Friday, May 30, 2014

LA OBEDIENCIA DE LA FE

Texto: Hebreos 11:17-22

     La fe es importante no sólo en la salvación sino también en la vida del creyente. Esto debe ser obvio por el espacio dedicado al tema de la fe en Hebreos 11. Abraham es un buen ejemplo puesto delante de nosotros, y muy bien se le llama padre de la fe. Él pasó por varias situaciones difíciles en su vida y fue probado, pero salió aprobado. Además de admirarle, debemos aprender de su ejemplo y seguirlo.
    El versículo 17 habla de una de las pruebas, cuando Dios le mandó ofrecer a Isaac, su hijo único. Dios también nos probará para ver si vamos a confiar y obedecer. En las pruebas, mis hermanos, manifestamos nuestra disposición. Hoy muchos llamados creyentes se comprometen a medias con el Señor. Queremos ser salvos, y bendecidos, pero no queremos obedecer, sacrificar y seguir. Le regateamos a Dios todo lo que podemos. Pero no fue así con él que aquí es presentado como ejemplo de la fe. El cristianismo hoy está en una condición débil y superficial. Muchos dicen que creen, pero es más un asentimiento intelectual que una confianza inquebrantable. La única manera que muchos siguen es si se les consiente una vida no como la que la Biblia manda. Una fe superficial, falsa, fingida, no aguanta las pruebas. Muchos son los que han sido bautizados, tienen la Biblia, pero viven de cualquier manera menos por la fe. Sus vidas no se parecen en nada las vidas de fe que la Biblia nos enseña. Es un nuevo cristianismo “light” (liviano) que no es digno de ser llamado cristianismo.
    Pero volviendo a nuestro texto y esta prueba de la fe de Abraham, Dios le había traído en el camino de fe ya por años, enseñándole, y Abraham iba aprendiendo y creciendo en la fe. Dios le había prometido una prole impresionante, una multitud de descendientes, pero todo tenía que venir por su hijo Isaac. Dios llama a Isaac el único hijo de Abraham (Gn. 22:2), aunque Ismael había nacido antes, pero no contaba como hijo de fe, pues era hijo de la carne y la impaciencia. En cambio, la promesa de multitud de descendientes debía cumplirse en Isaac, y es precisamente allí que Dios tocó y probó a Abraham, pidiendo el sacrificio de Isaac. Pero lo que Dios pide no es injusto. Él sabe lo que dice. Génesis 22:1 dice: “Después de estas cosas”, lo cual indica que ya habían pasado otras cosas y lecciones, pero Dios seguía enseñando a Abraham, porque la escuela de la fe dura toda nuestra vida. Así que, leemos a continuación: “probó Dios a Abraham”. Es una prueba con buen propósito. Le llamó y Abraham respondió: “heme aquí”, que es como decir: “¿qué quieres que haga?” Esto es algo que quizás muchos cristianos hoy en día no le han preguntado, ni desean hacerlo. 2 Corintios 13:5 dice: “probaos a vosotros mismos, si estáis en la fe”. Es una prueba buena y necesaria, porque algunos profesan conocer a Dios pero no son del Señor.
