean condenados con el mundo (v. 32). “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (He. 12:6). El Señor quiere la hermosura de la santidad en nuestra adoración, y que le traigamos a la mente reconociendo Su gran sacrificio para redimirnos.
Es importante que al participar, hermanos, tengamos en consideración a los demás. Unos consejos prácticos para los hermanos que participan. Primero: concéntrate en Cristo y Su obra. Mira la mesa y recuerda por qué hemos venido. Segundo: sé breve para que puedan participar otros. Hay que ir al grano, no saques argumentos, ni instrucciones, ni motivos de oración. No te repitas vanamente (Mt. 6:7). Leyendo y meditando Apocalipsis 4 y 5, podemos aprender mucho acerca de la adoración, de cómo recordar al Cordero de Dios y Su obra, y de cómo expresarnos en Su presencia. ¡En estas escenas en el cielo vemos la adoración pura a Dios y al Cordero! Todo lo que hacemos debemos hacerlo en comunión con Dios y con los hermanos. Recordemos el propósito de la Cena del Señor. Hagamos memoria del Señor y hablemos de Él, para Su gloria.
adaptado de un estudio dado el 17 de junio, 2018
No comments:
Post a Comment