Tuesday, May 1, 2012

DIOS RESPONDE A LA ORACIÓN DE SALOMON (II)


(Parte II)


Texto: 2 Crónicas 7

8. El Pueblo Se Fue Alegre Y Gozoso De Corazón (vv. 10-11). Cuando un ministerio es bendecido por Dios se benefician todos. No pudieron olvidar lo que Dios hizo aquel día. ¿Quién no tendría alegría y gozo de haber visto una manifestación de la presencia y el poder de Dios? ¡Qué contentos aquellos cuyos ofrendas y holocaustos fueron consumidos por el fuego divino! ¡Que maravillados los que vieron la gloria de Dios llenar la casa! No cabía duda de que Dios había puesto allí Su Nombre. ¿Quién no se quedó impresionado después de escuchar la gran oración de Salomón, de ver el fuego y la gloria descender, de postrarse para adorar y alabar, y de pasar los días en santo compañerismo?  Habían recibido “los beneficios que Jehová había hecho...”. Hermanos, no debemos faltar en las reuniones si podemos evitarlo, porque en ellas hay beneficios de Dios para nosotros. Tampoco debemos ir al culto ni venir del culto con pesimismos. El versículo 11, hablando del tiempo posterior a estos días, dice: “fue prosperado”. 

9. Apareció Jehová A Salomón De Noche Y Le Bendijo (vv. 12-22). Aparentemente Dios lo despertó. Esto también puede pasar a nosotros – que Dios nos despierte de noche para que leamos Su Palabra porque tiene algo que decirnos en ella, o para que oremos por alguien que en este momento necesita intercesión. No todo pasa “de día”, pues “de noche” también trabaja Dios, y es cuando para nosotros hay menos distracciones.
¡Qué bueno es que Dios respondió y dijo: “Yo he oído tu oración”! ¡Qué ánimo esto debe darnos, sabiendo que Dios nos oye. El Salmo 116 comienza así: “Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas”. Hermanos, oremos, porque Dios nos oye, y Él responderá a Su tiempo y conforme a Su voluntad. Los propósitos de Dios no dependen ni de ti ni de mí, sino Él hará cómo y cuándo quiere. El Salmo 118:5 dice: “me respondió JAH”, y el 120:1 dice, “él me respondió”. Dios oyó a Samuel, a Ezequiel y a Daniel. Dios escuchó a Pablo y Silas y los sacó de la cárcel en Filipos (Hch. 16). Dios nos oye y responde. Pero, hermanos, ¿estamos perdiendo confianza en la oración sin darnos cuenta?
Además de asegurarle de que le había oído, en los siguientes versículos Dios enumera las bendiciones que habrá para la casa de Salomón y el pueblo de Israel, y luego pone las condiciones en el versículo 14, que consideraremos más tarde. En el versículo 15 dice: “estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar”. Si, podemos orar en todo lugar, y debemos orar sin cesar, es verdad. Pero también debemos reunirnos con el pueblo de Dios en el lugar de reunión designado por Él, y allí Él nos oirá. Hoy en día no tenemos un templo como en Jerusalén, pero la iglesia, la asamblea de los santos, es templo de Dios (1 Co. 3:16). Así que, todavía hay un lugar especial donde Dios quiere escuchar las oraciones de Su pueblo. ¿Quién no iría a la reunión de oración con una promesa así?
Pero en los versículos 19-22 Dios anuncia los juicios que vendrán si ellos no son fieles. Él quiere bendecir a Su pueblo. Ésta es Su disposición, pero Él no puede bendecir la desobediencia ni la maldad. ¡Cuántas veces repetía este mensaje a través de todos sus “siervos los profetas”. Jeremías fielmente anunciaba estas advertencias hasta que cayó Jerusalén bajo juicio de Dios. Dios es fiel a Su carácter y a Su Palabra, para bendecir o maldecir. Prestemos atención a las instrucciones y condiciones que Dios nos pone.