    Leyendo Génesis 22:2, vemos que básicamente Dios le pidió todo, y por cierto lo mejor y más precioso. Todo su futuro y las bendiciones prometidas estaban en Isaac. ¿Quién puede decir que ha entregado todo a Dios? ¡Pocos! La fe nos conduce a sacrificar y confiar a Dios lo que cuesta. Y el Señor le dio instrucciones específicas acerca de cómo hacerlo. Le hizo permanecer atento y dependiente de Dios, al decirle: “que yo te diré”. Hay que hacer las cosas que Dios dice, si queremos vivir por la fe. Pero hoy muchos no quieren seguir las instrucciones divinas, sino hacer las cosas como les parece. Hay un lugar divinamente designado para reunirnos y adorar, pero algunos no quieren ir al culto porque dicen que está lejos. Abraham tuvo que viajar tres días para llegar al lugar que Dios le dijo. El problema está en su corazón, no en la distancia.
     En el versículo 3 vemos la reacción de Abraham a las instrucciones divinas, y en ella hay mucho que observar y aprender. “Se levantó muy de mañana”. Madrugó, porque la obediencia debe hacerse pronto. Observa que no consultó a Sara para ver su opinión ni tener su aprobación o permiso. No por falta de cortesía o consideración, sino porque Dios ya había hablado. No cabía duda lo que había que hacer porque Dios le había mandado. Su espoa no podía cambiar esto, así que en este caso, él de obedecer a Dios, los demás no tienen voz ni voto. ¿Cómo se pondría una madre evangélica hoy en día si el padre quisiera hacer algo con su hijo en obediencia a Dios sin consultarle a ella primero, sin su permiso? Pero hermanos, Abraham obedecía a Dios, no a Sara. La guía vino de Dios, no de Sara. Ella se sometía a su marido, pero hoy en día no hay muchas mujeres que desean hacer esto, ni entre creyentes. Siempre quieren ser consultadas, quieren expresar su opinión, quieren dar su consejo y en algunos casos su opinión, pero en la vida de fe las cosas no son así. Abraham madrugó para preparar todo, y se fue con todo provisto y preparado. Hechos los preparativos, no tardaba, sino que se fue al lugar que Dios le dijo, no a un lugar que le parecía. Es la obediencia de la fe, y es un ejemplo hermoso.
    En los versículos 4 y 5 vemos la esperanza de la fe, expresada en las palabras de Abraham a sus siervos. Cuando veía el lugar que Dios le dijo, dejó a los siervos, prometiendo volver con estas palabras: “...Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros”. Iba a sacrificar a su hijo, pero no dijo: “volveré”, sino “volveremos”. Sólo podía hablar así porque confiaba en Dios, y sabía que Dios había prometido bendición por medio de Isaac, así que de alguna manera tendría que volver. Esto es lo que Hebreos 11:19 comenta acerca de los pensamientos de Abraham.
    El versículo 6 nos muestra la obra de la fe, y es bueno notar nuevamente que la fe produce obras, porque si no, está muerta. Abraham tomó la leña y la puso sobre Isaac. Tomó el fuego y el cuchillo en sus propias manos, y fueron ambos juntos, padre e hijo, el padre confiando en Dios, y el hijo confiando en su padre y acompañándole sin saber lo que le esperaba. Por la fe caminaban hacia el lugar del sacrificio y llegaron. No faltaron. Cuando nos comprometemos con el Señor y con una iglesia local, debemos estar allí y no faltar. La obra de Dios no puede funcionar como debe con personas que una vez sí, otra no. Hay que prepararse e ir al lugar que Dios indica, porque es allí que adoraremos delante del Señor.
