Texto: Mateo 14:34-36
Vemos aquí lo importante que es acudir por medio de Señor Jesucristo, y orar directamente a Dios. Él es quien puede solucionar nuestros problemas. En la oración vamos al Padre y al Señor Jesús para obtener lo que necesitamos. Oramos principalmente al Padre, por el Espíritu, en nombre del Señor. Pero no está prohibido hablar con nuestro Señor y Salvador, ni mucho menos.
Debemos orar cada día de nuestra vida, porque todos los días necesitamos al Señor. Él es la vid verdadera y nosotros somos los pámpanos. Sin Él no podemos vivir ni tenemos fuerza para nada. Personalmente, cada mañana me levanto temprano y tengo mi tiempo devocional para empezar el día con el Señor. No lo digo para alabarme ni mucho menos, sino para testificar. Leo la Biblia y paso tiempo en oración, intercediendo por mi familia y por los hermanos de esta congregación y por los de muchos otros lugares. Es mi costumbre. Pero no por esto puedo ni debo faltar en las reuniones de la iglesia. Necesito la reunión de oración y todos la necesitamos.
Digo esto porque en algunas iglesias se está quitando la reunión de oración. Y en muchísimas asambleas, la reunión de oración es la que peor asistencia tiene. Todos aparecen el domingo por la mañana para comulgarse, pero ¿qué importancia dan a la oración? Todos esos también deben venir para orar. Pero muchos no tienen interés en orar juntos, y esto demuestra cuál es la baja condición espiritual de muchos profesados creyentes en muchas iglesias. En lugar de hincar los hombros en resignación, los ancianos deberían estar muy preocupados delante del Señor para remediar ese defecto fatal.
Es curioso que en el culto de oración oramos más por algunas personas que ellas oran por sí mismas. Quiero decir, que cada semana intercedemos por ellas y sus problemas y motivos de oración, pero ellas ni siquiera se molestan en venir a orar. Estas personas quieren que oremos por ellas, pero no vienen para orar por los demás. No me refiero a los que no pueden venir, sino a aquellos que podrían pero no lo hacen. Cuando trabajaba en el taller de pintura, después de convertirme les dije que los jueves me marchaba a las 7:00 de la tarde, para ir a la reunión de oración. Trabajara las horas que ellos quisieron el resto de los días. Algunos no pueden hacer esto, pero yo sí, y era el deseo de mi corazón estar con los hermanos y orar. Quería y quiero estar en los cultos porque el Señor Jesús está en ellas, y cuando vamos a reunirnos estamos yendo al lugar donde el Señor está. Dios está en todas partes, es verdad, pero esto no quita que el Señor ha prometido especialmente Su presencia en las reuniones de los creyentes. Es importante ir a Jesús, cada día en nuestra vida personal, y también todas las veces que los santos se reúnen en Su Nombre.
Así venimos al primer punto de nuestro texto, en los versículos 34 y 35, que apunta que terminada la travesía, vinieron a la tierra de Genesaret, “Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos”. Fijémonos en estas palabras: “trajeron a él”. ¿A quién? Al SeñorJesucristo. Todos los enfermos de aquella zona fueron llevados a Él. Tenía que ser una multitud grande y de extraña apariencia, compuesta de todos los enfermos con una variedad de enfermedades y problemas. Era una multitud necesitada, y todos necesitaban al Señor. En nuestro texto, el Señor había llegado a la zona de Genesaret. Estaba cerca, pero todas las personas que querían ayuda tenían que salir de sus casas e ir al Señor. Tenían quereunirse con Él. Él tenía poder para curarles, para sanar como en Marcos 1, el caso del paralítico que fue llevado por cuatro amigos a la presencia del Señor. Los buenos amigos hacen esto, nos llevan o nos animan a ir al Señor. Los malos amigos y los enemigos nos alejan del Señor, o nos dicen que no vayamos a los cultos, y si les echamos cuenta, perdemos la bendición. Muchos pierden bendiciones y ayuda que podían haber recibido porque no están en los cultos con el Señor Jesús. Los que no van al Señor, no reciben el beneficio; se quedan en casa con sus problemas.