10. Dios Da Las Condiciones Para Ser Restaurados Y Bendecidos (v. 14). Este versículo importantísimo dice: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.  El versículo anterior menciona tiempos de castigo enviado por Dios sobre Su pueblo por alguna desobediencia, alejamiento o enfriamiento de su parte. Pero aunque Dios castigue a Su pueblo, Él también nos enseña el camino de restauración y bendición. 
Hemos visto muchas cosas maravillosas que sucedieron después de la oración de Salomón. Después, en el versículo 10, al terminar la dedicación, se fueron todos a sus casas. Pero en el versículo 12, Dios le aparece a Salomón y dice, en efecto, que Él no ha terminado. “Yo he oído tu oración”, le recuerda. En el versículo 13 le menciona castigos que podrían venir sobre el pueblo, como también hemos visto en el libro de Jeremías y en otros lugares. Este es el contexto del versículo 14, donde Dios da cuatro condiciones para salir de apuros.
1. “Si se humillare mi pueblo”. Lo dice al Su pueblo. Entonces era Israel. Hoy en día es la iglesia, somos nosotros Su pueblo, y lo que dijo a Israel es también buen consejo para nosotros. Habla de la humildad, de humillarse, que es un acto voluntario. La humildad nos conviene, porque es bajarse, es reconocer y confesar nuestro pecado y nuestra culpa. Pero hoy en día Dios no puede bendecir a Su pueblo porque tiene mucho orgullo y mucho egoísmo. El amor propio, tan popular en estos postreros tiempos, no cohabita con la humildad. Hay mucha altivez, como en los días de Jeremías, cuando el pueblo no quería hacer caso y resentía el ministerio de los profetas. Pasa lo mismo hoy en día – el pueblo “cristiano” rechaza a los que lo llaman al arrepentimiento y la vuelta a los viejos caminos de obediencia a la Palabra de Dios. No quiere escuchar sino cosas positivas y suaves. Esto es el orgullo, el egoísmo, la auto-importancia. Hay prepotencia, no humildad, y hay que bajarse, hay que bajarnos, humillarnos, porque si no, no habrá bendición. En nuestros tiempos la iglesia está enferma de soberbia y la falta humildad. Faltan gestos de humildad entre los hermanos. Por ejemplo, es una cosa sencilla, pero tiene su importancia, que antes, cuando un hermano o hermana faltaba en una reunión, venía luego y decía algo así: “Perdonadme hermanos que no pude estar el domingo porque estuvimos de viaje y no llegamos cuando pensábamos”. Pero hoy no dicen nada, y no quieren que nadie les diga nada. Algunos parecen casi que están esperando que alguien les diga algo, para que tengan excusa para marcharse. En otros casos es porque  tendrían que decir: “No vine porque me fui de visita a una iglesia más liberal” o “porque estuve en la playa” o “porque estuve con unos amigos no creyentes”, o “me quedé en casa viendo la tele”, y claro, da vergüenza decir estas cosas, así que, por no humillarse, no dicen nada. La falta de humildad impide que hagamos preguntas, porque esto revelaría que no lo sabemos todo. La falta de humildad impide que seamos generosos en las ofrendas, porque queremos lo nuestro para nosotros mismos. Y hay muchos más ejemplos y manifestaciones de falta de humildad, pero basta con esto decir que Dios no bendice al pueblo que no se humilla. 
En 1 Reyes 21 tenemos un ejemplo de uno que se humilló, ¡y era incrédulo, sí, el rey Acab! Los versículos 1-16 enseñan cómo él, dirigido por su malvada esposa Jezabel, obraron para matar a Nabot y apoderarse de su viña. Luego en los versículos 17-26 le viene una fuerte reprensión de Dios por medio de Elías, prometiendo castigo divino por haber hecho mal, siendo incitado por su mujer (v. 25). Lo sorprendente es que en los versículos 27-29 Acab se humilló. Dice: “anduvo humillado”, y Dios lo dice así, y le retuvo el castigo porque se humilló. La humildad agrada a Dios y le dispone a ayudarnos. En nuestro caso, la humildad trae bendición y ayuda, y fortalece la comunión cristiana. Cuando no hay humildad, es difícil tener comunión entre hermanos.
Pero el máximo ejemplo de la humildad fue el Señor Jesucristo, en Filipenses 2, donde se le presenta como ejemplo hermoso a seguir. El versículo 5 dice: “haya, pues, en vosotros, este mismo sentir que hubo en Cristo Jesús”.  El versículo 8 dice que Él “se humilló”, y en el versículo 9 vemos que Dios le exaltó. Si el Señor Jesucristo pudo humillarse así, ¿quién de Sus seguidores no puede o no debe humillarse? Creo que sabemos muy bien la respuesta, pero ¿qué haremos? Lo nuestro no es exaltarnos, sino humillarnos.