    En los versículos 7 y 8, Isaac pregunta por el cordero. Era un joven inteligente y observador. Sabía lo que hacía falta porque seguramente lo había visto muchas veces y su padre le había enseñado. ¿Qué sentía Abraham al escuchar la pregunta de su hijo, y cómo respondería? He aquí la respuesta de fe: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto”. Era una gran verdad que no iba a cumplirse ese día sino siglos más tarde en el sacrificio del Cordero de Dios en el mismo monte. En la vida de fe hay cosas que dependen de la provisión de Dios, no de nuestra habilidad o lógica. Abraham no sabía lo que Dios iba a hacer. No hay necesidad de saberlo todo, entenderlo todo, explicar y diagramar todo para que todos queden satisfechos. La clave no está en el intelecto. Hay que tener fe, confiar en Dios. La respuesta de Abraham puso la mira de Isaac en Dios: “Dios se proveerá...”
    Los versículos 9 y 10 relatan lo que sucedió cuando llegaron al lugar que Dios había dicho, y la obediencia costosa de Abraham y de Isaac. Si obedecemos implícitamente a Dios, Dios nos bendecirá. Hay victoria, compensación y beneficio esperando a los fieles. Pero hay que confiar, obedecer y sacrificar, y no disculparnos diciendo que no podemos. Recordemos que Isaac no era un niño, sino un hombre joven, quizás de unos diecisiete años de edad, y su sumisión a su padre es admirable. Los jóvenes hoy en día no suelen seguir a sus padres ni someterse a ellos como hacía Isaac. Este espíritu independiente y rebelde no agrada a Dios, y no es señal de madurez sino de inmadurez y carnalidad.
    En los versículos 11-12 vemos cómo Dios intervino, y esa intervención es algo que sólo Dios sabía de antemano. Sólo Dios sabe cómo dirigir nuestras vidas, confiemos en Él y hagamos lo que nos pide, sin tratar de calcular y saber todo de antemano. ¡Qué diferente la escena en el Gólgota! No hubo intervención, sino silencio desde el cielo. Allí el Cordero provisto murió por nuestros pecados. Mira las palabras de Dios a Abraham al intervenir: “no me rehusaste”. ¿Puede Dios decir lo mismo de nosotros?
    Vemos la fe recompensada en los versículos 13 y 14. Dios se proveyó, no de cordero, sino de carnero. El cordero vendría más tarde en la historia. Abraham tomó el carnero y lo ofreció en lugar de su hijo, lo cual ilustra muy bien la sustitución. Seguramente estaban muy gozosos y agradecidos los dos. En el versículo 14 Abraham declaró: “Jehová proveerá”. Es uno de los nombres especiales de Dios. Lo declaró no sólo porque lo acabó de ver, sino también acerca del futuro. “Proveerá” es lo mismo que dijo en el versículo 8. Nuestro Dios proveerá, no sólo para  nuestra salvación que es lo más importante, sino también para todo nuestra vida, cosas grandes y pequeñas. Él tiene cuidado de nosotros.
    En los versículos 15-18 leemos como Dios bendijo a Abraham en base a su obediencia y sacrificio. Isaac está observando y aprendiendo de todo esto. Cuando uno pone a Dios primero, Dios le bendice. ¿Estamos nosotros observando y aprendiendo? Dios le reconfirmó la promesa de Génesis 12:3.
    Hermanos, en la vida de fe hay que confiar, obedecer y sacrificar. No podemos rehusar a Dios y esperar Su bendición. A Dios le agrada bende
cir a los que confían en Él y le obedecen por fe. Dios tiene más para dar a los que actúan por fe.