Segundo, dice el versículo 36, “y le rogaban”. Entonces, aquí vemos su ruego. En este caso querían tocar el borde de Su manto, pero lo importante no es el borde del manto, sino el hecho de ir al Señor y rogarle, pedirle lo que necesitaban. El Señor no va a hacer nada en nuestra vida si no oramos. El cristiano que no ora es un cristiano sin poder y sin bendición.
Ahora bien, rogar no es demandar, sino implorar. Es un acto de humildad y necesidad. Alguien dijo que la mejor oración sale de un corazón que tiene profunda necesidad. La iglesia de Laodicea no oraba mucho porque, como decía: “yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Ap. 3:17). La satisfacción y la comodidad en este mundo son impedimentos a la comunión con el Señor y al crecimiento espiritual. El materialismo y las diversiones matan el espíritu de oración. La gente cómoda prefiere quedarse en casa, o salir a un centro comercial con sus amigos. Los ricos no suelen orar sino por sus tesoros, para que no los pierdan.
Es curioso que en el culto de oración oramos más por algunas personas que ellas oran por sí mismas. Quiero decir, que cada semana intercedemos por ellas y sus problemas y motivos de oración, pero ellas ni siquiera se molestan en venir a orar. Estas personas quieren que oremos por ellas, pero no vienen para orar por los demás. No me refiero a los que no pueden venir, sino a aquellos que podrían pero no lo hacen. Cuando trabajaba en el taller de pintura, después de convertirme les dije que los jueves me marchaba a las 7:00 de la tarde, para ir a la reunión de oración. Trabajara las horas que ellos quisieron el resto de los días. Algunos no pueden hacer esto, pero yo sí, y era el deseo de mi corazón estar con los hermanos y orar. Quería y quiero estar en los cultos porque el Señor Jesús está en ellas, y cuando vamos a reunirnos estamos yendo al lugar donde el Señor está. Dios está en todas partes, es verdad, pero esto no quita que el Señor ha prometido especialmente Su presencia en las reuniones de los creyentes. Es importante ir a Jesús, cada día en nuestra vida personal, y también todas las veces que los santos se reúnen en Su Nombre.
Así venimos al primer punto de nuestro texto, en los versículos 34 y 35, que apunta que terminada la travesía, vinieron a la tierra de Genesaret, “Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos”. Fijémonos en estas palabras: “trajeron a él”. ¿A quién? Al SeñorJesucristo. Todos los enfermos de aquella zona fueron llevados a Él. Tenía que ser una multitud grande y de extraña apariencia, compuesta de todos los enfermos con una variedad de enfermedades y problemas. Era una multitud necesitada, y todos necesitaban al Señor. En nuestro texto, el Señor había llegado a la zona de Genesaret. Estaba cerca, pero todas las personas que querían ayuda tenían que salir de sus casas e ir al Señor. Tenían quereunirse con Él. Él tenía poder para curarles, para sanar como en Marcos 1, el caso del paralítico que fue llevado por cuatro amigos a la presencia del Señor. Los buenos amigos hacen esto, nos llevan o nos animan a ir al Señor. Los malos amigos y los enemigos nos alejan del Señor, o nos dicen que no vayamos a los cultos, y si les echamos cuenta, perdemos la bendición. Muchos pierden bendiciones y ayuda que podían haber recibido porque no están en los cultos con el Señor Jesús. Los que no van al Señor, no reciben el beneficio; se quedan en casa con sus problemas.
Segundo, dice el versículo 36, “y le rogaban”. Entonces, aquí vemos su ruego. En este caso querían tocar el borde de Su manto, pero lo importante no es el borde del manto, sino el hecho de ir al Señor y rogarle, pedirle lo que necesitaban. El Señor no va a hacer nada en nuestra vida si no oramos. El cristiano que no ora es un cristiano sin poder y sin bendición.
