Monday, July 11, 2016

EL IMPACTO DE UNA VIDA FIEL (Pablo ante los efesios)

Texto: Hechos 20:17-38

El apóstol Pablo estaba seguro de decir a los ancianos de la iglesia en Éfeso que no vería más sus rostros. Es triste pero verdad que en la vida llegamos al momento cuando no veremos más a ciertas personas. Para los creyentes la separación es temporal, pero para los incrédulos es para siempre. El inconverso va solitario a la eternidad, al castigo eterno, y no tendrá amigos ni compañía allá. Pero ¡cuán grata la reunión de los creyentes en la casa del Padre, el lugar donde como dice el himno: “Jamás se dice adiós allá”.
    Pablo iba a estar separado de estos hermanos y tenía cosas importantes que decirles en la despedida. Iba confiado porque sabía que les había enseñado todo el consejo de Dios. Por tres años de noche y de día no había cesado de amonestar a cada uno.
    Por causa de la verdad había venido a ser enemigo de muchos, y conocía bien la persecución. Pero tenía delante suyo a unos hermanos levantados y enseñados para el cuidado pastoral de la asamblea en Éfeso. Si en las iglesias en España se hubiera predicado y enseñado como Pablo, ¡qué diferencia habría hoy! Pero ahora parece que ha venido el tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina – no quieren oir cosas así. Hoy si hiciéramos una reflexión profunda, diríamos que las iglesias en muchas partes carecen de ministerio consagrado como el de Pablo, y de hombres consagrados como Timoteo, como considerábamos en el estudio anterior. Pablo les había instruido no sólo en el evangelio, sino también en la piedad y en todo lo que fuese útil (v. 20). La piedad sigjnifica cambios prácticos en la vida, pero no se enseña esto en muchos lugares hoy. Puedes decir muchas cosas en ministerio pero no te metas con la vida práctica, la familia, el matrimonio, los hijos, el trabajo, las prioridades, el dinero, las diversiones, etc. A los evangélicos no les molesta la teología en general, y los estudios secos, teóricos, de la Biblia, o las anécdotas, etc. pero la aplicación práctica de la piedad es otra cosa. Además, en las iglesias falta  liderazgo piadoso, algunos son más bien profesionales, y otros como funcionarios o dueños de tiendas que abren y cierran las puertas, ponen y apagan las luces a la hora señalada, y atienden a los que acuden para que estén a gusto – y poco más. Es como una vocación, como religiosos, pero mundanos, no como espirituales. Y tenemos que orar mucho al Señor pidiéndole que mande hombres consagrados. Y si los manda, hay que hacerles caso.
    Pablo fue un hombre radical, fue cambiado de perseguidor en perseguido. Hubo un cambio radical en su vida, y luego él influyó en Timoteo así como hemos visto en otro estudio. Timoteo aprendió de Pablo no sólo doctrina apostólica sino la vida de piedad, la práctica del cristianismo – “mi proceder en Cristo” (1 Co. 4:17). Aprendió la piedad y consagración de un hombre así, y los que no son así no pueden enseñarlo con eficacia. Por eso el mundo va ganando terreno ante una iglesia cada vez más mundana e impotente. Hoy en día se escucha hablar de “iglesias muertas” pero no hubo nada así en tiempos de los apóstoles.
    Y Pablo enseñaba a todos (v. 21) “arrepentimiento y fe”. Hay que arrepentirse de lo que desagrada y ofende a Dios, de lo que es inútil y malo. Hoy con el ambiente de tolerancia y respeto mutuo, la gente no ve por qué arrepentirse. Pero Pablo no aceptaba lo que Dios no, y demandó el arrepentimiento porque es lo que Dios demanda. Hermanos, Dios no tiene dos palabras, si nos dice “arrepentíos”, no va luego a retirar esto o enmendarlo. Del apóstol ellos habían aprendido “todo el consejo de Dios” (v. 27), tuvo un ministerio completo, no retuvo nada, ni se quedó hablando siempre y solamente de un tema favorito. La Biblia tiene 66 libros y el consejo de Dios es grande. Hay que enseñarlo todo.   
    Debido a esa clase de presencia y ministerio ellos tenían una gran responsabilidad (v. 28). “Por tanto, mirad por vosotros y por todo el rebaño”. Hoy esto se descuida mucho, pero especialmente la primera parte – la atención a la condición espiritual de los líderes, que ellos mismos deben poner y no descuidarse. A Timoteo Pablo le exhortó así: “ten cuidado de ti mismo, y de la doctrina...”. No es introspección sino vigilancia y diligencia en la vida y el carácter, y también en la doctrina. Hoy también la sana doctrina es descuidada y a los que insisten en ella se les llama “estrictos”, “severos”, “cerrados” y cosas así. Pero al Señor le importa la sana doctrina, pues no estamos autorizados a enseñar otra cosa.
    En los versículos 29 y 30 les advirtió que venían peligros – desde fuera y dentro. Había que vigilar y cuidar la entrada y también la fidelidad e integridad del ministerio. Hoy es todavía más necesario. Hoy vienen de seminarios e institutos y enseñan cosas liberales o viven de manera que desvía y daña al rebaño. Los dos tipos de ataques son peligrosos, pero el más dañino tal vez es el que viene de dentro, de personas que ya están en la comunión de la iglesia pero se levantan diciendo cosas perversas, buscando arrastrar tras sí a los discípulos. Quieren sacar un grupo y ser el líder. Quieren tomar seguidores de la iglesia e ir a formar un grupo nuevo con las ovejas robadas. Algunos incluso han entrado en iglesias con esto como agenda personal, buscando a través de contacto personal llevarse a la gente. No es nada nuevo. Pero la instrucción apostólica es velar, vigilar, para poderlo detectar y parar, porque cosas así dañan a la iglesia.
    En el versículo 31 vemos que por tres años no cesó de amonestarles. Pregunto: ¿Qué iglesia hoy soportaría tres años de amonestación día y noche? Si hubo razones entonces, ¡más hay ahora! Amonestar no es reñir, es advertir, enseñar y corregir como dice Pablo: “con lágrimas”. En Éfeso existía una idolatría muy arraigada – el culto a Diana de los efesios – y el enemigo era fuerte allí. Pero Pablo luchaba constantemente para sacar adelante a la iglesia y encaminar bien a los hermanos. No una o dos veces a la semana sino “día y noche”. ¡No vemos que Pablo tuviera mucho tiempo libre, tiempo de ocio! Había tomado su cruz para seguir al Señor, y su vida era un sacrificio vivo: “para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Es trabajo hacer obra pionera, y es trabajo sacar adelante a una iglesia en este mundo. Requiere hombres consagrados y entregados, no perezosos sino dispuestos a negarse, privarse, soportar penalidades, y en general desvivirse para la obra del Señor. Nada de tomar un mes de vacaciones, de siempre estar dejando la obra para ir a visitar familia, etc. ¡A trabajar! Como dice el himno:
 