de un estudio dado por Lucas Batalla, el 26 de diciembre, 2010

EL VALOR DE LA PACIENCIA

Texto: Salmo 37:1-7

Este salmo comienza diciéndonos: “No te impacientes” (v. 1), y en el versículo 7 dice: “guarda silencio”. Una de las cosas grandes que Dios quiere enseñarnos a través de este salmo es la paciencia. En el versículo 5 nos dice: “confía en él, y él hará”. Fijémonos que estas cosas se dicen aquí cuando abundan los malignos y la iniquidad. Es una situación difícil de soportar.
    Nosotros oramos y pedimos muchas cosas – algunas el Señor contesta ahora y otras luego. Dependemos de la voluntad y sabiduría del Señor y de Su gracia y misericordia. El Señor está guiándonos por la vida, y trabajando también en nosotros. Quiere desarrollar en nosotros otra cosa importante, que es la compasión. También quiere enseñarnos a ser estables y firmes en la fe, no variables con altibajos. Quiere que soportemos las pruebas y dificultades sin venirnos abajo, sino confiados en Él. Pero esto no es automático, sino que es una lección que vamos aprendiendo poco a poco. Nos dice: “confía en él; y él hará”. Y entonces vienen circunstancias contrarias como en este salmo, que nos hacen confiar en Él. Si confiamos en el Señor, podemos tener paciencia, ser benignos y misericordiosos.
    Cuando pasamos tiempo en la sala de espera del Señor, la oración, Él va obrando en nosotros y a favor de nosotros. Hay que ser pacientes. Hay creyentes que se convierten y en seguida quieren ser y hacer como los que llevan años en el Señor. Esto es un deseo bueno, y hay que felicitarles, no desanimarles. En el Nuevo Testamento no había que esperar años y años para servir al Señor. En seguida quieren predicar, desean testificar bien, tienen hambre de saber mucho más acerca de la Biblia, y todo esto es bueno y son señales de vida. Pero todo esto cuesta su tiempo y el crecimiento viene de día en día, sobre la marcha en la vida, y no es instantáneo. Dios también quiere formar el carácter de los Suyos.
    En Santiago 1:2-4 se nos aconseja la paciencia en las pruebas. El versículo 3 dice que la prueba de nuestra fe produce paciencia, como también leemos en Romanos 5:3.  En Santiago 5:7-8 dice que tengamos paciencia, ¿hasta cuándo? Hasta la venida del Señor. Necesitamos la paciencia en toda la vida. El versículo 8 nos recuerda que el Señor vendrá. Él cumplirá Su promesa. Dice que Su venida “se acerca”. En el versículo 10 nos llama a considerar el ejemplo de los profetas, que tuvieron que vivir en circunstancias contrarias. Sufrieron oposición, crítica, persecución, tenían pocos amigos, tenía que ir contra la corriente de su generación. Esto es ser fiel y paciente en las pruebas. Luego en el versículo 11 vemos la paciencia de Job, que sufrió mucho pero el fin del Señor era bueno para con él, y así es también en nuestra vida. La vida cristiana no es una carrera de corta distancia, sino más bien como un maratón. Pero esto no quiere decir que sólo los hermanos más viejas pueden servir al Señor y que los jóvenes esperen pacientemente hasta que mueran los hermanos viejos y entonces tendrán oportunidad. No es esto. Bueno es comenzar como joven, y servir siendo fiel y paciente toda la vida. Cuando venga el Señor, que nos halle sirviéndole, sea cual sea nuestra edad.
    Hebreos 10:36 nos dice: “no perdáis, pues vuestra confianza que tiene grande galardón, pues os es necesaria la paciencia”. Aquí paciencia significa “perseverancia”. Y el más grande galardón (v. 32) es que vendrá el Señor y nos llevará a Su casa. Así que, sirvámosle con paciencia, esto es, con perseverancia, hasta que Él venga.