2. “Y oraren”. Primero la humildad, y después, orar en humildad. Si oramos con orgullo, con altivez, con egoísmo, con pecados no confesados o conflictos no resueltos humildemente, estamos perdiendo el tiempo. Pero hoy en día el pueblo ora menos que nunca. Las reuniones de oración están desatendidas, porque la gente no ora mucho en casa, no da importancia a la oración, ni siente gran necesidad de ella. La oración es confesión de necesidad. Laodicea no ora, porque piensa que“de ninguna cosa tiene necesidad”, y vivimos en tiempos de Laodicea, que es lo que más caracteriza las iglesias en nuestro tiempo. Pero tenemos gran necesidad, y debemos humillarnos y orar.
3. “Y buscaren mi rostro”. El propósito de buscar el rostro de Dios es tener comunión con Él, saber lo que Él piensa y quiere para nuestras vidas, y agradarle en todo. En el Salmo 105:4 leemos el consejo dado a todo creyente: “Buscad a Jehová y su poder; buscad siempre su rostro” (1 Cr. 16:11).  David expresa su propósito así: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”. Y luego en el versículo 8 afirma:  “tu rostro buscaré”. Son pocos los que buscan su rostro, que quieren pasar tiempo en Su presencia todos los días de su vida. Para muchos una hora a la semana es un gran “sacrificio”. ¿Cómo podemos crecer en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 P. 3:18), si no tenemos tiempo cada día para contemplar Su hermosura y inquirir Su voluntad? El que no tiene ni tiempo ni deseo para estar en la presencia de Dios, ¿para qué querría ir al cielo? ¡Es lo que vamos a hacer allí! Pero el que se humilla, buscará la comunión divina, y encontrará dirección y bendición.
4. “Y se convirtieren de sus malos caminos”. Esto también requiere humildad. La soberbia y el egoísmo  conduce a ser, como Israel: “pueblo duro de cerviz”. Jeremías en 6:16 llama al pueblo a pararse y buscar el buen camino, las sendas antiguas. La respuesta del pueblo fue “no”, como muchos también dicen hoy en día. No quieren ceñirse a la Palabra de Dios, sino que buscan novedades, modernismos, el ponerse al día con el mundo, las últimas innovaciones evangélicas, etc. Los caminos del hombre son malos. Los caminos del pueblo de Dios cuando no hace caso de la Palabra de Dios, también son malos. Es malo no hacer lo que Dios dice. Tenemos muchas instrucciones para vidas piadosas e iglesias santas y ordenadas en el Nuevo Testamento, pero ¿quién las quiere seguir hoy en día? Es malo predicar un evangelio “light” que no convierte de verdad a la gente. Es malo hacer la iglesia atractiva al mundo, trayendo la mundanalidad a los hogares cristianos, a los jóvenes, a las reuniones de la iglesia. No se pueden mezclar lo del mundo con lo de Dios. La luz y las tinieblas no tienen nada en común (2 Co. 6:14-7:1). ¿Cuándo vamos a humillarnos, admitir que hemos hecho mal, y volver a obedecer al Señor? Como dice el himno: “Obedecer, y confiar en Jesús, es la senda marcada, para andar en la luz”. ¿Cómo podemos predicar arrepentimiento y conversión a los del mundo si nosotros somos demasiado orgullosos u obstinados para cambiar y obedecer al Señor? Si no hay arrepentimiento y conversión entre los llamados “cristianos”, no habrá bendición sino castigo como Dios promete al terminar nuestro capítulo (2 Cr. 7:19-22). El Señor dice a la iglesia en Laodicea que la vomitará de Su boca. ¡Tomemos nota!
Pero si nos humillamos, oramos, buscamos Su rostro y nos convertimos de nuestros malos caminos,  entonces el Señor promete hacer tres cosas. “Oiré...perdonaré sus pecados, y sanaré...”  Dios oye a los humildes y arrepentidos. Él los perdona y sana su tierra – esto es, quita el castigo que había enviado (la sequía, pestilencia, etc.). Este versículo es una gran promesa que sale del corazón de Dios, porque Él quiere bendecir a Su pueblo. ¿Queremos Su bendición? Tomemos la receta divina, y esperemos en Dios. No hay otro camino. Que así sea para la honra y gloria del Señor.                                            