    ¡Trabajad! ¡Trabajad! Somos siervos de  Dios.
    ¡Seguiremos la senda que el Maestro trazó!
    Renovando las fuerzas con bienes que da,
    El deber que nos toca cumplido será.
    ¡Trabajad! ¡Trabajad! ¡Esperad, y velad!
    ¡Confiad! ¡Siempre orad! Que el Maestro pronto  volverá. 

Amados, no se puede hacer la obra del Señor sólo a ratos perdidos, en momentos libres. Hay que sacrificar, por amor al Señor y a las personas. Lo curioso es que muchos se sacrifican para estudiar y sacar una carrera, para subir en el trabajo, para destacar en el deporte, o en la música u otra cosa, pero no para la vida espiritual ni la obra del Señor. Es trabajo constante. Si no está con los creyentes, está estudiando, orando por ellos, o está afuera testificando. Pablo no cesaba de trabajar y servir al Señor. Entonces, después de haber servido así entre ellos, en el versículo 32 les encomienda al Señor y a Su Palabra. Había hecho bien su trabajo y podía dejarlos en manos del Señor.
    En los versículos 33-35 les recuerda que no lo había hecho buscando dinero, sino el bien de ellos. No es una carrera, una vocación, sino un sacrificio. Cita las palabras del Señor Jesucristo: “Más bienaventurado es dar que recibir”. Hoy parece que pocos lo creen, pero todavía es verdad. Somos salvos para dar, no para que nos den, y hay gozo en ofrendar así y ayudar a otros. Habría que preguntar quién tiene hoy esa bienaventuranza.
    Entonces, en los versículos 36-39 se despidió de ellos orando de rodillas, y ¡qué escena tenía que ser aquella! Les dolía la despedida, pero ¡qué reunión tendrán en el cielo! Allá, el Señor promete: “descansarán de sus trabajos” (Ap. 14:13).
    Hermanos, todavía estamos en este mundo con oportunidad de servir al Señor. Tenemos que mirar por nosotros mismos y saber bien lo que creemos y por qué. Tenemos que mantener lo que el Señor dice en Su Palabra. No hay rebajas en ella. Aunque digan que somos fanáticos, radicales o estrictos, tenemos que responder que estamos asidos de la Palabra de Dios. El Señor no está con la muchedumbre sino con los creyentes fieles, sin importarle cuántos son, así que cobremos ánimo y vayamos adelante, esperando la venida del Señor. Amén.