de un estudio dado por Lucas Batalla, el 9 de septiembre, 2010

Tuesday, May 6, 2014

BENDICIONES INVISIBLES

Texto: Romanos 5:1-11

No hay tiempo suficiente para decir todo lo que tenemos como creyentes —cosas que los del mundo no tienen. Las cosas invisibles se nombran en nuestro texto; pero los del mundo buscan y miran lo visible. Sin embargo la Palabra de Dios dice que lo invisible es lo más importante, y lo que permanece.
    Mateo 6:33 nos instruye a buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia – lo invisible – y todas las cosas que necesitamos nos serán añadidas: cosas visibles y tangibles como comida, bebida, ropa, cobijo. El Señor sabe que también necesitamos estas cosas perecederas. Él provee, no nos descuida ni nos abandona. Mateo 6:32 dice que los gentiles (inconversos) buscan estas cosas. Esta búsqueda de lo temporal es su enfoque, su preocupación. Pero los creyentes debemos confiar en nuestro Padre – Él proveerá.
    Y volviendo al libro de Romanos, lo permanente que tenemos que el mundo no, es mucho. Los del mundo son como el joven rico al que el Señor le dijo que le faltó algo. Por mucho que tengan, siempre les falta lo más importante.
    1. Tenemos paz (v. 1). La paz en la conciencia ante Dios es una gran cosa. Es la paz con Dios, no paz entre países, paz con los vecinos, etc. Romanos 2:1-8 presenta la situación de todo ser humano por el pecado – es de conflicto y desventura. En Romanos 3:17 dice que no conocen el camino de paz. Tienen enemistad con el Hacedor de su propia vida. La paz de Dios no es como la de los hombres que viene después de guerra, destrucción y la muerte de muchos. La paz de Dios es porque murió Su Hijo por nosotros en la cruz del Calvario. Efesios 2:14-15 explica cómo Él vino a ser nuestra paz.
    2. Tenemos entrada/acceso (v. 2). Sin sacerdotes ni santos como intermediarios, tenemos entrada a la presencia de Dios todos los días y todas las horas. Somos aceptos en el Amado (Ef. 1:6). Las puertas de Dios no se cierran por vacaciones, ni por difunción, ni por descanso semanal, ni nada. Podemos entrar para adorar, orar y buscar misericordia y socorro (Ef. 2:18; He. 6:20). No hay que pedir cita previa ni esperar en colas. Dios siempre atenderá a los Suyos.
    3. Tenemos esperanza (vv. 2-5). Hoy hay mucha gente desesperada, en las cárceles, en los hospitales y las residencias de ancianos y en sus propias casas. Hay gente sin recursos ni trabajo ni amigos. Pero el creyente tiene esperanza ahora y para el futuro. El creyente se goza de la esperanza ciertísima de la gloria de Dios (1 Co. 2:9; Col. 1:5). Romanos 12:12, 15:4 y 15:13 hablan del gozo y el poder de la esperanza del creyente.
    4. Tenemos consuelo o paciencia que es perseverancia (vv. 3-4). ¡Cuántas personas hay en el mundo que necesitan esto! Tienen sus vidas rotas, pasan tristeza y dolor, y no tienen consuelo ni tienen cómo perseverar pacientemente. La paciencia que tenemos es consuelo, y nos ayuda a aguantar lo difícil. Romanos 8:28-30 afirma que todo ayuda para bien, pero esto no es para todos, sino para los creyentes, los que a Dios aman. Es un consuelo que sólo tiene el creyente. 1 Pedro 1:6-7 fue escrito por Pedro que murió como mártir. Podemos ser afligidos y tener pruebas pero sabemos que todo saldrá bien al final. No es nada inventada en nuestra mente, sino un consuelo que Dios da a los Suyos.
    5. Tenemos amor (v. 5). El amor de Dios permanece, y ha sido derramado en el corazón –la ciudadela y centralita de nuestra vida– por el Espíritu Santo. Dios obra en nuestro corazón y pone amor divino allí donde antes sólo había amor egoísta, carnal, inmundo. El creyente no tiene un corazón dominado por el odio, sino por el amor divino. De pronto aborrecemos lo que antes amábamos. Son caminos torcidos, caminos anchos que conducen a la puerta de la perdición. Ese amor derramado por el Espíritu es acompañado de justificación (v. 9), salvación (v. 9) y reconciliación (vv. 10-11). Une las dos partes. Resuelve el conflicto. ¡Cuán grande es la obra que Dios ha hecho en nosotros! Ese amor vino porque el Espíritu Santo fue dado.
    6. Tenemos el Espíritu Santo (v. 5). No estamos todavía esperando el Espíritu Santo, pues ya está en todo creyente y el que no lo tenga no es de Dios (Ro. 8:9). No se compra el Espíritu Santo, como quiso hacer Simon Mago en Hechos 8. Dice Romanos 5:5 que “nos fue dado”. Él es dado a todos los creyentes, ¡gracias a Dios! No hay que pedir que venga ni esperarle, pues entró y nos selló cuando creímos. Nos enseña (Jn. 16:13). Nos sella y protege (Ef.1:13-14). Nos guía (Ro. 8:14) en la santidad, a seguir y agradar al Señor, y a reunirnos con nuestros hermanos. No podemos perderlo, pero podemos contristarlo, y acerca de esto Efesios 4:30 nos advierte. Efesios 3:16 comenta que el Espíritu Santo puede fortalecernos en el interior. La verdadera fortaleza no es corporal, sino espiritual.
    Que el Señor nos ayude a apreciar y tomar ánimo considerando las cosas invisibles y perdurables que tenemos de Él – ricos tesoros que los del mundo nunca tendrán. Vivamos entonces para la gloria de Aquel que tanto nos ama y tanto ha hecho por nosotros. Amén.

de un estudio dado por Lucas Batalla, el 12 de agosto, 2012