  de estudios dados por L. B. en abril y mayo del 2008 

DIOS RESPONDE A LA ORACIÓN DE SALOMÓN


(Parte I)


Texto: 2 Crónicas 7:1-22

      En este capítulo Dios nos informa del resultado de la oración de Salomón al dedicar el templo. Vemos aquí en los versículos 19-22 que Dios advierte acerca del castigo que vendrá si no le obedecen, tal como luego diría por boca de los profetas, como vemos en Jeremías por ejemplo. Pero en la primera parte del capítulo, en la dedicación del templo, y después de la oración dedicatoria de Salomón, hay resultados buenos e importantes que considerar. Considero que hay al menos diez cosas que sucedieron como resultado de su oración, y ellas deben motivarnos a orar más.
Una vez terminada la construcción del templo, con tantos albañiles, carpinteros, etc., con todo el oro puro, las piedras preciosas incrustadas, el arca del pacto colocado en su lugar, todo magnífico – sólo faltó la presencia de Dios.
En los versículos 1-3 vemos como vino la manifestación de Su presencia. Ellos sacrificaron y oraron, y terminaron, Dios respondió con fuego y Su gloria llenó la casa. Ellos hicieron todo lo que pudieron, y acabaron su obra, pero ahora Dios es el que obra. Dios todavía tenía qué decir y hacer respecto a esta casa. Dios les advierte que no terminaba todo con hacer y dedicar el templo – lo más importante era la vida de Su pueblo, su devoción, piedad y lealtad. Con nosotros también es así. Puede que tengamos un hermoso lugar de reunión, pero es sólo una parte. Lo más importante no es el edificio, sino la condición del pueblo. En el capítulo 6 Salomón dedicó el templo con una gran oración dedicatoria, y entonces viene en el capítulo siete esta enseñanza alentadora para cada uno de nosotros. Lo que sucede en el capítulo 7, “cuando Salomón acabó de orar” nos enseña lo importante que es la oración. Lo que falta en el pueblo de Dios hoy es la oración – el pueblo no ora, no acude a la presencia de Dios, no intercede, no adora, etc. Al pueblo de Dios le faltan oraciones como ésta, y quizás sea porque muchos no oran ni en privado ni en público. Mis hermanos, la oración es poder, es aliento vital. Recordemos siempre esta frase: “cuando Salomón acabó de orar”, porque es cuando las cosas empiezan a suceder, después de la oración. Uno dijo una vez: “No entiendo mucho de la teología de la oración, pero esto sí entiendo: cuando oro, cosas suceden, y cuando no oro, no suceden”.
1. Descendió Fuego (1:1, compara Hch. 4:31). Dios lo envió. El fuego en la Biblia es uno de los símbolos de la presencia divina, como por ejemplo en el caso de Moisés cuando vio la zarza ardiente. El fuego también es instrumento de purificación, y de iluminación. Cristo comparó a Juan el bautista con una antorcha que arde y alumbra. El fuego que descendió manifestó poder de lo alto. Es algo que calienta con gran energía, quema las escorias, consume el sacrificio y manifiesta la aprobación divina. Y respecto a la oración, de alguna manera ella nos purifica, invita a Dios a actuar, nos alienta, genera energía espiritual. También en Hecho 4:31 que después de la oración de los creyentes, Dios actuó y manifestó Su poder y aprobación. Nuestras vidas personales y nuestras reuniones de iglesia necesitan el efecto sano y santo del fuego de Dios.