RECHAZADO


Texto: Hechos 18:5-11

Duele mucho ser rechazado cuando testificamos, pero así es el mundo en que nos toca vivir. No sólo le rechazan al Señor, que es lo peor, sino que también a nosotros – y esto nos hace difícil el trabajo, porque como seres humanos que somos, con nuestros debilidades y fallos, nos cuesta soportar el rechazo y mantener el ánimo.
    El apóstol Pablo aparentemente acabó tan dolido por esa reacción mencionada en el versículo 6, “oponiéndose y blasfemando”, que luego el Señor tuvo que acercarse (vv. 9-10) para animarle y prometerle protección. La promesa que le dio todavía está vigente en nuestros días.
    Cuando hablemos de Cristo el diablo se enfurece, y lo expresa en la cara y la voz de los inconversos – puede ser un vecino, un amigo o nuestra propia familia – pero nos trata con rechazo, desprecio, y hasta blasfeman a veces. Esto es duro de soportar, nos duele ver y sentir la dureza del ser humano ante el amor y la verdad de Dios. Pero recuerda que Dios lo tiene que ver y oír todos los días, muchísimo más que nosotros, y Él nos llama a la comunión con Él. Así que aun en lo que sufrimos porque testificamos tenemos comunión con el Señor. Mejor es identificarnos con Él, pues 2 Timoteo 2:12 promete: “Si sufrimos, también reinaremos con Él”.
    Cada día la gente se vuelve más dura, resistente y antipática, pero el Señor sufrió en la cruz para traernos el evangelio y debemos ser fieles anunciadores. A Él le tocó morir por los pecados de la humanidad; a nosotros nos toca anunciar Su muerte y resurrección. Visto así, es un privilegio y una gran responsabilidad. Debemos ser incansables y no tímidos en el trabajo que el Señor nos encargó. Él dio la cara por nosotros en la cruz, y podemos dar la cara por Él ante los inconversos, pues nunca vamos a sufrir tanto como Él.
    En 2 Timoteo 3:12 se nos dice que “todo el que quiere vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerá persecución”. Realmente tenemos que esperar esa reacción, pues el Señor mismo nos advirtió de antemano, en Juan 15:18-20 y Juan 16:2 y 33.
    El Señor quiere que recordemos que si nos rechazan por Su causa, somos bienaventurados. Pero no si nos rechazan por nuestro carácter malo, fallos, inconsideración, etc., sino por causa de Cristo. Si un creyente se porta de forma descortés, falta respecto, no hace bien su trabajo u otros cosas así, luego no diga: “me persiguen” cuando la gente reacciona, pues es culpa suya y no tiene nada que ver con el Señor. No usemos el nombre del Señor como excusa para justificarnos si hacemos mal y sufrimos por ello. La Palabra dice: “ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno” (1 P. 4:15).
    Pero somos todos llamados a seguirle al Señor y anunciar fielmente Su mensaje, aun pese a las reacciones negativas: la crítica, el rechazo, el ostracismo, la blasfemia y aun la violencia. Hechos 18 habla de la reacción violenta de la gente en Corinto, de la sinagoga, y debemos saber que los religiosos a veces se portan peores que otros. El Señor le dijo (v. 10) “estoy contigo” y “ninguno pondrá sobre ti la mano”. Con esto le motivó a seguir las órdenes del versículo anterior: “no temas, sino habla, y no calles” (v. 9). Había que seguir predicando en Corinto. Ora por los rechazadores (Mt. 5:44), encomienda el caso al Señor (1 P. 2:23), y sigue sirviendo al Señor. Antes, en Filipos Pablo había sido acusado falsamente, azotado y encarcelado. Luego en el templo en Jerusalén le asaltaron queriendo matarlo (Hch. 21:30-31), pero cuando le rescataron de la turba los soldados romanos, enseguida él quiso predicar a esa misma multitud. ¡Cuánto le agrada al Señor tener fieles mensajeros así!
    David dijo en el Salmo 23:5, “aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores”. El rechazo trae angustia – los familiares y amigos que no quieren escuchar, que critican y se ponen duros, incluso blasfeman – esto nos duele porque ellos así se convierten en nuestros angustiadores.
    Pero el Señor da poder diario para sufrir cosas así y todavía serle fiel y seguir adelante. No bajemos la guardia, ni tiremos la toalla, porque es exactamente lo que el diablo quiere. Hagamos la voluntad del Señor, no la del diablo.
    David dijo: “mi copa está rebosando”. El que tiene sus fuentes en Dios tiene recursos suficientes para caminar en un mundo opuesto al Señor y al evangelio. El Señor nos apoya, nos anima, y nos dará bendición ahora y sobre todo en Su casa para siempre. Seámosle fieles ante la oposición y la dureza de otros. “No temas, sino habla, y no calles” (Hch. 18:9). Amén.