Ahora bien, rogar no es demandar, sino implorar. Es un acto de humildad y necesidad. Alguien dijo que la mejor oración sale de un corazón que tiene profunda necesidad. La iglesia de Laodicea no oraba mucho porque, como decía: “yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad” (Ap. 3:17). La satisfacción y la comodidad en este mundo son impedimentos a la comunión con el Señor y al crecimiento espiritual. El materialismo y las diversiones matan el espíritu de oración. La gente cómoda prefiere quedarse en casa, o salir a un centro comercial con sus amigos. Los ricos no suelen orar sino por sus tesoros, para que no los pierdan.
Qué triste es cuando algunos asisten a la reunión de oración como cosa aburrida, porque no andan en comunión con Dios, y desprecian la oración. Como no ven cuál es en realidad su gran pobreza y necesidad espiritual, no tienen muchas ganas de orar. Así es que en los países “afluentes” se quita la reunión de oración o son muy pocos los que asisten, y las iglesias languidecen.
Pero los de nuestro texto sabían bien que necesitaban ayuda. Asíque, fueron y presentaron sus peticiones a Él, no a los jefes de la sinagoga, no a un consejero profesional, un psicólogo, no a Su madre, no a los apóstoles ni a los ángeles ni a otros, sino directamente al Señor Jesucristo. ¿No sabéis, hermanos, que cuando estamos reunidos como asamblea, podemos en oración tocar el manto del Señor, porque Él está en medio? No pasemos por alto una oportunidad colectiva y nuestra responsabilidad espiritual. Para ser sanados, les era necesario acudir al médico bueno, poderoso y dispuesto a ayudar. Hoy en día lo mismo es verdad, que si queremos la ayuda del Señor, tenemos que tomar la molestia de ir areunirnos donde Él está.
En tercer lugar, el versículo 36 termina diciendo que “todos los que lo tocaron, quedaron sanos”. Esto nos demuestra el resultado obtenido. En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de cómo el pueblo clamó al Señor y Él, en respuesta, actuó poderosamente. Muchas veces los Salmos hablan de los hechos maravillosos de Dios. El poder de Dios no se agota. En Lucas 13:10-16 vemos el caso de aquella mujer que andaba encorvada, pero que estuvo aquel día en la reunión en la sinagoga, y el Señor le sanó. El Señor estaba presente y tenía poder para sanar. Pero si ella se hubiera quedado en casa ese día, no habría sido sanada. Recibió el beneficio porque fue a la reunión. Era la costumbre del Señor reunirse con el pueblo de Dios en la sinagoga, y debe ser nuestra costumbre reunirnos también con el pueblo del Señor y con el Señor mismo.
Pero los de nuestro texto sabían bien que necesitaban ayuda. Asíque, fueron y presentaron sus peticiones a Él, no a los jefes de la sinagoga, no a un consejero profesional, un psicólogo, no a Su madre, no a los apóstoles ni a los ángeles ni a otros, sino directamente al Señor Jesucristo. ¿No sabéis, hermanos, que cuando estamos reunidos como asamblea, podemos en oración tocar el manto del Señor, porque Él está en medio? No pasemos por alto una oportunidad colectiva y nuestra responsabilidad espiritual. Para ser sanados, les era necesario acudir al médico bueno, poderoso y dispuesto a ayudar. Hoy en día lo mismo es verdad, que si queremos la ayuda del Señor, tenemos que tomar la molestia de ir areunirnos donde Él está.
En tercer lugar, el versículo 36 termina diciendo que “todos los que lo tocaron, quedaron sanos”. Esto nos demuestra el resultado obtenido. En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos de cómo el pueblo clamó al Señor y Él, en respuesta, actuó poderosamente. Muchas veces los Salmos hablan de los hechos maravillosos de Dios. El poder de Dios no se agota. En Lucas 13:10-16 vemos el caso de aquella mujer que andaba encorvada, pero que estuvo aquel día en la reunión en la sinagoga, y el Señor le sanó. El Señor estaba presente y tenía poder para sanar. Pero si ella se hubiera quedado en casa ese día, no habría sido sanada. Recibió el beneficio porque fue a la reunión. Era la costumbre del Señor reunirse con el pueblo de Dios en la sinagoga, y debe ser nuestra costumbre reunirnos también con el pueblo del Señor y con el Señor mismo.