2. Consumió Las Víctimas Y El Holocausto (1:1).  Al consumir los sacrificios, Dios manifestó que los aceptó, como aceptó el de Abel, y no el de Caín (Gn. 4). Había sacrificios puestos sobre el altar antes de orar. Dios acepta a aquel que se acerca con espíritu de oración y sacrificio. Al venir, debemos  haber orado antes, preparando la reunión y también a nosotros mismos. Si tratamos de improvisar y venimos no preparados, es posible que Dios no acepte nuestros sacrificios de alabanza ni las ofrendas presentadas (Pr. 15:8). Antes de testificar, debemos orar. Antes de ofrendar, debemos orar. La oración de los rectos es Su gozo, porque en ella se ve un corazón inclinado a Dios y que desea Su presencia y bendición.

3. La Gloria de Jehová Llenó La Casa (1:1-2). ¿Sabéis qué es la gloria de Jehová? No es la vanagloria del mundo ni la del hombre. Es una manifestación de Su excelencia. La nube esplendorosa de Su gloria, brillante con Su majestad y poder (v. 3), era visible. La vieron todos. En el versículo 2 vemos que era imponente – no pudieron entrar – la casa estaba llena. La presencia divina se manifiesta en nuestra vida cuando oramos – es una forma de tener comunión íntima con Dios. Se postraron y adoraron cuando Dios manifestó Su gloria. Sabían que Él estaba allí, y esto pasó “cuando Salomón acabó de orar”, implorando la presencia y bendición del Señor. La gloria de Dios es Su majestad visible, la magnificencia, el resplandor, la belleza de Dios. Al ver la gloria, seguro que todos apreciaban más al Señor. Y Dios quiere que su gloria se vea entre nosotros, que no seamos como los del mundo, quienes no teniendo gloria ni conociéndola, intentan hacerse gloriosos con la cosmética y la joyería, con la jactancia y los aplausos, etc., porque sus vidas están vacías. Dios quiere llenar nuestra vida, pero muchas veces no tiene cabida porque no le dejamos.

4. No Podían Entrar Los Sacerdotes (v. 2). Al entrar Dios con Su gloria de esta manera, no había intervención ni protagonismo humano. Puede que a veces tanta actividad entre los evangélicos sea indicio de la falta de Dios en su medio. Nada hay para impedir la carne y la actividad constante: programas especiales, seminarios, retiros, conciertos, convenciones, campañas, etc. Me parece que muchas veces llenan el vacío con actividad, en lugar de parar y apreciar la presencia de Dios. 
Hay cosas que debemos hacer, porque son nuestra responsabilidad humana. Pero hay otras cosas que sólo Dios puede hacer. En las reuniones nuestras, tampoco tiene que haber constantemente ruido y actividad nuestra. Es bueno que usemos la voz para leer las Escrituras, orar y cantar en alabanza de nuestro Dios. Pero a veces el silencio es bueno también, cuando es meditativo, cuando Dios está obrando en los corazones y guiando los pensamientos. No hay que hablar simplemente por romper el silencio, si el silencio es porque Dios llena la casa y nuestros corazones. Pero si es silencio de pereza, de manos vacías de no venir preparado, si es silencio de no estar en una actitud de comunión, o porque la cabeza está llena de películas y partidos de fútbol vistas la noche anterior, entonces no es buena. Pero hay veces cuando Dios nos guía en las meditaciones y estos silencios que aprecian Su presencia y obra son buenos.