Volviendo al texto, al versículo 36, observemos que usa la palabra “todos”. No fue como entre los pentecostales y los carismáticos que mucho hablan de sanidades pero no tienen poder como el Señor, ni el poder del Señor. Cuando fue Cristo a la tierra de Genesaret, todos los enfermos fueron llevados a Él. Se vaciaron las casas, las aldeas y los pueblos, sin quedar enfermo en ellos. Todos los enfermos de aquella zona fueron llevados al Señor, y todos los que lo tocaron quedaron sanos. No la mitad. No los que “tenían fe” como oímos decir, sino “todos”. Esta sí fue una reunión de sanidades, y con este poder el Señor manifestó Sus credenciales como el Mesías de Israel.
Pero daos cuenta de esto, que los que no fueron y no lo tocaron, no fueron ayudados. El Señor Jesús no fue a sus casas; ellos tenían que acudira Él. El acto de acudir es en sí misma una expresión de necesidad y de la importancia que damos al culto y a la presencia del Señor. Hoy en día hay muchos que dicen cosas como: “¡Vaya! El Señor no te va a castigar por no ir al culto. Dios es bueno. ¿Para qué tantas reuniones?” “Quédate en casa conmigo”, “descansa un poco” o “vente a pasar el día en el campo con nosotros”. Y desgraciadamente algunos hacen caso a estos malos consejeros. Hermanos, no escuchemos las voces que quieren apartarnos de las reuniones con el Señor y Su pueblo, porque el diablo es quien les manipula para que hablen así. David dijo: “Yo me alegré con los que me decían, a la casa de Jehová iremos” (Sal. 122:1). ¡Hablemos como estos que anunciaron su intención de ir a la reunión, y también respondamos como David!
Acudamos a las reuniones para estar en la presencia del Señor, y enla reunión de oración busquemos de Él la ayuda espiritual que tanto necesitamos. Que el Señor nos avive y seamos sanados de la indolencia, la pereza y la apatía espiritual, de poca fe y todavía menos buenas obras. Si acudimos y clamamos a Él, Él es poderoso para actuar. ¿Quién sabe si en este próximo culto de oración el Señor nos contestará? Pero, ¿dónde estarás tú cuando los santos se reúnen para orar?
Pero daos cuenta de esto, que los que no fueron y no lo tocaron, no fueron ayudados. El Señor Jesús no fue a sus casas; ellos tenían que acudira Él. El acto de acudir es en sí misma una expresión de necesidad y de la importancia que damos al culto y a la presencia del Señor. Hoy en día hay muchos que dicen cosas como: “¡Vaya! El Señor no te va a castigar por no ir al culto. Dios es bueno. ¿Para qué tantas reuniones?” “Quédate en casa conmigo”, “descansa un poco” o “vente a pasar el día en el campo con nosotros”. Y desgraciadamente algunos hacen caso a estos malos consejeros. Hermanos, no escuchemos las voces que quieren apartarnos de las reuniones con el Señor y Su pueblo, porque el diablo es quien les manipula para que hablen así. David dijo: “Yo me alegré con los que me decían, a la casa de Jehová iremos” (Sal. 122:1). ¡Hablemos como estos que anunciaron su intención de ir a la reunión, y también respondamos como David!
Acudamos a las reuniones para estar en la presencia del Señor, y enla reunión de oración busquemos de Él la ayuda espiritual que tanto necesitamos. Que el Señor nos avive y seamos sanados de la indolencia, la pereza y la apatía espiritual, de poca fe y todavía menos buenas obras. Si acudimos y clamamos a Él, Él es poderoso para actuar. ¿Quién sabe si en este próximo culto de oración el Señor nos contestará? Pero, ¿dónde estarás tú cuando los santos se reúnen para orar?
Lucas Batalla