5. El Pueblo Vio El Fuego Y La Gloria Y Reaccionó (v. 3). Mirad qué buen efecto hubo en ellos al ver estos símbolos de la presencia divina. Primero, el pueblo se postró en el pavimento. No fue nada cómodo, como en los templos católicos donde ponen almohadas para arrodillarse. La oración verdadera siempre conduce a la humillación, primero y lo más importante, un espíritu humilde, pero el pueblo también lo demostró con la postura. Segundo adoraron a Dios, y tercero, le alabaron diciendo: “porque él es bueno, y su misericordia es para siempre”. El pueblo no pensó en sí mismo, sino en Dios, porque estar cerca de Dios nos libra de estar ensimismados. Adoraron y alabaron, esto es, fijaos, hablaron directamente a Dios diciendo estas cosas. Nadie dio un sermón, “un pensamiento” ni “una palabra de ministerio o exhortación”, como a veces nos pasa en la cena del Señor, sino que adoraron y alabaron a Dios, como los de Apocalipsis 4 y 5. La adoración y la alabanza vienen de los que están totalmente ocupados con la Persona de Dios. Y qué cosas básicas dijeron: “El es bueno”. ¿No lo sabemos todos? Sí, por supuesto, pero es nuestro privilegio expresarlo. “Su misericordia es para siempre”.  Su eterna misericordia significa, hermanos, entre otras cosas, que no se puede perder la salvación. Si Dios salvara a alguien y luego dejara perderse esta persona, Su misericordia no sería para siempre. Pero es para siempre, y no nos cansaremos de recordar esto con gratitud.

6. El Rey Y Todo El Pueblo Sacrificaron Víctimas (vv. 4-6). No vale la grandeza ni el poder político delante de Dios. Alguien dijo que toda la tierra al pie de la cruz tiene el mismo nivel – allí nadie es más alto o bajo que otro. Lo mismo pasa ante el trono de Dios, en Su presencia somos todos pecadores redimidos. Grandes y pequeños son iguales delante de Dios. El rey estaba como uno más ante el altar.
Pero, mirad qué gran cantidad de sacrificios: indican la generosidad. La oración también nos motiva a ser generosos y presentar ofrendas a Dios. Pero hoy en día, en la obra de Dios hay mucha carencia y necesidad. Pocas han sido las veces que han sobrado ofrendas, cuando el pueblo ha ofrendado tanto que los obreros del Señor no necesitaron más y tuvieron que decir “basta” o impedir al pueblo que ofrendara (Éx. 36:5-7). Ciertamente no pasa esto hoy; no hay abundancia, y una de las razones es que pasamos poco tiempo en oración, poco tiempo consagrándonos, poco tiempo en la presencia de Dios donde Él puede guiar nuestros pensamientos y sentimientos para que demos a los obreros Suyos que lo necesitan. Al no hacer esto, entonces muchos vienen a las reuniones no preparados realmente por Dios para ofrendar, sino que dan lo que pillen en el bolso o el bolsillo al momento. Dios quiere que traigamos ofrendas y sacrificios a propósito, y que seamos generosos en ellos.

7. Se Hizo Fiesta Siete Días (vv. 7-9). Esta fiesta no era de calendario, cosa programada anualmente, sino asociada con la dedicación del templo y la manifestación de la presencia de Dios. Hubo alegría, gozo y alabanza, todo en un ambiente espiritual, en medio de un pueblo consciente de la presencia divina. El pueblo disfrutó la comunión y las cosas del Señor, y en parte la oración de Salomón les preparó para esto. Hoy en día el pueblo se queja de reuniones largas, de predicadores “largueros”. A algunos no les importa ver un partido de fútbol o una película que dure dos horas,  o pasar todo el día en el campo, en la playa o la montaña, pero si tienen que estar en una reunión más de una hora se ponen nerviosos. Estas cosas no deben ser así.  ¿Estarán verdaderamente pensando en Dios y gozándose de Su Palabra y la comunión de los santos? Lo dudo seriamente. En Jerusalén aquel día hubo “una gran congregación”, todos, no una pequeña parte. ¡Qué diferencia entre ellos y nosotros, cuando hoy en día en una reunión de oración entre semana, o el culto de domingo por la tarde, sólo vienen unos poquitos fieles. Pero ¿dónde están los demás, los que vienen a “hacer acto de presencia” el domingo por la mañana y nada más? ¿Qué harían estos “domingueros” si tuviéramos un compromiso espiritual que durara siete días, como en la dedicación del templo, o en las fiestas de Jehová que se celebraban cada año? Pensémoslo.

de un estudio dado por Lucas Batalla en abril y mayo de 2008